jueves

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
14 de junio de 2011
¡Llamada orante a la decisión… comprometida!
Llamada orante a la sinceridad ¡sin… ofensas!
Llamada orante al ánimo como expresión de humor, de amor… ¡sin renta!
Llamada orante hacia el entorno, sintiéndose –con él- respetuoso, admirado, y plegado… a “interpendencias” fructíferas.
¡Llamada orante!... al servidor fiel: aquel que sabe estar sin servilismo; aquel que sabe estar con rigor; aquel ¡que no persigue el poder!; aquel que no ostenta la manipulación ni el interés personal.
Llamada orante a los amantes; que son –simplemente- los que aman. ¡Sobre todo, los que se sienten amados! Porque, en esa medida, se conmoverán, y –con ello- podrán tener la opción de… ¡conmover a otros!
Llamada orante a la prudencia, para que no sea, cualquier circunstancia, un drama, un trauma o un desenlace, sino –más bien- un tránsito, una comprensión, una ¡propuesta!
¡Llamada orante a “el sentirse llamado”!, a “el sentirse responsable y reclamado”… de los momentos difíciles de otros. ¡Sin ser interventor de la vida ajena!, pero haciendo saber –de alguna manera- que pueden contar con él.
Llamada orante… a todos los buscadores, para que se dejen encontrar.
Llamada orante a los que disimulan y a los que aparentan, ¡para que se den cuenta!… de su ‘inutilidad’.
Llamada orante hacia los que pretenden hacer, de su entorno, ¡esclavos!; ¡poner las ideas… a su servicio!
Deben recomponer su dignidad. El amor de la Creación ¡no es patrimonio ni propiedad de alguien!, ¡de algo!, ¡de “álguienes”!…
Llamada orante a los que se sienten en posesión de la verdad, ¡para que dejen de ser poseídos… por tanto orgullo y vanidad!
Llamada orante para los que no encuentran ni virtud, ni calma, ni alivio en su camino, por… ¡lo exigentes, lo impositivos y lo dramáticos que son!; para que se vuelvan flexibles, ¡alegres!, y dispuestos a entender… el ¡error!
Llamada orante a los violentos, porque su turno ya ha pasado. Y es época de limpieza; de purificación. Es época de recoger ¡despojos!, heridas incurables, ¡daños irreparables! Es época de manufactura de un nuevo libro… en blanco.
¡Es época en la que la violencia ya ha dicho todo lo que tenia que decir! Ya ha dado sus frutos. ¡Ya ha creado suficientes cementerios! –¡no sólo los que están a las afueras de las poblaciones!, sino los cementerios andantes que viven de angustia, ¡temor!, ¡ansiedad!... y tristeza-.
Ya es hora.
Que la llamada orante hacia los violentos… les haga descubrir que, sólo la conversión –¡con talento, conarte, con belleza, con ilusión!-, es el recurso para canalizar esa forma de actuar, de comunicarse y de pensar, que ha sido el predominio de la humanidad… ¡de una manera incesante!
Llamada orante a los creyentes, para que se pregunten… en qué creen; en quién creen; ¡hacia dónde crecen!
Es el momento de esclarecer las telarañas del alma. ¡Es el momento de sublimar el espíritu! ¡Es el momento orante de ver, de sentir, de conmocionarse!... por la grandeza de la Creación.
Llamada orante… hacia los que se niegan a participar; hacia los que ¡delegan!… sin que haya alguien en quien delegar, y sólo son motivo de queja, de desaire y de incomodidad. La llamada orante les reclamasu débito inicial: aquel que les proporcionó la llegada a este lugar del universo; ¡aquel débito que les dotó de recursos… para ser lo que deben ser! ¡Porque es necesario para que se cumplan las posibilidades de otros!
Hay tanto en lo que orar... que es como el surco del arado, que no se cansa de horadar la tierra para que sea la matriz infalible del nacer continuo y perpetuo; ¡del amanecer incansable!... que se recrea en cada “claridad”.
¡Claridad reclaman las palabras!, para no ser juguetes rotos que no se prestan al juego; que no inducen a imaginar….
Palabras claras de humanidad, las que se albergan en cada ser para poder notificar lo que se siente, lo que se aspira, lo que se anhela, ¡lo que se suspira!...
Y, así, cada cual… poder expresar su sintonía o… ¡o su lejanía! Para que nada se dé forzado. Para que nadie se vea… obligado.
Llamada orante a la vocación. Esa que, como torbellino, gira ¡y se zambulle!… en las entrañas del alma, para provocar –¡y provocar y provocar!- el deseo de ¡buscar!, ¡de llamar!, de saber, ¡de crearse!…complacientemente, en ese “estar” perseverante.
Llamada orante, ¡sin cesar!, a la parentela de la humanidad; a esas clasificaciones influyentes de hijos, padres, primos, sobrinos, tíos abuelos… que han hecho de la convivencia, una influencia; del compartir, un mandato; de… “el ir”, ¡una ley!…
Cuando –en realidad- nuestra única posición de parentesco es hacia el Misterio; hacia la Creación. ¡Todo lo demás es un artículo de poder!, ¡de importancia personal!, y de… manejo de unos sobre otros.
Llamada orante para que –¡al menos!- se reflexione sobre esa parentela de humanidad… ¡que trata una y otra vez de esclavizarnos y de clavarnos a vínculos de sangres, linfas y tendones, que nunca han existido!; que sólo se han presentado… como carta de tortura, como carta de obligación, como carta de castigo. ¡Como carta de herencia en la que nunca se acaba el martirio…!
Más bien, habría que recordar que…
¡Soy un nombre!, y con él… llego a concretarme.
¡Soy un nombre!, y mi apellido es el Misterio...
Soy un nombre, ¡y con él!… desarrollo lo que me llaman; ¡lo que me reclama! Y con mi nombre, convierto, ¡adoro!, ¡admiro!, cuido….
Soy un nombre… que quizás nunca se pronuncie con la verdadera pulcritud... ¡Pero que al menos suena como algo parecido!
Soy… un nombre. Y, con él, me siento influido y… ¡y animado por ese “inmenso” apellido!
El cielo me cubre… y la tierra recoge mis pies….
¡Entre medias! –entre medias- ¡nos encontramos los vivos, cuyo oficio es convivir!….
“El oficio de convivir”.
¡Llama!…. Llama, llama, ¡que te llaman!...
¡Que necesitan de tu luz!… para ver.
¡Llama!, ¡llama!, que te llaman…
que eres un reflejo viajero...
que estás… permanentemente acompañado…
¡por el aliento ligero!...
Y así…
¡puedes recoger… o llevar cualquier peso!…
¡sin que sea una carga!
Así…
puedes llevar o recoger…
cualquier dificultad…
sin que sea un problema.
¡Llama!, ¡llama!…
sin miedo.

¡Ya!…
¿Ya?...
¡Sí! ¡Ya!… Llamada orante –¡ya!- hacia la imperiosa necesidad… ¡de no justificar sistemáticamente los errores!, ¡asumir las correcciones!, y abrir nuevos cauces… ¡sin fallos!
¡Ya!… ¡ya! ¡Llamada orante para ahora mismo!…
Que no quede algo por hacer “luego”, que se deba realizar “ahora”.
¡Que no nos reclamen los restos!... ¡y nos entre la vergüenza! ¡Y seamos una continua y permanente disculpa, que deambula con sus errores!… ¡para intentar, así, conseguir sus objetivos!
¡Eso es trampa!…
¡Eso son trampas para otros!… y para uno mismo.

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