jueves

Lema orante semanal

TENSIONES, DISGUSTOS, ELUCUBRACIONES
30 de mayo de 2011
¿”Tensiones”? ¿”Disgustos”? ¿”Elucubraciones”? –¿u obsesiones o pensamientos repetitivos?-… ¿Cuál de los tres platos prefieren?
Por… por momentos –¿verdad?- la cuerda se tensa –debe de ser cierta la “Teoría de las Cuerdas” sobre el estado de la materia en el Universo- y el ‘estar’ se hace “¡tenso!”, como la cuerda de un arco –lo cual puede servir para disparar una flecha-, como la cuerda de un violín –lo cual pude servir para tocar una melodía-…

“Disgustado” ¡Hombre! Disgustado… tienes que estar, ¿no? Porque, ¡a ver! Si no estás disgustado, es que no te das cuenta de nada; y si te das cuenta de todo, tienes un “disgustazo” enorme.
Entonces, disgustado… ¡Hombre! A veces te dan en el gusto, pero otras veces te dan tan fuerte… que te disgustan. ¡Te duele!
“Hay gustos para todo” –dice el refrán o el dicho-. “Hay gustos para todo”. “¡Sobre gustos no hay nada escrito!” ¡¿Cómo que no?! Hay millones de libros sobre gustos: “El gusto por la frambuesa acaramelada”, “el gusto por el jazmín aterciopelado”, “el gusto….” ¿Gustos? ¡Buahh!

Elucubrar… ¡elucubrar!… ¡elucubrar! ¡Elucubraaaar! Cuarenta años dando vueltas en el desierto… ¡Con lo pequeño que es el desierto del Sinaí! Pero, claro, si le das vueltas y vueltas por el mismo lado, y vuelves a pasar, dices:
-Para mí que he pasado por aquí, ¿eh?
-¡Que no! ¡No te precipites! Que no, que no, que no…

Y vueltas, y elucubras y elucubras… y gastas todo el… líquido de frenos, gastas todo el material de la elucubración. Porque hay que aceitarlo ¿no? Claro, hay que ponerle “Lubrificantes Pérez”. “Pérez” es una marca: “Lubrificantes Pérez”.
La cantidad de vaselina que gasta el cerebro diariamente en elucubrar y en elucubrar y en elucubrar. Y sobre algunas cosas en concreto, ¿no? ¡Y dale que te pego, y dale que te pego, y dale que te pego!… Así se vuelve violento: “Dale, que te pego”, “dale, que te pego”, “dale, que te pego…” ¡Qué pena ¿no?!
O sea que, entre las elucubraciones, el gasto de lubrificantes, el recorrido una y otra vez sobre la misma silla –pensando que estoy en distintas sillas-, el disgusto… Y el paladar se estropea, y cualquier cosa te parece buena, con tal de que te digan qué es; pero tú no tienes ya capacidad para decir si esto es “perro”, “gato”, “chorizo”, “cerdo” o “albaricoque”. Dice:
-¡Albaricoque…!
-¡Ay, qué ricos están los albaricoques!

¡Disgusta’o!… ¡Disgusta’o porque esto está así, porque lo otro está así… Porque –¡es verdad, es verdad, es verdad!- como cada uno ha pensado hacer el mundo a su manera, nunca encuentra suficientes vasallos que le obedezcan, entonces, siempre chocas con otro que quiere el mundo “a la suya”. ¡Y ya está el lío armado! ¡A elucubrar! A elucubrar… disgusta’o, porque “yo quería”, “a mí me apetecía”, “yo esperaba”, “yo creía…”
La “Tensión”…  ¡Ciertamente! –ciertamente-, hace falta un mínimo grado de tensión, porque, como decíamos en el ejemplo del violín o de la guitarra, o del bajo o del contrabajo, o del chelo, o de cualquier instrumento de cuerda, pues si no tiene suficiente tensión, aquello suena: “Bao-bao-bao-bao…” –como un “bao bao”. Un mínimo, una necesaria… Pero, de ahí, a lo que hay… que están a punto, las cuerdas, de saltar; están a punto, las cuerdas, de incomodar…
Y… y… y… ¡bueno!, como advirtiendo que, a lo mejor –¡a lo mejor!, ¿eh?, a lo mejor- en este tiempo orante se nos recuerda que “next week” es posible bajar la tensión; que no todos suenen como “la prima” –la primera cuerda, que es más fina, más aguda-, sino que cada una tenga su tensión. Quizá sea el momento propicio para disgustarse menos, y que te vuelva a gustar –o que te guste- el arroz con leche -que antes no te gustaba-, y te parezcan bien los planes que han hecho, que nunca estuviste de acuerdo con ellos, pero… ahora les has visto el lado “perruno” que, como es el mejor amigo del hombre, pues pueden valer, ¿no? Y, en vez de elucubrar tanto sobre: “Qué será, será… La vida te lo dirá…”y querer saberlo todo pronto, ya, aquí y ahora, en vez de elucubrar tanto, ¡pues no!, pues…. “¡¡¡Gooool!!! ¡¡¡Gooool!!! ¡¡Canasta de tres puntos!!” Y eso, pues ¡oye!, no te hace gastar tanta vaselina y tanto lubrificante, tanto aceite…
Podría ser –poniéndonos serios- que, realmente, el siglo XXI y XX –a finales, ¿verdad?-, sean característicos por su tensión, su disgusto y sus elucubraciones.
¡Sí, sí, sí!, ¡por supuesto!, hay muchas más cosas: y el problema económico, y la ONU, y la UNESCO, y la FAO y… ¡la madre que nos parió! Sí. Pero tenemos que ir por… por… por sectores. “Sector uno: tensión, disgusto…”:
“¡¡Ay, qué disgusto tengo, ay qué disgusto tengo!! Este niño, esta niña que… no aprueba…”
“¡Ay, qué disgusto tengo con la política!”
“¡Qué disgusto!, que si ya no me llega pa’ ná. Voy a la compra con 5, y es como si fuera con 1”
“¡Ay, qué disgusto! Ay, qué disgusto tengo con esto que me ha dicho el médico: que me voy a quedar sin hueso; que estoy perdiendo hueso. ¡Ay qué disgusto! ¡Ay, qué disgusto tengo, que la gíngiva se me retrae…!” No es “la múscula está en el suelo”. No. Es la “gíngiva” de la boca. ¡Los disgustos de los dentistas, vamos!
“¡Ay!, tienes una enfermedad periodontal”
 “¡Joder!, de verdad… ¡Qué disgusto! ¡Ay, qué disgusto!… Pero ¿hay alguien por ahí, en alguna esquina…?”
Podríamos poner puestos de gustos: Una persona se pone en una esquina, y cuando pasa alguien:
-Hola.
-¿Qué?
-¿Quieres que te diga un gusto? –te “diga” ¿eh?; no, te “dé” un gusto, porque entonces, ya, pues sería otra cosa bien diferente, “hacer la esquina”-. Entonces, pues dices:
¿Qué?, ¿te digo un gusto? ¿Te imaginas un helado…? O no, un bollito, así, calentito, ahora, acaramelado, con un café con leché, así, con no mucha azúcar -¿verdad?- y calentito, calentito, y el bollito acaramelado y relleno de nata… así, calentita… Bueno, ¡no mucho! Que se note la diferencia entre una cosa y otra. ¿Te imaginas? ¿Te imaginas? Con unos churritos, también, y un poquito de chocolatito para compensar –chocolatito amargo-? ¿Te maginas? ¿Te imaginas? Y una tostadita así, con un poquito de ajo, tomate y jamón serrano, de ése de montón de jotas? ¿Te imaginas? ¿Te imaginas? Y un zumo de naranja, un zumo de piña y un zumo de limón, para que no te deshidrates? ¿Te imaginas? ¿Te imaginas? Y ya que estamos, una lonchita de jamón de York, así, a la plancha, y un par de huevos fritos. ¿Te imaginas? ¿Te imaginas, te imaginas? ¿A que te estoy dando el gusto?
-Me estoy…. No sé si voy a coger una indigestión…
-¡No! Yo te lo pongo, y tú elige lo que quieras. ¡Si será por, por, por….! ¡Pues claro, hombre! Y si dices que “no hay”, es que no lo “veh”, ¡no lo  “veh”! –“no lo veh” es que “no lo ves”-.
-Y los huevos ¿dónde están? ¿Y el Corn Flakes?
-El Corn Flakes no ha llegado, pero tú míralo, que debe de estar por ahí.

Y ya, cansado de no verlo, pues… pues eso: coges un cacho de pan.
“Puestos de gusto: una empresa con futuro”. Por supuesto, esto no es gratis. ¡No, no, no, no, no! ¡Encima, iba a ser gratis! No. Hay que dar una prenda. Una prenda, sí, para evitar monitorizarlo. Una prendita:“Yo te doy un gusto, y te cuento lo que creo que te va a dar el gusto, y tú me das una prenda”. Una prenda. “Una prenda” es… no sé, un pañuelo, un colgante, una media elástica, un sostén… un calcetín… Prendas corrientes. Una prenda; una prenda.
Si ya se dice por ahí: “¡Ay, prenda! ¡Que estás hecho un prenda!” Si es que, de verdad, con lo fácil que es vivir a gusto: “a-gusto”; “al gusto”. Como la pasta: “al dente”.

“¡Bueno! Y todo esto… –se puede pensar… equivocadamente, claro- ¿qué tiene que ver con la oración de hoy?”
¡Pues mucho, hombre! Si tú estás a gusto, no estás disgustado por todo, porque claro, te has descubierto una nueva arruga, te has dado cuenta de que ya no puedes hacer esto porque te duele el bíceps o… el extensor de la fascia lata…
Esto es una chulería ¿eh?: el extensor común de la fascia lata… ¡Uau! ¡Es un músculo! –para resumir-.
Entonces, si no estás disgustado; si estás a gusto, ¡con lo que hay!; si –fíjate bien- si además estás… ¡sin darle tanto rodeo al trajín de cada día! –“trajín” es que traes, llevas, traes, llevas, traes, llevas-... si no le das tanto trajín a la mente, sino que la dejas fluir como el agua, como la nube, como la liebre, como el viento… Hay varios ejemplos que pueden ser útiles.
Y si tu tensión medioambiental, cuando te llaman:
-Antonio..
-¡¡¡QUÉ!!!
-Pero Antonio, tranquilo, Antonio…
-¡¿Por qué me llamas así?!
-Si es que te he llamado normal, te he llamado “Antonio”. Fíjate qué tono he puesto; tú, escucha: “Antonio”. Así te he llamado.
-¡¡No!!
-¡Que sí!, que te he llamado así: “Antonio…”
-¡Pues no! ¡No estoy para bromas!
-No, ya lo  sé, pero de eso se trata, que estamos en oración y te vamos a curar. Te vamos a curar, Antonio, y te vamos a poner estupendamente. Te vamos a afinar. ¡Eso! Entonces, te vamos a afinar. Tú lo que estás es “deafinao”.
O sea: hay que afinar, hay que afinar, hay que afinar. Si no, te quedas… finado. “El finado Antonio Pérez”.“Finado” significa que ya estás… más tieso que la pata Perico. “La pata Perico” era un periquito que hablaba mucho, pero un día le dio una apoplejía y al pobre se le quedó un pie, una pierna, tiesa. No, pero por ahí anda todavía, no crean que se ha muerto, no.
Entonces, cuando se habla de una persona como “un finado”, “está finado”: final de trayecto. Hay que hacer transbordo. Unos hacen transbordo a  través del cementerio, otros hacen transbordo a través del crematorio, otros hacen transbordo a través de la “minipimer”… Cada uno elige su método. Aunque el más popular –que se puso de moda hace muchos años- era ¡la hoguera! ¡La hoguera, la hoguera, la hoguera!… Porque tiene un calorcillo, una cosa… Es lo más parecido a la vida. ¡Claro!, cuando ya te has achicharrado un poquito y le empiezas a coger el gusto, llega y no sientes nada. ¡Qué bárbaro!, qué mala suerte ¿eh? ¡Hasta pa’ morirse hay que tener suerte! ¡Dios Santo!.... ¡salve a la reina!

Y, claro, alguien pensará…“alguien pensará y elucubrará”…–bueno todavía no está en la semana de la “deslubrificación”- entonces, “alguien pensará… qué tiene que ver esto, con orar… Aaave María…”
Pues sí, pues sí. ¿Será posible? Pero, ¿hasta cuándo va a seguir esa idea en la mente, de que Dios es un señor barbudo, peludo, majestuoso, blanquecino, ancianísimo, viejísimo, incapaz de incorporarse, siempre sentado…? ¿Hasta cuándo va a permanecer la imagen y el criterio de lo Divino, como un venerable anciano disecado? ¿Hasta cuándo se va a seguir pensando que orar es masturbarse mentalmente “sine materie” –es decir, “sin materia”-, y entonces, dar gracias a Dios por el gusto que me da? ¡¿Hasta cuándo?!
¡¡Habrá que soltar ese lastre, ¿no?!! ¡¡Lo Divino nos invoca en lo de ahora, en este momento…!!
Lo Divino está porque ‘Es’ ¡lo único que hay!
Pero el hombre se ha empeñado –en su beneplácito egocentrismo- en decir: “Yo yy…” “Relaciones de Dios, con los hombres”. “Las relaciones del hombre, con Dios…” ¡Pero qué cho… cho… chorrada! –así se cogen los dos sexos-.

Entonces, bueno, ¡pues el hombre de los mundos! –“el hombre de los mundos”-, piensa que, el mundo de la lechuga, se lo puede uno comer, triturar, freír… y no le duele; el mundo de los animales, se le puede torear, pinchar y darle una estocada, y sí le duele: “¡pobrecitos, pobrecitos!, el maltrato a los animales”;el mundo de los extraterrestres, que ¡vaya usted a saber cómo serán!, pero todo el mundo se imagina que los extraterrestres son como nosotros. Craso error. Es como pensar que una bacteria es igual que un ser humano. Craso error. Es materia viviente, pero tiene una naturaleza y una función diferente; están íntimamente cohesionadas, por supuesto: unos elementos no pueden realizarse y desarrollarse sin otros…
Entonces, si nos paramos un instante en recoger estas tres palabras que nos han sugerido –elucubrar, disgustar-disgustado-disgusto, tenso-, si nos paramos por un momento, nos daremos cuenta de que, cuando estamos afinados –“a-finados”- nos damos cuenta –porque no estamos tensos, porque no estamos “distensados”- de que ¡¡hay alguien más que yo!! Ya es un paso –¿eh?- darse cuenta de que hay alguien más que “Yyyyo”.
Sí; porque hay personas que dicen: “¡Ay! Es que me preocupo por esto y por esto y por lo otro, y tal y cual…” Sí, pero realmente se preocupan porque, en realidad, sólo piensan en sus propias sensaciones. Ese “preocupacionismo” –de algunas personas- ¡por todo!, la mayoría de las veces esconde un profundo egoísmo, porque lo que busca es “sensaciones”; es un devorador, ¡un vampiro de experiencias ajenas!, que está pendiente de todas ellas. Y, en teoría, para ayudar, para…; pero, ¡no deja vivir!...
Entonces, ¡darse cuenta de que existen otros aparte de uno!, y “dejar que”… y “contemplar lo que”…, nos lleva inevitablemente a, al menos –¡al menos!-, a tomar consciencia de otras fuerzas: de casualidades, de… imprevistos, de sorpresas, de suertes… ¡Ay, la suerte! Ocurre cuando el ser está afinado; y se ve como algo extraordinario: no propio de este mundo, pero que llega a él.

Y si el gusto… –¡ay!- ése que nos hace diversificarnos en nuestros enamorados momentos, ése que nos hace “estendalizarnos” y quedarnos… –¡ay!- agarrados como una garrapata, a una idea, a un proyecto, a un ser…, y nos hace sentirnos ¡a gusto!, ¡gustosos!… aunque haya muchos disgustos, notamos que en esa experiencia ¡hay algo más!... que tú y yo, que nos nutre; que nos envuelve; que nos ¡incita!
¡Voilá! Ahí está.

Y si en tus elucubraciones, incluyes –incluyes- el designio, el destino, el… sentido por el que has llegado aquí, y dejas de elucubrar exclusivamente en lo que te interesa, en lo que quieres, en cómo lo quieres…, pues probablemente percibas aromas de ¡sorpresa!, aromas de… ¡asombro!
Sí. Sí tiene que ver con lo que ‘es’, con lo ‘está’. Esta forma pleomórfica de existir –como la humana- sí tiene que ver con su tensión, con su disgusto, con su –¡ay!- elucubración.
Que deje de ser “su… su… su…”, y que pase a ser –¡como es!- una función estructuralmente abierta: Las ventanas del Cielo –como decían los antiguos orientales-. Y abandonar ese lúgubre fracaso del disgusto permanente, de la elucubración constante, de la “culpabilización” eterna, y de la tensión permanente que nos hace casi –a veces- suplantar el objeto a preocuparse: “Me preocupo tanto por ti que, al final, soy más importante que tú” ¡¿Será posible?!

¡Sí!, ¡Sí, sí, sí, sí! Es frecuente –seguro que está ocurriendo ahora mismo- que cada uno diga:
-¡Bah! Porque no te ha pasado lo que me ha pasado a mí. ¡Ya te querría ver yo en mi caso!
-¿Y tú qué sabes lo que me ha pasado a mí? ¡¿Y tú qué sabes?!
Punto uno.
Punto dos: –atentos, éste es el más importante, porque lo noto, porque está aquí- “¡Ay, pues yo no puedo, yo no puedo! ¡Yo no puedo! ¡Yo no puedo dejar de darle vueltas a eso!... ¡Yo no puedo, yo no puedo!…“ “¡Ay, que yo no puedo vivir sin ti! ¡Ay, que yo no puedo…!”
¡Qué lastimerío, qué “merdé”, qué inutilidad, qué incapacidad, qué torpeza!... Pero ¿cómo que “no puedo”? ¡Claro! Lo que estás diciendo, en el fondo, es que ¡te da rabia no tener el poder para hacer las cosas, y que te salgan como tú quieres! ¡Pero sí tienes la fuerza para distensarte!, ¡para gustarte!, para dejar de… marear la perdiz. Porque si la mareas, no vuela. ¡La perdiz tiene que volar!… “¡No puedo! Es que no puedo. Yo no puedo. ¡Ay!, ¡no puedo, no puedo, no puedo! ¡A estas alturas, este disgusto –¡ay!- que va a acabar conmigo!”
Y lo único que estás reclamando es atención, atención y atención, al contribuyente. “Atención, atención. Miradme a mí, todo lo que sufro por lo que sufre aquél… Y es más: yo sí que necesito ayuda. ¡A ese desgraciado dejarle que se muera; ya aparecerá otro!…”
¿Será posible? ¿Será posible? Pues sí: llegar hasta esos extremos. O sea, cuidado con el “no puedo”, “porque no puedo”, “Y yo no puedo vivir sin ti…”
¡Eso es otra cosa! A veces no se puede vivir sin alguien, porque te has fundido tanto que, ¡oye!… Pues si se funde alguna faceta, ¡pues que se funda todo! Pero eso es otro asunto, del que ya oraremos en otro momento.
¡Pero cuidado con!...
-Yo no puedo. “I can’t do it”
-Yo sí puedo. ¡Pero no porque tenga poder!…
¡Cuidado también con ese pequeño detalle!:
-Tengo el poder de…
-Tú no tienes ningún poder. Tú eres un ¡pinche mandao’! Tú no tienes ningún “power”. Tú tendrás, en todo caso, un “power point” –que en su lenguaje secreto es “West Point”, no “power point”…. ¡power point!- Tú tienes una capacidad y un esfuerzo suficiente para darle la vuelta a la tortilla. Porque si no le das la vuelta a la tortilla, la tortilla se te hace mal. ¿Vale, chato… chata?
 Tranquilo, Bobby, tranquilo. Afina bien tu guitarra –“Bobby”, a propósito de Dylan- ¡Tranquilo, tranquilo, tranquilo, tranquilo!…

Y… y.. ¿y entonces? O sea que… bien afinado, ¿no? Afinado. Y sí puedes. Tienes fuerza suficiente para dejar de darle tanta vuelta al mismo “vacilón”.
¡Ah….!

“¡Ozú! –pensará alguno- ¡tan temprano por la mañana, y ya estamos descuartiza’os! ¡Entre la tensión, el mareo de la elucubración…! ¡Pffff! ¡Dios Santo! ¿Cuándo nos dejará tranquilos, un poco? O sea…”
¡Never! Quiero decir… que en la nevera se guardan cosas para conservarlas. Entonces, aunque tengan una nevera poderosa para guardar elucubraciones, para guardar disgustos…
“Este disgusto no se me olvidará”. “Este disgusto que me has dado lo llevo en el alma”. “Este disgusto lo llevo clavado en mi corazón”…
¡La cantidad de chorradas que se pueden decir, ¿eh?!
“Este disgusto….”
¡Deja ya! ¡Deja ya que pase! ¡Date un gusto, hombre, date un gusto!…

La Creación es gustosa; la Creación está afinada para… diversificarnos en un inmenso y posibilitante mundo –de mundos-, que tienen la suficiente suavidad, flexura y amplitud, que nunca se repite. Eso sí que es… “¡Ámen!”.
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