TOMAR
CONSCIENCIA DE SER PERMANENTEMENTE CREADOS
7
de mayo de 2018
Es frecuente, por no decir
habitual, que el ser se exprese diciendo: “Yo
creo…”. “Yo creía…”. Y con ello
trata de expresar lo que es capaz de hacer según su voluntad.
Otra cosa es la
creencia –creer-, en la que la fe y la confianza son las piernas de un proceso.
Pero en el “creía” o en el “creo” se implica un hacer que está ligado
a lo cotidiano; no exento, por supuesto, de emociones, de afectos… pero sí
lleno de dificultades, de errores, de cambios, de incomodidades.
“Porque
yo creía que esto era… “. “Porque yo creo que esto es así”... Y aparece el dicho de que “el hombre propone y Dios dispone”. Y,
salvo excepciones –sin duda-, lo que se creía no se cumple, no se da, no ocurre…
como uno creía.
Esto suele traer
consecuencias, en la medida en que se repite y se repite y se repite, en el
sentido de que se va minando la credibilidad del propio ser. ¡Ha confiado tanto
en él mismo!… Ha confiado tanto en él mismo, que empieza a desconfiar, porque
los planes no van por ese caudal.
En el Sentido Orante, cuando sucede
el creer –no de crear, sino de filiación, de comunión, de conexión; como
decíamos hace un momento: de fe y esperanza-… cuando se da ese elemento de
creer, ocurre realmente una oración. Es un instante orante en el que el ser
deposita su creencia en los designios que va trazando la Providencia. Y él los
va recogiendo y los va haciendo creativos. Los va plasmando en la cotidianidad,
en la materialidad…
Creer, en el sentido orante, nos
hace liberarnos de nuestras egoístas posiciones; nos hace liberarnos de
nuestras propuestas sin amores; nos hace liberarnos de nuestros planes mejores.
Por eso, a la hora de interpretar
los designios providenciales que sobre cada uno gravitan, al menos –al menos- tener
bien claro si son designios como tales, o son gustos personales. ¿Que pueden
llegar a ser excepcionales? ¡Puede ser! Pero lo más probable es que no lo sean.
El orante ha de saber, por el hecho
de orar, cuándo está ante un creer de crear personal, y cuándo está ante una
propuesta providencial.
Y lo sabe –lo sabe- cuando él
empieza a hacer su plan, su proyecto, su idea… Y lo sabe cuando casualmente
aparece esta situación, se da esta conversación, ocurre aquel encuentro… Se van
componiendo piezas del puzzle, que nos proyectan a hacer esto o aquello; mientras
que, en lo personal, no se dan esas piezas: se buscan, se hacen, se provocan,
se procuran…
El Sentido Orante de hoy nos
promueve a darnos cuenta de que somos permanentemente creados…; que no hay ni
un solo instante… –no hay-… un solo instante en que esa creación dependa de
nosotros.
Si tomamos consciencia de esta
creencia, de esta creación, la preocupación que por sistema se establece en el
convivir, desaparece; se amortigua, al menos.
Sentirse creado permanentemente es
sentirse amado. Incondicionalmente.
Los compromisos que se adquieren en
la creencia de que somos creados, son compromisos “reverenciales”: se admiran,
se cultivan, se aman. Los que son producto de nuestra planificación, de nuestro
gusto, tienen que pelear, tienen que combatir, tienen que conquistar.
Estamos en una época de
influenciables y de influencias… que inciden sobre el ser a propósito de sus
creencias. Y unos a otros se codifican, unos a otros se ordenan, unos a otros
se mandan; unos a otros se inciden de tal forma y manera, que el otro deja de
ser quien era y empieza a ser y a hacer a las órdenes de otra opinión.
Es tanta la influencia del medio…
–en medios, en personas, en situaciones, en circunstancias- que es evidente que
“dime con quién andas y te diré quién
eres”…; lo cual anula prácticamente todos los mensajes y todas las Fuerzas de
Creación Providencial que nos orientan, que nos llevan.
Dispongamos nuestras estructuras
para ser un receptáculo de esas señales que crean, que nos crean,
permanentemente.
Y disolvamos los egos e
importancias personales que nos obligan, por prejuicio, por miedo, por
influencia…
***