Singular, distinto, distinguido, excepcional
9 de octubre de 2017
Silenciosa… aflora la pena.
Silenciosamente se va expresando el
dolor.
¡Silencio se hace ante… la tristeza!
–¡ssssshhhh!-; ante la aparición del desespero.
¡Cuidado!, porque poco a poco… la
obsesión se acrecienta y se hace rueda de molino…y repite y repite y repite.
¡Ay!... ¡ay!, y ¡ay!Y más quejas…
aúllan al amanecer, cuando todo se despierta.Y se preguntan el por qué…como si
nada tuvieran que ver… y alguna extraña maldición les aqueje.
Todos se hacen inocentes… nadie se
hace responsable… y siempre se encuentran culpables.
¡Ay!, ¡ay!...
¡Ay!, se aclama y se exclama a
Dios, como el verdadero suspiro que alienta la claridad que diluye lo oscuro.
¡Y bien está lanzar las campanas al
viento!... Pero ¿qué hay del campanero? ¿¡Qué hay!... qué hay de él, como ser
que ha promovido esos extraños vientos… de penas, tristezas, dolores,
obsesiones…?
¿Qué hay de él, que toca a lamento…?
¿Qué hay de él, en su comportamiento, en su estar, en su ideal, en su
pulcritud, en su sinceridad, en su testimonio, en su bien pensar…? ¿Qué hay de
él?
¡Habrá… habrá que repasar, remirar
y volver a mirar!…No vaya a ser que no existan los culpables, que tampoco
existan los inocentes, sino que existen los indolentes que abandonan
progresivamente sus deberes como ser: desde su limpieza hasta su elegancia;
desde su figura hasta su lenguaje, que se hace cada vez ¡más tosco, hosco y…
vulgar!
¿¡Dónde está!... la exquisita
descripción de una atracción? ¿Dónde está… la pausada palabra, en la admiración?
¿Dónde se encuentra la palabra indicada que se comprometa, ¡sin que por ellose
esclavice!, pero que lo sienta?
¡Ay!... En la medida en que la
indolencia se apodera, es como –¡ay!- silenciosamente van llegando, van
saliendo, van generándose… alertas y alarmas dolidas,¡que reclaman, al ser,
pulcritud!; ¡que reclaman, al ser, impecabilidad!; ¡que le reclaman!... una apuesta, en la eterna escena de la vida, clara, transparente,
bulliciosa…
Así que las campanas aún deben
estar en silencio. ¡Deben sonar las alertas y alarmas!, ante la indolencia que
hace brotar los esquejes de alertas y alarmas… porque anuncian deterioro,
abandono y rabia.
¡Esperar a tocar las campanas!
Cuando el indolente se acomode, se haga fresca su mirada, flexible su actitud,
franca su palabra, amable su trato, ¡cuidadoso en sus emociones!… respetando el
respeto, cuando todo eso se haga, que suenen las campanas… ¡para indicar que el
templo se abre!Que el ser, como templo, ¡se ofrece! Que llaman a orar y a
encontrarse; a sentirse estrellas rutilantes… que palpitan como ecos, siempre
diferentes.
Que suenen las campanas para que… ¡el
que aún no ha hecho de su ser un templo!,y esté en la indolencia preocupante de
sus seguridades, de sus posesiones, de sus celos y de sus odios y rencores… las
escuche. Escuche el sonido llamador de aquellos…¡de aquel que ha tenido el
valor de asumir lo que es!, y que sabe que lo es, porque el Misterio Superior
ha anidado en él.
¡No, no! ¡No, no, no, no, no! ¡No
suenan las campanas por el esfuerzo del campanero! Él pone su mejor intención…
tirando de la cuerda, pero las campanas se mueven por un extraño viento…
Y es sorprendente y admirable,
cuando el campanero se da cuenta de que se ciñe y se bambolea en la cuerda, a
sabiendas de que la campana tiene otra fuerza. Y mientras su indolencia
desaparezca, mientras su naturaleza se exprese, el campanario seguirá latiendo…
aunque no esté el campanero.
El templo quedará abierto.¡La idea
quedará presente!, vibrante. Y si en principio estaba encarnada, ahora se desencarna
y… ¡y fluye! ¡Y suena! Y se cuenta. Y se escribe. ¡Y se escucha!...
Los que precisen ese llamado, ¡no
sabrán seguramente quién es el autor! Nadie lo sabe: un Misterio de la
Creación. Pero sí es cierto que, portadores de ella, dantestigo evidente de esa
realidad que todo lo abarca, que todo lo
siente.
Y es así como cada ser tiene el
potencial, ¡los recursos!... hacia convertirse en un templo sonoro… que le
despierte en una sonoridad que se expanda, y en una consciencia de ser
despertado… ¡a través de casualidades, oportunidades, suertes, coincidencias!...“Misterios”.
¡Reclámate en tu postura!
¡Reclámate en tu gesto! ¡Reclámate… en tu estar!
Y en ese reclamo, descúbrete en tu verdadero
contexto.
¡Apréciate!... en lo que eres, en
lo que haces… y descúbrete en un eterno crecimiento.
¡Ejercítate en un remarcable ideal!
Asómbrate diariamente de lo que… gratis se te da.
Descubre el valor de la ofrenda…
que a la trascendencia te ha de llevar.
Aprende, ¡aprende y aprende!–con sentido, con sentidos, con sentires-,
cada paso que has de dar.
¡Aprende!Y has de saber… –pero más
aún has de sentir- que eres, tú y
cada uno de los seres de humanidad, una excepción… Y como tal, cada uno debe
ver al otro. Y como tal, cada uno se debe contemplar, ¡si en verdad está
cumpliendo con la excepcionalidad!… o tan solo está siguiendo una común y
corriente vulgaridad… de modas, de posturas, de morales, de religiones, de
filosofías, de… ¡lo que se lleva!
¡Excepcional!... Tan excepcional
como resulta contemplar en nuestro pequeño… pequeño ojal de Universo, el ver
que en este punto azul… hay excepcionales aconteceres… ¡que no solamente
protagonizan los humanos!..., sino todo
lo que en ese punto azul sucede.
¡Pero los que menos ejercen como
excepcionales son… las humanidades!
El cocodrilo siempre será
majestuoso en sus dominios del agua. El cóndor siempre será silencioso… en los
colores del alba.
Saben de su excepcionalidad, ¡y no
la abandonan! Son referencias hacia la humanidad. Pero ésta no lo aprecia, ¡no
lo valora!…
La excepcionalidad de cada ser es
un evento… ¡impresionante!
Siéntase, por un instante, a
algunos seres que conozcamos. Y sin juzgarlos, y con sus enormes indolencias–¡aún
así!-... podemos darnos cuenta de su excepcionalidad.
¡Y uno mismo, véase! Y descúbrase
cada cual… con tal cualidad. ¡Y exíjase, en consecuencia, un saber estar, una cuidada
presencia!... por ser excepcional.
¡Y si en la excepcionalidad cada
cual se contempla, y nos contemplamos!, no hay motivo de envidia, celos,
recelos y enfrentamientos. No es preciso el castigo ni el premio.
Es fácil sentirse miseria, sentirse
catástrofe, sentirse…¡incapaz! ¡Muy fácil! Quizás, como reflejo de no poder
alcanzar la estelaridad. Pero esa facilidad de sentirse derruído es… el signo
de nuestraexcepcionalidad.
¡Sí! A partir de ahí es que se
reclama cada uno. Y aunque la tentación de decir“Soy igual que ésteo igual que aquél, somos iguales, etc.” está ahí
latente, aun en las peores miserias cada cual se siente distinto.
Y en esa “distinción”… es cuando
surge la excepción.
“Distinto”.
Distinto, ¡con errores, terrores,
horrores!… Sí. Pero distinto.
Distinto… ¡me he de hacer “distinguido”!
Y con ello, “excepcional”. Y no por ello me he de adorar. Tan solo reflejomioriginalidad, ¡mi origen!… absolutamente excepcional, de Misterio inabordable.
Distinto, distinguido, ¡excepcional!…
¡Sin vanidades!…
Con la alegría interior de ser
reflejo… de Creación.
Y nuestro “distinto”, “distinguido”,
“excepcional”, no ha de ser, en ningún caso, motivo de conflicto, de ¡poder!,
de violencia. Más bien, siguiendo el sentido del sonido de la campana, ha de
ser un atrayente apetito a replicar. Y que cada cual, a su manera, se dé cuenta
de su singularidad.
Aunque hay una pluralidad por la
conexión que existe, cada ser essingular,
distinto, distinguido, excepcional.
¡Y en esa secuencia simultánea!, no…
no hay necesidad de la tristeza, de la rabia, de la obsesión, del… ¡desafuero!...
Sólo hay lugar para la risa
contagiosa; la sonrisa efervescente; la atracción complaciente, compartida; la
vibración de un vacío inacabable… que enamorado se descubre, porque amado es…
Y así se transcurre…
¡Ay!...
¡Ay!...
***