sábado

Lema orante semanal

LA ESCUCHA PACIENTE, PERSEVERANTE, IMAGINATIVA

21 de junio de 2010

Gracias a la escucha, es posible desarrollar una comunicación, una comprensión, un entendimiento, por ejemplo. Gracias a la escucha, nos damos cuenta, atendemos, nos apercibimos, contestamos.
El ejercicio de la escucha -con mucha frecuencia y, cada vez, más- despierta en el ser la auto-escucha. Es decir, la escucha hacia sí mismo. Y cuando tiene que escuchar al mosquito, al amigo, al enemigo, al rinoceronte, a las llamas, a la lluvia, antes que eso el ser se escucha a sí mismo. Claro, entonces no comprende al mosquito, no comprende al rinoceronte, no sabe que está lloviendo y, menos aún, que se está quemando.

-¿Pero no has escuchado que han dicho…?
-No, no, no he escuchado...
-¿No has escuchado la radio, que decía…?
- ¿La radio? ¡Ah! ¿Pero estaba puesta la radio?
-Sí.

-¿No has escuchado que, que te han estado buscando, que te llamaban?
-¿A mí?
-¿Has escuchado lo que te he dicho?
-Sí, sí.
-A ver, ¿qué te he dicho?
-No me acuerdo…
-Pero, ¿no me has dicho que lo has escuchado?

Y qué decir de lo que habitualmente se escucha, que por la escucha previa de la auto-escucha, se interpreta como la última conjunción, el último verbo o la última palabra, después de una hora de hablar.
Ciertamente, la escucha no es –a pesar de sus virtudes- el mejor aliado del ser. Demasiado ocupado en su monólogo. Demasiado pendiente de su ego-latría. Y el inconveniente de esa posición es que deja de conocer, deja de comprender, deja de avanzar, deja de aprender y de alcanzar otras perspectivas.
En la medida en que se escucha, por ejemplo, uno se da cuenta de que los demás también piensan. Parece algo muy evidente, pero no es tan evidente. Y no solamente uno, si escucha, se da cuenta de que los demás también piensan sino que incluso puede uno darse cuenta de que hablan.
-¿Hablan?
-Sí, sí, dicen palabras, y encadenan unas con otras y colocan sujeto, verbo, predicado…
-¿De verdad?
-Cierto.
Probablemente, muchas de las tensiones, discusiones, disputas, inconveniencias, enfados y un largo etc., se deban –en el caso de los seres humanos- a que no se escuchan.

-Oye, ¿de qué va la oración?
Por ejemplo, ¿no?
-
De la escucha.
-¡Ah!, sí, sí. ¿Y qué ha dicho de la escucha? Es que me he entretenido, me he quedado así como en alfa y no…
-¡Qué mal momento para quedarse en alfa!

La escucha es semejante a una inmensa pizarra que no está escrita, y cuando empezamos a escuchar, la empezamos a rellenar de palabras, signos, imágenes. O también similar a una... película que se impresiona por luces, por sonidos, por silencios y, en la medida en que esto ocurre, pues nos damos cuenta de... Si escuchamos el grillo, seguramente no lo confundiremos con el canto de la hiena. Uno puede ser animal de compañía, pero la otra no. Bueno, habitualmente.
¿Será –es una cuestión a plantearse-, será que, que por no escuchar, no escuchamos?
-¿Cómo?
-Sí, que ¿será que por no escuchar, no escuchamos?…
-¡Ah!, seguramente, seguramente sí, sí, sí, sí.
-¡Ah!, pero ¿dicen algo aparte de lo que digo yo?
-¿Ves? ¿Será que por no escuchar, no escuchamos?
Cuando, por ejemplo, el ser está en silencio -en silencio, no dice nada- normalmente tiene un diálogo interno… bueno, ¡una cosa!, una mezcla de mítines, con publicaciones, con novelas rosas, mezclado con preocupaciones, detritus, sueños, cambalaches, mareos, subterfugios, traiciones, asesinatos, violaciones, infidelidades, divorcios… ¡guau! ¡da tiempo para todo, oye!
-¿Todo eso se piensa, todo eso se escucha?
-Todo eso.
Claro, como está tan llena la escucha, pues, ¿será que por no escuchar, no se escucha?
Supongamos por un momento –es un suponer, ¡eh!-, supongamos que por un momento, como estamos escuchando todas estas cosas y alguna más, que en ese momento de escucha “auto”, se produce algún murmullo –vamos a dejarlo en murmullo- del silencio.
-¿Murmullo del silencio?
-Sí.
-¿Qué se escucharía...?
-No, no se escucharía.
-¿Pero se estaría produciendo el murmullo del silencio?
-Seguramente.
-Podría ser –es un suponer-, podría ser que, que la dinámica de la vida, la función de la Creación, pudiera ser, ¿qué dijera algo?
-No lo sé, porque no me he dispuesto a escucharla.
-¡Ah!, buena respuesta.
-¿Y pudiera ser que si me dispongo a escuchar, sin escucharme, pudiera ser, que lo escuchara?
-Probablemente sí.

La oración nos permite el aliviarnos por un momento de nuestra auto-escucha. Nos permite, por un momento, escuchar otra… otra audición, si bien es cierto que el oír no es lo mismo que escuchar.
He oído...”
“¡ESCUCHO!”
La escucha ha de ser PERSEVERANTE. Porque en la es-cucha, es el ser, son los seres, es la vida la que se está expresando. Y, para darnos cuenta de ella, tenemos que escuchar, perse… perse-ver-ante-mente, perse-ver-ante-mente. ¡Cuantas palabras!: PER-SE-VER-ANTE-MENTE. ¡Mira que es larga la perseverancia!
Sí, la perseverancia requiere un estar ahí, un prestar atención. Estar ahí, prestar atención. ¡ABRIR LOS SENTIDOS!, estar despejado.
Per-ser-ver-ante, estando de ¡verdad!, sin distracciones, un momento y otro y otro y otro...
Y, probablemente, así tengamos una leve sensación de lo que se está diciendo, de lo que está ocurriendo; la escucha perseverante, para ella hay que tener paciencia.
Es decir, poner la ciencia al servicio de la paz. Queda bonito: Paz-ciencia. Queda bonito, sí, queda bonito, porque seguramente se ha dicho muchas veces y lo hemos escuchado muchas veces y resulta que la ciencia no se pone al servicio de la paz, sino que la ciencia se pone al servicio de la guerra.
-¡Ah! Pero, podría estar al servicio de la paz.
-¡Ah! Sí, pero no lo está.
-Pero eso es porque se interpreta mal.
-Mnn. O, porque se escucha mal. O mejor, porque no se escucha.
¿Será la paciencia una virtud cardinal que consista en… en poner al servicio de la armonía, el equilibrio y la modulación entre los seres, de los conocimientos, de los aprendizajes y de los descubrimientos que hacemos de la vida? Y no ponerlos al servicio de poderes, de mandos, de órdenes, de leyes, de morales, de rigideces que sólo conllevan el enfrentamiento, la violencia, la guerra.
Entonces, ¿podría existir una paz perseverante-paciente o una paciente paz perseverante?
Paciencia, nos dijeron muchas veces. Ahora parece que la paciencia se acaba, se agota, no sirve. Se dice también que la paciencia tiene un límite. ¿Cuál es? ¿El de la auto escucha?
La paciencia no tiene límites. Si tuviera límites, todavía estaríamos ladrando, y resulta que no ladramos, sino que pronunciamos, alfabetizamos, ideologizamos, ideogramatizamos. Si la paciencia tuviera límites, ya habríamos devorado a nuestros hijos, ¡a todos! Pero como no tiene límites, los aguantamos, los soportamos, los queremos, los amamos, los cuidamos y a veces, les ladramos. Habrá que quitarse ese slogan.
Por cierto, ¿cuál será el límite de la paciencia de lo Divino, de
la Creación?
¡Oh! Sí, también Dios tiene paciencia, pero hasta un límite, cuando llega y se cansa y Sodoma y Gomorra, se hacen “Gorroma Y Sodomia”, entonces los castiga y los ejecuta… ¡No hace falta!, lo hacen ellos solos.
También se dice que la paciencia de Dios tiene un límite. Como podemos comprobar, no es cierto. Si fuera cierto, no estaríamos aquí.

-Sí, pero...
-No, no, no... Sí pero, no. Deje de hablar consigo mismo. Siga escuchando, inténtelo. Persevere.
-Ya, pero si...
-Persevere. ¡No tiene límites!
-No. Y la per...
-Tampoco tiene límites.

Imagínese la escucha imaginativa.
¡Imagínese!... todo lo que escuche.
Imagínese, no solamente dé una interpretación verbal a las palabras sino imagíneselas ahora.
-“HOLA”. Imagínese esa palabra que, que, que, que, ¿qué es eso? “HOLA”
- ¿Qué tengo que imaginar?
-¡Imagíneselo! ¡No hay ninguna regla, es ilimitado!, imagíneselo, escuche: “HOLA”.
-¿Y, y, y qué imagino?
¿Ven, ven, ven lo que pasa? Se ha perdido la “imagineria”. Hay que imaginar: “HOLA”. Pues me imagino que eso “hola” corresponde a un cierto sonido que trata de amedrentarme, que trata de darme algo miedo: “HOLA”.
-Ves, ves ya puedes imaginar. “holaaa” Imaginatelo.
-Ah! Debe de ser alguna persona divertida que quiere jugar.

Y así, in-de-finida-mente, sin fin.

Sin fin no podré vivir jamás.
No podrías.
La canción dice: “Sin ti, no podré vivir jamás”... pues ahora lo cambiamos, y decimos: “Sin fin, no podré vivir jamás”.

Sin fin. Escucha sin fin, perseverante, paciente, imaginativo.
La vida, en su ebullición, persevera.
La vida, en su burbujeante actividad, tiene la suficiente paciencia como para recibir y recibir y recibir y recibir, y dar y dar y dar y dar y dar y dar y dar...
La vida, tiene la suficiente imaginación como para albergar infinitas formas de vivir.
¿Será… será así que
la Fuerza Creadora, la Fuerza conjuntante, la Fuerza vibrante, la Fuerza encordada, la Fuerza modulante, es paciente, perseverante, imaginativa?
Hace falta mucha imaginación para que cada ser humano sea diferente a otro. Mucha.
Y, con frecuencia, solemos decir que “todos somos iguales”. ¿No? “
TODOS SOMOS IGUALES”.
NO. Todos somos diferentes. Y pertenecemos a la vida.

-Ah! Pero...
-Escuche, escuche, no piense. Escuche

Ése es uno de los graves defectos que se producen en la oración: que, que, que no, no, que no, que no se escucha. Que, al escuchar algo, pues inmediatamente se produce una respuesta interna, como del emperador amarillo y dice:
- “pues yo no estoy de acuerdo, pues yo creo que... a mí me parece...”.
-No. No. No. Si está usted intentando establecer una sintonía con la Creación, a la Creación, de momento, no le interesan sus opiniones.
-¿No?
-No. No le interesan sus opiniones, de verdad. Está hablando alguien y entonces, el otro tiene que callarse. Ni dialogo interno, ni externo, ni lateral, ni de arriba, ni de abajo. No. Tiene que escuchar, cual tabula rasa, cual papel blanco. Escucha...

Y quizás, quizás, también, a veces se diga:
-No he escuchado nada.
-¿Nada, qué es?
-Pues nada.
-¿No te parece bastante?
-Bastante, ¿el qué?
-La Nada. ¿No notas el cuerpo un poco más ligero, más vacio, más diferente, puesto que “nada” hay que escuchar?

Hay que escuchar la Nada. ¡Yes sir! ¡La Nada!
Sí, esa materia prima de donde cogen las Creaciones, sustancia para materializar, luego, lo que denominamos en nuestro plano: “vida”, y poner proteínas, hidratos de carbono, grasas, enzimas, coenzimas.
¡Oh es la materia prima!
Sí. La materia prima de la que está constituido todo el universo, “estes”, “estes” universos y otros. “Estes” y otros.
-“Estes”, ¿qué significa?
-Que éste, son muchos y como… en vez de decir “estos muchos universos”, “estes”. No es muy académico pero… es entendible. “Estes” y otros muchos universos, se extraen de las minas de la Nada.
-Las
minas de la Nada… ya. ¿Y eso quién lo hace?

-¡Oh!, La Fuerza Creadora, Lo Divino. Para entendernos ¡claro!
-¿Y yo qué pinto en todo esto?
-¡Oh! ¿No se puede perder el protagonismo, verdad? Pues muy fácil, muy fácil. Si usted es el último elemento en la cadena de producción, usted puede volver al origen.
-¡Oh!
-Sí, puede convertirse en Nada. Nada.
-Eso debe de ser muy frío ¿no?
¿Frío,
la Nada? No. No es fría. Ni caliente. Ni tibia.
Sé que es”.
Si se escucha se puede alcanzar -no como logro, sino como posibilidad-, esa posición en la que nada se escucha. ¡Oh!, más allá de escuchar el silencio, ¡por supuesto! ¡Of course! Por supuesto, el silencio, claro que se escucha el silencio. ¡Vaya bobería! ¡Claro que se escucha! El silencio tiene mucha consistencia.
-Pero… a veces parece tan lejano que, qué difícil es escuchar el silencio.
-¡No, es fácil! ¡Deja de escuchar tus correrías, que siempre son las mismas! ¡Y verás si escuchas el silencio!
Ya… luego… después de mucha perseverancia, mucha paciencia y mucha imaginación, puedes alcanzar la escucha de
la Nada. Sé que es.

La escucha perseverante, paciente e imaginativa nos dispone, abre nuestras estructuras. Las coloca en el verdadero espacio: La Nada. Y desde ella, nos recreamos de nuevo, ¡nos recreamos de nuevo! Somos creados de nuevo, por la práctica constante de la escucha perseverante, paciente e imaginativa. Nos recreamos de nuevo, porque llegamos a la Nada.
Y, al recrearnos de nuevo, nos hacemos verdaderamente universos, nos hacemos un verso de alabanza a la Creación, a la vida, a todo lo que nos rodea. Un verso.
-¿De qué sirve un verso?
-De nada.
-Gracias.
-De nada.

No pierdan esta oportunidad.
Cuando las llamas de San Juan anuncian la purificación, anuncian la imaginación, anuncian la liberación de lo compacto. Anuncian la expansión del humo… y anuncian el aliento que conserva y mantiene el fuego.
¡Ah!

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