sábado

Lema orante semanal

CLARIDAD, CARIDAD, CALIDAD

10 de mayo de 2010

En este mar de confusiones, el hombre anda -como especie- en la búsqueda de claridad; ¡de claridades!
Como seres de luz, precisamos de diferentes claridades, de diferentes luces, para poder iluminar el camino que vamos siguiendo.
Claridades de luces rojas, negras, azules, blancas, amarillas... La claridad es aquél fenómeno que dispersa lo espeso y deja lo claro.
Claridad, en cuanto a decisiones que, como flechas, van a la diana.
Claridades que... no sean insolentes y... ¡y arrogantes!, sino de esas claridades semejantes a la bruma que se forma en los acantilados, en el amanecer o en las playas.
Claridades que dejan pasar el día con su encanto, después de que la espesa niebla se ha... ¡convencido! de los amores del sol.
Claridades que nos conducen a... -incluso- ¡estados clarividentes!
¡Y justo es decir que, cuando se está en oración, se está en un estado de clarividencia!
¡La oración aclara! ¡Deja al alma y al espíritu en las condiciones adecuadas para!... para discernir lo más adecuado.

En cualquier momento orante podemos poner nuestras brumas, nuestras dudas, nuestras oscuridades, ¡nuestras confusiones!, y, sin preguntarse por ellas pero estando en oración, éstas se van aclarando; se van despejando.

La claridad diluye con su presencia -en el pensar, en el sentir y en el hacer- los obstáculos que los personalismos o las posesiones suelen producir.

¡Ay! ¡Ay!, que aún se escucha y seguirá escuchándose aquello de: "¡Por caridad! ¡Una limosna, por amor de Dios!"
¡Caridad!, ¡sí!, es una limosna.
¡Caridad es una calidad del alma!
¡Caridad es un cariño del espíritu!
¡Caridad es un complacerse con cualquier forma de vida!
¡Ay!, ¡Caridad es esa ayuda tenue!... que apenas se nota pero que ayuda; alivia.
Caridad... -¡ay, por caridad!- ocurre cuando te acercas, y con tus miradas y con tus gestos... ¡agradeces!... mi presencia.
¡Caridad no es pena ni lástima!
¡Caridad, como cariño del espíritu, es... ¡ese plus que cada cual puede dar!; ofrendar; dejar; ¡ofrecer!
Caridad... ¡Caridad es
verse... existiendo; ¡verse viviendo! Sin duda, lo hacemos ¡por caridad Divina!
¡¡Somos una obra de caridad!!
Descubrirlo ¡es entrar en la más limpia humildad!... y en la más transcendente obediencia.
¡¡Soy una obra de caridad de Dios!!
Y en esa perspectiva, no hay lugar para... ¡ninguna soberbia!, ¡ninguna vanidad!, ¡ninguna prepotencia!, ningún orgullo.

Caridad es... ¡que tomen!... que tomen de mí lo que necesiten.
Caridad es... ¡que pueda recoger! lo que otros rebosan.
Caridad... ¡es sentirse confiado por otros!; ¡es sentir confianza hacia otros!
Caridad, ¡acudir al que nos llama con las manos abiertas! ¡Sin condiciones! ¡Con disposición!
Caridad, sí, ¡es la calidad extrema de nuestra alma!

¿Y la calidad? La calidad, que es esa calidez... que ponemos a nuestras acciones.
Calidad. Esa... expresión sutil que, sin despreciar la cantidad, se pone como... ¡el abrevadero en donde se ha de beber!
¡Calidad! Esa expresión... de cierta ternura que, ¡sin nada concreto!, nos congratula.
Calidad. Esa refinada respuesta que de nuestro guiso sale para dar nuestra mejor versión.
Calidad. Ese instante en el que el ser se muestra ¡transparente!, ¡cristalino!; sin nada que pretenda conseguir, tan solo estar.
Calidad. Esa disposición ¡de promover lo bondadoso y disolver lo deprimente!, ¡lo contradictorio!, lo obstaculizante!

¡Ay! Calidad, que cada cual a su nivel busca, y que... en verdad, lo que se busca es ¡esa huella de divino proceder!, porque ahí residen las minas de la calidad.

¡Porque, en la medida en que se va en el desarrollo de la calidad!, nos encontramos con la caridad... ¡y nos encontramos con la claridad! Y todo desemboca en la mística presencia de algo que no conocemos pero sabemos que está.

¡Calidades! ¡Caridades! ¡Claridades!
¡Un permanente dar!... en la claridad, en la caridad y en la calidad. ¡Un darse en todo lo que, realmente, cada uno y todos, precisan: claridad, caridad, calidad.

¡Y podemos pedirnos claridad y calidad para... ser caritativos!
Es decir, lo que somos: ¡una caridad de Dios!

Ámen
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