viernes

Lema Orante Semanal


EN EL ‘UNIVERSARIO’ DE TIAN
15 de octubre de 2018

Descubrir que el sendero de la luz nos guía… y nos ilumina el camino hacia la diferencia, hacia lo impredecible.
Saberse en comunión con todo lo viviente, portador de un mensaje creador que se evidencia en lo creativo de cada ser y en su capacidad de reflejar lo que le aman, amando lo que realiza.
Todo ello es un asombro, cuando se ve en las evidencias. Todo es admiración, no de postura, sino de reflejo. Admiración hacia referencias que nos posicionan hacia la Fe, la Esperanza, la Bondad, lo solidario, lo convivencial, con el humor suficiente para nunca ser ¡hiriente!
Así, el ser se va liberando de un cuerpo de espinas que no es el suyo, y se hace con piel suave y atractiva. Dejar de ser un encontronazo, una discusión y una queja continua, para pasar a darse cuenta de que somos un diseño de adaptación generosa, de capacitaciones ¡asombrosas!
Esto que nos descubre el Sentido Orante no nos debe promover hacia el desespero crítico de cada día; que, sin duda, está cargado de motivos, pero que anula… –ese desespero crítico- anula el brillo de la presencia de cada ser. Que está, porque tiene un cometido que realizar; que sigue, porque hay un aliento misterioso que le anima.
Ese darse cuenta de vivenciar… que somos seres de un gran espectáculo; de un gran espectáculo creador. Que, en nuestro tránsito, no podemos quedarnos en el marcaje histórico, en la condena permanente, sino que estamos implicados en una novedad cotidiana, continua, sorprendente.

Estamos en un punto crucial, en el que sale espontáneamente el sentido de derrota, de pérdida, de ¡imposibilidad!; en el que sólo está vivo… el odio, la revancha, la protesta, el combate, la adversidad.

Ante ese predominio de deterioro, ciertamente no es fácil entonar un momento de alegría, una suspirante ilusión.
Pero es que ¡somos ilusión cada uno! ¡Somos la ilusión de una Creación infinita!
¡Y no podemos defraudarnos entre nosotros!... ni entre ninguna entidad viva, hasta donde alcancemos a conocer.
No podemos sentirnos fracasados ante un aliento enamorado que nos guía, que nos alienta, ¡que nos despierta cada día!...
Sí. Es justa la preocupación, pero más justa aún, benevolente y misericordiosa, es la comprensión de que en este transitar están los reflejos liberadores… a través de la vida.

Y cierto es que el dolor aprieta, que el deterioro rodea, que la violencia se apodera. Pero no menos cierto es que la serenidad… despierta cada día; que la sonrisa es la expresión de una necesidad, por la vida.
Que cotidianamente se espera; se espera, quizás, a que el desespero se desembarace de nosotros. Se espera en la confianza. Se espera en la fiabilidad. Pero cierto es, también, que la prisa acelera… ¡y pide resultados!, ¡y pide renta!, y clama justicia, ¡orden!... ¡ya!
Y, en esa prisa, arrasa y… desborda.
Y en esa prisa, no hay tiempo para meditar, ¡no hay tiempo para orar!... ni para contemplar.
El tiempo está ¡para rendir cuentas!... y ajusticiar, y hacer cítrico y crítico el pensamiento y el lenguaje, como expresión libertaria. Y olvidarse de los que tienen que levantarse; de los que se han caído muchas veces y precisan ayuda. ¡Sin prisas! Con perseverancia.

Es deber de humanidad ser reflejo de la armonía, del equilibrio, de la fantasía fantástica de estar siempre viviendo en imposibles. Y, ¡al ver que son posibles!, alentarnos, alertarnos y cuidar de cada paso.
Que la alabanza sea certera… Pero que no se convierta en un sobrepeso exagerado de vítores, de triunfos… que se olvidan de seguir, que creen que han llegado…
Y nunca se llega; siempre se va, porque nos llevan.
La Eternidad no tiene final. Lo Infinito no tiene llegada. Lo Inmortal no tiene caducidad.

El Sentido Orante de hoy nos recuerda y nos aporta los detalles novedosos necesarios para reafirmar el sentido, para consensuar lo común y dispersar lo contradictorio. Para iniciar una nueva recreación de lo que se ha vivido. Un refundar lo que pueda estar disperso, y fundirlo. Y así, tener alientos, como el volcán cuando erupciona, y se siente liberado del tapón que le oprimía; y esboza sus mejores fuegos, sus más cultivables lavas, que inexorablemente se enfrían al llegar a las aguas, y se hacen ‘fundidos’… que luego serán cultivos, como si la tierra quisiera expresar un símil… de pasión, de ilusión y fantasía.

Ciertamente, en estas encrucijadas, no es fácil seguir. Y hay abandonos, hay insidias, hay críticas y hay oposiciones.
Nada de ello debe ser un obstáculo, ¡un impedimento!, para continuar. No son elementos que puedan poner en duda el aliento vocacional… del sentirse ¡una gota liberadora de humanidad, bajo la tutela del Misterio Creador!
No hay abandono que me tambalee. No hay crítica que me conmueva. No hay pérdida que me retrase. No hay disidencias que me hagan dudar.
Las evidencias aliadas con el fantasma del tiempo… muestran que, sin duda, el Aliento del Misterio nos promueve, nos acompasa.
Si así no hubiera sido, ninguna humanidad hubiera resistido la trayectoria que se lleva. Ya habría perecido por sus egoísmos, por sus desidias, por sus costumbres, por sus… repeticiones y comodidades.
¡Pero un destello de cada día!... ha mantenido la alerta, la alarma, la atención… que ha permitido seguir descubriendo, seguir confiando.
Día a día se nos muestran los coincidentes, casuales, circunstanciales y sorprendentes detalles que indican que nos guían, que están con nosotros.
Y, ante ello, debemos ser continuos aportes, continuos inspiradores que mostremos y ofrezcamos posibilidades, resoluciones, recursos…
El ejemplo personal, el ejemplo grupal, el testimonio de lo sentido… deben estar en primera línea.

No perderse en defensas… de ataques furibundos. No perderse en discusiones de inquisitoriales emociones. ¡No bajar la cabeza hacia los pies, sino subirla hacia las estrellas! No ser vínculo de alianzas con disidencias que distorsionan; que crean semillas de maleza que hay que desbrozar…
¡Ay! ¡con todo lo que hay que sembrar!...

Aunque conspiren en nuestro sentido, jamás será nuestra función “conspirar”. Es lo nuestro “inspirar”, porque hemos sido inspirados.
Y nuestra ánima nueva, sin precedentes, nos sitúa en una delicada posición, pero también en una evidente ejemplarización. Que, por supuesto, no está exenta de evaluarse y reevaluarse continuamente; de exigirse la calidad de todas las prestaciones que el Misterio Creador nos aporta.

El Sentido Orante nos recuerda:
No estamos aquí, en el Universo, para agotarnos en un cementerio producto de una violencia insaciable.
Estamos en este Universo, como expresión grandiosa, insólita y posibilitante.
Que, bajo el nivel de consciencia actual, somos milagro permanente.

Y si estamos en este Universo, como una insólita vivencia, sin duda –sin pretender descubrir los misterios de lo Eterno-, es claro que… en su infinita vocación de Amor está el Rigor; ese Rigor de Amor que ha sido desechado, que ha sido maltratado, que ha sido malinterpretado. Y se le ha dado al Amor la característica de permisividad, de tolerancia, de permitir… cualquier insolvencia o cualquier violencia, “por amor a la patria”, “por amor al partido”, “por amor al ideal”, “por amor…”. Y, por ese amor, se mata, se persigue… Eso no es Rigor de Amor.
El Amor tiene el rigor de la limpieza, de lo límpido.
El Amor tiene el rigor de la fe.
¡El Amor tiene el rigor de la transparencia!
El Amor tiene el rigor de la ¡sinceridad! ¡No permite ocultamientos! Y si se hacen en su nombre, el Amor se va. Quedará una tenue amistad o simplemente una mutua utilización.
¡Ay! ¡Qué maltrato se ha hecho del Amor! Y, en su nombre, cuántas barbaries se han gestado. Y todas, por no haber sido rigurosos en su vivencia; en la vivencia que nos dan y en la que tenemos que reflejar. Y se ha interpretado el rigor como ¡castigo!, como ¡prohibición!, como ¡maltrato!… Nada más lejos de la realidad de esas palabras.
El rigor del Amor se fundamenta en la ternura, en la compresión, en la escucha, pero en la guía obediente de saberse un intermediario liberador que, en consecuencia, no se puede permitir una tolerancia cotidiana, costumbrista; ¡una comodidad!… y una exigencia.

Manteniendo el Rigor complaciente del Amor, como experiencia viva, cotidiana, que nos conecta, que nos fusiona con la Creación y nos capacita para nuestra creatividad, tendremos el impulso, las ganas de continuar siendo un aporte, una gota de rocío que alimenta, que muestra, que enseña, que testimonia, que apuesta, guiada por el Misterio, hacia una diferente humanidad.



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