DEFINICIONES, CALIFICACIONES, CLASIFICACIONES
11 de julio de 2011
Tres momentos, a manera de contacto, que suele establecer el pensar humano a la hora de relacionarse con el medio.
En la medida en que se define, se coarta parte de la viabilidad de lo que se está definiendo. “Define”: se le da fin; se le coloca en un claustro.
Luego, casi de inmediato, se le califica ‘de’, para colocarle en un grupo. Y luego se le clasifica… –o se lo clasifica- en base a algún parámetro que se considere el más oportuno. Al clasificarlo, se le da una clase, un estatus…
La abstracción que supone “definir”, “calificar” y “clasificar”, hace que nuestro contacto, nuestra comunión con diferentes niveles, sea lineal; sea cortante; sea contraída.
En la medida en que se define, se coarta parte de la viabilidad de lo que se está definiendo. “Define”: se le da fin; se le coloca en un claustro.
Luego, casi de inmediato, se le califica ‘de’, para colocarle en un grupo. Y luego se le clasifica… –o se lo clasifica- en base a algún parámetro que se considere el más oportuno. Al clasificarlo, se le da una clase, un estatus…
La abstracción que supone “definir”, “calificar” y “clasificar”, hace que nuestro contacto, nuestra comunión con diferentes niveles, sea lineal; sea cortante; sea contraída.
Cuando se define, se pone un comienzo y un fin.
Cuando se califica, se pone un sello.
Cuando se clasifica, se deja un rastro en la historia.
Cuando se califica, se pone un sello.
Cuando se clasifica, se deja un rastro en la historia.
Veamos un ejemplo: A un señor se le clasifica como hispanoparlante –mexicano, para ser más preciso-. Ya está clasificado. Eso conlleva unos prejuicios. Es decir, se le “califica” de potencial delincuente en los Estados Unidos; se le “define” –bajo unas determinadas circunstancias- como culpable de un delito grave. Pasados más de quince años, y después de súplicas por todos los sitios –incluso del presidente norteamericano-, el Estado de Texas ejecuta al reo, y pasa ya a la historia. Es una noticia más, sin duda, pero es… o nos sirve de muestra, por lo que conlleva el caso: que se le practicó un juicio inapropiado y se le negó una prueba fundamental para el tipo de delito –un test de DNA-.
Casi todos pensaban que -por la intervención del gobierno y, específicamente, por la presencia del señor Obama- las cosas no se iban a culminar. ¡Pero estaba clasificado!; estaba calificado; ¡había que definirlo!
Téngase en cuenta que éste es un detalle relevante –el que acabamos de contar-, por el contexto cultural y social en el que se vive; pero, evidentemente, dramas muchísimo más terribles están ocurriendo ahora… en Yemen, en Libia, en Siria –por citar lo más reciente-... Y ahí también podemos clasificar, calificar y definir.
Casi todos pensaban que -por la intervención del gobierno y, específicamente, por la presencia del señor Obama- las cosas no se iban a culminar. ¡Pero estaba clasificado!; estaba calificado; ¡había que definirlo!
Téngase en cuenta que éste es un detalle relevante –el que acabamos de contar-, por el contexto cultural y social en el que se vive; pero, evidentemente, dramas muchísimo más terribles están ocurriendo ahora… en Yemen, en Libia, en Siria –por citar lo más reciente-... Y ahí también podemos clasificar, calificar y definir.
Si en nuestras percepciones del entorno tuviéramos en cuenta lo que nos dice la ciencia –como física, astrofísica-, de que somos un “todo” que palpita, probablemente seríamos inclasificables; muy seguramente, incalificables; y, mucho menos aún, indefinibles. Es decir, seríamos indefinibles. Porque ese “todo” no se puede incluir en una vasija. Como la anécdota de Santo Tomás –o San Agustín-, que estaba cavilando a propósito de la naturaleza del Espíritu Santo y… y se le dijo: “Esto es como si con una taza trataras de vaciar el océano, llevando el agua de un sitio a otro”.
Sin duda, en la medida en que se define, se califica y se clasifica, controlamos; manejamos; dominamos; poseemos –“controlamos, dominamos, manejamos, poseemos”-. Y así es como, poco a poco –o rápidamente, según se vea-, la especie se ha hecho dueña de este lugar de universo, en el que clasifica, califica y define qué árbol vivirá, qué especie sobrevivirá, “dónde perforaré”, “de qué manera desforestaré”, “qué intereses preferentes utilizaremos para…” Y así, un largo etcétera que no tiene en cuenta, ¡para nada!, las implicaciones de unos seres con otros, las ramificaciones, las condescendencias… Ni qué decir tiene que las virtudes no existen en lo clasificable, en lo definido o en lo calificado.
Sin duda, en la medida en que se define, se califica y se clasifica, controlamos; manejamos; dominamos; poseemos –“controlamos, dominamos, manejamos, poseemos”-. Y así es como, poco a poco –o rápidamente, según se vea-, la especie se ha hecho dueña de este lugar de universo, en el que clasifica, califica y define qué árbol vivirá, qué especie sobrevivirá, “dónde perforaré”, “de qué manera desforestaré”, “qué intereses preferentes utilizaremos para…” Y así, un largo etcétera que no tiene en cuenta, ¡para nada!, las implicaciones de unos seres con otros, las ramificaciones, las condescendencias… Ni qué decir tiene que las virtudes no existen en lo clasificable, en lo definido o en lo calificado.
Ordinariamente se clasifica al vecino, al amigo, al esposo, al hijo, al conocido…; se le califica ‘de’, y se le define ‘como’…; ‘de cómo tal’…, ‘de cómo tal’…, ‘de cómo cual’… –“tal” y “cual” para los clasificados- ‘de cómo’... Y así, ¡el ser se los come!: “De cómo tal”, “de cómo cual”… Quedan totalmente “de-finidos”, sin apenas posibilidad de…, no digo ya defensa, sino de mostrar otras cosas. “De cómo tal…”, “de cómo cual”, “de cómo…”
Este sistema de funcionamiento mental, ¡nos constriñe! y nos impide dar un salto de percepción; de otro nivel de consciencia. Y fíjense: en las diferentes religiones se clasifica a Dios de una manera, se le califica como otra, y se le define… –por supuesto, aunque luego se diga en letra pequeña que “es indefinible”- se le define de una manera, en base al comportamiento que luego vemos de los diferentes fieles.
¿Cómo se puede clasificar a Lo Divino? ¿De qué manera es posible… o cuántas calificaciones habría que darle? ¿Y definirlo?
Los grandes libros de las diferentes religiones se han ocupado de clasificar, calificar y definir. Y así, se han fabricado modelos manejables, manipulables, posesivos…, y que han condicionado ¡el pensar!, ¡el sentir y el hacer!, bajo la hegemonía del poder, con el miedo.
Y cada cual busca que no le perturben su “status quo”. Cada cual busca que no se altere su plácida monotonía. Y cada cual busca que no se perturbe ¡su comodidad! Vivimos en una sociedad de consumo, ¡cómoda!, ¡acomodada!, ¡calidad de vida!, ¡Estado de bienestar! Y eso, que parece que está ahí suelto, entra como un cuchillo. ¡Y no se te ocurra perturbar el “plan… nuestro de cada día”! –no “el pan”, “el plan”- Porque si perturbas “el plan de aquel, de cada día” –sin pretender perturbarlo, simplemente contactas-, pues serás clasificado, serás calificado y serás definido como “improcedente”. Y a cada cual, por alguna razón, en la medida en que se le cambia de plan, ¡le viene mal! Y todo ese “venir mal”, con incapacidad de adaptarse, de plegarse, de solicitarse, de servirse, de darse…, viene dado por clasificaciones, ¡calificaciones!, definiciones.
Los grandes libros de las diferentes religiones se han ocupado de clasificar, calificar y definir. Y así, se han fabricado modelos manejables, manipulables, posesivos…, y que han condicionado ¡el pensar!, ¡el sentir y el hacer!, bajo la hegemonía del poder, con el miedo.
Y cada cual busca que no le perturben su “status quo”. Cada cual busca que no se altere su plácida monotonía. Y cada cual busca que no se perturbe ¡su comodidad! Vivimos en una sociedad de consumo, ¡cómoda!, ¡acomodada!, ¡calidad de vida!, ¡Estado de bienestar! Y eso, que parece que está ahí suelto, entra como un cuchillo. ¡Y no se te ocurra perturbar el “plan… nuestro de cada día”! –no “el pan”, “el plan”- Porque si perturbas “el plan de aquel, de cada día” –sin pretender perturbarlo, simplemente contactas-, pues serás clasificado, serás calificado y serás definido como “improcedente”. Y a cada cual, por alguna razón, en la medida en que se le cambia de plan, ¡le viene mal! Y todo ese “venir mal”, con incapacidad de adaptarse, de plegarse, de solicitarse, de servirse, de darse…, viene dado por clasificaciones, ¡calificaciones!, definiciones.
Y así se va desarrollando la comunidad de especie, en la que cada cual es un pequeño núcleo, revuelto y envuelto en un egocentrismo que no se puede… tocar, pero que, a la vez, para nutrirse, necesita del secuestro de los demás. Y así, cada uno va secuestrando de lo otro y de los otros –en el sentido del pillaje, en el sentido de la habilidad-, porque se han clasificado; se han calificado; se han definido. ¡No hay más!
Los modelos de especulación y de “charlas de café” son diferentes, claro; teóricamente más amplios, más liberales, más… Pero ni siquiera llegan a ser anécdota. Califican el hambre en el mundo como “grave” y “especialmente dramática” en el cuerno de África. Pero a la vez sale una noticia que dice que, en el 2.015 –les recordamos que estamos en el 2.011-, dentro de cuatro años, la mitad de los hambrientos del planeta estarán saciados.
¿Me lo quiere usted explicar otra vez, por favor? ¿Cómo se la va a maravillar para que eso ocurra? No, no hay explicación; hay… “naannna aaaaa… mmaaamm”…
Los modelos de especulación y de “charlas de café” son diferentes, claro; teóricamente más amplios, más liberales, más… Pero ni siquiera llegan a ser anécdota. Califican el hambre en el mundo como “grave” y “especialmente dramática” en el cuerno de África. Pero a la vez sale una noticia que dice que, en el 2.015 –les recordamos que estamos en el 2.011-, dentro de cuatro años, la mitad de los hambrientos del planeta estarán saciados.
¿Me lo quiere usted explicar otra vez, por favor? ¿Cómo se la va a maravillar para que eso ocurra? No, no hay explicación; hay… “naannna aaaaa… mmaaamm”…
Haití se sigue pudriendo mientras el presidente José Luis Rodríguez Zapatero dice que no saldrá de Haití hasta que Haití recupere un nivel aceptable. ¡Dios mío! ¿Estará hablando de algo de aquí?
Por eso se puede decir que… se ha llegado a un nivel en el que se juega con las cartas marcadas. Y una cosa es lo que se bambolea, se publica, se comenta, y otra cosa es lo que ocurre. ¡Qué cierto era aquello de que “las apariencias engañan”! ¡Era y es!
Por eso se puede decir que… se ha llegado a un nivel en el que se juega con las cartas marcadas. Y una cosa es lo que se bambolea, se publica, se comenta, y otra cosa es lo que ocurre. ¡Qué cierto era aquello de que “las apariencias engañan”! ¡Era y es!
Desclasificamos, y, así, la envoltura que presiona nos hace ver otras estrellas además del Sol.
Nos descalificamos, y así podemos expresarnos según lo que sentimos y lo que, vocacionalmente, nos llama.
Nos “des-definimos”, y nos hacemos huellas constantes, progresivas e infinitas, en el devenir ¡sin tiempo!
Nos descalificamos, y así podemos expresarnos según lo que sentimos y lo que, vocacionalmente, nos llama.
Nos “des-definimos”, y nos hacemos huellas constantes, progresivas e infinitas, en el devenir ¡sin tiempo!
Me dejaré mecer por la Nada, porque no tiene clasificaciones.
¡Me dejaré mecer por el Vacío!, porque no necesita calificaciones.
Me dejaré… ¡viajar! a través de la vacuidad, ¡porque su único aliado es el eco!
¡Me dejaré mecer por el Vacío!, porque no necesita calificaciones.
Me dejaré… ¡viajar! a través de la vacuidad, ¡porque su único aliado es el eco!
Sabré, así, que la Fuerza de la Creación ¡no me ha clasificado!, ¡no me ha calificado!, no me ha definido. ¡Me ha promocionado! ¡Me ha amplificado! ¡Me ha proyectado!
¡Me puedo sentir confabulado! ¡Me puedo sentir complacido! ¡Me puedo sentir enrolado y enroscado… en el vaivén del destino!
¡Me puedo sentir confabulado! ¡Me puedo sentir complacido! ¡Me puedo sentir enrolado y enroscado… en el vaivén del destino!
Y en la medida en que disolvemos lo clasificable, lo calificable, lo definido, entramos en la posibilidad –al menos- de “proporcionalizar” cualquier situación en relación con las máximas connotaciones, repercusiones y relaciones que tiene eso que estamos observando, viendo o que nos llega. Y antes de que aparezca la “cómoda posición”, la “plácida burguesía”, la “sensata defensa de mi bienestar”, pueda salir mi sorpresa, mi disposición, mi favorecimiento, ¡mi agradecimiento!, mi servicio.
Aunque sea una limosna, ¡que no muera el mendigo de la esquina! Es el equivalente de la llamada a mi puerta. Es el equivalente de una humanidad conmovida. Si lo defino, lo califico y lo clasifico, morirá y quedaré sin referencia, engullido por mi orgullo, mi vanidad y mi soberbia; la envidia sería mi guía; y la posesión, mi objetivo.
No se dejen morir al mendigo.
No se dejen morir al mendigo.
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