sábado

Lema orante semanal

ENCANTAR, ENVIAR, ENCAUZAR

28 de junio de 2010

El encanto, el encantado, el encantamiento pareciera –y se diría con buen criterio- que es un estado tan transitorio de consciencia que prácticamente es un engaño. Ya reservado como valido para brujas y cuentos, con hadas que encantan, con magos que producen encantamientos; y realmente, lo que probablemente, se pretendía con aquellos embrujos, con aquellos sortilegios era entrar en senderos, en proyectos, en planes, en dimensiones que nos permitieran contemplar bajo otra óptica, que no estuviéramos obligadamente sujetos al conglomerado material; que pudiéramos, a su vez, darle a ese conglomerado el... el tono de soplo que atrae los componentes hasta darles esa característica denominada materia.

Encantar, dentro del sentido orante, tiene un especial significado, puesto que, al entrar en esta perspectiva, el creer, la fé, la sensación..., la palabra que mejor puede expresar esa sintonía entre el orar y el sentido y el misterio hacia el que se ora, sin duda es el “ENCANTADO”.
Si no se está encantado a la hora de orar... Cuando...
No obstante, cierto es que..., cierto es que en el lenguaje cotidiano puede emplearse, y se emplea, el encantado cuando hemos vivido, vivimos o nos encontramos con circunstancias excepcionales: de compañía, de clima, de mar, de arena...de...de ensueños...

(Sonido del viento, que parece llanto)
-¿Es el viento, verdad?
-Sí.
-Me alegro mucho.

Y se suele decir que ante determinada experiencia, o vivencia, la persona está encantada: “Estoy encantado con... con este compañero.”; “estoy encantado en este lugar”; “estoy encantado con mi relación”; “estoy encantado con mi trabajo”; “estoy...”Hay algo más, que no es el simple momento de ganar o perder o, o compartir o..., hay algo más que nos hace catalogarlo de “encantado”. Quizás, quizás ese algo más sea ese halo de ¡bondad! que envuelve a algo en un determinado momento, para hacerlo sentir: encantado.
Pero, viene una pregunta inevitable. ¿Si, si el sentido orante nos encanta -sí porque nos lleva a otras perspectivas- uno dentro de su mismidad, dentro de su pequeñez, puede ser encantador, aunque sea de serpientes?
¿Puede haber unas ganas, una intención de resultar encantador? O, o, ¿o realmente eso está reservado para espíritus cursis, espíritus blandos, débiles, flacos, altos, rubios?, ¿eso ya no es para morenos duros, para mujeres hechas y derechas, porque el carácter..., porque... , porque...? ¿Será eso, cierto?
Si, si nos fijamos algo de cierto hay en eso. Algo.

“Era un niño encantador, pero cuando llegó a los quince, es un niño insoportable. ¡Oye! con lo encantador que era, cuando tenía un mes y cuarto. Apenas si se movía, apenas si se reía, apenas si lloraba, apenas si comía, apenas si dormía, apenas era una pena, pero era encantador”.
Claro, ciertamente para cada uno puede ser que existan encanta-sientos diferentes; y para uno lo que es encantador, para otro es horrible. No obstante, la sensación de sentirse encantado es muy semejante.
Y volvemos con la pregunta: ¿si existen los encantadores de serpientes, pueden existir -sin caer en la cursilería- los encantadores de la especie, los encantadores humanos?, ¿podíamos hacer una convivencia encantadora? Puede haber cante, o no. Puede que sí, puede que no.

-Pero, ¿puede resultar Asdrúbal encantador?, ¿puede resultar Efigenia encantadora? ¿Tú crees?
-Yo creo que si se la maquilla un poco, se le pone unos tacones, se le arregla un poco el pelo...Y a él si se le afeita, si se le pone un poco de desodorante, unos zapatos limpios...Puede ser...
-Oye, entonces es posible, es posible, además con unos aderezos simples.
-Sí.
-Y bueno hay que darle algún consejo, ¿no?: Que no eructe en plena comida –en occidente, que sí lo haga en otros ambientes-, que sea condescendiente con los radicales, que sepa escuchar sobre todo a las mujeres; que sepa sonreír con prudencia a los hombres -con prudencia-; que sepa mantener la boca cerrada –el mayor tiempo posible-, que hable justo en el momento necesario para decir algo agradable –solamente algo agradable-, y que si piensa algo desagradable que lo metabolice rápidamente para que no se le note en la cara. Que sepa, que sepa saber cuándo sobra y darse la vuelta, y sin enfadarse, desaparecer.

¡Encantador! ¿Eso dónde ocurre?

-¿O sea, que se puede ser encantador?
-Sí. Parece ser que sí.

Pero viene otra pregunta obligada, ¿verdad?, y es:
-¿Y eso cuánto dura, oiga? ¿A cuánto sale el encanto: a sesenta euros la hora? ¿A cincuenta? ¿A doscientos?
-A veces sí.

Claro, no es el encanto que uno quisiera, ¿verdad?; pero, a veces, si no hay money, money, money, money no hay encanto –del tipo que sea ¿eh?-.

-¿Usted quiere tener una persona: amable, simpática, ¡encantadora! que le acompañe, porque está sólo? ¿Cuánto está dispuesto a pagar?
-Lo que haga falta.
-Entonces, tenga por seguro que va a tener a una persona encantadora.
-Uaaauu. Por ejemplo, no sé, a 1000 EUROS al día.
-Pues eso, ¿una? Nooo. Cinco encantadoras doncellas y donceles estarán a su alrededor
-¡Jo¡

-O sea, ¿que el dinero tiene que ver con el encanto?
-En alguna medida, sí. Quizás no sea el encanto que, que, uqe debería de ser, sin money, money, money, pero, no sé... tienen relación.

-¡Qué pena ¿no?!
-¿Pena? No sé si da pena o no, pero es cierto.
-¿Hasta el encanto se puede comprar con dinero?
-Y buena educación. Sí.
-UAAAuuu. Pero, pero, pero ¿eso es como una actuación?
-Puede ser. ¿Y qué...?
-No... que...
- ¿Usted lo que necesitaba era que le encantaran, no? ¿Le han encantado?
-Me han encantado.
-¿Le ha costado dinero?
-Mucho...
-Pero ¿le han encantado?
-Sí.
-Mire usted ¿de qué se queja?
-Son un poco caros.
-Bueno...ya ve usted.

-Entonces, ¿se puede comprar con dinero el encanto?
-AHHH. ¡El autentico! encanto, no.
-¿Autentico? ¿Y dónde está el auténtico?
-Habrá que empezar por comprarlo...

Qué tal si cada uno se compra un poco esta semana...
¿Cuál es el precio que se pone cada uno para estar encantador?
¿Ir tres días al corte inglés con la tarjeta sin límite? (por ejemplo). Y estará encantador, encantador. Comprarse por fin aquel traje que... tanto tiempo mirándolo y mirándolo casi se desgasta...

-A que... ¿se pondrá encantador?
-Yo creo que sí.

Se pondrá encantador si le regalamos el... el vehículo, ese que tanto desea. El Tuareg. Se volverá encantador durante una semana. Seguro. Seguro, seguro, seguro, seguro. Bueno, casi seguro. Total, ¿qué son 60,000 euros? ¡Vaahh! ¿Merece la pena el encanto, o no?

¿Cuánto vale usted? ¿Y usted? ¿Y usted? ¿Y usted?
¿Y cuánto vale cada uno?
¿Pongamos precio a cada uno?

-¿Cuál es su precio para estar encantador, una semana?
-Yo con el coche solo, no. Necesito a alguien que me acompañe de 1.80, con 73 kilos, simpática, agradable, que hable cinco idiomas y que - ¡ayyy!-, que sea cariñosa.
- Aquí todo es conseguible, no hay ningún problema. Sí nos va a salir un poquito caro el coche ¿verdad? Pero, acabará usted encantado.
-Voy a estar encantador.
-Le aseguro que sí,

-Y ¿usted?
-¿Yo? Bueno, yo con que me deje levantarme a las once. Sí a las once y me traigan el desayuno a la cama. Pues feliz. Voy a estar encantador, todo el día. Bueno... lo que queda de día...
-¡Oh! ¡Vaya precio...! No es tan caro.

-¿Y usted?
-A mí con que me quiten la mesa... es que después de comer, recoger me pone de una leche...fatal; y ya, y ya se me trunca el humor. O sea, que tenga un servicio; un servicio que me recoja; y yo ya soy una persona en-cantadora, en-cantador.
-Bueno, es usted baratito.

O sea como ven hay muchos, muchos niveles, pero parece ser – en esta forma de estructurarlo- que, que, que el precio de cada uno es muy, muy...

-Si yo con unas cigalitas...Mire...a las doce, a la hora del aperitivo y un fino La Ina, bien frío y una buena compañía con escote amplio y generoso; yo, yo ya a partir de pensar que va ocurrir y lo que va ocurrir y después de ocurrir, yo me siento encantado, o sea ya encantado, ya estoy encantado todo el día.
-Hay que ver con que poco... ¿tres cigalitas, ha dicho?
-Sí. Terciaditas ¿eh? A la plancha ¿eh? No, no... muy quemadas ¿eh? Y el Fino que sea La Ina ¿eh? La Ina. No la Higuita, no. No, amontillado. La Ina, frío, bien frío.
-Sí. Bien, bien, lo que usted diga, señor. Y ya ¿usted va estar encantador?
-Encantador, eso se lo aseguro.

¡Oye...!

Podría ser, por ejemplo, que después de uno ponerse el precio -camino ya de sus lugares-:
Ah, ¿mi precio es este? Pues no soy tan caro”
Primero, uno se tiene que autoabastecer, sí. El primer movimiento es:
si yo tengo un precio para ser encantador, el gasto corre de mi cuenta. Primero, sí, para probar, ¿no?; y luego, y luego, como nos encontraremos con personas y gentes no encantadores, no encantadoras, entonces en seguida calcular:
¿Cuál debe de ser el precio de este señor que me está echando gasolina, ni me está contestando, le digo “ ¿Qué tal el tiempo?, ¿cómo va la cosa?? Y: aaah, aahhh, ahhhh. Entonces antes de que termine de echar los 50 euros, le doy 60 euros y el digo: esto es para usted.
Y a partir de ese momento... el gasolinero:
-
Bueno, hacia a dónde va usted? ¿Quiere tomarse un café a mi costa?

Fíjate diez euros te ha costado que sea encantador. Diez euros. ¿No es mucho, no?
-¡Hombre! Tampoco vas a escatimar ahora, ¿qué más te da a tí andar un kilometro más, que un kilometro menos, Chirri?

Claro, para ser encantador y para comprar los encantos de otro hace falta tener la mano abierta ¿eh? Y los ahorros dispuestos... A ver si van a creer que esto es gratis. No, no, no.
Prueba de ello es que al final de la oración habrá una ahúcha, afuera... Se va a apuntar, se va a apuntar lo que deja cada uno. No vale decir: “¡
Ay!, perdón, me lo he dejado en la habitación”.

Qué golpe sería ¿eh? Josú, Josú...

Entonces, esa es una forma.
Y vas viendo... y llegas: y tu mario’ o tu muje’ y te monta la cosa y tal:

-uuuuaaaaaahhhhhoooouuuuufuuauauaua
En un momento de descanso
:
-¿Cuánto vale tu encantamiento? ¿Por cuánto dinero te puedo encantar? Disculpa no te quiero comprar, simplemente te quiero encantar. ¿Qué podría hacer yo por ti para que fueras encantadora, ahora mismo? ¿Qué podría hacer yo para que fueras encantador? Por favor, dímelo?
-Juradme, que jamás, nunca jamás iras a la Mancha.
-Te
lo juro. Ya está. Vamos a otra cosa. Ahora compórtate como encantador.

-Sí. Ahora me has quitado un peso de encima.
-Vale, pues yo me he ganado otro.

¡Es fácil, fácil, fácil!

-Pero, querido, a cambio de esto, yo te tengo que pedir algo, porque yo no iré a la Mancha para mancharme; pero para yo estar encantadora contigo, porque ahora mismo estoy que reviento... yo te pediría a ti que por favor te lavaras los pies todos los días.
-¿Todos los días?
-¡Todos los días! Sobre todo cuando duermes aquí.

¡Qué cosa, ¿no?! Cambiar una mancha por un lavado de pies. Oye, la vida es así. Son cosas increíbles.

Movamos, movamos nuestros ahorros y busquemos encantar; para empezar, para empezar, para empezar...
¿Qué no es el auténtico...? Pero, Dios no nos va a castigar por eso. ¡Seguro que no!, pero seguro ¿eh?
Tú ves a fulanita o a menganito que está así y tal... ¡Regálale algo, hombre! Regálale algo. Verás.
“Una sonrisita por favor” Y cuando ya le hayas comprado su encantamiento, “Espera que te voy a hacer una foto... ¿has visto lo guapo que estás? ¿Puedes aguantar así una semana? ¿O mañana te tengo que hacer un refuerzo positivo?

¡Oye...!
¡Practiquen!

Que resulta que alguien es muy valiente y dice:

-“Yo no tengo precio. Soy encantador de por sí”.
Pues, que lo demuestre, que lo demuestre con todos. No con sus amigos, sus allegados, no. Con todos. Que sea encantador.
-
Venga valiente. Ánimo. Ánimo. Y los que no sean encantadores contigo: ya sabes, cuestan un dinerito.
-
No. Con mis encantos todo mundo se vuelve encantador.
-Bueno no lo digas tan alto ¿eh? Que hay gente muy dura, muy dura, muy dura, muy dura, muy dura. Los de Burgos y por ahí. Por mucho encanto que le eches, no creas tú que te van a responder así con una sonrisa y tal...NOOOOOO, no, no, no, nooo. Tienes que echarle un poco más, ¿eh?. No, hay gente muy dura, muy dura, muy dura, muy dura.

No sé, ¿si en España hay alguna región blanda, eh? No sé, no sé. Y no sé, ¿si entre ustedes hay alguien blando, que no tenga genio? MMMMMM.

Aunque hay genios que te encantan con un trozo de pan; y te llevan el pan; y cuando vas a pagar, te dicen:
-No esto es cortesía...

Y te han encantado, qué encanto de hombre. Encima de lo amable y lo agradable que es, te regala el pan. No, no, no. Claro hay gente con recursos. Eso, eso es así. Es así.
Y cada uno se busque sus recursos. Hay flores, hay “tegumentos”, o sea hay pomadas, cremas, poemas...

Ya sé que esto es, casi, para el próximo curso, porque ya no hay casi...Pero, ¿podría ser interesante para el exterior, no?

Entonces:

-Voy, voy, voy...
-¿A dónde vas?
-Voy al dentista.
-¡Oh! Qué horror. ¿Empiezas la semana del encantamiento con el dentista?

Bueno, consejo: compren un ramo de flores para la enfermera o secretaria. Todo irá mejor. ¡Todo! Nada más entrar:
-Hola, buenos días.
-¿Pero no tenía que haberse molestado, usted?
-No ha sido ninguna molestia.
-Estoy ¡encantado de...! (Así: enseñándole los dientes...)¡Estoy encantado!

Algo de esa alegría de esa mujer se va a trasmitir al odontólogo y cuando entre usted a ver al odontólogo, el odontólogo le dirá:
-
Ya me he enterado que le dio usted unas flores a mi enfermera...
-Y para usted, le traigo este pequeño recuerdo, de la India. (Una cajita de madera)
-¿Es que, ha estado usted en la India?
-No. Pero, me he acordado de usted y he dicho: le voy a llevar al doctor...voy a... Me preocupa cada vez que vengo a verle...
-Tranquilo, relájese, por favor.

Ese día el odonto-estomatólogo va estar amabilísimo y si tiene que hacer algo, incómodo, lo dejará para la próxima semana:
-Tengo que hacerle una cosa que le va a molestar, pero podemos esperar hasta la semana que viene.
-¡Ah! Qué alivio.
Saldrán ustedes como nuevos. Ha merecido la pena la cajita y las flores. Total, 33 euros, no es tanto tampoco.
¡Ah! Seguramente no le cobre la consulta. Ese día.

¿Ooohh, o sea, así de fácil? Así de fácil. Insisto, los valientes, que los hay, y son conscientes de sus bienes y sus dones y sus gracias, ¡a encantar!, a ¡proponérselo!

En verdad podríamos decir, orantemente, que todos los seres vivos son ¡encantadores! ¡Todos! Inclusive los seres humanos. Mira que es difícil. Pues sí. Sí, de verdad. Pero tienen que esforzarse un poco en serlo, porque nos hemos desvariado tanto, ¿verdad? que puede resultar desagradable, incómodo, pesado, atravesado, violento...
No es suficiente con ser amable. ¡Cuidado ¿eh?! Ni respetuoso. Hay que: ENCANTAR. En-cantar.
El que no sepa exactamente qué es, que se aprenda una canción. Ciertamente hay canciones más de moda, que otras.
Anoche, oíamos canciones del siglo XIV y todo el mundo estaba encantado. Pero del siglo XIV, cuando nosotros éramos viejos, ya. Y digo:
oye mira cómo se las saben, y todo, oye. Ninguna nueva, nada. Todas de entonces. Esas que se llaman: “de ayer, de hoy y de siempre”. Canciones de Marisol, y todo; ¡qué maravilla! ¡Qué actualización! Encantados. Entonces valen también: las canciones de los brincos, del dúo dinámico. El caso es cantar algo ¿no? Se suele decir:“ha dado el cante” por aquello de aquellos que, que llaman la atención inadecuadamente. No, el que no sepa cantar -por la experiencia de otros-pues que lo haga bajito.

“Mi carro me lo robaron...
Mi carro me lo robaron...”

Porque claro pensar en otras canciones más modernas, esa absurdo hay que irse al que dice del siglo XIV, XVI, XII, por ahí...
“yellow submarine...
yellow submarine...”

El estribillo por lo menos, así cerquita, bajito, cualquiera lo puede hacer bien. Sin ostentación ¿eh?
¡Oye qué bien!

-Y tú ¿por qué cantas?
-Es que tengo que encantarte.
-¿No estarás pensando...?
-No pienso nada...simplemente quiero encantarte.
-Pues, tú, a mí, no me encantas...
-Ya... pues déjame una oportunidad. Que te cante por aquí, que te cante por allá, a ver, si esto mejora...
-All you need is love...A ver: has el coro conmigo: Ti ti ri ti ta, All you need is love...
-Que no te empeñes; que tú, a mí, no me gustas.
-Si no se trata de que te guste, o no. Se trata de que vivamos encantadoramente. A ver: hazme tú alguna cosa, para que yo quede encantado...

Ciertamente las mujeres lo tienen más fácil. Porque la materia bruta masculina es mucho más sensible.
Entonces cualquier mujer con una mínima dote te da un beso en el cuello, así de soslayo. “
Quieres que te encante? Trae pa’aca. Déjame tu cuello.” ¿O no? Quedas encantado. Oye. Shhh.

En cambio, al revés no es tan fácil; hay que desarrollar más... muchas más cosas, sobre todo, si la mujer dice:
-Que no, que no me gustas; lárgate de aquí asqueroso, guarro.
-No, pero es que estoy practicando, de verdad, en serio. Déjame practicar. A ver si hago algo que te pueda encantar...
-Sí, que te vayas.

Si no hay acuerdo, los hombres saben cuando sobran, se dan media vuelta... y se van.
Se van, se van, se van, se van...

-Oye, qué encantador, en cuanto le he dicho que es insoportable, lo ha reconocido, y se va. ¡Qué encantador!

Ya está, ya está, ya está. Ya... objetivo cumplido, Birmania.

Es posible que todo eso, ENCANTAR, no resulte fácil. Como ven no lo es. Pero, ¿enviar, enviar, enviar? ¿Enviar... el qué? Pues como todos tienen correo electrónico y todas esas cosas, por ejemplo (les pongo un ejemplo práctico), pues ahora después de la oración todos se van a sus ordenadores, a consumir banda ancha, ¿verdad?, recopilan todos los correos que tengan y les ponen:
“Estoy
encantado de haberte conocido, de verdad; esta semana es encantadora. Stop. Espero que tú me lo respondas. Stop.”
Le dan a “send”, es enviar, o a “enter”... Y ya está. Ya, ya han hecho una labor encantadora. Han enviado, enviado, enviar, enviar, enviar. Y fácil. Así, sin necesidad de ir a correos, sin necesidad de escribir una carta, nada, nada. Que alguien, por ejemplo, pues ve que eso es muy frío, muy aséptico y tal y cual, alguien que esté por aquí o que viva por aquí:
No os preocupéis, os voy a encantar esta noche, en la cena. Os voy a poner un jamón de bellotas de 36 Jotas que todo el mundo va a quedar encantado; voy a abrir unas botellas de buen vino de Valdepeñas, de verdad, y todo mundo: jajaja jijiji jorojojo jara jaja”.

¡Oye! Fíjate!

-Ya. Pero ¿y eso cuánto sale?
-Ya estamos con el dinero, ¿otra vez liados? Pero, ¡hombre, por favor! ¿Es que tú no vales más que 100 euros?
-¿Cien euros? ¿Tanto? ¿No lo hay nada más barato?
-Qué desgraciado eres, de verdad, qué desgraciado. ¿Tú no tienes gracia para pedir algo a alguien?, ¡pero hombre!

O sea...O sea (como dicen los jóvenes), o sea (lo suelen decir 15 o 20 veces antes de largarse con una frase),o sea... o sea que... puedes enviar flores, por ejemplo, de repente envías, envías...

-¿Y por qué envías flores?
- Porque os amo.
-¿Cómo?
-Que os amo, y os mando flores.
-Uaauu. Oye, gracias
-¿Por qué? Qué menos ¿no?, ya que no me acuerdo ni del día del cumpleaños, ni del aniversario, ni del día que nos conocimos, ni de la primera pizza que comimos, y tampoco me acuerdo cuando nació Pepito, Antoñito, Juanita, Alfonsín; tampoco me acuerdo de la primera piedra, de la segunda piedra...de la cuarta piedra...Jo, ¡qué menos! que de repente me entra el encanto. ¡Ah! Gladiolos, claveles y rosas, para todas. Oye...(Ya tomó nota nuestra secretaria y mañana lunes, hay un envío).

Así de fácil...

-Eso le va a costar...
-No me diga lo que me va a costar que a lo mejor, a lo mejor, recorto la docena: en vez de una docena lo dejo en siete. Dejamos la docena. Ya está...ya está, vamos a empezar...
- ¿Flores...? y ¿tú crees que eso...?
-Por lo menos, en principio, con una encantadora dedicatoria que diga:
“Desde que os conozco,
vivo en un encanto permanente,
aunque no lo parezca”

Eso vamos hacer nosotros, ya, ya está hecho, como ya ha tomado nota la secretaria, mentalmente:
“Desde que os conozco,
vivo en un encanto permanente,
aunque no lo parezca.”

¿Qué hay dudas? Bueno, pues ya hablaremos durante la semana. Así, de entrada, yo les pongo este ejemplo que vamos a hacer mañana.

Y cada uno en su medida, en su referencia, pues podrá hacer algo parecido. Enviar, enviar, enviar hay que enviar algo. Y sobre todo, y sobre todo, cuando estén en la intimidad de sus oraciones, envíen lo más encantador que sientan, que tengan y que son. Así desde el silencio magno del lugar en donde estén, desde el silencio profundo de sus gargantas, envíen sus mejores intenciones. ¡Que llegan!, vaya que sí llegan. Envíenlas a conocidos y a desconocidos. Sí. Con la certeza de que, bajo el trance orante, CON LA CERTEZA DE QUE, BAJO EL TRANCE, van a llegar.

Y ENCAUZAR, sí, encauzar. Encaucen cada día, bajo el sentido del envío y del encanto, voy a encauzar el día y para ello a lo mejor tengo que programarlo... (igual que me tiene que costar un esfuerzo, o un dinero. Fíjense: hemos mezclado dinero con oración. ¿Parece sucio, verdad? Puede parecerlo, pero no lo es), pues sí, pues sí, sí, sí. Tengo que encauzar, y antes de empezar con mis abluciones y mis limpiezas, me levantaré un poco más pronto; un poco ¿eh? media hora, pongamos media hora (¿estamos todos de acuerdo, verdad? Sí. Gracias. Da gusto, da gusto estar así porque es que ves que hay una respuesta inmediata, una respuesta inmediata).
- Media hora antes...
-Media hora antes.
-Todos los días.
-todos los días

-¡Qué bárbaro! ¡Qué rápido se ponen ustedes de acuerdo aquí!
-Aquí nos ponemos de acuerdo rápidamente, en esta escuela.

-¿Media hora? Ooooh, Qué bien, qué bien... ¿Y me voy acostar media hora antes?
-También. Sí. Sí, sí de acuerdo, de acuerdo.
-¿Ha dicho acostarse...?
-Sí, sí, también acostarse media hora antes...
-¿Media hora antes de qué...?
-De lo habitual.

¡Oh! Qué bien, qué bien, que bien.
Esto es encauzar...

-¿Y si, y si...y y y y y...? Y mañana hay que hacer esto y aquello y lo otro...
-Ah pero, yo puedo encauzar mi día de tal forma que hago una ligera... planificación; ¿Suena bien? ¿Prefieren programación? ¿Se prefiere...? Bueno...No ENCAUZAR.
-Bueno. Venga, ENCAUCE. El encauce de un río se hace en base a que pasa el agua una y otra vez por un sitio, por el mismo sitio y poco a poco el terreno se va reblandeciendo, se va haciendo un cauce...Oh, que bien, que bien.

-Recuerden media hora antes, media hora antes. Todo, media hora antes.
-Hemos quedado ¿todo?
-Sí. Todo. Todo, media hora antes.
-Eso es como vivir antes de que llegue el “ahora”, ¿no?
-Sí. Igual. Exactamente. Todo, media hora antes...
-Pero habíamos quedado...
-Todo, todo. Habíamos quedado, en el principio y en el final del día, pero ahora, es TODO.
-¿Todo? Pero, ¿por qué todo? Pero..., pero...
-¿Pero, hombre, se trata de encantar, no?
-No...Ah! sí, sí, sí.
-Entonces si se come a las dos, a la una y media, estás, tú, listo ahí. ¡Perpetuo!
-Perpetuo de la una y media. Vale. ¿Y qué hago?
-Estar, encantadoramente.

En la medida en que el ser encauza sus vocaciones, sus intenciones, sus... angustias, sus temores, puede seguirles, puede seguirles el cauce y saber en dónde va a desaguar, en dónde va, prontamente, a llegar al mar, para que allí todo se purifique; para que allí todo se exhale y se ¡glorifique! -el mar, como referencia Divina, un océano de amor-.
Bien se puede encauzar cada día. Bien se puede hacer un cauce cada jornada, con la clave de: MEDIA HORA ANTES. Así evitamos el error, así evitaremos la prisa, así llegaremos antes que en punto. Media hora antes, se encauce. Se envía, con una sola tecla. Sí. Se encanta, por el ser es un encanto, y hoy, a veces, supone una inversión, una intención, una generosidad.


Ámen.

*****