viernes

Lema orante semanal

LLAMADA ORANTE
24 de enero de 2011
No son los mejores tiempos para las “con-fianzas”. Casi se parece a las finanzas: “con-fianzas”. Pudiera… pudiera pensarse que las confianzas y las finanzas… tienen mucho que ver.
¡Sí! Es como una inversión ¿no? Y el ser invierte sus finanzas, con el fin de financiar la compra de, y con el fin de financieramente estar mejor y… bueno, hacer parte de su vida un problema de rendimiento, de ganancia de tipo económico, que pueda transformarse paulatinamente -y en concreto- en realidades materiales como casas, frigoríficos…, lavaplatos o chalets.
Y, claro, en la medida en que la cultura se va materializando, “conciencizando”, “concientizando” científicamente de los beneficios, los bonos del seguro, los bonos del Estado, los bonos…, la emisión de deuda pública, etc., etc., –términos de economía- en la medida en que se le pone precio a todo y se le busca un rendimiento, pues también aspectos que podrían estar en otros niveles, se economizan.
Y la confianza está “economizada”. ¿Quién la “desenconomizará”? El “desenconomizador” que la “desenconomice”, buen “desenconomizador” será.
Esto significa que se tiene confianza ¡hasta cierto punto! O hasta el “punto y coma”, o hasta la “coma”, o hasta los “puntos suspensivos”, o…

Y es frecuente ya escuchar con tanta asiduidad: “Pues no confío, pues ya no me fío… No, no confío”.
Hasta los bancos han fallado.
Pero si nos fijamos en la confianza que a lo largo de la historia ha estado sin ser un pariente tan íntimo con la economía y con las finanzas, vemos que gracias a ella, los pensamientos, las ideas, los proyectos, los haceres, se han conjuntado, se han emparentado, se han agrupado, han colaborado… Con sus fluctuaciones, cierto, pero han sido… participes de… proyectos. Y, en alguna medida, lo que se puede considerar –hoy- un logro, ha sido gracias a la confianza que los seres de diferentes comunidades han tenido.
Y un detalle importante -muy importante- y es que la confianza también tiene su territorio individual. Y en ese territorio individual -cuando se ha perdido la confianza en los demás- si se pierde algo de confianza en uno mismo, aparece todo ese cuadro abigarrado y frecuentísimo en las comunidades -sobre todo pudientes- que es la baja autoestima. Porque, aunque pueda resultar un poco cursi, tiene de trasfondo una falta de confianza en sí mismo. Se conoce poco el ser a sí mismo, y con ello, va descubriendo que aquello que creía conseguir o iba a  conseguir o estaba a punto de, no siempre ocurre.

La crisis de confianza que vive la comunidad humana es grande. Y seguramente… ello contribuye a que los estados de tristeza, de melancolía, de… depresión, estén ahí… latentes e inquietos como la gelatina o el flan; no sean solidarios ni confiados como el arroz con leche que, normalmente, cuando  está bien hecho, pues están de acuerdo cada grano con su canelita y su limón ¿verdad?, y su dosis adecuada de dulce. Pero no está inquieto cuando se mueve el plato, como la gelatina, que no sabes donde poner la cuchara, y luego en la boca se te escapa de un colmillo a un molar. No, aquí… la confianza mutua de los granos de arroz… con leche, es una muestra de “so-li-da-ri-dad”; y que un grano confía en el otro, gracias a lo cual… el cocinero, la cocinera consiguen… el agradable plato.
-¿O sea, que nos falta arroz con leche?
-Pues puede ser que sí. Para entendernos. Porque a veces las palabras técnicas y tecnológicas nos confunden y no nos llegan al corazón, en cambio un buen arroz con leche -¿qué quieres que te diga?- pues te pone el cuerpo… muy bien. En cambio, una gelatina, aunque sea Royal, y un flan Dull como que… te deja sin mucho comentario; en cambio un buen arroz con leche te da para comentar un montón.
Hay hasta una canción que dice:
“Como se que te gusta el arroz con leche por debajo la puerta te meto siete”.

Es una forma muy primitiva, muy española –cuando existía España- de tratar los estados de baja autoestima, de depresión y de falta de confianza: “Ponga arroz con leche en su dieta”. ¡Ya verán, ya verán! cómo, al final, va a resultar que es un excelente antidepresivo.
¡Ay!... Siempre se corre el riesgo, cuando se simplifica, se populariza o se “humoriza” aspectos tan importantes, al menos como la confianza. Pero necesitamos movernos en diferentes niveles, ladys and gentleman; sí, necesitamos ser serios y… pero también necesitamos reírnos, necesitamos jugar, necesitamos compartir, necesitamos hablar, necesitamos leer, necesitamos ponernos elegantes…, o ponernos el mono de trabajo y pasearlo un poco. ¡Hace falta! Porque…, porque somos, somos –a ver si esto se puede aprender y luego ejercitarlo- somos seres “multi-dimensionales”. ¡Oh, sí, sí! Ayer éramos levitadores, hoy multidimensionales.
Habitamos en muchas dimensiones. Lo que ocurre es que a veces nos quedamos en una y no visitamos otras, y en consecuencia, claro…., establecemos carestías. Y empezamos a carecer de alegaría, de humor, de entusiasmo, de ganas, de… Porque la financiera, la financiación, la economía, los gastos…, el rendimiento, la ganancia… y otras cosas tan importantes, nos secuestran en un solo lugar. Y…. no es un buen movimiento.
La oración nos enseña –y en este caso- que en nuestras “multi-dimensiones”, simultáneamente estamos -por muy centrados que estemos en algo- estamos a la vez en otras cosas. Es como el conductor que… no deja de meter el embrague o de cambiar la marcha cuando se le ocurre pensar en el menú de la noche, sino que, a la vez, simultáneamente, conduce, piensa en el menú de la noche, mira por el retrovisor, pone la radio e incluso –si no hay nadie en el coche- enciende un cigarrillo.
¡Ah!... “Multi-dimensión”. Secuestro. Secuestrado por las finanzas, el ser vive su vida como una economía sostenida, mantenida, boyante, pobre, rica… depende. Materializa y “monetariza” todas sus posiciones, y eso lo lleva a su salud, a su… imaginación, a su fantasía…
¡¿De qué te vale componer un verso?! ¿Vives de eso?
¡¿De qué te vale cantar una canción?! ¿Es que eso te va a producir algo?
¿De qué te vale imaginar y…?

La verdadera “cordura” es aquella que nunca se ata, es aquella que nunca hace nudos, es aquella que… se hace columna, es aquella que se va vertebrando -vértebra a vértebra-, se va flexibilizando… y, sin anudarse, se va extiendo y expandiendo. No es cordura las ataduras; no son corduras dejar la nave atracada; no son corduras estar sujeto; son corduras navegar con el viento, buscar las mejores  posiciones…
Corduras de aliento las que hicieron que el ser de pie se pusiera y, pudiera alcanzar un nivel de horizonte, lo suficientemente atractivo como para caminar hacia él, hacia nuevos horizontes, con la ¡con-fianza! que le prestan sus pasos, que le dan sus piernas, que le ofrece su ilusión, -que le ofrece su ilusión-.
Todas las especies -todas las especies-, todas la pluripotencialidades de vida confían en… en todas; la especie humana no. Al decir “no”, es un “no” suave, puesto que lo que hace ahora es cambiar de confianzas o desconfiar ya de todo y de sí mismo, para que cuando llegue a ese punto, transitar sin… sin participar, y encima pensar que lo hace bien y no molesta. Y es todo lo contrario: en la medida en que no confiamos, en la medida en que desconfiamos de nosotros mismos, y pasamos por la vida y por la historia como almas en pena, producimos pena, producimos dolor, producimos tristeza, producimos desanimo, contagiamos…
La desconfianza, sin duda, ha demostrado que es contagiosa. No todos, no todos se contagian, pero tiende a contagiar, porque es lo más… fácil, ¡fácil! Lo más fácil es destruir. Componer, arreglar, regular, renovar, rehacer… ¡ay! requiere un esfuerzo, un cambio, un estar en otra actitud…, un confiar.

Ya nos decían a veces de pequeños: “Tu no te fíes de nadie. Tu fíate de ti mismo”.
Nos han ido preparando -la cultura del producto, la renta y el beneficio- para confiar en uno mismo y hacerse el rey del pop, del rock, del papel, de la “minipimer” o el rey de… “Azulejos López”.
Claro, en la medida en que aparece alguien muy confiado de sí mismo, en un ambiente de desconfianza, no es difícil que pueda triunfar. Y por eso el sistema de desconfianza sigue funcionando y extendiendo sus tentáculos, porque aparecen nuevos millonarios, nuevos grupos de presión, nuevos personajes importantes que, basados en su confianza y manejando adecuadamente la desconfianza de los demás, son capaces de llegar a.
La mentira, la gran ayudante, multifacética y multidimensional, ayuda mucho.
Las versiones, las justificaciones y las estrategias se vuelven sutiles y…, como –realmente- confiamos en que seamos los reyes…, el latido de la vida se hace cada vez más restrictivo, menos cómplice, menos participativo.
Y si… la confianza se había… minimizado entre los seres, y -como hemos mencionado de pasada- las diferentes especies confían en las demás para poder continuar, y esta extraña especie humana, que destruye tantas especies diariamente…, ¿quién, quién tiene confianza en ella para que siga actuando con tanta impunidad?
A pesar -y pesa, ¡eh!- de esa desconfianza, de esa búsqueda de rendimiento, de ganancia, de reinado, de “cueste lo que cueste alcanzar los objetivos, los beneficios, las rentas…”, a pesar de todo eso, la Creación…, lo Divino -desde su lejanía ¡e inmediata proximidad!- confía en el ser de humanidad.
Y esto, desde la óptica orante, es muy importante, mucho. Mucho, porque el orante se acostumbrado a decir:“Confío en que Dios me ayude… confío…”
¡No! ¡La bondad suprema no tiene duda!
Lo increíble es que confíen en ti. Y si eso ocurre -¡y ocurre!- no, no puedes evadirte. Puede resultar muy evangélico o muy “de catequesis” o muy de… pero ¡Dios confía en ti!
Cuando decimos: “En Dios confío”, nos hacemos protagonistas y sujetos de la frase, de la oración, y Dios no necesita de nuestra confianza. ¿Capicci? No necesita que le ayudemos.
Si lo increíble de la vida, es que confían en nosotros… “¡a pesar de!”. ¡Y pesa!
Los sistemas multidimensionales de la vida confían en Pedro en Ana, en Andrés, en Lucia, en Ana…. En… Confían ¡¡Yes, Sir!!
Si no hubiera sido así, si no fuera así, nos caeríamos de esta levitación y vagaríamos ingrávidos por el vacío de la Nada, sin darnos cuenta.
Por tanto… no hay que obsesionarse –orantemente- en preguntarse una y otra vez si confío o no confío:
-No se… yo confío en Dios pero… pero veo que no… a veces. Confío en… pero…
-¡No! ¡Descubre, por ser orante y por la mínima fe que puedas tener, que confían en ti!
-Pero si yo soy…
-Deja de ser protagonista, deja de… destrozarte, clavarte, pincharte, dañarte, afearte. Confía en ti. Y no confía en ti el señor o la señora de al lado -que es importe, por supuesto- sino que hay una Creación ¡eterna!, que eternamente confía en usted.
¡Eso hay que grabarlo en cada célula! Confían.
Las vidas multidimensionales confían en nosotros, como una… una pequeña parte de expresión de la vida.
La vida surge porque la Bondad confía en la expresión de su propia… “caridad”.
¡Ay! ¡Ay! ¡Hay que darse cuenta!... de esta evidencia. ¡Y si el ser es sensato!, es decir, si sus sentidos están en su lugar, -no digo ya que sea cuerdo, a lo mejor no está muy cuerdo tal y como lo hemos descrito- pero si es mínimamente sensato, se da cuenta que… que es verdad, que confían en sus latidos, en sus respiraciones, en sus células, en sus humores.
Y confían, nada más ni nada menos, que la mismísima Creación.
Lo Divino confiando en usted, en ti. ¡Y lo hace! sin… jaleo, sin bulla, sin estridencias; ¡y lo hace a través de otros!, y lo hace también directamente… Multidimensionalmente.

¡Eso nos debe de llenar de… de alegría desbordante!
Sí, es cierto que nos puede abrumar porque… Pero la Bondad -expresada en caridad- de lo Eterno no asusta, ¡no debe de asustar! Nos compromete, nos empuja, nos ayuda…
Sabemos de una confianza ¡fiel!, ¡eternamente fiel! ¡¡Y eso es motivo de gozo!!
Y así, con ese impulso, podemos… alcanzar cualquier necesidad, podemos cumplir cualquier plazo.
Dios mismo no se va a poner un obstáculo; Él no va a dejar de confiar en sí mismo.

Abandonemos el protagonismo de nuestra confianza depositada en lo Divino, y asumamos y aceptemos -con humildad y sumisión- que ¡confían en nosotros!... a pesar de. -¡Y pesa!-
Déjese, el ser, en el percibir la confianza que sobre él asiste; déjese, el ser, de ser el protagonista; hágase -el ser- el enviado, el represéntate, el equivalente, el similar, el semejante… Y siéntase, en  consecuencia, digno y… gozoso por tal designio.
Hágase, entonces, confianza entre los seres. Y promovamos esa confianza mutua que posibilite… nuevos amaneceres ¡multidimensionales!, que nos lleven a continuas y diferentes ideas y proyectos, que muestren –realmente- que hay motivos para confiar en nosotros.

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