LLAMADA ORANTE
(Amaneció, atardeció, anocheció…)
11 de abril de 2011
Y un día amaneció; y con él se escucharon los sonidos secos de los disparos. Ni un solo pájaro cantó. Y en ese día, ¡amaneció!… y, los que andaban, cayeron y fueron relegados a la cuneta. Otros, mientras leían o jugaban, fueron ejecutados por… ¡su impureza!Y fue día… y fue amanecer… Y las cárceles se llenaron más. Los hospitales se pusieron a rebosar. ¡Las morgues!… agotaron sus hielos para conservar las carnes quemadas. Y fue un día… y un amanecer…
¡Y el día prosiguió! Bellos discursos se dieron, ¡y el nombre de Dios se pronunció… una y otra vez! Se saludaron los que intermedian; ¡prometieron y firmaron ayudas!
Por casualidad… amaneció, y siguió el día… con un nuevo temblor, también; como si ¡algo sobrara!… en este universo ¡de tierras!, ¡de aguas!
Y amaneció, y siguió el día y la tarde. Y muchos nacieron, y otros muchos fueron de entierro. Unos diciendo que sabían por qué, y otros… porque “la ley de vida era así”. Ninguno sabía algo.
Y amaneció… y atardeció… Y, aprovechando la tarde, ¡se olvidó –¡se olvidó!- el grano del alimento!, y las barrigas se engordaron, las hormigas aumentaron, ¡las moscas!... revolotearon, y los alientos ¡se apagaron! ¡Y mientras –a la vez- unos decidían el menú… o trataban de adivinar qué especie llevaba el guiso! O cuidaban… tomar esto o aquello, para acopiar vitaminas, oligoelementos o enzimas. ¡Encima de todo eso!, la tarde prosiguió, ¡y amaneció!... Y hubo mediodía, y se fue acercando… la noche.
Y a la vez, estudiosos se refugiaban en sus probetas, en sus bibliotecas, en sus centros especiales, ¡e investigaban e investigaban!… ¡y estudiaban y estudiaban! Y todos parecían buscar una cuota de poder a la que agarrarse, y a quien agarrar!… ¡para dominar, para mandar, para ordenar, para envidiar, para encelar!... ¡Para asustar!...
Y era tarde, y anocheció. Y las noticias ¡corrieron y corrieron!... como los ríos en sus saltos de agua. Y se gestó la confusión: “Que si murieron treinta”. “Que si no”. “Que si el bombardeo sólo mató cinco…” Uno dio una tregua; otro, no la aceptó…
¡Oh! Pero a la vez, barrios ilustres y… cepillados, vivían en su “Country Club”, con su palo de golf; con su risa ¡sardónica!; con su cóctel de la tarde…
Quizás, mientras se acercaba la noche –porque amaneció… ¡y fue de día, y fue mediodía, y fue tarde!-, pocos descubrieron lo que… los bienes que tuvieron, los dones que les dieron, ¡las facilidades que obtuvieron!, las oportunidades que aparecieron. Cada cual se sintió ¡un gran señor!, dueño de su vida y su destino.
Y se crearon leyes, ¡con tal destino y atino!, que… a todos constriñeron; ataron; prohibieron; ¡castigaron!…
Y amaneció… ¡y hubo media mañana, y mediodía… y tarde! Y entró la noche. Y pareciera que, con las campanas de luz de los luceros, el mundo se iba a transformar.
¡Sí! Ciertamente, lo hizo. Las emboscadas aumentaron; los asesinatos se dispararon; los alcoholes embriagaron hasta el golpe, la caída, el maltrato. ¡El llanto de las mujeres aumentó!... con la entrada de la noche. Su desespero se hizo deseo de muerte, ¡pensando que así se descansa en paz!
Unos… se prometieron –en el fragor de su sexo- amor eterno, en cuatro minutos nada más. Luego, mañana… ¡Ah, mañana, Dios dirá!
Y Dios –¡el mismísimo Dios!- quedó sorprendido de esa creación. Porque, ¡además!, adulteraron –en ese día- alimentos, piensos, mares, bosques, ¡ríos!… ¡nubes!...
Se aprovechó y se aprovechó tanto, ¡para almacenar tanto!, que se crearon ¡tantos y tantos empobrecidos!… que podían ser consumidos… hasta la extenuación, ¡en el trabajo!…; en la huida con una maleta rota, encima de un hombro caído; ¡unas sandalias que arrastran el polvo!; mirada…. ¿a dónde? ¡Y dando gracias a Dios por estar vivo!
Y como hormigas ¡rodeadas por un gran círculo de fuego!, anocheció. ¡Y vaya que se hizo de noche: oscura y tensa! Ni la luna se atrevió a salir. Y emigraron, y salieron, ¡y embarcaron!… buscando no se sabe qué. Y naufragaron, ¡y se ahogaron! Y no se contaron bien: podían ser 50 o 200. No tenían papeles.
Y era de noche, ¡y se desplazaban de un lugar a otro! ¡Se refugiaban en inhóspitos lugares!, para hacer felices a los que… les hospedaban: organizaciones sin intereses de lucro; sólo el “lucro natural” del pensamiento ¡mortal!... de ser mejor con el otro muerto.
¡Y pasó el día, y amaneció!... Y la mañana, y el mediodía, y la tarde. Y la noche no se hizo sueño. ¡Nooo! Se hizo ¡desespero! Se hizo ¡grito!...
Y como si nadie -“¡¡¿Hay alguien ahí?!!”-… como si nadie estuviera, culminó la noche, y se hizo de nuevo ¡otro día! “¡Noooo!, ¡por Dios! ¡Otro día!” ¡Sí! ¡Otro día!… de persecuciones, de algarabías… de mentiras…
¡¿Cómo… –¡milagro, milagro, milagro!- cómo la especie sobrevivía? ¿En esta tierra prometida…? ¡¡¿Quién prometió esta tierra?!! ¡¡¿A quién?!!
Mientras unos se lucraban, otros ¡se pudrían! Se pudrían, sin poder tener ni la más mínima posibilidad. Pero a nadie parecía importarle. Había suficiente fama y suficiente egolatría en la pocilga personal, como para… remilgarse en “mis razones”, y en “mis opiniones”, y en “mi verdad”.
Y cada cual trataba de hacerlo de tal manera, que… ¡se imponían sobre los más pequeños, sobre los más débiles, sobre los más indefensos!…
¡Ah! Carteles. Carteles, entre unos y otros, se ponían.
Unos idolatraban a otros, ¡por un tiempo! Luego los traicionaban o los abandonaban, cuando ya poco jugo sacaban. Y así uno con otro, y sobre otro.
¡Oh!, ¡sí, sí, sí! Cuando estás historias se escuchaban… en oraciones dolidas, ¡siempre alguien pensaba!: “¡Pero hay muchas cosas buenas!” ¡Claaaro que las hay! ¡Sí!... ¡¡¿Cuántas reparte usted?!! ¡¡¡¿CUÁNTAS COSAS BUENAS REPARTE USTED… AL CABO DEL DÍA?!!! ¡¿Y usted?!... ¡¿y usted?!... ¡¿y usted?!
¡Sí! ¡Claro que hay muuuuchas cosas buenas! ¡Seguro que sí! Pero están escondidas. ¡Oh!, ¡están escondidas! ¡Síii! Nadie sabe exactamente dónde. A lo mejor, ¡Dios las tiene guardadas de reserva para los que se porten bien!
¡Ah, ¿si?! ¿Hay alguien que se porta bien? ¿Hay alguien bondadoso? ¿Hay alguien generoso? ¡¿O esperan que todo sea gratis, regalado, porque… “Para eso estoy aquí”, “para eso colaboro”, “para eso ayudo”… “Para eso he venido al mundo: para que me sirvan a mí. ¿Yo, servir? ¡Si me interesa! Si renta o beneficio, o aplauso o beneplácito, recibo. Si no…”
¡Ah, el mundo es así! ¡No vale quejarse! ¡Llorones de mierda, que se andan siempre disputando la carnaza! ¡Acusándose unos a otros de los destrozos! ¡Nunca, de las bonanzas! ¿Dónde están las bonanzas? ¡¿Quién maneja…?!
Porque, ni siquiera el darse cuenta, los privilegiados que… desayunan, comen, meriendan, almuerzan y cenan, ¡ni siquiera ésos!… son conscientes de los beneficios que tienen, que les han dado, que les han otorgado,sin haber hecho “¡nada!”... para lograrlo.
¡Sea lo que sea, que lo pague otro!; ¡que se encargue otro!; ¡que lo haga otro!... Que se esfuerce otro.
Unos, no tienen tiempo; otros, no saben; ¡otros, no quieren aprender!; otros, ¡jamás aprenderán!; a otros, les entra por un oído y les sale por otro.
¡Manada dispersa de corderos y leones, de tigres y anfibios!, que se mueven desesperados, esperando el mejor puesto, el mejor lugar… El esfuerzo… ¡Ah!, ¡el esfuerzo! ¡Que lo hagan otros! “Ya buscaré… ya encontraré buenas oportunidades, en las que me pueda aliviar… a costa de otros, ¡claro! ¿Yo, aliviar a otros? Depende. Si algún título me dan, si algún aplauso me ofrecen, si es una obra de caridad, ¡si se me reconocen mis aportes!… entonces, quizás… quizás… quizás.”
Y amaneció… ¡y las calles estaban desiertas! Los desiertos, más desiertos que nunca. Los mercados –¡ah!-... con sus últimos recursos; mientras, en otros lugares, con sus óptimos mantenimientos, seguridades: pasteurizados, homogeneizados, uperizados, ¡desinfectados!, “¡desinsectados!”…
Seguridades y consumos homologados… “por el bien de todos”; sin que se sepa muy bien qué es “el bien”, y quiénes son “todos”. ¡Cuántos?... ¿También están Ceuta y Melilla? ¿O sólo existe Barcelona y Bilbao? –¡por poner un regionalismo estúpido!-.
¡Dios!.... Ja, ja, ja… Dios, ¡túuuu!… tú que estás en todas partes –¿no?-, ¿tú has visto algo igual en alguna otra parte? Tú, que gestas sin cesar universos infinitos, desde tu inmensa Bondad, ¿has visto algo igual?
“…”
Te quedaste mudo. No te atreviste a hablar... Dejaste que te hablaran. Y ya eso es una gran ¡bondad! Porque se puede sacar lo que atascado se queda, cada día de tu Creación.
¡¡Y, ay!!, ¡ay! Tienes la verdad cuando… ¡a poco que pensar!... –¡aunque no se quiera!- ¡¡se sabe que las cosas se pueden hacer bien, y de verdad!!
Bien, y de verdad. Que, ¡sin tiempo, el tiempo sobra!, y hay que dejar ¡de angustiarse y de angustiar!…
¡Claro! Por supuesto que, al orar en este tormento, cualquiera puede decir: “¿Y esto qué tiene que ver conmigo? Yo estoy bien con mi novio”; “Yo estoy bien con mi novia”. “Yo tengo lo que quiero”. “Yo consigo lo que necesito. ¡No me falta de nada! Tan sólo discuto porque… si el horario me conviene, o no. ¡Ahora no puedo! Mañana, sí. Pasado, tal vez… ¡Pero yo voy a lo mío! ¡¡A lo mío!! ¡A lo puro mío! Y miro de reojo… y paso una vez, y paso otra… a ver si se arregla lo mío. Porque, a mí, ¡lo que me interesa es lo mío! Lo de los demás, ¡bueno!... ¡allá cada uno! ¿¡Yo qué tengo que ver con todo eso!?”
Y amaneció… y atardeció y… ¡anocheció!, una vez más. ¡Y así siguió!… y sigue. Y, ante el dolor, la pequeña queja personal de si… “¡hoy no he dormido bien!, o mañana mal; o si mi niño no hace lo que quiere, o yo no consigo lograr lo que deseo”.
Y amaneció, y atardeció… y anocheció. Y cada cual fue buscando que alguien le dijera: “Sí; muy bien lo que haces”… para así hacer responsable al otro. ¡Para así no arriesgar!... ¡opinión, criterio, ¡valor!!
-¿Valor? ¿Ha dicho “valor”?
-¡¡¡VALOR!!!
-¡Oh!… Palabra antigua de los “bárbaros”
Y amaneció… -sí-, y se hizo mediodía y… anocheció. Y unos se casaron; otros fueron de entierro; unos se pusieron de luto; otros, se manifestaron; otros –tranquilos en sus sofás- en la tele se quedaron; otros, vagaron sin sentido; otros, ¡creyeron descubrir!… mientras otros engañaban; y otros, celebraban lo que ganaban, mientras los que perdían, lloraban.
Y amaneció… ¡otra vez!… ¡Y otra!, ¡y otra!, ¡y otra! ¡Y por más estrellas que poblaran la noche!… no aparecían más poetas; por aquello de un alivio tierno, de una flor: aunque, sin perfume, pueda alegrar nuestra vista.
¡Dios… de humanidades! Silencioso carambolista de grandes oportunidades. ¡“Amanecedor” implacable!, con tus noches incluidas… con tus vientos y tus mares… ¡Nos dejas aún… con la palabra encendida! Incluso, ¡nos dejas esperanzarnos… en Ti, sabiendo que no somos dignos!
Aun así, la bendición ¡se derrama! ¡Aun así!, los dones ¡se expresan! ¡Aun así, las ganas se tienen! Aun así ¡me puedo prometer! –aunque sólo sea un día-… que ese día seré… ¡seré lo que de mí se pensó!; ¡seré lo que de mí se espera!; ¡seré una graaan ilusión! Porque la oración me lo augura, ¡me lo presagia!, me lo avisa.
Sí. Es sorprendente que esto ocurra, pero… ¡se siente!
Se sospecha, Dios, ¡que te arremolinas en nuestro ombligo para conectarte a nosotros! ¡Para enseñarnos… las maravillas! ¡Para mostrarnos… nuestros infinitos! Para que nos demos cuenta de lo que nos amas… ¡y de lo poco que se ama!
¡Ay!... Quizás, cuando llegue la tarde –o la noche-… el día… sea diferente…
Quizás…