miércoles

Lema orante semanal


LLAMADA ORANTE

ORAR SANANDO
30 de enero de 2012


Sanar es… la vocación… orante, a través de… la Divina Creación, que derrocha sus opciones… sus posibilidades infinitas…, para que se reflejen en nuestro… ser, estar y existir…, y se puedan… –sin ‘poder’: por dedicación, por… ¡amor!-…, establecer las dinámicas que… que nos lleven a… a una solidaria actitud…; a una comprometida asistencia…; a una ayuda sin condiciones…; a un compartir… necesidades, con la certeza de que… serán resueltas; un saberse en un universo… generador de recursos… ¡inagotables!

En… sabiendo todo ello, ¡invocamos!... Y se dice “invocar”, porque ya está convocado. No somos seres ¡aparte!... de la Creación; somos expresión de ella. Pero la invocamos por la admiración, por la… fascinación, por la adoración, por la veneración…
Por la “adoración”.
Y todo ello se hace torbellino que… ¡que viaja!… y se distribuye a las necesidades de los errores… ¡horrores!... dramas y tragedias que… la humanidad ha ido gestando…; ha ido gestando sin… soluciones; ¡cronificando!…; ¡haciéndose –como humanidad- una queja!... continua… y perseverante; ¡inhibiéndose!... de los recursos… reflejos… que inciden… en cada ser.
¡Y orar! Y en oración –bajo estos criterios-…, se invoca, ¡se convoca! Y ya está invitada. ¡Y ya está!... ¡Pero lo hacemos presente! ¡Lo hacemos consciente!
Y así… con la certeza de que –así- el sufrimiento, el dolor, la enfermedad… el caos, la tragedia, el drama… el error, el horror… la falta de disponibilidad, la falta de sinceridad…, se den todos ellos por aludidos… ¡y se conviertan!
Sí. Bajo la razón y la lógica, decir todo esto es una quimera…; un… un imposible.
No se pide… Se descubre…, ¡se emplea!..., se muestra, se testimonia sobre… lo que la fe nos dicta;  sobre… lo que los signos nos advierten, nos avisan…
Nos advierten, nos avisan, se conjuran, se confabulan… y las fuerzas se arremolinan en torno… a esos niños… objetos: manantiales de guerra; sangre fácil… Hacia esos niños de minas profundas, donde no puede entrar el adulto, pero se aprovecha su pequeño tamaño para que pueda seguir picando… –¡picando!-… y pueda salir –si sale- fumando como un hombre, y con un poco más de carbón… o quizás… alguna piedra preciosa.
No tendrá infancia ni juguetes ni regalos. Ni palmaditas. Se tendrá que cuidar de no ser violado… –o no-. Vivir en un descalabro, como la única visión; como la única posibilidad. Sobrevivientes sin nado… que se hundirán. Pero que, al tenerlos presentes… ¡en oración consciente!… el milagro se dará. ¡Cierto!
¡Ay!, de aquéllos... de aquellos que, obnubilados por su… lógica y razón, maltratan a los más pequeños ¡para hacerles entrar en razón!... Para que comprendan y entiendan… como hombres sesudos y… bragados en la vida.
¡Madre de Dios!... ¡Si apenas saben… lo que es una pelota, y sueñan con ella! Pero el padre y la madre –¡redentora y redentor!- quieren que sea… un famoso productor… Productor, de lo que sea. O una famosa edición… ¡de un ejemplar único!
“Que sea lo que no fui yo” –dicen algunos-…  ¡Ni falta que hace!
¡Ay!... Dolidos… mutilados, reprimidos y… bombas a punto de estallar, porque buscan sobrevivir… en ese manantial de contradicciones y… sinrazones, ¡rodeados del divorcio de los que dicen amarle!... y le muestran… su mutua agresión.
¡Ay!... Despedazados espíritus… hechos carnes, que ni siquiera sirven de alimento a las alimañas.
Y los que sobreviven, triunfen o no… –¡ay!-… procurarán vengarse… por todo lo que sufrieron. Y se dan cuenta después, con lo cual tienen presente mejor el rencor, y preparan… con minuciosidad… la venganza. ¡A quien le toque!
Accidentes, golpes, engaños…, violencia, guerra, trinchera… –¡ay!... ¡ay!- tortura… 
Secuestrar de tal forma la vida, en una tortura, para sentirse… el poder de una aventura… que va… a culminar en drama.
¡Ay! Y ante ¡tanta apretura!… el ser se vuelve tenso, ¡duro!… rígido, áspero ¡y desconfiado!... Capaz de cualquier barbarie: desde gestar… criaturas esclavizadas, hasta sacrificar… doncellas, por placeres. Barbaries sin límites, ¡hasta consumir… en basura!, lo mismo que se come… en “alimentura”.
¡Vergüenza!...
Avergonzada humanidad que… precipitadamente corre… precipitadamente corre… ¡en desespero! Por momentos, sueña con claros… y despejados amaneceres, pero pronto llega… lo crudo; lo que se ha aposentado… sobre lo blando.
Y en las colmenas de las familias, se gestan… nuevos embriones de… contubernios… de aprovechamientos, de ganancias, de celos, de… poderes.
Amores –firmados o no- que se conjugan para… dolerse; que buscan –desesperados- placer, en el dolorimiento; que aplauden la llegada de la enfermedad, como un momento… en que pueden ser atendidos y… cuidados, porque ellos nunca han atendido y cuidado… algo, sin algún rendimiento.
¡Ay!... Y las cárceles se llenan de imposibilidad, mientras se mejoran las condiciones de vivencia… para que, en alguna medida, se sientan como en casa… y ni siquiera tengan el reflejo de la libertad: el proyecto de escapar.
¿¡Y dónde mejor… podrá estar el loco!? Aquél que gritó un día, o aquél que… sospechó un engaño… o se obsesionó con un santo o una virgen… o no pudo más ante lo que le exigían.
Se le convence… ¡para que entre locos ande la fiesta! Y así… deje a los “normales”, en paz. En paz, para que generen más, y nunca… las casas de acogida de locos, se queden desprotegidas, vacías o limpias.
¡Que siga la tortura de la locura! De ésa que no cura. Que angustia, ¡que desespera! Que llena todo de un reguero de píldoras… de sogas… de jeringuillas…; de placeres fáciles que… la policía ha de cuidar, para que no sea dramático… y todo el mundo pueda disfrutar: unos, como camellos… de transporte; otros como consumidores prudentes –hasta que dejan de serlo-; otros… como curiosos; otros… ¡a lo grande!...
¡Trastocados y sufridos!...
Y, a la par, ¡los terminales!… ¡Sí! ¡Los terminales! ¡Que no es el último número de la lotería, los dos últimos números, los tres últimos números del premio! ¡No!… Son aquellos que se han dado por terminados, se han dado por acabados; y que hay que proporcionarles –por fin- un momento de dulzura… ¡Por fin! Una inyección que no cura; un gota a gota que… supura…; que supura… inconsciencia; sueño abotargado; ¡calma para los oídos que… no quieren ser dolidos por… la queja, el llanto o… la llamada de auxilio!
“¡Que todo esté tranquilito!”… –gritan familiares y amigos-.

¡Ay!... Y orando, no se puede… asumir tal acontecimiento: cuando se dice, con pompa y monumento, que “¡Así es la vida!”... ¡Mmmm!

Trampas… mentiras… infidelidades... Corrompidos…, despacio. ¡Dañados constantes!
¡Todos… necesitados!... pero como obnubilados, sin saber dónde están las guías; dónde están las guías que puedan mostrar… otras… ocasiones, otras muestras de… ¡de que aún existe la fantasía!..., de que los milagros pululan a nuestro alrededor, en la medida en que… nuestra humildad –sin razón-, y nuestra sumisión –¡¡con pasión!!-, saben reclamar… sin pedir, sabiéndose reflejo… de una Eterna Bondad. Un decirse… a sí mismo:
“¡Me ofrezco! ¡No hace falta que pidan voluntarios… o que pregunten “quién quiere”!...
Soy… ¡una pieza única!... ¡Una creación insólita!... No pretendo algo concreto; tan sólo, ser… como la luna que refleja… y sobre las mareas… actúa…
¡Me dejaron… escuchar y hablar!... en Creaciones, y oraciones hice de mi vida. ¡Por eso sé que, cuando convoco o invoco!... está… el torbellino… ¡presto!; ¡el milagro, dispuesto!... ¡Y todos –¡todos!- de una u otra forma aguardan!, pero pocos, muy pocos, ¡claman!

El clamar orante quiere ser… ¡quiere ser... lo que es! ¡Lo que es!, que nunca ha sido. ¡Que siempre ha retrasado su hacer!… porque… llegó a un enjambre corrompido. ¡Que siempre soñó con ser… lo que es… y no ha sido!

¡Ay!... Y si castigos hay… por la ignominia del desespero, por el afán de suplantar al… al Credo Eterno…, si alguien hay que… ¡soporta… y sigue!..., ella es “Lo Femenino”.
“Caricatura de la vida” –así la convirtió el varón-. Instrumento de goce… de prostitución… de venta, de compra… ¡sin alma! Y cuando se alma, ¡se arma!... y “no da confianza”, dice el varón –bajo sus leyes y sus normas, ¡su moral y su religión!-, que a todas ellas aparta, no vaya a ser que…  ¡no vaya a ser que hablen de amor!... Y entonces, nuestras razones y poderes… como hombres de pro, no puedan triunfar. No puedan ser… los mejores postores. Y de amores se inunde el mundo, ¡y no haya qué producir!...
¡Ay!... Falaz recurso… del verbo intruso, incapaz de construir…
Bien se sabe… que, entre amores, las cosechas son abundantes. ¡Entre amores!... las canciones son hermosas. Entre amores… no hay dificultades. Entre amores… todo se desliza… sin roces ni desgastes. Entre amores –¡ay!-… ¡hay el que hay!

Y, entre amores, las gracias damos. Y las gracias… las sentimos… ¡llenos de gracia! Y por ello, nuestra graciosa experiencia de vivir… se convierte en atractivo; y, entre todos, nos atraemos y nos… reconfortamos… ¡sabiéndonos guiados!... por el lenguaje Creador de cada día. Pero sin olvidar… –sin olvidar-… que el sentido sanante orante… ¡a nadie olvida!...
¡A nadie!
¡Y no es!… sólo, el pan nuestro de cada día, de los virtuosos o… buenos o santos. Es oración sanante para los… ¡pervertidos!, asesinos… ¡corrompidos, perdidos, agresivos!... violadores de la vida, ¡mentirosos asquerosos!... ¡indignos de llamarse “humanos”!
A todos ellos… ¡se les muestra!… el orar sanante. ¡A todos ellos!, ¡y hacia ellos!... está… este instante recogido… que, sin nombres y apellidos, el que lo escucha se da por aludido.
¡Ay!... Y al invocar, y al convocar, y al exclamar… ¡¡a lo Amado!!... nos queda el temor –ante lo orante sanador- de que alguien, ¡de que alguien!... se pueda olvidar… –en el reclamo sanador-, y alguien quede sin el manto… de la opción… de sentirse bendito, ¡milagrosamente redimido!
Así que, bien podemos decir…
“Y a todos los que no son nombrados –sin nombres ni apellidos-… pero que están ahí… gimiendo en la trinchera… huyendo de la guerra… refugiándose en miserables cavernas… muriendo de hambres, ¡de terror!..., hacia ellos también va el torbellino de la fe… de la oración sanante”.
¡Que no, no… no se olvidará nunca de los que… bien están… y bien se sienten! ¡Y bien creen que el mundo es así! Y bien creen que, cuando se habla… de muerte por hambre, ¡se exagera!; y cuando se habla de violencia permanente… permitida y asistida, desde criaturas hasta ancianos, ¡se escandalizan como si se hablara… de un extraterrestre!
¡También!... también ellos, los privilegiados, ¡por sentirse privilegiados y despreciar… a los que no han sido amados!, necesitan el torbellino… de la oración sanante, ¡para que despierten de su soberbia, de su vanidad, de su lujuria!... ¡Y se conviertan! –ya que posibilidades han tenido: desde cultura hasta… saberes de haceres, de recursos y de medios-.
¡Pescadores!... que su conversión sea, en verdad, un testimonio de… al ser privilegiado, servir a los necesitados. ¡Y no como medios para ensalzarse de nuevo!, sino servirlos, para que ellos… sean capaces de ejercitarse… y de labrarse nuevas opciones y posibilidades.

¡El Aliento Divino está en arrebato! ¡En arrebato… recogido… y casi ansioso!... Deseoso de… servir, sin ser entrometido. ¡De estar!..., sin ser invitado. De no incomodar, y de vivir en el respeto, para que el hombre pueda aprender… sin la violencia, y el mando y la autoridad…; cosa que el hombre hace ¡pensando!... que la Creación le maltrata, ¡le persigue!, ¡le castiga!, cuando resulta que está ahí… esperando… esperando a que se la nombre; esperando a que… ¡se la exclame!

Orar sanante. Quizás sea un descaro… pero, toda la configuración –Divino Misterio- ¡duele!... ¡sufre!... ¡se descompone y muere! ¡Cuando, el proyecto, no es así! Cuando, el vivir como insólito, es eterno… Y pronto se agota, como la gota en una boca sedienta.

Orante voy, como intermediario, ¡recordando y haciendo presente a todos los subsidiarios! –¡entre los que me encuentro!-. Invocando, convocando, exclamando… ¡No, reclamando! Exigiéndome… en el desarrollo de los bienes y dones que he recibido, y que me han dado para custodiar.

¡Ay! “Nadie”… ¡nadie queda fuera!… del orante sanador. Sin buenos ni malos, ¡sin mejores ni peores!, con la disposición de cada uno, y desde el interior… de cada orador…: el anonimato seguro.
Pero no está de más… –¡en el amor que se da, que nos dan y que reflejamos!-… el expresar, orando; que, así orando, el amor se hace más… más como un eco amplificado; más, como una… transparencia luminosa; más, como un color… imaginado; más, como una entrega… sin remite.

No hay márgenes… en orar sanado. No hay comienzos ni finales… ¡Hay… un testimonio de consciencia!... adorando, aaaadorando, a…dorando…


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