LLAMADA ORANTE
LA VIDA , EN SU TRANSCURRIR, PRECISA REPETIR
14 de noviembre de 2011
La vida, en su transcurrir, precisa de repetir y repetir una serie de experiencias.
Es muy joven –aún- la vida, y la repetición es un mecanismo de darse cuenta, de “aprender”, de reconocer…
¡Ahora bien! También –a la vez- se producen mecanismos de adaptación… que a veces se convierten en costumbres… o en tradiciones.
Es muy joven –aún- la vida, y la repetición es un mecanismo de darse cuenta, de “aprender”, de reconocer…
¡Ahora bien! También –a la vez- se producen mecanismos de adaptación… que a veces se convierten en costumbres… o en tradiciones.
Y cierto es que, en la medida en que lo repetido y adaptable se conoce, se sabe, pueden ocurrir dos cosas. Una: que se siga repitiendo y adaptando, y la tradición pase a “traición”, la costumbre pase a imposición, y progresivamente… el deterioro se instaure y, con él, la disolución.
¡Eso, ocurre! Pareciera un ensayo de vida. Pareciera quela Creación estuviera ensayando, y esa forma no fuera la más adecuada.
¡Eso, ocurre! Pareciera un ensayo de vida. Pareciera que
La otra opción es... que aparece un mecanismo imprevisible. Aparece una reacción que no es costumbrista, que no es repetitiva, que –¡voila!- decide adaptarse de otra forma; no, plegarse exclusivamente a la repetición.
Esto constituye un elemento de especial importancia, porque… cuando ocurre ese movimiento imprevisible, la disolución ya no es necesaria, la desaparición del ensayo de vida tampoco, porque a la reacción imprevisible le sigue una mutación.
Es como si ¡Dios!… se dejara ver poco a poco, y nos deslumbrara imprevisiblemente. Y, con ello, mutáramos a otra percepción, a otra ¡contemplación! –y no, intervención; y no, destrucción; y no, modificación de lo que sucede-. Se contempla… Y se hace lo que procede.
Esto constituye un elemento de especial importancia, porque… cuando ocurre ese movimiento imprevisible, la disolución ya no es necesaria, la desaparición del ensayo de vida tampoco, porque a la reacción imprevisible le sigue una mutación.
Es como si ¡Dios!… se dejara ver poco a poco, y nos deslumbrara imprevisiblemente. Y, con ello, mutáramos a otra percepción, a otra ¡contemplación! –y no, intervención; y no, destrucción; y no, modificación de lo que sucede-. Se contempla… Y se hace lo que procede.
Si se fijan… en proyectos humanos, y en comunidades, y en imperios, éstos han repetido y repetido y repetido… hasta hacer que todo el entorno se adapte y se pliegue “a”. Pero, cuando se han excedido en sus repeticiones, cuando han perdido el sentido de su aprendizaje, de su conocimiento, de su madurez… y… no han generado la imprevisible mutación, si se fijan, esos imperios, esos grupos, esos corpúsculos, esas familias, esos amigos, etc., se disuelven, ¡se pierden!… en el sentido inicial. Porque se han deteriorado. En algunos casos, el deterioro llega a la corrupción; y de la corrupción, al drama y la tragedia y… ¡el desastre!, ¡la guerra y la muerte!… como expresión de la verdadera vida.
¡Horror!
¡Horror!
La fuerza repetitiva –en su adaptación, en su plegamiento- va a generar –y ahí empieza su drama- “más vale ‘lo malo’ conocido, que ‘lo bueno’ por conocer”. Se empeña –y se empeña y se empeña- en repetir y repetir y repetir, más allá de lo necesario.
¿Y qué es lo que ocurre? ¿Por qué… por qué se empeña? Probablemente, la explicación sea que, en la medida en que repite, y aprende, y conoce, y descubre… se hace “¡capaz!”. Se siente –el ser- dominador, capacitador, y… ¡se aferra!… a una idea, a media, a dos. Y –en ellas- comparte “con”… uno, con dos, con cuatro… –¡depende!-.
Y eso le hace alejarse dela Creación. Eso le hace alejarse progresivamente de esa Fuerza que le puso en vida, y le dio la repetición como un sentido renovado, nuevo. ¡Porque... en cada repetición!, el sujeto iba aprendiendo –¡y aprende y descubre!- una pequeña faceta más. Ninguna es igual. Precisamente ninguna es igual… para que llegue un momento en el que esas repeticiones no ocurran, y aparezca lo imprevisible, y aparezca la mutación, y se desarrolle la vida… en su eternidad. ¡Ese es el plan Creador! ¡Ese es el plan Divino! –¡entre otros infinitos!, pero alguno tenemos que referenciar para que nos sirva en nuestro hacer fundamental; en nuestra actitud general; en nuestro procedimiento habitual-.
¿Y qué es lo que ocurre? ¿Por qué… por qué se empeña? Probablemente, la explicación sea que, en la medida en que repite, y aprende, y conoce, y descubre… se hace “¡capaz!”. Se siente –el ser- dominador, capacitador, y… ¡se aferra!… a una idea, a media, a dos. Y –en ellas- comparte “con”… uno, con dos, con cuatro… –¡depende!-.
Y eso le hace alejarse de
Y es que, cuando dentro de nuestra ignorancia…
–Pero alguna pizca de saber, porque, aunque no lo parezca, se crece y se evoluciona en pequeñas unidades o… “quantums”, como dirían los cuánticos-.
Si se fijan en el mundo circundante, en la vida, en la estructura dela Creación , este recorrido que hemos hecho es visible; es comprobable. Aparece, en un determinado momento, un factor imprevisible, y ése da lugar a una mutación. Y la mutación da lugar a otro estado… de la estructura, de la materia, de la consciencia, de… ¡lo que sea!, y ya va a ir ahí, en ese vehículo, de forma indefinida o infinita.
Cuando observamos la actividad del Universo… ¡Simplemente, el Sol, por ejemplo!: está en la mitad de sus repeticiones. Le quedan –según nuestros conocimientos- otra mitad de repeticiones: cincuenta mil millones de años o… quinientos mil –¡una cifra bárbara para los que estamos aquí ahora!-.
-¡La mitad!... ¿Y luego?
-Luego aparecerá un factor imprevisible… y se convertirá en una… “enana blanca”, y se enfriará… y se… –y se, y se, y se-…
Y sé que todo ese proyecto… no va a desaparecer, sino que se va a ir convirtiendo y convirtiendo y convirtiendo…
–Pero alguna pizca de saber, porque, aunque no lo parezca, se crece y se evoluciona en pequeñas unidades o… “quantums”, como dirían los cuánticos-.
Si se fijan en el mundo circundante, en la vida, en la estructura de
Cuando observamos la actividad del Universo… ¡Simplemente, el Sol, por ejemplo!: está en la mitad de sus repeticiones. Le quedan –según nuestros conocimientos- otra mitad de repeticiones: cincuenta mil millones de años o… quinientos mil –¡una cifra bárbara para los que estamos aquí ahora!-.
-¡La mitad!... ¿Y luego?
-Luego aparecerá un factor imprevisible… y se convertirá en una… “enana blanca”, y se enfriará… y se… –y se, y se, y se-…
Y sé que todo ese proyecto… no va a desaparecer, sino que se va a ir convirtiendo y convirtiendo y convirtiendo…
Quizás, en nuestra capacidad “observativa”, el ser humano sea la composición de vida más inestable y con menos capacidad de comprensión y –sobre todo- de aplicación… de lo que él mismo observa.
Y por ello, los modelos de vida se repiten y se repiten y se repiten… hasta que se deterioran; hasta que definitivamente desaparecen.
Si se fijan también en la propia especie, verán cómo los predecesores –Neandertales y Cromagnones- repitieron y repitieron en exceso; y, salvo una pequeña división de elementos que asumieron lo imprevisible, y se lanzaron a la incertidumbre –y, con ello, a la mutación-… y ahí se fueron convirtiendo en diferentes eslabones, hasta llegar a lo que somos nosotros…
¡Pero fíjense en el grave riesgo que corre ahora la especie “Homo Sapiens-Sapiens” –el nombre ya es malo: “¡sapiens!”; ¿qué es lo que sabe?-. Empieza a repetirse y a repetirse y a repetirse, y… como en cascada, se va deteriorando y deteriorando, ¡como hemos tenido la ocasión de ver!
Y tenemos la ocasión de ver cómo se desmoronan imperios, potencias –porque han repetido más allá de la cuenta; ¡porque se han sentido sapiens!-, devorados por sus propias repeticiones, por sus propias costumbres, por sus egocentrismos… de creer que saben; por el manejo del poder propio; por la idea repetitiva; por conceptos y conceptos que… ¡que no quieren cambiar!, que no quieren introducir ninguna variable:
“Y éste se formó así, y se creó de esta manera, e hizo esto y aquello, y entonces…”.
Ya, con ese molde, ¡vaya donde vaya! –lo pongas en Mercurio, en Júpiter o en Virgo- va a seguir con su cantinela. ¡No va a descubrir ninguna nueva versión de sí mismo!, y del potencial que tiene para abrirse a ello.
¡Va a seguir pensando que todo lo que hace es “trabajo”, y debe ser remunerado!
¡Mierda!
¡Va a seguir pensando!... que necesita un príncipe azul –o una princesa coronada-.
¡Va a seguir pensado… que necesita ser adorado y evaluado!
¡Y va a seguir pensando que él es el mejor! ¡Y que todos los demás son.. idiotas!
–Es un ejemplo-.
Y por ello, los modelos de vida se repiten y se repiten y se repiten… hasta que se deterioran; hasta que definitivamente desaparecen.
Si se fijan también en la propia especie, verán cómo los predecesores –Neandertales y Cromagnones- repitieron y repitieron en exceso; y, salvo una pequeña división de elementos que asumieron lo imprevisible, y se lanzaron a la incertidumbre –y, con ello, a la mutación-… y ahí se fueron convirtiendo en diferentes eslabones, hasta llegar a lo que somos nosotros…
¡Pero fíjense en el grave riesgo que corre ahora la especie “Homo Sapiens-Sapiens” –el nombre ya es malo: “¡sapiens!”; ¿qué es lo que sabe?-. Empieza a repetirse y a repetirse y a repetirse, y… como en cascada, se va deteriorando y deteriorando, ¡como hemos tenido la ocasión de ver!
Y tenemos la ocasión de ver cómo se desmoronan imperios, potencias –porque han repetido más allá de la cuenta; ¡porque se han sentido sapiens!-, devorados por sus propias repeticiones, por sus propias costumbres, por sus egocentrismos… de creer que saben; por el manejo del poder propio; por la idea repetitiva; por conceptos y conceptos que… ¡que no quieren cambiar!, que no quieren introducir ninguna variable:
“Y éste se formó así, y se creó de esta manera, e hizo esto y aquello, y entonces…”.
Ya, con ese molde, ¡vaya donde vaya! –lo pongas en Mercurio, en Júpiter o en Virgo- va a seguir con su cantinela. ¡No va a descubrir ninguna nueva versión de sí mismo!, y del potencial que tiene para abrirse a ello.
¡Va a seguir pensando que todo lo que hace es “trabajo”, y debe ser remunerado!
¡Mierda!
¡Va a seguir pensando!... que necesita un príncipe azul –o una princesa coronada-.
¡Va a seguir pensado… que necesita ser adorado y evaluado!
¡Y va a seguir pensando que él es el mejor! ¡Y que todos los demás son.. idiotas!
–Es un ejemplo-.
Repite y repite, y se centra en sí mismo; repite y repite, y se escucha a sí mismo.
Y el mismísimo Dios viene, y se sienta a su lado y le dice que “¡No!”;que tiene un Universo por conocer; que tiene un recorrido por aventurarse; que va a ir de la mano de Él…
¡Ni por ésas!
¡Seguirá aferrado a sus traumas infantiles! ¡Seguirá aferrado a sus dramas personales! ¡Seguirá aferrado a sus conclusiones de cápsula pétrea, dura!
Ni un solo resquicio… para rectificar. ¡Ni un solo resquicio para improvisar!
¡Hasta el mismísimo Dios renuncia!
Y se llega hasta el culmen de desafiar…la Creación ; ¡de desafiar a la vida!; de no importar morir –¡da igual!-.
Hasta eslóganes de “Patria, muerte o libertad” –¿libertad?... ¡no!; esa palabra la quitamos-; eslóganes que ¡aún!… funcionan.
Y el mismísimo Dios viene, y se sienta a su lado y le dice que “¡No!”;que tiene un Universo por conocer; que tiene un recorrido por aventurarse; que va a ir de la mano de Él…
¡Ni por ésas!
¡Seguirá aferrado a sus traumas infantiles! ¡Seguirá aferrado a sus dramas personales! ¡Seguirá aferrado a sus conclusiones de cápsula pétrea, dura!
Ni un solo resquicio… para rectificar. ¡Ni un solo resquicio para improvisar!
¡Hasta el mismísimo Dios renuncia!
Y se llega hasta el culmen de desafiar…
Hasta eslóganes de “Patria, muerte o libertad” –¿libertad?... ¡no!; esa palabra la quitamos-; eslóganes que ¡aún!… funcionan.
La escuela de oración repite hasta una ocasión. Luego, imprevisiblemente, improvisa e introduce variables y variables y variables, para ir, ir e ir… hacia lo mutante: a convertirse en una conversión indefinida, con consciencia de ¡toda una historia! ¡Con consciencia de ser un instante en la Creación !
La escuela orante es, ahora –probablemente-, la fuente fundamental para aceptar variables, asumir imprevistos, disponerse hacia la conversión.
“Más vale lo bueno por conocer, que lo malo conocido”.
“Más vale lo bueno por conocer, que lo malo conocido”.
No puede –el ser- dejarse sobornar por sí mismo, y por el costumbrismo habitual de un entorno que se ha desconectado de la Creación , que se ha desconectado de la evolución, ¡que se ha desconectado de lo creativo! No se puede caer en el chantaje personal de buscar la voluntad propia; más bien, el de acceder… ¡a reconocer otras voluntades!
Y esto no va a ser un impedimento para la fidelidad a nuestros ideales. Si un ideal no sabe introducir variables capaces de convertirse en un ideal permanentemente vivo, no es un ideal; es una posición personal, absolutista, “propietarista”, impositiva. No se confundan.
¿Acaso la imagen divina ha mostrado, a lo largo de la historia, las mismas caras? ¿No se ha replanteado, una y otra vez –después de ¡muchas repeticiones!-, otros niveles de percepción, hasta llegar a éste, ahora: el absolutismo… “monocigótico” o monogámico, unitarista, que –en su absolutismo- se pierde simplemente en especulaciones. Y –como ven- se combate, ¡se pelea!, ¡se destruye!… –se está ahí-, ¡se deteriora!…
No ha sabido… no ha sabido, ¡ninguna religión!, seguir los pasos de lo Divino. Rápidamente, cada uno ha puesto sus huellas.
Y esto no va a ser un impedimento para la fidelidad a nuestros ideales. Si un ideal no sabe introducir variables capaces de convertirse en un ideal permanentemente vivo, no es un ideal; es una posición personal, absolutista, “propietarista”, impositiva. No se confundan.
¿Acaso la imagen divina ha mostrado, a lo largo de la historia, las mismas caras? ¿No se ha replanteado, una y otra vez –después de ¡muchas repeticiones!-, otros niveles de percepción, hasta llegar a éste, ahora: el absolutismo… “monocigótico” o monogámico, unitarista, que –en su absolutismo- se pierde simplemente en especulaciones. Y –como ven- se combate, ¡se pelea!, ¡se destruye!… –se está ahí-, ¡se deteriora!…
No ha sabido… no ha sabido, ¡ninguna religión!, seguir los pasos de lo Divino. Rápidamente, cada uno ha puesto sus huellas.
Que no se tiente a la repetición, no vaya a ser que, ante lo imprevisto, se quiera “ahogar” a la conversión –por miedo o por… pérdida… de dominio-.
***