La fe se hace dolencia, cuando duda
26 de junio de 2017
La fe se hace dolencia cuando… duda,
cuando sospecha, cuando prejuzga, cuando juzga.
Se hace dolencia… cuando trata de
entender; cuando quiere ser razonable.
Ya en nuestra cultura, lo Krístico
hablaba de: “¡Ay, hombres de poca fe!”.
Sin duda también, el ser de poca fe hace, de ésta, otra dolencia crónica… que se termina convirtiendo en
un sistema tolerante –sistema; ya no es fe-; termina convirtiéndose en un
sistema tolerante en el que, bueno, los malos no eran tan malos, los buenos no
son tan buenos, los regulares siguen siendo regulares y… la frase común: “¡Pues todo el mundo es igual! Si en
definitiva…”.
La compraventa mental y afectiva de
emociones, de adhesiones, de creencias, se suscita de manera habitual y… “Ahora creo en esto, mañana en lo otro”… “No
estoy seguro de esto, no estoy segura de lo otro”… “Quizás”… “Tal vez”…
El Sentido Orante nos sitúa ante
estas tesituras en las que convive el hombre hoy, en el siglo XXI, en las que podemos
caer con una facilidad… increíble.
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Pero ¿esto no era blanco antes?
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Sí. Cuando tenía fe era blanco. Ahora es negro.
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¡Ah!
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Y te advierto que se parece mucho a lo blanco.
.-
Ah, ¿sí?... ¡Ah!
Sin fe, es difícil el avance. Se
crea un vacío sin palabras, sin algo que comentar. Además, curiosamente, se
crean radicalismos materialistas…
Sí; de esos que compran y venden a
las personas, bien sea de forma real –en cuanto a material- o de forma mental,
que es peor.
Lo admirable pasa a ser… “¡Bueno…!”; Lo excepcional… “¡Buf! ¡Qué va!”...
Todo se va haciendo vulgarmente
corriente; porque cuando la sombra material inunda el ánima, no hay ilusión, no
hay fantasía, no hay imaginación, porque no es su sitio.
Esa permisividad de dejar que la sombra
material inunde nuestras imaginaciones, fantasías, elucubraciones, ideaciones,
idealismos… nos convierte en robots, en mecanos manejados y manipulados por las
corrientes cotidianas, que aspiran constantemente a doblegar el ánimo, la mente…
y convertirlas en consumidores de prêt-à-porter:
lo que se lleva.
Es penosamente dramático, y sobre
todo trágico… el hacerse sombra y renunciar a la luz… al haberse dejado inundar
por la lógica razonable de comentarios, sospechas… y hacerse cada vez más
incapaz del “es-fuerzo”; y
conciliarse… buscando continuamente el descompromiso, el aliviadero; ni más ni
menos que el confort.
Si se fijan, detrás de cada
renuncia idealista, afectiva… hay una acomodación reconfortante, una desvinculación,
una pérdida solidaria y una capacitación vulgar.
También se dijo –y olvidado,
evidentemente- aquello también Krístico: “Tu
fe te ha salvado”.
Si así fuera, ¿cuántos se salvarían…?
La vocación ante la temblorosa fe…
se hace insegura.
La consciencia de los ideales se
hace pragmática, práctica.
El ser de humanidad no es eso. Sus
diferentes… –digamos- ”logros” se han configurado por la imaginación, por la
perspicacia, por la fe…; por esos idealismos fantásticos.
No es difícil de
demostrar. Pero sí es cierto que cada vez se han deteriorado más esos
principios; cada vez se han criticado más… hasta el punto de hacerlos
incrédulos.
Esas sombras que disiparon la fe,
la creencia, son las mismas que cambiaron las libertades por seguridades. Son
las mismas que cambiaron que “todos son inocentes mientras no se demuestre lo
contrario” por “todos son culpables y tienen que demostrar que no lo son”. Lo
cual es imposible… Siempre habrá alguna manera de culpar.
Estamos en un tiempo delicado,
especialmente frágil… en el que habrá que tener especial alerta, especial
atención, y alarma si es preciso, ante las convicciones, las nuevas decisiones,
las tajantes posiciones y las tolerables disposiciones.
El Sentido Orante, al advertirnos
de estas situaciones, nos prepara –a
los que escuchan- hacia nuevas actitudes…; hacia posiciones realmente
liberadoras… en las que cada cual trabaje su viga en el ojo propio, y deje de
preocuparse por clavar más la paja en el ojo ajeno.
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