El consentido, el sentido, la guía. Aún
hoy
27 de febrero de 2017
Mientras
se marcha hacia un sentido, precisamente por ser un sentir, precisamente por
llevar una guía, supone –en el vivir actual- una casi-casi osadía; puesto que
lo mandado por lo social, lo legal, lo organizativo, lo actual… es lo disperso,
lo intelectual, lo ventajoso, lo rentable, lo consumible, lo valioso.
Claro, en cuanto
aparece algo sentido, consentido, en una guía de referencia, no es rentable, no
es ventajoso, no es productivo –en el sentido económico-, no es ganador.
Y es así que, con la
fuerza que tiene la imposición de cada tiempo, de cada evolución, con esa
fuerza, es probable que “el consentido”, “el sentido”, “la guía”… se plantee,
se pregunte si realmente ese posicionamiento de “sentido”, de “consentido”, de
“guía” es lo más adecuado, puesto que la mayoría no lo asume, no lo acepta;
¡por anticuado!, ¡por poco rentable!...
Va debilitándose. Va
repreguntándose. Empieza el ser a competir contra su propio consentido.
Empieza a guiarse por
estímulos, según renta o beneficio, y… ¡y es fácil! Y al decir “fácil”,
es… el decir “tirar por la borda” una
labor, una función, una idea.
Es fácil. Y el sujeto
queda absorbido… –con el beneplácito de los establecido- queda absorbido en su
trabajo, en su renta, en su beneficio, en su casa, en su coche, en su
televisor, en su vacaciones… ¡Atrás quedó el universo, el verso, el ideal, el
proyecto, la investigación, la austeridad!… etcétera.
¡Sin duda! –“sin
duda”-, la fuerza de arrastre que tiene el vivir, el convivir actual… –que es
la antítesis del vivir y del convivir, dicho sea de paso, pero es lo imperante,
lo impositivo, lo dominante- es ¡indudable!
Los pequeños “detalles”
de actuaciones que marca la guía, el sentido, lo asumido, lo ideal… es medrado
con facilidad, salvo que el ser esté muy atento, muy alerta, incluso muy
alarmado. Entonces no ocurrirá más.
A veces se considera un
gran esfuerzo y se ¡termina! –¡qué palabra!-… se termina por ceder: “¡Total, si es un papel! ¡Total, si es lo
mismo! ¡Total, si al final todo se encuentra en el estómago! ¡Total, qué más da
antes que después! ¡Total…!”.
¡Qué extraño el
“total”!
La Oración hoy nos
advierte, nos avisa, nos previene… de la facilidad
con la que se va diluyendo ese entusiasmo, ganas, dedicación... La facilidad
con que se duda. La facilidad con que ¡se renuncia!... a un consentido, a un
sentido, a una referencia de guía.
Y… –y aquí hay que
afinar- y que ¡no es una renuncia medrada poco a poco!, consecuencia de un
prototipo o un criterio personal. ¡No! ¡Es… lo institucional, lo manipulable,
lo impositivo!, lo que termina por
hacerse con el consentido, el sentido, la guía.
Porque, evidentemente,
si es algo original, ¡propio, nuevo, creativo!, que pasa de un consentido a
otro consentido, pero “con la perspectiva de”, ¡ah!, perfecto. Si es así…
Pero no es así.
Es caer en el cotidiano
abuso de la repetición… de la ganancia y la renta. Y claro, muy pronto –a veces
¡prontísimo!-, cuando el ser ya… ¡cede!, se vuelve un admirador del estilo de
vivir actual; y claro, no le queda más remedio que volverse “contra”: contra lo que fue, contra lo
que hizo. ¡Como si hubiera perdido el tiempo!... Lo califica de “caduco”, de “antiguo”,
de… ¡buf!
Es como calificar a… al
Sol: “caduco” o “¡anticuado!”.
“¡Oh,
qué luna más anticuada! Mira: creciente, nueva, llena… ¡Qué… qué anticuada!”. “¡Qué
anticuada la Polar! Mira, ahí, señalando al Norte”…
¡Es lo mismo!
El bienestar,
catalogado como confort, consumo, lujo, comodidad…, tiene un glamur, hacia el
ser de humanidad, que resulta extremadamente “dulce”.
¡Sí!
Y no, no importa que se
sepa o se advierta que el exceso de dulce pueda provocar enfermedad,
trastornos, obesidades o lo que… ¡miles de cosas puedan ser! ¡No importa! Como
decía una propaganda antigua: “Que no te amarguen la vida”. ¡Total, vas a vivir
dos días!, y ya ha pasado uno…
Ese sentido
determinista, caótico –en el sentido destructor-: “¡Total, qué más da!”.
–Pero
mira, es que esto… esto va a producir…
–¡Bueno!,
pero… ¡o no!
–Sí,
es cierto: “¡o no!”. Pero… por lo poco que sabemos, esto…
No hay prisa…
Cuando llegue la
trombosis, la embolia, la diabetes… –¡lo que sea!-, ¡pues ya se pondrá remedio!
No hay problema. Para eso están los médicos, enfermeras, científicos… ¡Para
eso!: para cuidar nuestras amarguras, nuestros fracasos. Si no, ellos no
vivirían, tendrían que tener otra profesión. Así que hacemos bien con
transgredir todo lo… lo poco que sabemos; pero con la certeza de que
claudicaremos, y habrá alguien que se encargue de correr con… ¡con los
desvelos!
Y sí, me convertiré en
un ser de “prohibidos, prohibidos y prohibidos”, pero… ¡ah!: “¡Así es la vida!”. Es el eslogan que
nunca puede faltar.
¡Aún!,
aún se escucha… el brotar de las fuentes.
Aún
se suenan los riachuelos.
Y,
aun siendo anticuados,
aún
los ríos se hacen elocuentes,
transitables…
generosos…
Aún
sombrean las nubes y, con timidez,
se
despojan de las gotas de lluvia.
Aún
las nieves juguetean
para
dar luz a la oscuridad del invierno,
para
que nuestros pasos no se extravíen.
Aún…
¡aún perseveran y permanecen los mares!,
con
sus misterios, ¡con sus oleajes!, con su orillas…
¡Antiguos!...
Aún
están ahí los desiertos:
los
resquebrajados y secos,
los
de arena fina,
los
de pedregosos… sinfines.
¡Aún
están!... ¡Y hay vida!
Aún…
hoy en día,
aunque
nos cambien y nos pongan
y
nos sumen y nos resten horas…
¡amanece
y llega el día!...
y
¡anochece y llega la noche!
¡Aún
no se ha puesto un sol artificial para rendir más!...
Aún
el hombre no ha añadido ninguna estrella nueva que contemplar…
en
la noches oscuras y cerradas.
Aún
hoy,
al
mirar hacia la oscuridad de las tintineantes estrellas,
nos
perdemos en la inmensidad.
No…
¡no vemos límite!...
Así
como lo vemos en vigilia:
una
línea al final, allá donde acaba nuestra visión.
Pero
de noche no hay. No hay final.
Y
podemos poner un telescopio, y otro y otro,
y
otro, en órbita, y otro más grande…
y
no veremos la línea; no encontraremos el límite.
Aún
hoy… habitamos en lo Infinito.
¡Aún
hoy estamos en lo ilimitado!
¡Aún
hoy nos rodea lo Eterno!...
Aunque
sea anticuado.
Aún,
aún hoy a veces se sueña,
dormido
o despierto.
Y
se ve… –con ojos o sin ojos-…
y
se ve alguna fantasía.
Se
cruza, aún hoy, ¡alguna ilusión!...
O,
¡de repente!, aparece una idea
que
nos propone lo increíble…
–aún
hoy-
¡y
nos hace creer!...
aunque
sea por poco tiempo.
Aún
hoy nos inspiran.
Sí,
nos inspiran.
Y
lo fantástico se insinúa,
incluso
se trata de hacer
aunque
sea de mentira.
Aún,
aún hoy,
la
Oración nos muestra,
nos
advierte, nos avisa,
nos
susurra con respeto… ¡y esperanza!,
a
nuestro consentido, a nuestra referencia.
Para
que la vida sea vida…
y
para que el convivir tenga su verdadera naturaleza…
y
no sea un camino de destrucción, de combate.
Y
no sea la vida un consumo, consumirse y consumarse.
¡Aún!...
¡Aún hoy!
***