¿CUÁNDO APARECIÓ EL MIEDO?
17 de octubre de 2011
¿Cuándo… apareció el miedo? Y –seguramente, como consecuencia de ello-… ¿el error?
Inevitable era, entonces, que apareciera el… ¡terror!
¿Y por qué no, subir un poco más: al horror?
¡Estamos en esa sinuosa presión que se devora a sí misma!
Y el horror vuelve a gestar… más miedo; más errores; más terrores…
Inevitable era, entonces, que apareciera el… ¡terror!
¿Y por qué no, subir un poco más: al horror?
¡Estamos en esa sinuosa presión que se devora a sí misma!
Y el horror vuelve a gestar… más miedo; más errores; más terrores…
Este diseño que ha ido desarrollando la especie, a poco que uno se fije, no habla especialmente de las grandes magnitudes –como el recuerdo del día de hoy: “11 de Septiembre”; diez años después-. Esas grandes magnitudes, luego se instauran en las “pequeñas” magnitudes. Y en el hogar, aquél o aquélla tiene miedo, y el error se hace presente…
El terror… y el horror.
El terror… y el horror.
A veces, no es fácil distinguir una fase de otra, pero sí es evidente que se ha activado un proceso que… ¡explota!, ¡que daña!, ¡que duele!... Y que, para evitarlo, no se muestra una guía de instrucciones fáciles. Porque, ‘sin querer’, fácilmente… un ser provoca miedo en otro. Y a partir de ahí, la pólvora empieza a desarrollarse, a quemarse, a llegar a su objetivo: ¡la explosión!; ¡el horror!
¡Sin duda, para cada cual… es distinto!, pero es común la experiencia –“común”-.
¡Sin duda, para cada cual… es distinto!, pero es común la experiencia –“común”-.
Y en algún momento de la cadena… –de historia o de casualidades- alguien se sintió más fuerte, más potente, y… ¡y lo llevó a la práctica! Y el llevarlo a la práctica fue una cadena de sucesos… en los que cada uno compite para ver quién puede generar más respeto, a través del miedo.
El ejercicio del poder… en todas sus magnitudes, desde la más pequeña hasta la teóricamente más grande –la “mano dura”-, funciona bajo esos parámetros.
El ejercicio del poder… en todas sus magnitudes, desde la más pequeña hasta la teóricamente más grande –la “mano dura”-, funciona bajo esos parámetros.
¡Y hasta ahora! –salvo circunstancias y seres que se salen de lo común- el que se siente amedrentado, atemorizado… –en una proporción pequeña, pero sí ocurre- va gestando planes, y preparándose en posibilidades para devolver el miedo. “Con creces”.
Lo del… “Ojo por ojo, y diente por diente”.
Lo del… “Ojo por ojo, y diente por diente”.
Y se fue haciendo, se ha hecho, y es tan… ¡tan común!, que estos procesos se repiten y se repiten… ¡tanto!, que superan la barrera de las repeticiones y ‘ahogan’ al ser.
El lenguaje de “el ojo por el ojo, y el diente por el diente” se hace tan… tan contundente, que la historia se puede resumir –el paso de la humanidad por este lugar del universo- en base a los miedos, errores, terrores y horrores, que unos infligen a otros.
De tal forma, que se vuelve habitual –social, cultural y personalmente- el que, para lograr algo, hay que producir miedo, y gestar una serie de concatenados errores –por el miedo- para “a quien va a producir”… –o para los que se va a producir- luego, el terror… o el horror –dependerá de la intensidad-.
Y éstos –por ejemplo- hacen huelga, ¡y arrasan, y queman, y golpean, y lanzan, y se paran, y barricadas!... ¡porque tienen que protestar! Porque tienen que decir que…
“Yo también tengo poder, y yo también te puedo poner en un aprieto. Y yo también te puedo hacer –como tú me has hecho- que cometas errores, y eso te lleve a los horrores… ¡y a los terrores!”…
De tal forma que el lenguaje va a llevar esas concatenaciones de acontecimientos.
De tal forma, que se vuelve habitual –social, cultural y personalmente- el que, para lograr algo, hay que producir miedo, y gestar una serie de concatenados errores –por el miedo- para “a quien va a producir”… –o para los que se va a producir- luego, el terror… o el horror –dependerá de la intensidad-.
Y éstos –por ejemplo- hacen huelga, ¡y arrasan, y queman, y golpean, y lanzan, y se paran, y barricadas!... ¡porque tienen que protestar! Porque tienen que decir que…
“Yo también tengo poder, y yo también te puedo poner en un aprieto. Y yo también te puedo hacer –como tú me has hecho- que cometas errores, y eso te lleve a los horrores… ¡y a los terrores!”…
De tal forma que el lenguaje va a llevar esas concatenaciones de acontecimientos.
¡A ver quién puede más!
La resultante siempre termina en el mismo sitio: “el cementerio”. No hay otro resultado. Bien sea con la aliada del horror y del terror –“la muerte”-, o bien sea… aparentemente vivo.
“Aparentemente”.
¿Cuántos ‘muertos en vida’… hay, que se consumen en los campamentos de refugiados?
¿Cuántos ‘muertos en vida’ hay: los que no tienen expectativas ni esperanzas? El miedo que los más poderosos han provocado, les ha llevado directamente –“directamente”- a la muerte.
La resultante siempre termina en el mismo sitio: “el cementerio”. No hay otro resultado. Bien sea con la aliada del horror y del terror –“la muerte”-, o bien sea… aparentemente vivo.
“Aparentemente”.
¿Cuántos ‘muertos en vida’… hay, que se consumen en los campamentos de refugiados?
¿Cuántos ‘muertos en vida’ hay: los que no tienen expectativas ni esperanzas? El miedo que los más poderosos han provocado, les ha llevado directamente –“directamente”- a la muerte.
Y –como era de suponer- el ser de humanidad tenía que garantizar ese mecanismo como “válido”; y así se crearon los dioses humanos –que castigan, ¡que disparan!, ¡que condenan!-… Tenía que tener un sello Divino, el “recuperar mi tierra” –la prometida o no-; el “conseguir la renta”, por presencia, por autoritarismo, ¡por urnas!...
–“Cementerio”: es allí donde están las urnas, ¿no?-…
El voto del miedo… el voto del castigo… el voto de…
¡Dios!... ¡Dios!...
–“Cementerio”: es allí donde están las urnas, ¿no?-…
El voto del miedo… el voto del castigo… el voto de…
¡Dios!... ¡Dios!...
El sentido orante nos pone de manifiesto la necesidad de que cada ser se revise, no vaya a ser que, por lo común-común-común-común-común que es… el que se sienta incluso ¡piadoso!, bueno y bondadoso, sea –en realidad- una pedrada constante; una provocación continua.
Pero, ¡como es tan común, común, común!, la persona se puede sentir incluso… ¡virtuosa!
Además, como –al uso- es tan fácil decir: “Lo siento… perdona… no me he dado cuenta… ha sido sin querer… yo no pensaba eso… no creí que te iba a afectar…”.
¿Más frases, hacen falta? ¿O… son suficientes?
¡El cúmulo de justificaciones “in-justificables”!
Y las cosas ¡comunes, comunes, comunes!, llegan a tal extremo que, cuando aparece esa variable excepcional –que no va al “ojo por ojo” ni “al diente por diente”, sino que va a servir, a ofrecer, a dar, a colaborar, a contribuir-… ¡se le tiene miedo!
¡Sí! ¡Es tan común, tan común, que no se cree! ¡No se le cree!... Y se piensa que detrás… ¡y detrás y detrás y detrás!... tendrá algún interés, buscará algún beneficio, ¡querrá alguna ganancia!
Porque es tan común –tan común, tan común-, ¡que no se puede creer que alguien te ayude, sin renta!; alguien colabore, ¡sin beneficio!; alguien participe, ¡sin competir!; alguien se ofrezca, ¡sin logros!
Y así sucesivamente.
Pero, ¡como es tan común, común, común!, la persona se puede sentir incluso… ¡virtuosa!
Además, como –al uso- es tan fácil decir: “Lo siento… perdona… no me he dado cuenta… ha sido sin querer… yo no pensaba eso… no creí que te iba a afectar…”.
¿Más frases, hacen falta? ¿O… son suficientes?
¡El cúmulo de justificaciones “in-justificables”!
Y las cosas ¡comunes, comunes, comunes!, llegan a tal extremo que, cuando aparece esa variable excepcional –que no va al “ojo por ojo” ni “al diente por diente”, sino que va a servir, a ofrecer, a dar, a colaborar, a contribuir-… ¡se le tiene miedo!
¡Sí! ¡Es tan común, tan común, que no se cree! ¡No se le cree!... Y se piensa que detrás… ¡y detrás y detrás y detrás!... tendrá algún interés, buscará algún beneficio, ¡querrá alguna ganancia!
Porque es tan común –tan común, tan común-, ¡que no se puede creer que alguien te ayude, sin renta!; alguien colabore, ¡sin beneficio!; alguien participe, ¡sin competir!; alguien se ofrezca, ¡sin logros!
Y así sucesivamente.
Situación… ¡terrible! Porque las posibles nuevas referencias son mal interpretadas; porque tan solo se interpreta el poder de un poder, con un poder, con otro poder y con otro poder, y el poder del poder… y el consiguiente manejo del miedo; y no cabe –por ser tan común, tan común y tan común- en la cabeza, en el tronco, en las piernas, en los brazos… no cabe la idea de que surjan u ocurran situaciones en las que no haya ningún lenguaje violento, que pretenda generar… miedo.
La Fuerza de la Creación nos proporciona y nos promociona en un medio en el que el ser puede –sin “poder”- ejercitarse en su adaptación, en su simbiosis, ¡en su intercambio!
Hay un plus… –además del que nos conocemos… cada uno en sí mismo, con sus recursos- hay un plus que nos conecta; que nos amplifica.
¡Hay una referencia que no da miedo!, que no busca rentabilizarnos: ¡El Compasivo! ¡El Misericordioso! ¡El Bondadoso!...
Palabras de… misterio; palabras de creación; palabras de inmensidad. ¡Pero que llueven sobre nosotros!... Que nos envuelven…
Hay un plus… –además del que nos conocemos… cada uno en sí mismo, con sus recursos- hay un plus que nos conecta; que nos amplifica.
¡Hay una referencia que no da miedo!, que no busca rentabilizarnos: ¡El Compasivo! ¡El Misericordioso! ¡El Bondadoso!...
Palabras de… misterio; palabras de creación; palabras de inmensidad. ¡Pero que llueven sobre nosotros!... Que nos envuelven…
De ahí que, a la hora de descubrirse en actitudes, en formas y en maneras, que puedan gestar… o que estén gestando… miedo –¡incluso si se está en la bondad!-… tenemos que referenciarnos y ligarnos a esa Misericordia, a esa Bondad Superior, ¡a esa impredecible pero Magnánima Fuerza que nos mantiene y nos entretiene!… y nos brinda la increíble aventura de “la consciencia de la vida”.
Y el refugio para recogerse en esas otras coordenadas… sin duda, es orar, con el rigor, con la fuerza, con la alerta, ¡con la alarma!... que tiene la criatura cuando llora de hambre: lo hace con tal tono, que nos emociona, que nos conmociona; que acudimos prestos a dar –al menos- un dedo, para que pueda succionar –o… lo que se pueda encontrar-.
Y el refugio para recogerse en esas otras coordenadas… sin duda, es orar, con el rigor, con la fuerza, con la alerta, ¡con la alarma!... que tiene la criatura cuando llora de hambre: lo hace con tal tono, que nos emociona, que nos conmociona; que acudimos prestos a dar –al menos- un dedo, para que pueda succionar –o… lo que se pueda encontrar-.
Que se sepa que, el acudir a Lo Bondadoso, a Lo Misericordioso, a Lo Creador, no nos quita fuerza: ¡nos la da! No nos quita poder: ¡no lo queremos!
Otro lenguaje… que no sea desembocar… en el horror.
Otro lenguaje… que no sea desembocar… en el horror.
El ser lleva, en su “credo creador”, el sello de “excepcional”; no lleva el sello de “común, común, común, común”…
Hay un Universo de posibilidades que aguardan… –¡irrepetibles!-… que se aplique el valor suficiente para ¡ejercitarlas!
¡El sentido orante garantizará que… no habrá motivo de arrepentimiento!
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