UNA
HISTORIA ORANTE
12 de noviembre de 2018
Y la vida se fue
labrando en base a equilibrios, vibraciones y adaptaciones complacientes.
Se fue expresando
en complejidades y en entramados de respetos… hacia todo lo que rodeaba a
cualquier tipo de expresión vital.
Se fue gestando…
según la necesidad de lo que aparecía, de lo que surgía por enlaces, por
afinidades, por casualidades.
En la medida en que
se daban las condiciones, las semillas o mensajes provenientes de un “sin fin”
brotaban –como lo hacen las semillas- para descubrir otra perspectiva.
Y todo ello era
posible en base a las sintonías que se establecían entre unas modalidades y
otras.
Cuando, “aparentemente”,
unas desaparecían, no era consecuencia de la agresión o la porfía de otras,
sino que era la imbricación de El Misterio de Vida, que daba por buena una
situación, y al modificarse las condiciones, especies dejaban de realizarse y
se transformaban, se transfiguraban, con sus compuestos, en otras funciones.
No nos han contado
así la historia. Nos la han contado bajo la ley de las confrontaciones, de las
aversiones, de las disputas, de las caídas en desgracia, de los golpes…; de
explosiones, de terremotos, de volcanes y… terribles diluvios que asolaban este
lugar del Universo.
No era de extrañar
que, con versiones de este tipo, en el caso de la humanidad se fueran gestando
opciones y actitudes… de expresiones de defensa, atacando… –“expresiones de defensa, atacando”- ¡sin ni
siquiera haber sido atacados!
Expresiones de
dominio, de expansión, de imposición.
Eso sí se puede ver.
Quizás la primera historia tiene pocos resquicios para verse. Es una historia
orante. La primera historia es una historia de amor, idílica y quizás
fantasiosa.
La historia que se
escribió y que se escribe es dramáticamente trágica.
Es una “lucha por la vida”, como si ésta
viniera a pelearse con alguien.
A la vez que se
alaban los logros y las capacidades que una especie razonable realiza, podemos
ver también cómo todo ello se hace en base a una especulación, a una
imposición, a una explotación.
Y así, en el
trasfondo de ese logro reside… una violenta trama. Además, el logro empieza a
distribuirse de forma competitiva, y de nuevo sirve de base –esa competición-
para que los triunfadores consigan otros logros… y así sucesivamente.
El Sentido Orante
de hoy nos advierte de esa dinámica que –al tratarse de una versión orante- se
refiere a nuestra profunda intimidad; esa intimidad de la que puede salir un
verso, una imagen, un sonido, una caricia, una alegría, un juego, ¡un solidario
afecto!
Sí. De esa
intimidad o hacia esa intimidad se dirige siempre la oración, puesto que en
este momento de la especie –y va hacia ese camino-, las instancias internas más
íntimas suelen estar contaminadas por esa violencia, por esa ¡rabia!, por esa
venganza, por ese odio, por ese ¡rencor!
En mayor o menor
medida, eso está ahí: una herencia competitiva, abusadora y controladora, que
obtiene su mayor placer dentro de… el logro de ¡unos miembros de la especie,
sobre otros!
En ese cotidiano ¡pelear!...
y competir, el ser se enclaustra en
sus inmediatos competidores y va perdiendo progresivamente su visión de
Universo. Se queda con su visión localista, parcial, interesada; ¡siempre en
actitud defensora… con métodos de ataque!
Cada cual va
apuntando sus logros y sus fracasos, sus imperdonables
recuerdos… y sus nostálgicas esperanzas.
Se está muy lejos
de la primera historia, en la que se vibraba, se equilibraba, se sintonizaba…
Pero tengamos
cuidado, orantemente, con juzgar una estancia en el Universo como “perversa”, “abominable”…
y castigarla con nuestras críticas, nuestras piedras o nuestras revoluciones.
Porque, en esa visión cerrada de tragedia, desespero y drama, va –como sin
quererlo- la idea de que el ser de humanidad es ¡autónomo!, y que puede hacer
lo que quiera, ¡y puede escribir su destino y su hacer, con independencia del
resto de la energía vital!, ¡con independencia del Universo Creador!, ¡con
independencia del Misterio!...
Y es el famoso “libre albedrío” el que se
incrustó como semilla, sin serlo. Y así, unas culturas y civilizaciones
juzgaron a otras, y éstas a otras, y éstas a otras. Y no se vio, no se ve… el
abanico de opciones que la vida presenta. ¡Y que este tiempo en el que nos toca!,
es una parte de ese abanico. Un cúmulo de posibilidades.
Y bajo ese prisma,
dejamos de juzgar, y vemos las varillas de cada parte del abanico… hasta que
completamos la idea del abanico, que es el Aliento
Creador.
Y así, nos
sintonizamos y sincronizamos con ese Aliento, y ya no es preciso decidir… ¡si
esto es bueno, si esto es malo, si es por aquí o es por allá!, sino que nos llevan y nos muestran… hacia
dónde se ha de deparar.
¡Sí! Esta idea está
muy lejos de asumirse, pero conviene cultivarla porque es la idea orante que
nos permite remitirnos a la autenticidad de nuestro origen…, y hacer, de
nuestros sentidos, unas oquedades amplificadas que no se quedan en el hecho
concreto, que no se anidan en el interés personal, grupal o cultural, sino que
se contemplan en las diferentes tendencias, que resultan ser complementarias y
necesarias unas de otras, como volviendo a la “historia inicial”.
Sin duda es un
cultivo interno, ¡íntimo! Pero es el que nos puede dar esa versión sentida,
¡consentida!, ‘senti-mental’… que nos haga ser verdaderos artífices
representativos… de una Fuerza de Misterio Creador que late, ¡que llama!, ¡que
informa!, ¡que advierte!
Es, en un breve
resumen, decir:
“No me importo,
pero sé que… importo. ¡No me siento
importante!, pero sé que… lo soy.
Es extraño. ¡Parece contradictorio! Pero en la medida en
que no me siento importante como defensor, agresor, ‘conseguidor’, ‘logrador’… ¡Me
han puesto ahí para ser!, para interpretar, ¡para actuar en un sentido!, bajo
unas premisas, con unos dones, con ¡unos recursos!
Si me importo a mí mismo, ¡rompo esa conexión!
Le
importo a la Creación, pero no me hago importante… de mí”.
No es, sin duda, un
mensaje aceptable para cómo y de qué forma y en qué estilo se vive. Unos a
otros se pueden decir: “¡Cuídate! ¡Ten
cuidado, ten…”. Pero… ya me cuidan.
Si yo usurpo ese cuidado creacional y empiezo a cuidarme por mí mismo, me quedo
desligado ¡no solamente de la vida!, sino de la experiencia de hacer de mi
consciencia un sueño idílico y… de naturaleza infinita. ¡Y me quedo finiquitado
en el logro y en la consecución!
Parece, por
momentos –o por muchos momentos-, imposible revertir esta tendencia actual. Parece
imposible recogerse en la primera historia inicial, que luego se ha mostrado en
la intimidad. Y eso contrae… desesperanza y tristeza. E incluso una declaración
de incapacitación, de nulidad ante esa fracasada teoría de la comparación, que
en el fondo es una envidia que se desarrolla entre unos y otros…
Parece imposible,
pero de lo poco que experimentamos, no es difícil –y atentos a ello- no es
difícil encontrar algún vestigio personal… –“no es difícil encontrar algún
vestigio personal”- en el que lo imposible haya roto sus barreras y nos haya
abierto a otra perspectiva.
Y de seguro que
cada ser tiene ese instante, en su recuerdo, de cómo aquel imposible se hizo…
posible.
Si recogiéramos
todos esos instantes de cada ser que ha pasado, que está, que estará, nos
daremos cuenta de que la vida es una continua eclosión de imposibles ¡que se
van dejando atrás! ¡Una continua apertura de flor!, de pétalos que eclosionan
cuando… se pensaba que eso no era posible.
Se podría decir que
la vida es un continuo logro de imposibles.
¡Que no se trata
de… –si nos fijamos en esos pequeños detalles personales- que no se trata de un
logro!... ni personal, ni misterioso. Se trata de algo que nos desborda.
Se trata de ese
Misterio que nos hace posible… nuestra increíble presencia.
Y ya que ha salido
esa palabra: “increíble”, ¿qué diría un ser –no de aquí, sino de otra dimensión-
al contemplarnos?
Seguramente sería
esa palabra: “Es increíble cómo puede
darse la vida en esa especie. ¡Qué manto de Fuerza de Misterio la envuelve!
Porque toda su apariencia y su realización es ¡un desastre! ¡No tendría sentido
que existiera! Pero existe. Está”.
Luego sólo una “Fuerza”
–por decir en nuestro lenguaje, aún violento-, sólo una “Influencia” –mejor- de
naturaleza inabordable… es capaz de mostrar, de mantener, de conservar, de
cuidar y de permitir esta especie. ¡Increíble!
¡¡Increíble, pero
habrá que creer en ella!! ¡Porque es una expresión creadora! ¡Porque es
ilimitada su capacitación!
¡Así que tenemos
que creer en nosotros y en todo lo que nos rodea!, porque nos permiten existir;
porque nos permite –la Creación- estar, aun siendo impresentables. ¡Increíble!
Tengo que creer en
lo creado…; en lo cercano y en lo lejano. Y en ese creer está el soplo
enamorado ¡que nos da el aliento!... hacia otras dimensiones.
Y mientras creemos,
nos ‘creativizamos’, nos conjugamos, y nos alertamos de no entrar en el
conflicto, en la confrontación, en la comparación. Sí en las referencias; sí en
los ejemplos. Pero no en ese lascivo y envidioso fustigamiento de incapacidad,
de “no puedo”, de predestinado deterioro.
No es ésa una obra
creadora.
Hay que decirse:
“¡No es necesario que crea en mí mismo, ni que crean en
mí!...
La Creación sí
cree en mí. Sí me ha traído. No puedo secuestrar toda esa fuerza de mi
existencia y de mi presencia para hacerme el hedonista que se compara
continuamente y que se deteriora en la envidia ‘por no poder ser como aquél,
como el otro, como el de más allá’”.
Démosle a cada
instante una trascendencia “de vida”;
de vida sostenida, mantenida, recreada, creada, auxiliada y cuidada por el
Misterio Creador.
¡Demos! –¡aunque
sea de palabra!- esa opción…
Porque,
ciertamente, no hay ni un solo hecho que ocurra por voluntad propia, sino que
ocurre por el Misterio Creador, que así lo dispensa.
Y eso no debe ser
nunca una justificación para realizar cualquier maniobra que suponga desidia,
desgana o la consiguiente reacción violenta… sino más bien supone un sentido de
humildad, de entusiasmo gozoso de saber de nuestro verdadero progenitor, de
nuestra verdadera esencia o sustancia íntima… que vibra, que sintoniza, que
sincroniza, que se recrea, que se ‘creativiza’, que se solidariza, que se
amplifica…
Que gozosamente se
confabula con el Misterio.
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