jueves

Lema Orante Semanal


EL TONO VITAL DE LA ESPECIE ES UN TONO VITAL DE DESAGRADO
8 de octubre de 2018

 Quizás por no saber –en la dimensión auténtica- el fenómeno de la vida, el ser se desarrolla en un tono de… protesta, de disconformidad, de incomodidad, de desacuerdo. Es lo habitual.
Pareciera que se está en… un territorio hostil.
Y la vida se convierte en una guerra, en una rabia, en un displacer… más o menos cotidiano y continuado.
Podríamos decir que el tono vital de la especie es un tono vital de desagrado, de desacuerdo.
Un desagrado y un desacuerdo, una queja y una protesta que va, desde hacérsela a sí mismo, hasta –obviamente- llegar a instancias divinas, celestes…
Parece como si hubiera una protesta larvada, ahí latente; una queja acumulada… ¡de tiempo!... que, consciente o inconscientemente, se hace abrupta ante el más mínimo acontecer. Es como si cada uno llevara un saco cargado de infortunios, de incomodidades, de desacuerdos que no ha resuelto y, sobre todo, que no quiere resolver.
Porque eso se ha convertido en un motivo de vida: el plantear el estar, con desacuerdo, con desmotivación, un cierto grado de desespero…
Pareciera que en la humanidad existe un grado de intoxicación crónica por desesperos.
Y resulta que lo que llamamos “vida” se manifiesta de una manera ‘diversificante’ y pujante… en cualquier terreno. Pero en el caso del ser de humanidad, prontamente empieza el quejido, el lamento, la pérdida –la consciencia de pérdida-, la búsqueda de ganancia…
Pareciera –pareciera- ¡que nada le viene bien! ¡Nada! Pareciera que, aunque cada uno pudiera diseñar su entorno, sus amistades, sus caracteres, su universo inmediato, ni siquiera así se estaría… satisfecho.
Cualquier propuesta, sugerencia… encuentra enseguida una respuesta de aviso, de prevención, de cuidado, de temor…
Y sí, se puede decir globalmente: “es que hay motivos para ello”. Pero ¿quién ha dado esos motivos… a lo largo de la historia? El mismo ser. El mismo ser humano ha ido dando motivos.

Pareciera que cada uno tiene un enfado crónico progresivo, contra su vida.
Y el que no lo tiene –excepciones- se va a encontrar, en su relación, con los que sí lo tienen. Y va a ser ¡enormemente difícil!... entablar una simbiosis, una sintonía de equilibrio, de armonía, de…

El reproche es la norma.
Y entre individuos, entre comunidades, entre poblados, entre países, entre continentes… parece que, sea cual sea la forma en que se conforme el ser, hay un reproche.
Y ese reproche… perturba, conmueve, desdibuja el estar, modifica el humor, transgrede el respeto.

El Sentido Orante de hoy nos muestra un perfil general que, evidentemente, ofusca nuestra consciencia… a la hora de establecer una sintonía con el Misterio Creador; a la hora de ver en el otro a ese Misterio; a la hora de conjugarse y congratularse con el entorno.
Nos perturba… cuando el reproche está ahí, presto a disparar… con el gesto, con la actitud, con cualquier detalle.
Porque cada uno tiene su patrón de exigencia, y le pide al otro que responda según su concepción.
En ese vértigo de incomodidad, parece que sólo puede amarse, el sujeto, a sí mismo. ¡No encuentra nada mejor! La autoestima parece ser el único salvamento, pero a su vez… falla.
Y falla… porque somos seres conjugados, conjuntados, conectados; porque pertenecemos a una fusión… la cual no alcanzamos a ‘conscienciar’, aunque podemos intelectualizar.
El refugio, entonces, no es uno mismo.
Nuestro auxilio está en la comunión con la Creación; en la aceptación complaciente; en la adaptación.

Y ese tono vital, cargado de incidencias y de incidentes, se desplaza, contacta, confunde, se confunde…
Un tono que busca partitura, que busca… qué melodía interpretar, pero no sabe leer la partitura vital.
Y conocedor –un poco- de su tono, trata de imponerlo… Y si no es así, se retrae, se contrae, se desespera.

 
Es posible recordar las ofensas, con minuciosidad. Es difícil recordar las gratitudes, las bonanzas, con vitalidad.
Y a la hora de sanar, sanarse y ser intermediario, ir con esa carga no nos va a permitir que nuestros sentidos tengan la suficiente brillantez como para interpretar, evaluar, valorar… sino que inevitablemente se proyectará esa incómoda vivencia; ese reproche.

Perder la identidad saludable, propia del vivir, hace que el consultante y el consultado entren en un tono de reproches… en el que no se vislumbran claridades, posibilidades, recursos…

De ahí que se tenga que tener la precaución… de aislar los reproches, modificar el tono, para poder asumir una posibilidad de un avance cotidiano, de una trascendencia del instante; para poder ofrecer, a quien necesita, a quien clama, a quien reclama, una versión vitalista, una versión ‘capacitante’.

Hagamos del Sentido Orante, en sus advertencias, un esfuerzo… para desligarnos del reproche acumulado.
Al asumir la posición de intermediario sanador, todo el peso que podamos llevar, inadecuado, se convierte en un bloqueo… para ver lo que nos están demandando.
Y así, cada vez que nos encontremos con esa responsabilidad de intermediarios saludables, ofrezcamos otro universo diferente, al que nos consulta, y podamos sugerir referencias distintas a las que agobian, a las que preocupan, transmitiendo la confianza de la vitalidad de la vida; dejando de ser un nuevo pesimismo que se añade al que ya porta el ser por el mero hecho de su consulta.
El referenciar al que acude, el referenciarlo con el Misterio Creador, y darse cuenta de la casualidad creativa que ha permitido nuestro encuentro… para aprendizaje mutuo, para descubrimiento de los recursos de la vitalidad, ¡para optar por el cambio de tono que permita interpretar un sonido de gratitud por vivir!, ¡de congratulación por estar!, de ‘conternura’ por… nuestros sentires.
Que sean capaces de admirar la obra Creadora… que día a día se mantiene gracias al Misterio.
Y, así, poder ser testimonio de gratitud… que nos abra la puerta a las esperanzas; que nos permita vislumbrar los mensajes creadores, para que ‘creativicemos’ nuestro hacer.


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