LA ESCUCHA
DEL SILENCIO CREADOR
23 de abril de 2018
La teoría y práctica del ganador,
del triunfador, del importante, como muestra de valor, como expresión de poder,
alcanza niveles de protagonismo… que se hacen escuchar.
Y así, los que escuchan –que son en
general los que envidian, desean, quieren, buscan-… aspiran a realizarse en
esos modelos de logros y consecuciones; de aplausos humanos momentáneos, según
la renta y el beneficio… o rechazos y críticas, según la pobreza de resultados.
Y es así como se va labrando una
sociedad cargada de exigencias, de demandas, de prejuicios, de importancias…
Y que todo ello se hace escuchar.
El Sentido Orante nos recuerda que
hay otras llamadas, que existen otros mensajes.
Y no es que se hagan escuchar, sino
que… se escuchan; y se deben escuchar, puesto que son las palabras, los sonidos,
las señales, los signos… que crean.
El llamado social es demoledor: “usar
y tirar”.
Un cementerio viviente de
perdedores y unas figuras relucientes de triunfo.
Cuando se escucha el silencio…, no
se gestan protagonistas, ganadores, triunfadores, importantes…
Se muestran, más bien, los humildes,
los ignorados por los perdedores y ganadores, los sumisos, los inocentes, los
alegres…; los que se sienten identificados en lo que hacen; los que ven sus
ideales… sin arribismo, sin ¡lucha!; los que saben que tienen su sitio.
En ese dualismo de la escucha, es
evidente que el ruido del galope ganador es ¡un estruendo!
El silencio de la escucha sin
sonido… parece una ausencia. Pero es una
presencia que contempla, que nos contempla.
La bulla y el ruido del transcurrir
de la especie en su mayoría-mayoría, está ahí… y es inevitable escucharla.
La cuestión es si se la atiende, si
se entra en la oferta y la demanda… o, sabiendo que está, se resguarda el ser
ante la evidente propuesta de seguir hasta agotarse o acomodarse, aburrirse y olvidarse…
amparado en la derrota, en la injusticia, en la traición, envidia, y otras… sugestivas
y atractivas acciones de poder.
A decir verdad, mirándolo bien, el
ruido no engaña. Es un estilo de provocación vital. Es un modelo de subida y
bajada, pero bajada “cayendo”. “Y no hay más”. Es un modelo limitante…, que
puede recogerse en una época, en un día, en un año… para luego acabar de nuevo
en una urna o en un cementerio.
Pero esto no asusta lo suficiente.
No. Cada vez hay más “adicción” al logro y al alcance, para permanecer –aunque
sea un segundo- en la importancia, en la ganancia y el triunfo.
Ahí, cada uno puede ver su ruido,
su sonido, su incidencia, su complicación, su complicidad o… su ganancia o su
pérdida.
En cambio, la oferta del silencio
es vana, es desmaterializada. Es poética, es suspiro, es aliento, es… sueño. Es
aroma. Es ensueño… y suspiro e ilimitada fantasía.
Pero, en su proceso, no reniega de
nuestra configuración; no reniega de nuestra estructura; no reniega de nuestras
capacidades. Pero no se vende a ellas.
El silencio del Soplo Creador,
expresado en el Amar, tiene suficientes
recursos como para generar el material necesario, la materia precisa; y no
entrar en la dual escucha, sino en la firme convicción de que lo infinito, y lo
infinitamente enamorado, guía, propone, se lanza sin freno.
Y abarca un Universo de infinitos
matices.
Declararse “escucha del Silencio Creador
expresado en el Amor, gestado en la coincidencia, en la casualidad, en lo
imprevisto, en lo inesperado, en la sorpresa, en la suerte”… proporciona, al
ser, una libertad liberadora.
Con la plenitud de consciencia de
que la vida nos trae, nos dice, nos llama, nos mantiene a través de un Soplo
Misterioso de Amar, de Amor, debería ser suficiente para que el ser gestara una
convivencia, una complacencia, un disfrute del vivir; y no un drama y una
tragedia cotidiana –pequeña, mediana, ancha, estrecha…-.
Pero ocurre que cada triunfador, en
su pequeñez, se hace héroe; y desde héroe se convierte en deidad; y de deidad
se convierte en… una egolatría personal.
Cada uno ajustado a su ramo, a su
espacio, a su micro-universo.
No caer en la fácil trampa de las
comparaciones. No caer en la fácil trampa de la razones.
El Sentido Orante es el aliado que
nos permite mantener la intimidad verdaderamente protagonista ante El Misterio
Creador, y nos ahuyenta del divismo, que exige sus vasallos y sus
correligionarios para poder… poder… poder.
Ámen.
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