ES MÁS QUE POSIBLE EL EJERCITARSE EN IDENTIFICARSE
19 de marzo de 2018
Si dependiera…
nuestra opción u opciones de vida, de los resultados obtenidos por la
realización de la especie, probablemente no se sobreviviría.
Diciéndolo de otra
forma: si nos pidieran cuentas de resultados y maneras de hacer, de vivir, de
estar, de acuerdo con nuestra naturaleza, nuestros dones, nuestras capacidades…
poco podríamos aportar como especie.
En cambio, en el
vivir cotidiano, con la referencia de lo humano, es habitual pedirse, unos a
otros, resultados, rendimientos, comportamientos. Y si están de acuerdo con mis
criterios, bien; si no, mal.
También habitual es
que, si algo quiero conseguir, amable me he de volver, ¿verdad? Pero eso se
termina pillando. En cambio, cuando no consigo lo que quiero, o a mi gusto, mal
humor expreso, o desfachatez o frialdad o distancia.
¿Así nos trata la Creación?
En cambio, ¿por qué
cada cual exige, a cada quien, una presentación, una actitud? Y, sobre todo,
cada cual juzga a cada quien… con un rigor que llega a la rabia o, a veces, al
rencor, haciendo muy difícil la conciliación, la reconciliación.
Pareciera que cada
uno –como si fuera una maldición- tuviera en su consciencia que los demás –todos-
deben ser a imagen y semejanza suya.
.- No, no. Verá usted. Era “a imagen y semejanza de Dios”.
.- ¡Ah! Pero, ¡yo soy hijo de Dios!
.- ¡Ahhhh!...
.- Entonces, tienen que ser “a imagen y semejanza mía” –dice cada uno-.
Con lo cual… “¿cómo
me las maravillaría yo?”.Es decir que no es posible la concordia, la armonía…¡Muy
difícil!
Incluso, el ser
consigo mismo. Pero cuando ya se agrupa por amistades o por afectividades, etc.,
se empieza a dar esa ‘dis-placencia’, ‘dis-complacencia’, en la que cada uno va
exigiendo al otro, a su manera, que sea como él.
El Sentido Orante
nos comunica… lo que ya se sabe, sí, pero a veces hay que reincidir en las evidencias:
nos comunica que la Creación se expresa a través de la vida y de la
biodiversidad, de la diversificación, para amplificar la vida y llevarla a la
contemplación. Y para ello, a cada ser que llega se le dota de recursos,
medios, simpatías, antipatías, manías, etc., que tiene que expresar,
manifestar… y transmitir. Porque es
necesario; porque hace falta. Por eso ha venido.
Esto se suele
entender… aunque no compartir; y menos aún, experimentar.
En base a eso, el Sentido
Orante nos insiste en “la aceptación complaciente”; en saber asumir el rol, el
papel y la función que le toca a cada uno, interactuando con ello de tal forma
que cada cual sea realmente el vehículo que debe ser, sin que se estanque en
que “¡es que así soy yo!”, y se
convierta en un instrumento de poder; no, sino que “así me presento yo, pero… evolucionando, moviéndome, cambiando,
aprendiendo”.
El asumir–en
principio como propuesta- que todo lo viviente procede de un Misterio Creador
que podemos situar antes del Big Bang, después del Big Bang, el azar, la
casualidad, la suerte…–dondequiera que se quiera-; si tenemos en cuenta esa
opción, evidentemente, en esa diversificación, tenemos algo en común: nuestro origen, nuestra función. Hay algo en el
otro, en la otra, en aquéllos, en éstos, que me resulta familiar, que a lo
mejor refleja algo de mí, que me da la claridad de sentirme parte de un Todo.
Si esa propuesta se
mantiene de manera pragmática, justo cuando empezamos a hacer el prejuicio, el
juicio, la condena…¡ah!… seguramente encontraremos, en ese otro con el que nos
encontramos, con el que laboramos, con el que compartimos, con el que
convivimos, etc., algo de nosotros; en ese otro, encontrar algo de nosotros,
por ese núcleo común de origen… y por esa función general que cada uno va a
aportar.
Es como decir, en
otro lenguaje:¿Qué me quiere decir a mí
esta situación? ¿Qué me quiere decir este problema–si es que existe el
problema- o esta incomodidad, o este
malestar? ¿Qué me dice? ¿Y qué tengo yo
que decir, para aclarar, para mejorar, aliviar…?
Sí. Vamos bajando
cada vez más las propuestas… aspirando al logro de un mínimo. “Mínimo”.
Probablemente,
podríamos decir que estamos en un momento de especie –y se puede testar en
cualquier lugar, generalizando- en el que las sensibilidades de los seres se
están volviendo especialmente egoístas, especialmente demandantes;
especialmente buscando resultados y equivalencias personales–como decíamos al
principio-.
Sin duda, la guerra
–la guerra, sí- de este tipo de vida es la que sustenta esa sensibilidad. De
ahí que el Sentido Orante nos venga a recordar que no somos seres de guerra;
que nuestra sensibilidad debe ser flexible, adaptable, convivencial; que debemos
hacer un esfuerzo por lograr un mínimo de ecuanimidad, de reconocer las
acciones, presencias y actitudes del otro…
Pero aceptarlas…
sin esclavitud, sin demandas:“Ahora te
quiero, ahora no. Ahora me interesas, ahora no”. Porque si no, caeríamos –o
se cae- en el “usar y tirar”;en ser “sobras”
los unos de los otros. Sobras: lo que sobra. “Me sobras. Pero cuando me interesa… me vienes bien”. Y así, unos
con respecto a otros, se sobran.
Y, probablemente,
si cada cual en el conjunto se recolocara, se posicionara en el rol o en el
papel que en ese momento le toca…
Es decir: que cada cual estuviera en su sitio,
porque lo tiene…sin que ello provoque un miramiento de rendimientos, de
ganancias.
Es que, a poco que
nos fijemos, nos damos cuenta de que… unos más, otros menos, van cargados de escopetas.
¡No nos dejan pasar ni una!¡Nos disparan por todos los sitios!
.- Porque tú dijiste, porque tú hablaste, porque tú
comentaste, porque tú prometiste…
.- ¡Eeeh! ¡Eeeh! ¡Eeehhh!...Y tú también.
.- Sí, yo también, pero ahora eres tú.
.- ¡Ah! ¡Ah!...
Oiga, ¿existe la
compasión? ¿Existe la misericordia? ¿O eso son cosas de… antiguas teorías de
Dios? ¿Existe la bondad...? ¿O eso son cosas de cuentos infantiles?
“Hoy te doy un beso cálido porque te has portado bien.
Pero, en cambio, hoy te doy un beso frío, porque no has estado a la altura”.
Como amaestrar a un
perro; como –de la misma forma- educar a una persona:
“Si te portas bien, según mi criterio, nos llevaremos
bien. Si no, te castigaré con el látigo… o de mi indiferencia o de mi crítica o
de mi castigo”.
Armados hasta los
dientes, cada cual deambula esquivando juicios, prejuicios, puntos de vista… Y
cada cual va dudando y va haciéndose indeciso, buscando agradar a aquél, no
molestar al otro, tener cuidado con éste, o alertarse ante aquél, aquél y aquel
otro.
Una frase muy
fuerte calificó a la humanidad desde la óptica de la Creación. Una frase muy
fuerte… calificó el comportamiento de la especie: “nido de ¡víboras!”.
Sí. Y curiosamente,
los nidos de víboras no son tan terribles como cabría esperar, pero… cuando hay
varios, sí.
Pero no somos víboras.
No tenemos por qué comportarnos como esos seres, cuando están en circunstancias
de terror.
Estamos dotados de
unas opciones, de unas posibilidades, de unas capacitaciones. ¡Y sabemos cuándo
molestamos!, cuándo incomodamos, cuándo herimos, cuándo atropellamos. Puede
haber algún desliz en el que el ser no se dé cuenta, pero es muy ocasional.
A veces –¡más que a
veces!-… se contempla a los seres como afiladores de cuchillos.
Y si una labor
conjunta se ha de hacer, porque es parte de nuestro patrimonio de vida, los
cuchillos sobran, la apatía no tiene lugar, la indolencia no es presentable, la
justificación es… inclasificable.
En consecuencia,
cada cual debe tener un criterio de universalidad y de particularidad, de
responsabilidad de ese criterio, para poder establecer una convivencia
realmente edificante. Y no una convivencia llena de “claros–oscuros”: claros
que no llegan a ser de total claridad, y oscuros que llegan a ser absolutamente
sin luz.
La condena es fácil;
el gatillo está presto; la lanza, también; el cuchillo está listo…
Puede parecer
exagerado, pero… si así se piensa, asómense bien, vean bien, ajusten su agudeza
visual.
Y, ajustada ésta–la
visual-, con lo que se contempla, probablemente… probablemente más de uno se
tenga, a sí mismo, miedo; por lo que piensa, por lo que siente, por lo que
hace, por cómo lo hace…
Debemos promover un
control de calidad de nuestras consciencias, de nuestros posicionamientos, de
nuestras tendencias. No anclarnos en prejuicios y en costumbres…y en habituales
“es que es así”… “eso es lo que hay”…Un modelo de confort en el que cada cual busca
su sosiego a costa de cualquier sufrimiento ajeno.
Pero, claro,
también a la vez, cada uno tiene su: “¡Yo
no he sido!, ¡yo no he sido! ¡Yo no tengo nada que ver! No, ¡esto no es culpa
mía!¡Yo no soy responsable!¡Yo no…!”.
¡Nadie ha sido!
Esas reacciones, la
verdad es que lo que despiertan es pavor…
por lo irresponsable de la respuesta; por lo irrecuperable –probablemente- de
esa posición.
Como decía el dicho:“Entre todos la mataron y ella sola se
murió”. Pero nadie…¡No, no, no!
Y pareciera
igualmente, tantas veces, que cada cual escucha lo que quiere escuchar…Y si no,
se lo inventa –que lo ha escuchado- y en consecuencia decide, ¡sin comprobar!
¡Eeeh! ¡Eeeh!
¡Eeeh, ehh!...
Sí. La
interpretación es libre, pero interprete cuando tenga la certeza de lo que escuche.
Y lo que escucha, no solamente es lo que dice o se dice usted mismo o que
piensa usted mismo, sino…¡lo que dicen otros! También cuenta.
.- Yo escuché, entendí, sentí, pensé, deduje…y me
ejercité y me…
.- ¡Espera, espera, espera! ¡Espera un momento! Y todo
eso ¿lo comprobaste?
.- No. Para mí estaba claro.
.- ¡Ah! Para ti estaba claro. ¡Ya! Sólo vale tu molde.
Los moldes ajenos no cuentan.
Intrincados
vericuetos de confusiones reinan en las colaboraciones. Y todo por no ser capaz
de identificarse, cada uno, en su posición. Y decirse con respeto y admiración
lo que se siente por… el otro.
Y en ese panorama
de “claros–oscuros”–poco claros y muy oscuros-, se sugiere, desde el Sentido Orante,
el hacer una evaluación personal ¡para ver cómo están los valores que se tienen!,
¡que se han de custodiar!, que se han de compartir!, que se han de entregar!
Cómo están. Qué se hace de ellos. Cuál es su grado de disponibilidad. Cómo
ejercitarlos, sin perderlos.
El valor está. Todo
ser viviente es un valor en curso. Pero hay que ejercitarlo, hay que hacerlo ¡valer!...
¡No puedo perder mi
valía en base a no… o al temor de no ofender!
¡Qué clase de cuido
es ése?
Es más que posible
el ejercitarse en identificarse, en mostrarse… sin el miedo a ser ¡condenado!
No ceder el valor
que se nos ha dado, para evitar el enfado o el regaño o el malestar del otro; más
bien, mostrar nuestro valor, y que sea ¡valorado! Ganar en respeto, por
evidencias, por complacencias; por entregas y disposiciones; ¡sin abusos!
Gotas… de
sinceridad… reclaman su presencia.