LA SOBRIA ELEGANCIA ALEGRE DE CADA
MOMENTO
16 de abril de 2018
La sobria elegancia alegre de cada
momento –“la sobria elegancia alegre de cada momento”- nos puede orientar
acerca de una actitud, una disposición general ante cualquier situación. Puede
ser como… el basamento orante que nos sirve de esponja y escudo a la vez: “La
sobria elegancia alegre de cada momento”.
Sobria,
para que nos recuerde que nuestro estado de consciencia ha de mantenerse con
nuestras propias fuerzas –que nos son dadas, dicho sea de paso-. Y también
implica una sencillez, una humildad y una sinceridad… a flor de piel.
La
elegancia… no se estudia, ciertamente; pero
se puede procurar. ¿En qué sentido? En el sentido de no apurar, presionar,
‘inquisitoriar’ al entorno, para obtener de él todo lo posible y más.
Deja que la hoja de otoño deambule
hasta que empiece a recorrer su ruta en la tierra.
Cuando llegue la primavera, no te
olvides de sonreír a los brotes de cada planta, de cada risa que da… el ver
resucitar lo que parecía caduco y terminal.
Mantenerse elegante supone una
adaptación complaciente; de tal forma y manera que no es motivo de discusión ni
tensión ni violencia. No hay motivo para el roce, y cada cual puede seguir su…
deambular serpeante.
Un peregrino del viento… Ése es el
elegante.
“Un peregrino del viento. Ése es el
elegante”.
La alegría se hace cada vez más escasa.
Justo al amanecer, cuando el ser
habitualmente despierta, debería ser un motivo de estrambótica alegría. Y justo
habitualmente es un momento de ‘prepuciana’ oscuridad.
¡Qué horror!
Te acaban de regalar un día, un
amanecer, una nueva oportunidad, y tú refunfuñas, buscas algún sucedáneo para buscar
algo de desinhibición que te permita…: café, chocolate, té…
¡Qué pena! Incapaz por ti mismo de
sonreír, de alegrarte porque las sorpresas te aguardan. Claro está: si tienes
tus sentidos oblongos y obtusos, pues no hay consciencia de lo que ocurre. Ni
recuerdo ni…
“¡Ah!,
¡pero…!”. “¡Ah!, pero… no me he dado cuenta, no he escuchado, no…”.
Claro. Cuando se parte de lo
primitivo como motivo de alegría, y no se escenifica, no se pone en evidencia,
lo que venga después –que va a ser más complejo, más complicado o más difícil
de entender-, pues seguramente… no va a dar muchos motivos de alegría.
Tan preocupados y preocupados… y preocupados
–o si no, preocupados; o, tal vez, preocupados; o quizás preocupados; o
inevitablemente preocupados- por… por tanta preocupación, los músculos risorios
se hacen vagos: vagos, de vaguería. O… o…
.-
¿O qué?
.-
O sonríen por compromiso. Pero no significa que sea de alegría.
Siempre, la pregunta que surge en
esos instantes es:
.-
¿Y por qué he de estar alegre, si todo está tan mal?
.-
¿Tan mal? ¿Quién está tan mal? ¿Tú…? ¿O todo? Todo, menos tú. No sabemos qué
cantidad será esa. Todos, menos tú, ¿igual a…? ¿A qué?
Claro, cuando se dice ”todo está
tan mal”, el que lo dice habitualmente, constantemente, permanentemente, se
pone como observador, y parece que él es de otro planeta, ¿no?, donde la virtud
reina como chorros de oro.
¡No! Vamos a ver. “Todo está tan
mal” significa que usted también está mal. Y entonces podría decir: “Todo está mal. Evidentemente, me incluyo
en… ese capullo”.
Por ponerle un poquito de belleza,
¿no? Así que, si en cualquier momento les llaman “capullos”, pues… ¡no se enfaden!
La conclusión habitual es que no se
puede estar ‘al-legre’.
Hay que estar ocupado, preocupado…
o preocupado y ocupado. ¿Motivos? ¡Buah! ¡Todos los que quieran!
.-
Pero –vuelve la pregunta- ¿hay algún motivo para estar alegre?
.-
Sí. Verá. Hay un motivo. ¡Uno!
.-
¿Uno…? ¿Y qué hago con uno?
.-
¡Pero espere a saber cuál es el uno! A ver, ¡es que enseguida te cortan la
cabeza!
.-
Yo tengo muchos motivos para estar preocupado, ocupado, obsesionado, triste,
melancólico, enfadado y… ¡casi muerto y sepultado!
.-
¡Qué horror! ¿Todo eso? ¿Tantos motivos tiene?
Claro. Hay que… hay que hacer un
esfuerzo. Con esa actitud inicial de ocupado, preocupado, obsesionado, entrar
en otra consideración no es fácil. Pero, verá. Le decíamos que tiene usted un motivo. Yes. Oui. Shi.
Sí. Un motivo. El motivo es que puede hacerse esa idea. Puede expresar esa idea. Puede tener la consciencia de que todo está
ocupado, todo está mal, todo está terrible. El hecho de tomar consciencia de que usted –¡tan importante!- está opinando; usted, que tiene el
mayor problema del mundo, está preocupado, ocupado, obsesionado, como si los
demás no hubieran vivido, sentido… ¡o como si nunca hubiera ocurrido eso que le
ocurre a usted!
Pero volvamos a la explicación,
porque quizá no ha quedado clara:
El hecho de despertar “con consciencia de”, aunque sea de
adormecido… y aterrado porque llega el día, pudiendo levantarse por la tarde…
“Sería
la hora más fisiológica, en teoría”
–se piensa en ese momento-.
El hecho de que eso se sienta y se
viva, eso ya es… ¡guau! En el año del perro, es “guau”.
.-
O sea… ¡tiene usted consciencia! Es decir, ¡tiene usted la posibilidad de darse
cuenta y de hablar y de…! ¡Guau! ¡Qué alegría!, ¿no?
.-
Bueno, eso es normal.
.-
¿”Normal”? ¿¡Cómo lo ha conseguido!?
.-
¿El qué?
.-
¿Cómo ha conseguido tomar consciencia de que es usted un capullo? ¿Cómo lo ha
conseguido? ¿Cómo ha llegado a esa…? ¿Cómo ha conseguido fustigarse, pegarse,
machacarse y destrozarse, en el nombre de… lo que sea? ¿Cómo lo ha conseguido?
Tomar consciencia de eso. ¿Cómo ha conseguido decir que existe y que… que está
ahí, y que se llama Gervasio?
.-
¿Gervasio? ¿Precisamente Gervasio?
.-
¡Bueno! “Indolencio”, si prefiere.
.-
“Indolencio”. Eso suena a dolor, ¿no?
.-
Sí… Pues… ¿Indolente? Sí.
.-
Era “Indolencio”.
¡Qué… qué motivo!, ¿no? Qué motivo
para decir… “¡Ufff! ¡Increíble!”.
El hecho de que pueda sentirme el
rey del mundo. ¡El único que tiene la razón! El único que ve las cosas claras.
Ver la equivocación ajena. ¡Poder condenar a todos! Poder sentirse perfecto… o
¡pluscuamperfecto! Poder saber de la bondad innata de uno mismo, comparada con
el mar, y el mar se queda chico. O bien, sentirse la rata más inmunda de las
eternidades, que vaga hemorrágicamente destrozada, rozándose por los cubículos
abandonados de antiguas estaciones neoyorquinas que ya no se usan y que están
abarrotadas de homeless o de
cualquier otra ‘esbirria’ humana.
.-
¡Jo, qué bárbaro! ¡Qué duro es eso!, ¿no?
.-
Elija. ¿Qué prefiere?
¿O prefiere quizá no irse a los
extremos, y quedarse en una posición de hamburguesa intermedia? Así, de carnita
medio roja, que no se sabe si es roja o no; o la han pintado de rojo. No se
tiene la certeza de qué tipo de carne es: ¿de vacuno –es decir, que la hayan
vacunado- o de… ¡de pollo! –que es otra cosa-… o de qué?
¿Prefiere esa hamburguesa tibia…?
¿O ese café tibio, con sabor a máquina italiana, de expresso, que toma con asco, a sorbitos… y se mancha los bigotes de
una crema extraña, marrón? ¡Buaj!
La verdad es que, vista así, la
vida es terrible. Es mejor estar en el subway,
en el suburbano de las profundidades, del metro. ¡O!... sentirse rey o reina.
Con estas tres consciencias,
evidentemente lo mejor es volverse a la cama y procurar dormirse, a ver si hay
más suerte en la próxima despertada.
Pensándolo bien, ¡pobre Dios! ¡Lo
que debe de sufrir viendo a cada uno!... Dice:
“¡Oyyy!
¡Y éste mamón…? ¡Con lo que le di, con lo que…! Y esta otra, ¡mírala, qué
asquerosa va!, que ni se lava… Ni los piojitos cuida”.
Debe de ser muy triste ser Dios
–desde el punto de vista humano, claro-. Más que triste, decepcionante,
tenebroso; incluso… ¡puede desatar la ira!, y decir:
“No
soporto más a éstos –“éstos” somos
nosotros-. Los demás cumplen
escrupulosamente su papel. Incluso aprenden nuevas habilidades, como comer
plástico en el océano. Pero… ¿éstos? ¡Y yo que los hice de barro auténtico sin
contaminar! ¡Y yo que los modulé allí, en “el taller del Edén”, y luego les di
mi más cálido aliento…!
Ya
empecé a sospechar cuando el primero que hice se empezó a quejar, y que no, que
no, que no… que no me gusta esto, que no me gusta lo otro… y le tuve que hacer
una copia de él mismo, mejorada, para que dijera: “¡Ay, sí! ¡Esto sí que me
gusta!”.
Ya
nació caprichoso. ¡Ya nació caprichosillo, el niño!
Sospeché
entonces –decía Dios- que algo no iba bien.
Luego
les dije: “Podéis ‘jartaros’ de lo que queráis, pero de esta planta no, porque
es venenosa, ¿entiendes? O sea, entiende: es venenosa”. Y claro –como ya andaba
él con la sospecha de que algo no iba bien-: pues… el hombre tentó a Dios.
Lo tentó. ¡Qué arriesgado!, ¿no?
¡Pobre Dios! Y eso que es el dios
ese que creamos como humanidad, que es lo que es –no, “El que es”; lo que es-.
Así que cómo estará, digamos, “el otro”.
Entonces, ¿puede haber otro… otro
espacio de la consciencia, que no sea el extremismo volátil del suburbano, o la
magnificencia sublime de Luis XIV, o la hamburguesa copiosa de producir-dormir,
producir-dormir, producir… dormir y callar, dormir y callar, dormir y callar?
¿Puede haber algo diferente a eso?
¡Ah, sí! La alegría: ese estado de
buena esperanza; como si todo el mundo estuviera embarazado.
“Es
embarazosa esta situación” –se suele decir-.
.-
Como estar ocupado.
.-
Pero ¡si ya lo has dicho!: estás ocupado, preocupado, obsesionado, martirizado,
porque sólo a ti te pasan esas cosas. ¡Sólo a ti! “Only youuuuu…”. ¡Sólo a ti!
¡Hay que ser estúpido!, ¿verdad?
Sí, pero eso demuestra la infinitud del Universo: la estupidez humana –es
infinita-.
Pensar
que sólo a ti te pasa eso. Y estás ocupado, preocupado, y de paso salpicas.
Pero
¡vamos a ver, vamos a ver! ¡Si no habéis avanzado nada! Si eso que te pasa a
ti, ¡ha pasado en 16.527 generaciones! Eso le ha ocurrido aproximadamente a
280.000 millones de seres humanos.
.-
¿Tanto?
.-
Bueno, más o menos.
.-
¿Y qué han hecho?
.-
Lo mismo que tú: el capullo. Pensar que eres… “Only youuuuu”…
¿Tan
mal está la alegría?...
Pero, así como “Una palabra tuya bastará para sanar”, una concepción única, una:
el saber que puedo censarme, sentirme, darme cuenta…, eso me despierta a una alegría
de base.
Porque, mientras dormía, nada
sentía. No sabía si existía. Pero el despertar, aunque parezca agónico, es
deslumbrante.
Sobriedad… Elegancia… Alegría…
El Sentido Orante nos invita a
gestarnos en esa sobria elegancia de la alegría, con alegría, en la alegría…
Pero no se trata de estar emitiendo carcajadas, ni de presentarse con una sonrisa
hipócrita. Pero sí con la alegría de:
“¡Verás! Te han amado
lo suficiente esta noche, como para que te despiertes. A otros no les fue tan
bien y no se despertaron. Despertaron a otra realidad. Si te mantienen es por
algo. ¡Cúmplelo!...
Y en la medida en que
lo cumplas, te irás llenando de Universos, te irás colmando de satisfacciones;
te irás… te irás sabiendo ser un intérprete de la realidad, lo suficientemente
elegante como para no enfrentarte, como para no enfrentar. Y tendrás la
suficiente humildad y el desapego para… una sobriedad que no necesita de
alcohol ni de ningún otro estimulante, porque no admite dependencias: sólo se
sujeta con Amor”.
***