LLAMADA ORANTE
7 de febrero de 2011
Es decir, dícese de “memorias de reproche”, de aquellos elementos más bien amargos -pero, en el tono de humor: dulces, patatas fritas, chicles, caramelos, chocolatinas, bombón helado-, que los seres de la especie humana se suelen intercambiar como un método de comunicación -de comunicación-.
¡Sí!
-Yo te reprocho… -dícese: “reclamar, quejarse, demandar”- algo que tenías que haber hecho, que prometiste hacer o que te correspondía hacer -según mi criterio o según el criterio social imperante- ¡y no hiciste!
-Entonces, según eso, todos somos reprochables.
-Todos, todas, y los que vendrán.
Es decir, la memoria del reproche es una memoria de desastres, de fracasos, de cárcel, de prevención, de desconfianza.
La oración nos ilumina a propósito de ese tipo de memoria, porque quizás no sea la más adecuada para poder mirar hacia el futuro; para poder esperanzarse en algo.
Porque el reproche -“la reprobación”, si quieren- es como si todos lleváramos un traje de lunares, y lo único válido es lo blanco que hay entre un lunar y otro.
¡Ea! ¡Todos con traje de lunares!
De vez en cuando -¡de vez… en-cuando!-, cuando… se habla de “una conducta irreprochable” o de “una acción irreprochable”, eso puede durar un pelín, dos pelines, tres pelines; un penique, dos peniques, tres peniques -si vale una libra, ya… ¡bueno!-. ¡Y depende de para quién!… Porque puede ser que su hacer y su estar y su comportarse, sea irreprochable para los de su casta; en cambio, sea usted reprobado y reprochable por los de la otra casta.
“Casta” -o dícese de grupo humano que tiene unas filiaciones “de-terminadas” y que se diferencia de otras “deter-minaciones”-.
Entonces, no es fácil, en esa memoria reprochable, encontrar alguien irreprochable; porque -como dice su nombre- es una memoria reprochable, y sólo se entera y se encarga de lo reprochable; igual que los receptáculos que sólo reciben vidrios para reciclaje, sólo reciben cartones, o sólo reciben objetos varios.
Entonces, la memoria reprochable sólo sirve para reprochar.
-¿Y eso… desde el punto de vista del sí, del no; del bueno, del malo; del Yin, del Yang -desde ese punto de vista- existe la memoria irreprochable?
-No.
-¿Cómo?
-¡No!
(Alguien estornuda)
¡Salud!
¿Ven? Por ejemplo, un estornudo puede parecer reprochable, porque se expanden al exterior partículas y sustancias que fácilmente pueden contaminar a un sistema inmunológico cercano que no esté debidamente preparado. Y se suele decir:
“Me lo has pega’o. Me has pega’o… ¡Eres un reprochable!”
Mas véase bien que, para aquel que estornuda, lo desagradable, lo expulsa, y lo incómodo, lo elimina; es decir, que sería irreprochable un buen estornudo porque, para el que lo hace, le desahoga, le descongestiona, le refresca.
Quizás fue el primer elemento sonoro que experimentó el ser humano -aparte del bostezo- y a partir de ahí se animó a cantar, y así le va…
Lo establecido reprochable -en memoria-, sin duda, ha retardado la comunicación, la relación…
Y, puesto que no hay memoria irreprochable sino que hay recuerdos de hechos, o circunstancias o personas -según qué reglas- “irreprochables”, ¿qué tal si, bajo la óptica de la oración, y teniendo en cuenta que
No obstante, aparte de ese puñado de sabios y científicos que, dado su nivel, piensan que es muy mejorable
No tenemos nada que reprocharle.
¿Hay algún reproche a propósito de
¿Hay algo que reprochar a la nebulosa de Orión? ¿Hay algo que reprochar a Mercurio -el planeta más cercano al sol, de nuestro sistema solar-? ¿Hay algo que reprochar a la nebulosa del Cangrejo o a la del Caballito de Mar? ¿Hay algo que reprochar a la reproducción de las chinches? ¿Hay algo que reprochar al cortejo afectivo del mosquito?
¿Hay algo que reprochar al sistema de reproducción permanente, de este año que acabamos de estrenar:
Es decir que, si repasamos, ¿qué le vamos a reprochar a un diamante, a una esmeralda, a un rubí? ¿Qué le vamos a reprochar a una gardenia, a un ciempiés, a una caoba, a una palmera? ¿Hay algún reproche acerca…? ¡Quizás los cocos están un poco altos!, pero tampoco hay necesidad de subir a por ellos: ¡se caen! Lo que pasa es que si tienes mucha cosa, pues…
¿Algo que reprochar al sistema de convivencia de las abejas, o de las hormigas?
¿Algo que reprocharle a la piel del cocodrilo?
¿Algún reproche, al salto elegante de las ballenas?
¿Hay algún reproche a la forma de llover, de nevar? ¿Algún reproche contra el viento?... ¡En sí! Luego, claro, vendrán los reproches de que: “Ha llovido demasiado, y nos hemos inundado”. “Ha nevado demasiado, y nos hemos congelado”… Pero eso son circunstancias…
Evidentemente, se les puede reprochar muchísimo a las inundaciones, pero ¡necesitamos el agua! En sus debidas proporciones, sí. Pero tenemos suficiente inteligencia como para poder canalizar grandes cantidades de lluvia.
¿Algún reproche al amanecer? ¿Al atardecer?...
¿Algo que reprocharle a la miel, al huevo, a las plumas?
Es decir que la muestra de
¡Fantástico!
¡Claro! El hombre, en su reproche -porque parece que no sabe hacer otra cosa, a veces- le llama “el pájaro bobo”. ¡Jo! Pues para ser un pájaro bobo, ¡cómo se lo monta! ¡Dónde sobrevive! ¡Cómo nada!...
Pero es un reproche común, por parte de la humanidad, reírse -¡pero no en el sentido de compartir sino en el sentido peyorativo!- de todo lo que no sea ¡uno mismo!...
Es decir: “¡Qué bonito es reírse de los defectos de los demás! Pero no consiento que se rían de los míos porque, entre cosas, no los tengo”.
Eso lo dice cada uno. ¡Imagínense el lío de violencia que genera la memoria del reproche!: si cada uno piensa que tiene derecho a reírse de los defectos de los demás, y no es justo que se rían de los suyos porque uno no tiene, entonces…
-¿Qué hacemos?
-¡Pues pelearnos!
-¡Vale!
Ahí queda la tilde del sentido orante, para tener, en presente constante…
No existe una forma verbal que se llame así: “presente constante” -al menos, conocida-. A lo mejor existe, y nuestra ignorancia no nos permite reconocerla, y creemos que la hemos descubierto nosotros. ¡Pero, bueno!, el presente constante del verbo “constatar” nos dice que podemos tener, en presente constante, la evidencia de lo irreprochable. Y quizás, bajo esa perspectiva, la memoria de lo reprochable se diluya, se amaine; se vea que -¡incluso, incluso!- está dejando de ser rentable.
No olviden tener presente a los pingüinos.
¿Había otra memoria, no?
“Memoria de deberes”.
¡Ay!, “el deber”. ¡Todo el mundo debe algo!
La memoria del deber se refiere, en este caso orante, a aquellas… -presten atención, por favor- a aquellas capacidades, aquellas cualidades, aquellas virtudes que los seres humanos tienen, y que deben poner al servicio de los demás.
Porque todo lo que no sea uno, está de más, ¿verdad?
Sí. “La memoria del deber” es como la memoria de la necesidad social; la memoria de la especie conjuntada o conjugada; la memoria de que nos necesitamos los unos a los otros, pero en virtudes, en capacitaciones:
¿Usted qué sabe hacer? ¿Usted en qué es experto? ¿Usted…?
¡Eso! Eso son los deberes.
“Debo a mi entorno mi capacidad de cantar. Le debo mi capacidad de jugar. Le debo mi actitud de organizar…
Le debo -en definitiva- aquello bueno que me reconocen, y que conozco que puede servir y ayudar”.
¡Esa memoria hay que activarla! Ése es el verdadero débito: estar de acuerdo con los recursos que
Como sabemos, habitualmente, los seres se retraen, se dosifican, se guardan, se esconden… Hay que -a veces- perseguirlos, pedirles y suplicarles:
-Por favor. ¿Tú querrías participar, tú querrías colaborar en… hacer esto o aquello? ¡Porque tú sabes! ¿Te importaría enseñar a leer y a escribir a esta persona, que no sabe? ¡Tú sabes leer y escribir!
-Ya, pero… es que estoy muy ocupado y… y no tengo tiempo para esas tonterías. Quiero decir, eso lo aprende uno, solo. No necesitas que nadie te enseñe.
-¡Hombre, sí! Sí, es posible -por supuesto- aprenderlo solo, pero supone un esfuerzo que, comparativamente con si tú lo enseñas -porque lo conoces-, va a ser mucho más fácil.
Es decir, el ejercicio de la memoria de lo que se debe, en base a lo que se sabe, en base a lo que se conoce, en base a la bondad virtuosa que cada uno tiene -y que otros le reconocen-, hace posible un desarrollo y una promoción muy significativa; muy de logros y esperanzas.
Y esto nos lo revela la oración como un hecho, no solamente necesario sino urgente. “No solamente necesario sino… ¡urgente!”.
¡No te guardes tanto!
La oración apela a la generosidad innata del ser, para… al menos sentirse protagonista a la hora de dar; sentirse importante a la hora de que le reconozcan sus capacidades.
Y luego tenemos la memoria de Creación.
De Creación. ¡Ay!...
Hemos visto las evidencias irreprochables de
Algunas veces recordamos salpicados incidentes a partir de un tiempo; a partir de tres, dos…
Algunos dicen que recuerdan cómo tomaban el biberón a los tres meses, pero, salvo excepciones -¿verdad?- eso no se suele recordar. Ni tampoco recuerda uno la primera vez que dijo “mamá”.
Y lo que es un poquito penoso: no recordamos lo ricos que éramos; lo bonicos que éramos. No recordamos lo simpáticos que éramos. Porque, los que dicen que nos vieron -que dicen-, dicen que éramos divertidos, graciosos, caprichosos, simpáticos… También nos reprochan que éramos ¡llorones, llorones y llorones! Pero, en general, predomina el recuerdo de que, en aquella época, excepciones aparte de enfermedades y dramas…
Como el que leíamos antes de ayer: una pequeña noticia decía que habían sido encontrados trece niñas, siete niños y un recién nacido, todos de pequeña edad -el máximo parecer ser que tenía 6-7 años-… habían sido encontrados ‘trece niñas, siete niños y un recién nacido’ que vagaban por el muro de la vergüenza que hay entre Méjico y EEUU.
Cuando fueron detectados por la policía, y se les preguntó por sus padres, respondieron que se los habían robado. Parece ser que una mafia -o como se llame- había secuestrado o robado a sus padres, para lo que fuera. ¡Y ahí!, esa pequeña tribu de infantes vagaba por… cerca del muro…
De seguro que a ninguno se le va a olvidar -en la medida en que sobrevivan- todos los días que estuvieron vagando por esos lugares. A nosotros, desde luego, no se nos va a olvidar.
Quizás, ya, la palabra “cruel”, no tenga sentido. Y quizás, todo sea ya mercancía: compra y venta y beneficio. ¡Y ya!
Pero, esa memoria de Creación, es esa memoria que… no sólo es de recuerdos vividos, o vividos por otros…
Que, quizás, a todos nos pertenecen los recuerdos de los demás, ¡porque son recuerdos de especie!; de lo que se podría decir comúnmente como “la familia humana” -aunque, quizás, el término “familia” no sea muy afortunado en este caso-.
Si la memoria del conjunto humano nos pertenece a todos -no como posesión sino como experiencia-, sin duda, debe haber una memoria de Creación que está ahí, y que se corresponde -¡sin duda!- con la memoria del impulso diario y continuo con el que nos alerta nuestro cuerpo para querer beber, comer; para buscar, reír, saltar…
Quizás, en esa memoria biológica de estructuración, desde el sentido orante, podamos rescatar y percibir -¡ay!, ¡sí, Señor!-… la memoria de Dios.
La memoria de
Quizás convenga recordar, al menos, esa hipótesis; al menos, considerarlo como teoría o como posibilidad, dentro de esa pregunta que dice “quién soy, de dónde vengo, por qué estoy aquí, adónde voy”… -y todas esas minucias-.
Quizás, incluso aprovechando eso, orantemente podamos, debamos -¡y tenemos la ocasión y la oportunidad!- recordar Lo Divino. Recordar lo que heredamos; lo que heredamos de… más allá de nuestros momentos de capacitación.
Más allá de nuestros reproches o irreproches… soy un ser de gestación de amores.
Soy un ser promovido por un misterio.
Soy un ser respetado por
Soy un ser que necesita estar.
Como ser, no tengo voluntad. Como ser, tengo expresión, actuación. Y cuanto más recuerdo mi procedencia celeste, ¡más soy capaz de mi deber de recordar mis capacidades para disponerlas a quien corresponda!, y más me fijaré en lo irreprochable para que, mi vida, ¡nuestra vida!, no se convierta en un reproche permanente de recuerdos interminables; y, en definitiva, de destrucciones inevitables.
Orantemente -sí, bajo esa actitud- es como la memoria de Creación surge transparente, misteriosa, bella, irreprochable, generosa, amable, enamorada.
Amante del vivir; amante del compartir; amante del confluir; amante del reír; amante del juego sutil…
Amante de ideas y propuestas capaces de generarse.
Amantes de eternidades… sin-fin.
Ámen, ámen, ámen…
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