NO RENUNCIO A MI ORIGEN CELESTE
19 de noviembre de 2018
En la especial forma de relacionarse nuestra especie, con
otras y consigo misma… –véase “la guerra”- se plantean las posiciones humanas
como las posiciones de prestigio, de referencia, de rectitud, de precisión, de
ecuanimidad…
Evidentemente, no hay… –por esa guerra- no hay un acuerdo
unánime en cuanto a… el contenido de esas referencias, pero globalmente sí se
puede deducir que la especie humanidad se erige en la máxima autoridad en
capacitación, en recursos, en ejercitaciones, en muestras de realizaciones…
Esa guerra, que motiva a unos para superarse, que
destruye a otros para torturarlos, que exalta a algunos para idolatrarlos, que
critica a otros hasta hacerlos insolventes… sí busca la actividad, “la postura”
–mejor sería decir- en la que el más poderoso sea el que ostente la referencia;
y en base a ése se ordenen las demás criaturas…
Esa es la cotidiana actividad en la que, cada uno en su
nivel, se desarrolla y actúa.
Dudas habrá que plantearse, cuando “el progreso” se basa
en superar adversidades que previamente estaban establecidas, o que se van
poniendo diariamente.
Evidentemente, en ese clima de guerra de muy diversas
formas, la lucha, la violencia en sus innumerables formas está siendo el
instrumento más valioso.
Y, como “instrumento valioso”, precisa de ayudas para
ejercitarse como tal violencia, y recurre a razones, explicaciones,
interpretaciones, mentiras…
Todo parece indicar –y ahí incide el Sentido Orante de hoy-
que esas posiciones, esas posturas… se van haciendo crónicas, habituales, y no
son circunstanciales u ocasionales.
La desconfianza, la visión del otro bajo perspectivas
inquisitoriales… es como una norma; como un mecanismo –claro, guerrero- de
defensa. Y como la mejor defensa es un buen ataque, las actitudes se disponen
siempre, ahora –“en el siempre de ahora”-, con una actitud beligerante… o
“conflictiva”, si se prefiere más claro.
En la complejidad que reclama la vida, como experiencia
apasionante de descubrir, de aprender, de ‘creativizarse’, se convierte… lo
complejo en complicado; lo complicado, en posesionado; lo posesionado, en
secuestrado; lo secuestrado, en revancha.
Tenemos que darnos cuenta de esa dimensión.
El Sentido Orante nos recuerda en qué posición se expresa
la vida: en una posición privilegiada… de recursos, de variables, de
novedades…; de imprevistos, de ¡suertes!… Pero todo ello con un mensaje, con un
lenguaje, con un ¡cuido!… por parte de la Fuerza Creadora, del Misterio
Creador.
Si accedemos a esas perspectivas de ser cuidados, de ser
amados, de ser permanentemente asistidos… –no, ¡perseguidos!; no, ¡condenados!;
no, ¡castigados!-, probablemente, si eso se tiene “en fresco” en la consciencia
del conocer, del sentir y del hacer, al menos ocasionalmente dejemos la
complicación, por la complejización; dejemos la controversia, por la
confluencia; accedamos a la colaboración solidaria, en vez de la disputa por
el poder permanente.
Se está corriendo el riesgo de planificar nuestra especie
–y, en consecuencia, reflejarlo en nuestro entorno, es decir, en otras
especies-… se está corriendo el riesgo de estabilizarse, de aceptarse ya como
desconfiada versión de la vida; de asumirse como inevitable luchador…
sobreviviente, superviviente; hacer a un lado los afectos… viendo los defectos,
y así justificar los descréditos, los ataques, o revivir los desencuentros
haciendo uso de la Historia: de lo que pasó, de lo que ocurrió… de una
irresoluble evolución.
Y sí: el parecido actual con… antigüedades aparentemente
superadas, con distinto ambiente y –claro está- distinto ornamento, es
demasiado parecido; lo cual, es evidente que nos hace alertarnos ante la
insistente repetición –“insistente repetición”- de competencias,
competitividades… que hacen enormemente difícil la convivencia, el compartir,
lo solidario…
¡Uf! ¿Y dónde quedan los ideales?
¡Uf! Parece que el dinero los ha comprado…
¡Uf! Parece que, la Creación, de nosotros se ha olvidado…
¡Uf! Parece que nos han dejado la responsabilidad de
guiar la vida.
¿¡Guiar la vida...!?
¿Somos, evidentemente, representantes de la Creación, con
suficiente decoro, ética y elegancia como para guiar la vida?
¿Es nuestra responsabilidad suficientemente generosa y
transparente como para ordenar la vida?
En lo belicoso, la respuesta suele ser muy evidente: se
dice en principio que “no, pero ya se aprenderá, pero ya se solucionará”… con
el mismo método de siempre; ese siempre “suspendido”… en el sentido del breve
lapso de la Historia.
Cabría preguntarse, orantemente:
¿Hemos llegado hasta aquí, por nuestra capacidad…
recursos… medios…? ¿O hemos llegado hasta aquí porque nos han ayudado, nos han
apoyado, nos han facilitado –¡aunque sean barbaries!-, nos han permitido…?
¿Podríamos imaginar por algún momento que las especies
vivientes –todas ellas entre sí se conocen- se confabularan contra nosotros? ¿Tendríamos alguna posibilidad de sobrevivir? ¿O más bien
desapareceríamos en pocos minutos?
Pensemos por un instante que los reinos vivientes se
confabulan, ¡hartos de ser manejados, manipulados, deteriorados, exterminados!…
y deciden una rebelión hacia nuestra especie. ¿Disponemos de recursos?
Fíjense que, cuando algunas bacterias se rebelan, ¡cómo
nos echamos a temblar!
¿Es que tenemos los recursos para establecer un combate contra
una rebelión de especies… o realmente… no llegaríamos ni siquiera a
defendernos?
Eso, evidentemente, podría ocurrir. ¿Por qué no? Cada vez
descubrimos más y más alianzas entre los diferentes organismos vivientes,
sincronizados con los que teóricamente no son vivientes, como minerales, tierras…
y la propia dinámica de este lugar donde habitamos en el Universo. Algunos
afirman hasta que es un organismo “vivo”… con independencia de los parásitos
que habiten en él.
Y sí, es posible que bajo la consciencia miópica,
estrábica… de la especie humanidad, contemplamos el estar, el ser, el hacer, el
sentir… como una ganancia, pero también estamos dotados de una sensibilidad que
nos lleva a orar y nos lleva a escuchar la palabra de advertencia, de cuidado;
que nos lleva a ver y a visionar nuestra posición.
No todos, ciertamente, tienen esa opción.
Pero cuando se tiene, se está en disposición de ¡evaluar!...
el desarrollo personal y de especie, no sólo bajo la batuta de nuestra propia
referencia de especie, sino bajo las referencias de la Creación, con el
reconocimiento de que… sin el auxilio viviente de otras especies no somos viables.
¿Por qué nos siguen… en nuestras barbaries? ¿Por qué se
hacen cómplices silenciosas de nuestras imposturas? ¿Qué extraña relación
tienen, con la Creación?
¡Porque no es que nos tengan miedo! No es que… se
infravaloren. No. Más bien podría decirse que tienen una vocación y una
fidelidad servidora, ¡impresionante! Que nos dan un testimonio de fe,
¡increíble!
“No nos juzgan”.
¿Sería –en consecuencia- oportuno, tomar nota de esa solidaria actitud de fe y de servicio?
¿Podría tomarse
nota de esa actitud, para que nuestra expresión… fuera similar o semejante “a”…?
Gracias al vehículo orante, el ser puede descubrir que
tiene maestría, sutileza, elegancia, inteligencia, emoción y capacitación para
ser impecable.
¡Y no a costa de otros!… sino en sí mismo, cada ser.
¿Se debe tener en cuenta esa vía, o esa costumbre de la
permanente pelea nos hace inhabilitarnos...
hacia consciencias sutiles?
De seguir así, ya se nos avisa de… un ocaso.
Pero el solo hecho de que exista el aviso es señal de que
tenemos el hilo: el hilo generador de perfección, de impecabilidad, de
remarcable posición, de bondad… “Bondad”...
Quizás, si no existiera el “aviso”… aún quedaría mucho
por hacer en lo belicoso, pero este reclamo orante nos debe re-capacitarnos hacia otras
perspectivas que, aunque parezcan inviables, están ahí, aguardando a que se las
emplee, a que se las viva, a que se las sienta.
No… renuncio… a mi origen Celeste. No renuncio… a mi
influencia y cuidado permanente.
Cualquier asunción de referencia, de intermediación, debe
estar vibrando en la emoción; en la emoción
Creadora que me permite estar. Y así, emocionarme en lo que tengo que realizar.
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