sábado

Lema orante semanal

DESARROLLOS, DESCUIDOS, DESPEDIDAS
5 de julio de 2010

La vida podría compararse a un antiguo pergamino, enrollado sobre su propia estructura que, poco a poco, se va desenrollando y, en la medida en que se desenrolla, se desarrolla, y va mostrando sus recursos, sus facultades, sus aplicaciones, sus funciones.
Es similar también, y semejante, a como ocurre en el código de la vida, que se encuentra plegado y replegado sobre sus propias estructuras y que, en la medida en que se replica, se desenrolla, se desarrolla, se muestra.
Quizá esa palabra, en el argot popular, que se dice: “¡Eres un rollo!”, ¿verdad?, tenga algo que ver con el desarrollo. Digamos que, lo más apropiado, sería desenrollarse, dejar de ser un rollo y que, en la medida en que el ser se desenrolle, se desarrolla y muestra sus facultades.
Cierto es que, también como dice el dicho popular, las personas se enrollan mucho. Se enrollan y se enrollan y se enrollan. Y claro, en la medida en que la persona se enrolla, evidentemente no se desenrolla. Y va ocupando cada vez más y más concentración: obsesión y estancamiento.
-¿Estás enrollado?
Se suele decir, cuando alguien se pliega sobre sí mismo o… sobre otros. Porque el ser humano, como sabemos, tiene la facultad de enrollar a otros. “Otros” pueden ser mamuts, escolopendras, ratones, gatos…
Se suele decir también:
-Tienes un rollito, o estás enrollado, enrolladito…
Para decir que uno está sobre otro, bien sea encima o debajo o lateral, y se han hecho un… un rollo.
Como era de suponer, hay rollos buenos y rollos malos. Los buenos son aquellos que producen una satisfacción y una alegría a quien lo vive. Y los malos, pues lo contrario. No tiene mucha más enjundia.
Cualquier ser –y también los humanos- tiene la facultad de un probable-posible desarrollo. De tal forma que, a poco que se mire, a poco que se observe a sí mismo y al entorno, descubrirá que puede intervenir, puede participar.
A la hora de pensar en un desarrollo, el ser, desde el sentido orante, ha de situarse en la mayor de las proporciones. Es decir, con la visión más amplia que pueda. Para plantear adecuadamente un desarrollo, hay que asumir posibles dificultades, posibles inconvenientes, posibles errores. En esa medida, los desarrollos planteados son prudentes, son exigentes, son valientes. No son egoístas, no son partidistas, sino que son desarrollos solidarios.
¿Y podría ser que, como lema orante, el ser se planteara –para esta semana- un desenrollarse un poco? Un poco, para poderse desarrollar, para poder dar lo que tiene, solidariamente. Para poderse ofrecer en lo que sabe, correctamente. Para que le descubran en sus posibilidades y, así, entre unos y otros, se eliminen las carencias, los despropósitos, los errores.

Los DESCUIDOS suelen ser frecuentes.
Y, precisamente, aprovechan los desarrollos para aparecer.
Hay diferentes –sin duda- tipos de descuido, y que repercuten en mayor o en menor medida sobre los demás. De ahí que sea significativo e importantealertarse ante los descuidos. Puede ser un tiempo propicio para ellos.
En la función sanadora, los descuidos son especialmente llamativos, puesto que la trama en la que se está es muy sensible. De ahí que se tenga que cuidar los desarrollos, las aplicaciones que uno va encontrando y descubriendo y ejerciendo. Y esa palabra que hemos empleado: “prudencia”, sea una escolta adecuada. Y ver, ver dónde puede estar el descuido.
En la medida en que desarrollamos adecuadamente un proceso, nos damos cuenta enseguida –enseguida, puesto que en ello va el propio desarrollo- dónde puede aparecer el descuido. Si algo califica a la acción sanadora, es el cuidado. De ahí que si nos advierte -el sentido orante- del descuido, es que está gravitando, está planeando, porque el desarrollo o los desarrollos no son los adecuados. O son bruscos, o son violentos, o son “intempestuosos”. Por supuesto, sin prudencia, arriesgados.
Y todo ello puede traer esa frase que dice: “Queda usted disculpado y despedido”.¡Hombre!, es un alivio que te disculpen. Pero, como saben, hay personas que no les gustan las despedidas, y a otros les encantan. Una cosa es que te despidan y otra cosa es despedirte. Cuando algunos se despiden, se van contentos porque se despiden de un tiempo, de un… de un ritmo, de una fase, para entrar en otra que era parte de su desarrollo. Es una despedida gozosa, alegre. Como el que se despide de sus estudios primarios o secundarios, o de su universidad: Ya pasa a otra fase en la que tendrá que lidiar con circunstancias nuevas, diferentes. Hay una alegría -en esa despedida- especial, deseando entrar en otras perspectivas, deseando tener otras responsabilidades, asumiendo otros compromisos.
También, el sentido orante de la despedida, nos habla de despedirnos de ciertas y terminales actitudes que se tienen, como aquél que se despide del alcohol, el otro se despide del tabaco, el otro se despide de la mentira, el otro se despide de la vanidad, el otro se despide del engaño, el otro se despide de la infidelidad, el otro se despide… ¡Oye!, hay muchas despedidas internas, prácticas, concretas, que habitualmente no se aplican sino que se deja el término “despedida” para eso: La despedida de soltero, la despedida de soltera… cualquier vulgaridad más.

Como dice sus palabras: DES-PEDIDAS, despidos. Parece una contradicción, pero una curiosa despedida sería aquella en la que el ser da y a la vez pide. Da su compromiso, da su esfuerzo, da su entrega, da su... su mejor faceta pero, a la vez, pide ayuda, pide cuidados, pide alegrías, pide respeto… ¡Ah!, puede ser… Es una forma más elegante, una forma de intercambio de relación, de convivencia en la que se va lo inadecuado, se quita lo inapropiado, se aporta lo ventajoso, se pide lo respetuoso.
Un salto diferente. Un buen momento –en este sentido orante de esta semana- para aplicar y aplicarse el concepto de despedida como una acción generosa de dar y una acción respetuosa de pedir. Al igual que despedirse de aquellos atavismos que atan, que esclavizan, que impiden, que bloquean, y entrar en otra perspectiva.
Y así, nos podemos despedir de los descuidos, para aplicar esa despedida al desarrollo. Des-arrollo, des el agua suficiente para que otros sacien su sed, otros limpien sus manos. Un arroyo de virtudes y de capacidades, del que otros se nutran.
Así, las despedidas dejan de ser tajantes, cortantes, traumáticas, desagradables, incómodas, y se contemplan como parte de un desarrollo, con cuidado, sabiendo que, en esa despedida, puede haber suficientes descuidos que, si los cuidamos, no aparecen. Y aprendemos e incorporamos una posición impecable.
En la medida en que el desarrollo es una ofrenda de vida en el transcurrir natural del agua, en la medida en que el descuido es un dar cuidado permanente en las acciones, en la medida en que la despedida es un darse en el descubrir diario y un pedir, un compartir conjunto, en ese proyecto, así, estamos siendo testimonios orantes. Porque desarrollamos capacidades. Porque cuidamos los proyectos. Porque damos y pedimos reciprocidad, con objeto de agrandar nuestras perspectivas.
El cuidado de la Creación, evita nuestros disgustos.
La vida, en sí, es un permanente cuidado que nos alerta de los descuidos.
La vida es un desarrollo incesante de alternativas, perspectivas que, a veces, arrollan.
La vida se convierte en despido en la medida en que despide y despide posibilidades, que están concentradas, que están probables, que están posibles, que están casuales, que están circunstanciales, que están en suerte.
Hoy, el Cielo parece abrirse en el ritmo que se avecina, para facilitar los desarrollos, para advertir de los descuidos, para amplificar el criterio de las despedidas.
El tener la ocasión de saber lo más propicio en cada tiempo y lugar, es un privilegio insondable. Es como si nos contaran, por anticipado, lo que va a suceder. Nos advierten, nos avisan, nos previenen, para tener la oportunidad de la impecabilidad, del decoro, de la estética, de la belleza.
La oración se hace, así, un vehículo prometedor, porque su promesa de cuido, de advertencia, de sugerencia, de planificación, desde el plano de lo Celeste, nos sugiere cuál debe ser el mejor referencial que podemos ejercitar en cada momento.
Sin duda –sin duda-, si eso ocurre –y ocurre-, es porque confían en nosotros.
No se debería contemplar el defraudar, el fraude.
¡Cuidado!

Ámen
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