RECLAMOS DE FE CLAMAN
DESDE LO ORANTE
10 de diciembre de 2018
Críticas, dudas,
sospechas, indecisiones, incomprensiones, desconfianzas…
Un cúmulo de
esdrújulos pensares gravitan y se multiplican… en torno a las creencias, en torno
a los testimonios, en torno a lo que puede representar un valor.
Ese es el ánima y
la actitud del hombre contemporáneo: sometidas las creencias a revisiones casi
apocalípticas, no como revelaciones sino como el “usar y tirar” continuamente,
buscando resquicios por donde atacar o disentir.
El caso es buscar
–parece una obsesión- una “contra”.
Y si se desayunaba
café, habrá que buscar qué efectos perniciosos tiene el café. ¡No vayamos a
creer que el café es bueno, en dosis sensatas! –entendiéndose por “sensato”
aquello que no supone una adicción-.
Pero… pareciera
como si no se pudiera, o casi estuviera prohibido en el ámbito social, tener
una relación, una confianza, una convicción; más bien se lleva la duda
permanente, la sospecha mantenida, la vigilancia observada, la mosca detrás de
la oreja… –quizás por eso las moscas no hibernan-.
Todo ese
parasitismo, que parece cultural… “Parece”. Si eso es cultura, realmente vamos
a convertirnos en ácaros que deambulan por las alfombras –con todo el respeto
hacia ellos-. Pero, sin serlo, que “nos convirtamos”, parece que no es el mejor
destino.
Y esas posiciones de…
nos atrevemos a decir hasta “de ingratitud, de insatisfacción permanente”,
ciertamente cierran los poros, acrecientan las arrugas, modifican el tono
muscular y se hacen apáticas, incrédulas.
Porque ése es el
siguiente paso: en el cotidiano convivir, después de la destrucción masiva…
como langostas en un campo, como carcoma en una madera, después viene ese
estadío de “todo vale, todo sirve”, pero a la vez nada vale y nada sirve:
indiferencia.
¡Todo un Universo
puesto a disposición de las especies! –y de ésta, humana-, y el protagonista se
niega a actuar, ¡se niega a seguir el guion! ¡Pero no tiene otro guion! No
quiere rodar la película del Universo, de la Infinitud, de la Eternidad. Se
aferra a sus criterios de dominio o de poder, y de crítica, de acidez.
Claro. Evidentemente
hay focos que no cultivan esas modalidades “aún”. Los hay. Pero esta actitud
veleidosa y “sapiencial” –entre comillas- que conoce y sabe todo y opina de
todo, y pone en duda cualquier cosa, sin conocer, sin un análisis afectivo…
Porque el análisis
de cualquier situación no está exento de afectividad.
Pero parece que es
de baja calidad el confiar, el colaborar, el compartir, el alegrarse, el disfrutar…
Es el dominio, la
rabia, la desolación… lo que impera; e incluso es lo que opera a la hora de
promocionar otra dimensión. Incluso. Como se si se contagiara; como si fuera el
lenguaje que se entendiera.
Y si no se habla
bajo ese tono ¡imperativo, dominante, clasificador, determinista!, parece que
no se entiende; parece que lo que se expresa no tiene valor.
Podríamos decir que
el Misterio Creador ha empleado y emplea todo tipo de estrategias… en nosotros,
con nosotros, entre nosotros, para nosotros, hacia los otros… Infinitud de
combinaciones y… probabilidades, posibilidades, ¡para que la vida se renueve!,
se rehaga, se recree, ¡se vea libre del acecho continuo ante cualquier
posición, disposición, opinión!…
Parece estar
prohibida la pulcritud, la adaptación, la flexibilidad, la compasión, la convivencia,
la congratulación.
La amabilidad se
convierte, en lo cotidiano, en un insulto, en un insulso estar… ¡que le falta
carácter!, ¡que le falta fuerza!, ¡que le falta…!
Sí. Ya sabíamos que
esto era una guerra, pero ¿¡tan fuerte!… que hay que disculparse por ser amable?
.- Disculpe que sea amable, ¿me podría informar…?
.- ¡¡¿Qué
quiere?!!
.- ¡Psss! Déjelo.
.- ¡¡El
siguiente!!
Algo así… Algo así.
Un justicialismo de
justicia por delante, pero de las justicias más… más ¡rancias! Sí. De esas que
no admiten rehabilitación, recuperación, regeneración, renovación… Esas
justicias de “palo y tentetieso”; esas justicias de… “la letra, con sangre entra”.
Sin duda –sin duda-…
el Misterio Creador se aleja; pero… estando más cerca que nunca, quien lo aleja
es el ser. Y, sin duda, porque el Misterio Creador así lo permite.
“¡Ayyy, cuando necesites de mí!”… –parece escucharse-. “¡Ayyy!
Te dejaré que deambules con tus poderes hasta que necesites de mí”.
¿Qué faz del
Misterio se verá, cuando se necesite de Él, de Ello?
¿¡Qué faz se ofrece
ahora!… con multitud de aconteceres, con incontables posibilidades que parecen
solamente involucionarse?
No es difícil verse,
como humanidad, ¡corriendo precipitadamente hacia el precipicio!… para lanzarse
a ese vacío; quizás aspirando a que ahí se sienta la necesidad, y ahí acudan
las ayudas para evitar que nos golpeemos.
Pareciera que la
moderna seguridad reside en una confianza a medias, en la que siempre se tenga
un escape, una huida, ¡un rechazo!...
No parece haber
calma, si no se tiene una seguridad de traición, escape, huida, negación…
Pareciera como si
los seres buscaran tener los fallos o errores –o los que se quieran considerar
como tales- de todo lo que les rodea… para, en algún caso, poder atacar… o poder
defenderse –que para el caso resulta lo mismo-.
Los prestigios
duran un rato; enseguida aparecen los “desprestigios”, como si fueran las pieles
de serpientes que cambian su rebozo.
La Piedad parece
estar escondida ¡o!... se ha vuelto vengativa, justiciera, correctora, maestra
castigadora.
¡Ay!... El agua
fresca sigue siendo el mejor alivio para la cara, aunque el ser se empeñe en embadurnarla
de falsas caricaturas.
Cierto es que “una
palabra basta para sanar”. Pero se ha llegado al punto, también, de que “una
palabra basta para destrozar, para arruinar, para descolocar, para crear la
incómoda seguridad de la duda, de la sospecha”.
Ya no hay que
esperar a que cante el gallo tres veces, para negar algo que se decía que se
creía. Antes de que el gallo despierte, se niega la autoría de una fe… y se
acrecientan las dudas.
Reclama la Palabra,
su creencia…
Reclama el Misterio
Creador, su entusiasmo…
Reclama la
Esperanza, su lugar…
Reclama el Amor, su…
¡entrega!
Si se escucharan
los reclamos… seguramente las quejas se apaciguarían; las maledicencias se
disolverían; los reclamos se harían espera, y no desespero.
El Sentido Orante
nos reclama. ¡Nos llama!... a escuchar, a recomponernos, a rehacernos ¡sin
prejuicios!; con caridad, comprensión, convicción.
Nos llama a darnos
cuenta del enjambre que se gesta en torno a… el ser, y sus haceres y
consecuencias.
Reclamos de Fe
claman desde lo orante… como si fueran pruebas de que hay una escucha; de que
se siente el Halo Creador en nuestras expresiones, en nuestras vivencias.
¡Ay! ¡Amados como
tulipanes!, como finas alas de mariposa: ¡tan suaves!... Sólo un misterio las
puede acariciar sin romperlas…
Tan exquisito, que
tan sólo se puede… poner el sentido y olfatear sus fragancias.
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