El sentido orante del hambre y la sed
26
de diciembre de 2016
Y
de inmediato, al encarnarse el ser, el hambre y la sed se hacen presentes.
Es
el requisito que, en esta recepción de este lugar del universo, se precisa para
vivir.
El
respirar lo damos por automático: el fino hilo del Misterio que nos sostiene.
Pero el hambre y la sed nos representan el contacto, la comunión, el
intercambio…
La
necesidad de concretar, de configurar, de hacer,el hambre.
Y
la sed… se muestra como otra faceta de necesidad… de algo inodoro, incoloro,
‘insaboro’, insípido, pero absolutamente imprescindible.
Y
esa característica de lo vivo va a permanecer a lo largo de la vida.
Podríamos
decir que, bajo el fino hilo de aspirar y espirar, la materia viviente se va
conformando en base a sus hambres y su sed.
Sí.
Pero, bajo el sentido orante, el hambre… es ese hambre de dar cauce a los
proyectos, a las ideas, a los planes, a las fantasías… ¡que no necesariamente
tienen que convertirse en piedras o en paredes o en toboganes o en aviones o en
tanques! ¡No! Pero sí hay un componente… un componente concreto, un componente
de sentidos; como la criatura cuando olfatea a su madre, y sabe precisar el
alimento que le aguarda.
Y
la sed orante: esa necesidad de, justamente –o aparentemente-, todo lo
contrario a lo anterior;no tiene la configuración de forma, de estructura, sino
que se adapta.
Es,
esa sed, el beber de la inspiración, el beber de la belleza, el beber de la
estética, el beber de lo pulcro, el beber de la fantasía; mientras que el
hambre, cuando se realiza, se exterioriza en color, olor, sabor… Y por ello
parece contradictorio con “inodora, incolora e insípida”, del agua.
Dicho
de otra forma: el sentido orante nos despierta para revelarnos cómo, con el
hambre, realizamos, ejercitamos, constituimos; con la sed, recreamos,
imaginamos, fantaseamos, proyectamos…
Y
ocurre… sí, ocurre que millones de seres de nuestra especie poseen hambre
infinita y sed insaciable, porque se ha configurado la ley, el orden, la
economía, la producción, la cultura… de tal forma y manera que esos millones no
podrán conformar, no podrán imaginar, fantasear o ilusionarse.
¡Y
a la vez!, otros millones se saciarán… y hasta devorarán su hambre,y se
encharcarán de sed. Y así, a la hora de realizar, no habrá realización; y a la
hora de imaginar, ¿qué hay que imaginar?
Bloquearán
sus percepciones. Encharcarán sus ideales.
El
sentido orante nos susurra; nos susurra a propósito de nuestras hambresy
nuestras ‘sedes’… ¡Y nos hace preguntarnos!...
“Ahora que… saciados
están tus dientes, ahora que el agua te ha purificado, ¿cuál es tu hambre?
¿Cuál es tu sed?
Tú, que has tenido
la providencia de ‘saciar-te’…Tú,
que has tenido la providencia de saciarte, ahora, ¿cuál es tu hambre? ¿Cuál es
tu sed?
¿Cómo se configuran
los ‘haceres’, los‘estares’,bajo el hambre de la vida, el hambre orante…? ¿Cómo
se vive la sed, las diferentes ‘sedes’ que el alma precisa… para permanecer
¡liberada!?”.
Y
deberían reclamar ansiosos, los cuerpos hambrientos de haceres, ¡ante tanta
necesidad!... Y deberían buscar los manantiales, las fuentes y los ríos, para
beber insaciablemente de la belleza, de la armonía, del equilibrio, del
disfrute, de la complacencia.
Así,
bajo el sentido orante del hambre y la sed, cada vez que tengamos la
oportunidad de vivir esa física experiencia, la veremos–además de (como) un
hecho requerido por el organismo-, la viviremos como un proceso de alma que se
expresa, que se realiza, que se nutre, que se alimenta.
Ya
se dijo: “No sólo de pan vive el hombre”.
Y
tenemos, por nuestro origen y herencia, ese hambre y esa sed del ánima, del
espíritu, de la consciencia. Pero ha sido, a lo largo del tiempo, bloqueada,
taponada, suplida, engañada…;y ha sido secuestrada hacia lo estrictamente
material. Difícilmente trascendida.
El
valerse de nuestros sentidos y nuestras necesidades conformadas con respecto al
medio, para darles trascendencia, es lo que precisamente muestra que realmente
es esa trascendencia lo que está reclamando.Pero que, en el plano de existencia
actual, se concretiza;pero, en otros planos, no se precisa esa concretización.
Podría
decirse que ese hambre física, esa sed física… es virtual, pero tiene que
expresarse por la conformación que tenemos ahora.
Una
manera de verlo todavía más claro la tenemos en nuestra cultura, en nuestra
enseñanza, en este Occidente que se carga de prepotenciay magnificencia. ¡Sí! Y
ahora que estamos en esa época, en ese tiempo de lo Krístico, de lo encarnado,
justo ese soplo Krístico da una muestra en nuestra cultura,y en general puede
ser referencial de trascender al hambre y a la sed–y, a la vez, darle una
trascendencia a ejercitarla-... a través de la “eucaristía”.
Sí.
Esa ritualidad que establece el equivalente divino, de dar de comer y de beber…
de uno mismo–que es como dar de comer y de beber de la Esencia del Misterio-,
es una muestra. Es una muestra que nos toca por cultura, por… porque sí. Y que,
no obstante, se extiende a todo el orbe.
Necesitamos,
por nuestra conformación, “equivalentes”… para poder ir elevando nuestra
consciencia, nuestra visión, y nuestra ¡fusión!… con lo enamorado, con lo
amado: lo más cercano que tenemos al Misterio.
Y
en ese hambre, y en esa sed de amor y de amar, ¿cómo… cómo es posible que, lo
que se amaba, ya no se ame? ¿Cómo es posible que la sed de los besos se agote?
El hambre de la caricia, ¿se olvide… o se rechace?
¿Cómo
dejarse robar los besos de lo amado…, los abrazos y las ternuras del amante?
¿Cómo… esconderlo o repudiarlo?
¡Tanta
vanidad insolvente!, ¡tanta razón contundente!, ¡tanto peso de ganancias!, ¡tanta
importancia de prejuicios!…
¡Ay!
¡Qué poco se ve lo que la Creación nos derrama! ¡El hilo inspirante de cada
suspiro! ¡El despertar de cada mañana! La belleza de cada instante. Por poner
una simple pincelada… ¡grandiosa!
Pero,
al ser, le sirve de poco. Y es por ello que la oración reclama, ¡para que se
aperciba de sus posiciones! ¡Para que despierte a su verdadera necesidad de
alma!... y no la materialice en detalles, en acciones, en posiciones…
Pero
cierto es que el ser se empeña en cambiar los planes de la Creación, en cambiar
los planes divinos, y hacer sus propios ovillos; que, aunque sean de desencanto
y de rancio retroceso, se mantienen por… ¡obsesos!, por importancia;¡ah, sí!,
por competir. ¡Faltaría más!
Si
la Providencia no nos abandona… ¿por qué el ser abandona… y se acomoda en la
desdicha, en la renuncia, en la apatía o en la rabia?
¿Qué
daño le ha hecho, el Amor…?