domingo

Lema orante semanal

ANDANDO, ESCALANDO, SIN DAÑO
1 de noviembre de 2010
Andando. Andando, dando y dando…, se hace un sendero que, si en verdad se ha hecho dando, será de ayuda, de auxilio, de servicio a otros andariegos.
Andando… Peregrinaje es vivir, peregrinaje es airearse de prejuicios y sombras; sentirse arena del caminar, a expensas del viento y caminantes, sin nada que esperar, pero regocijándose de cualquier llegada.
Andando… como el andante de una sinfonía, que nos va anunciando lo que viene, que nos corteja en lo que vendrá, que nos prepara para altas cumbres.
Andando… como muestra de ser un transeúnte, un transportador que ofrece lo mejor de su cosecha.
Andando… sabiendo escuchar el lenguaje del viento, la impronta de la noche, los signos del amanecer, las señales del atardecer, sabiendo leer los distintos encuentros.
Y cada cual, con su escala, va a escalar posiciones como si fuera un alpinista, un demostrador de ilusiones. Escalas que, como pentagramas, se dibujan melodías para ascender en consciencia al material de cada día.
Escalar para tener otra visión, para darse cuenta que progresivamente, lo que se ve de una forma en una dimensión, en otra ni se ve. Para darse cuenta que lo que tiene trascendencia en un momento, en otro… es un detalle.
Ascender para no quedarse caído al primer tropiezo. Escalar para no quedarse en la queja continua de los primeros pasos.
Sin daño.¡Ay, ay lo que duele el daño!
Daños por doquier aparecen como fantasmas asustando.
Daños que unos interpretan como halagos y otros como dagas afiladas.
Daños que unos consideran justos; otros, injustos; otros, previstos; otros, imprevistos.
Daños, como algo que se tiene que dar inevitablemente.
¡Ay! Bien sabe lo Eterno que si cada ser persevera en su dimensión, en el espacio del ser gestado para él, no es objeto de daño. Pero ¡ay, ay cuando se depreda!, cuando se quiere para sí lo que no es de uno, cuando se impone o se arenga para lograr o conseguir aquello que no es propio.
Pero es, es posible proseguir sin daño, escalar sin daño, andar sin daño.
Casi esta cultura está al borde de convencerse de que el daño es inevitable, que dañar es parte del proceso de vida, que vivir es a costa del daño de otros y que de tal forma se ha configurado el hombre, la vida. Que todo aquello que se haga, puede producir, en el algún egoísmo, daño. Hasta lo más puro puede ser conceptualizado como daño, porque no era lo que se esperaba, no era lo que se quería… en ese momento.
“¡Ay! me has hecho daño, al leer y escudriñar en los libros. Antes cuando leer no sabías sólo escuchabas mis cantos y mis historias”. Quién podría pensar que aprender a juntar letras y entenderlas pudiera ser un daño para otros, que usurparan -sin duda- otros saberes, otros momentos de imagen.
En la medida en que cada cual trata de imponer su escaño, siempre sentirá daño y hará daño, porque la vida no es imposición, no es drama perpetuado.
Andando, haciendo andamios donde poder construir y elevarse, sabiendo conservar y mantener. Montar y desmontar para andar en los peldaños que a cada cual le corresponde.
Escalando, como haciendo escaleras por las que ascender deprisa, sin prisa… y llegar en punto.
Ser un peldaño, un lugar de apoyo que sirva de un equivalente de escalera para que cualquiera pueda ascender. Ser peldaño, no importa en qué lugar. Sí saberse contemplador… sin daño.
Andamios, escaleras y peldaños; estructuras que, hechas formas, son referencia a andariegos, escaladores y seres sin daño.
Saber ser peldaño como…, como el que presta, como el que se ofrece, como el que se da para que otros se hagan. Sin nostalgia, sin cobro, con la consciencia de saber que ha sido necesario.
¡Ay! ¡Aleluya! Descubrir que nos han tenido en cuenta, ¡que éramos parte de la cuenta! Y que más aún conscientes somos, si asumimos lo que toca.
Y a base de retoques la Creación te modela, te coloca en el peldaño adecuado; te…, te hace escalera grande, corta, ancha o larga; te hace andamio de constructor, de reparador… Andamio para que puedas andar en otros niveles, sin caerte, sin dañarte, sin daño. Confiando en cada peldaño.
De ahí la seguridad que cada cual ha de ofrecer en su andamio, en su escalera, en su peldaño, para no ser motivo de daño ni… ni entrometido actor de desengaños. Sin zancadillas. Con la esperanza puesta en ser el vehículo por el que tantos y tantos transcurrieron y nos dejaron la impronta de su ser.
¡Ay! Y nos hicimos y nos hacemos así los unos a los otros, una unidad en la que “interpendientes”, pendientes los unos de los otros, aprendemos a respetar, a admirar, a cambiar, a ser progreso y creación, a ser esperanza e ilusión, a ser un motivo constante de amor, dejando que los dramas se consuman, que las tragedias se culminen. Dejando que la sonrisa se escuche…
Andando, escalando, sin daño…

Ámen.

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