ATENCIÓN. ALERTA. ALARMA
26 de abril de 2010
Las apreciaciones del comportamiento humano indican que la atención no es precisamente un estado de consciencia habitual; sino que más bien la atención es baja, pequeña, poco intensa, inconstante, inconsistente... En la medida en que la atención no es la más adecuada, las posibilidades de que trascurran acontecimientos y... ocurran terminadas situaciones ¡sin! que el ser se aperciba de ellas, sin que el ser se dé cuenta, sin que se caiga en la atención necesaria para res-ponder, coloca a las posibilidades de nuestro ser y nuestro estar, en una... ¡muy! decadente situación.
Además, ocurre que los niveles de atención se han parcializado y especializado, hasta el punto que los que tienen una atención –digamos- especial o importante sobre un tema, sobre una dinámica, sobre un trabajo, sobre una dedicación, lo tienen sobre ¡eso!, nada más. Y desatienden... ¡todo lo demás!
La capacidad, en consecuencia, de atención integrativa –es decir, una atención que englobe los principales aspectos que inciden sobre el ser de una manera habitual-, se da en pocas ocasiones, se dan con poca frecuencia.
Cierto es que, según situación, ambiente, edad, sexo… los niveles de atención son -o deberían ser- más preponderantes en unos aspectos que en otros, ¡cierto!, según incidan los entornos sobre la vida del ser.
Pero, si la atención se establece escalonadamente -por ejemplo de acuerdo con la edad-, en la medida en que se gana una atención, se pierde otra. Y, llegado a cierto límite, se han perdido tantas, que lo mejor es ya no prestarle atención a nada.
Y así ocurre -como todos pueden comprobar- que a partir –siguiendo con este ejemplo referencial-, a partir de cierta antigüedad, pues, la atención sobre lo que ocurre, lo que pasa, lo que sucede, pues es más bien... ¡inexistente! Es decir, que hay una atención “vegetativa”, que no tiene que ver nada con vegetales, ¿eh?, porque los vegetales tienen mucha atención, prestan mucha atención acerca de su hacer, de su desarrollo, de su… aunque aparentemente estén quietos. O bien... o bien eso... o bien… quizás eso pueda ser exagerado, pero lo que sí es cierto es que, a partir de cierta antigüedad -medio siglo para los desarrollados y un cuarto de siglo para los menos afortunados-, la selección de atenciones, el “apartheid” de atenciones, el racismo en torno a las atenciones es... ¡voraz!:
-¡No! yo sólo le presto atención, ahora, a mi nieto.
-¿Y las abuelas qué? ¿Y la partida qué? ¿Y el libro qué? ¿Y los viajes qué?
-¡No, no, no!... Yo ahora me… sólo presto atención a mi... a mi... a mi... a mi...
Y se va repitiendo el “ami-ami-ami”, ¿no?, y se va haciendo un ovillo... un ovillo... un ovillo... un ovillo... y finalmente, la atención ¡del hilo! está en la fabricación de un ovillo.
Hilo- fabricación de ovillo. “Ovillo”: dícese de enredo organizado de un hilo.
Bueno, y uno se pregunta, claro, con esos niveles de atención:“¿Qué tipo de atención prestamos?”¡Bajísima!Si no presto atención, ¡mi atención! –véase el segundo tono de esta palabra-, la atención que presto a determinadas circunstancias o acontecimientos es muy pobre. Y puedo ver que pasa esto, que pasa aquello y… y no, no intervengo, ni siquiera lo contemplo, ni siquiera lo observo, ni me interesa saberlo.
Se recurre a la atención cuando las cosas se ponen un poquito ¡más!... incómodas que las comodidades habituales. Entonces se trata de atender. Véase escuchar, véase aprender, véase estudiar... Bueno, ¿estudiar...?
-¿Estudiar? ¿Eso que era?
Y, claro, como consecuencia de ello, si alguien me pide que le ATIENDA ¿qué tipo de atención voy a brindar, si no presto atención a la vida? ¿Qué tipo de ayuda me puede dar un terapeuta que, como no le interesa el deporte, no sabe que estoy angustiado por la suerte del Barsa?, y que por esto me ha subido la tensión, ¿verdad?, por eso estoy con el gesto fruncido, por eso hablo menos, por eso mi genio no está mejor. Y voy al terapeuta de
-No me siento bien, no sé qué me pasa…
Y el terapeuta, como él sólo presta atención a ¡¡las cosas importantes!!, y el deporte para él no tiene ningún valor, porque él es un hombre serio… O sea… pues, a lo mejor, le pone el Zusanli, o a lo mejor le pone el Yin Trang, o a lo mejor... horrible… ¡horrr-ible! ¿El resultado?: malo. ¿El miércoles…? ya veremos. Pero, pero de aquí al miércoles, ¿qué? ¿Qué?
En cambio, si el terapeuta ha prestado atención a lo que ocurre en el mundo –porque el deporte también ocurre, y ya no es un juego, es deporte; es parte de la cul-tu-ra del planeta, guste, no guste, apetezca, no apetezca… es parte-, si el terapeuta está enterado y le ve el color “Blau-grana” en la cara… -es un color especial, es un tinte especial-…Ustedes estudian medicina tradicional china y lo sabrán, ¿no?: Por el tinte, por el tinte de la cara, se conoce el origen de la enfermedad; por el pulso, la naturaleza de la enfermedad. Pero, si no se dan cuenta de que tiene un color Blau-grana, pues no saben el origen de sus inquietudes, molestias y tal, ¡no lo saben! Y la ayuda que le prestan es malísima, ¡pésima atención!, ¡pésima!
En cambio, si se dan cuenta:
-No, che, si esto… ya sé a ti lo que te pasa, tío. Tú estás preocupado por eso... ¡Pero si la plaza del Bernabeu ya la tenemos segura, hombre! Si nos va a entregar la copa Florentino. ¿No ves que está el presidente de Europa, el Rodríguez Zapatero? ¿No ves que es el jefe de España y todo?, diu, ¿qué? ¿Por qué dudas ahora? ¡Hombre de poca fe! ¡Venga! ¡Anímate, hombre! Si ayer los jugadores se, se medio-desnudaron con una camiseta que decía que iban a dejar el pellejo en el suelo…
¿Ves? ¡Oye! ¡Qué alegría le da al Blau-grana!, el ver que su terapeuta ha prestado atención al tinte de su cara… ¿eh? y, como está enterado de lo que pasa en el mundo, ¿verdad?, porque es parte de su DEBER, pues le ha quitado un poquito… y en ese momento el enfermo sonríe a media asta…y le dice:
-No, hombre, ¡venga! ¡che! ¡Hombre, venga, a por ellos!... y tal…
Una frase. Ya se ha ahorrado el Yin Trang, se ha ahorrado el Zusanlí y le ha recomendado un buen paseo por las ramblas o la mezquita o la ermita… aquí no tenemos mezquita, tenemos ermita… Y ya está, hombre, ¿qué le vas a pinchar, hombre?, ¿qué le vas a pinchar? Pobrecillo, si él lo que tiene es otra pena, hombre.
-Diu, es verdad, ¿no?
-Pues claro. Así de simple.
Así de simple y así de ATENTO.
La atención -la atención-, lo que podemos nosotros atender –y eso nos permite entender-, nos tiene que... llevar a una visión realmente... universal, hasta, sin duda, nuestras capacidades y posibilidades. Pero no podemos hacer caso omiso a algunas cosas porque no nos interesan, porque no nos interesan, porque esto tampoco me interesa… finalmente:
-Bueno, y a usted, ¿qué es lo que realmente le interesa? No me diga que le interesa Dios, porque eso no me lo creo.
¡Ah!, es verdad, la oración, interés, atención… ¡Ah!, atención. ¿Qué atención le presto a mis creencias? ¿Qué atención le presto a mi referencia de Creación? ¿Qué atención le presto a las oraciones? ¿Qué atención? ¿Cuánto de atento y de atención me aporta y me desarrolla el orar? ¿En qué medida me sirve de referencia?
Si realmente –si realmente- mi atención es hacia lo Divino, no puedo descuidar ninguna atención que suceda en torno a la vida. ¡Ninguna!
Repito: Si realmente mi atención es hacia lo Divino, no puedo descuidar ningún tipo de atención que transcurra en la vida.
Esto no va a significar que tengo que saber, conocer y especializarme en todo ¡No, no, no, no! Significa estar ATENTO. Y, en la medida en que estoy atento, me fijo, veo, oigo, pregunto, viajo, leo... Y, en esa medida, tengo… tengo una… aunque sea ligerísima idea –ligerísima idea- de por qué los belgas se pegan entre sí mismos, ahora.
-Los belgas… ¿Qué tienen que ver los belgas con la oración, con la atención y con que se pegan?
Pues mucho. Mucho. Porque si hacemos una oración, somos conscientes –en esa oración- de todo lo que ocurre, hasta donde somos capaces de percibir.
Y eso repercute EN TO-DOS. O sea, que por lo menos en dos. En To-Dos. Y, como la mayoría van por dos –otros, avariciosos: van por tres, van por cuatro-… en general, se tiende, por ley -¿qué ley?-, a dos. Creo que se entiende, ¿no? Si prestan atención, sí. Si no, se quedarán: -¿qué ha querido decir?- ya saben, como los pajaritos… ahora estamos en primavera y, como ven, cada vez hay más pajaritos. Eso es porque dos, y dos, y dos… ya saben… huevitos… (No conviene explicar tanto una referencia, porque si no, pierde gracia, ¿no?. Pero, en fin, todo sea por la atención.)
Entonces, todo parece indicar que el lema orante nos anima a que esta semana… esta semana, por lo menos, esta semana, ésta que viene, que es abril todavía, que tiene “erre”, que se puede comer marisco… porque la que viene de mayo, no tiene ni una “erre” que arrastrar… pero esta semana, que aún es semana… -sí, pueden comprar también la revista “Semana”, si quieren-, esta semana..., ¿y si prestamos un poco de atención a lo que le pasa al vecino? ¿Y si prestamos un poco de atención a lo que dicen los periódicos? -así, de refilón, un poco, no mucho, no, un poquito…- ¿Y si prestamos atención a lo que dice la radio? Incluso, ¿Y si encendemos la televisión? ¿A ver de qué va eso? ¿Y si prestamos un poco de atención a las amistades?
-¡Hombre!, hace 18 años que no veo a Antonio… Y Antonio era amigo mío… aunque ya con dieciocho años después… ¿se acordará de mí?
Podría ser un buen momento.
¡Atención! Que, de repente, pueden encontrarse con un hijo desconocido… o hija.
Entonces, si están atentos, pues, pues…
-¡Ah!, mira, no sabía yo que…
-Pues sí.
-¡Jolín!
Se podría prestar un poco de atención y, de paso, atender a aquellas personas que sabemos de sobra que andan en penurias de amores, de economías, de cariños, de afectos, de atenciones, ¡mínimas!…
¿Y qué tal si, de repente, presto atención –aparte de mi vestimenta, mis blue jeans, mi camisa, mi rimel, mis dineros, mi coche, mis ruedas…- aparte de mis, mis, y si presto un poco de atención a “los”, “los”, o “yours” “yours”? O no sé, por curiosidad, por lo menos para decir: ¡Hay que ver, qué rara es la gente!... bueno, ya es algo, ¿no?
-¿Y por qué es rara?
-No sé, es que hacía tanto tiempo que no me acercaba a un bar a tomarme una cerveza, o a comprarme un “gelato”… -o sea, un helado-, que… Claro, como estoy tan ocupado…
-¡Ah!, la ocupación. Va a ser eso. Va a ser eso. Que la mayoría de los seres están ocupados porque tienen puesto el preservativo humano. Están “presertevatizados”.
Ocupados. Espacio ocupado, espacio ocupado. No, no tienen espacio libre. Todo ocupado. Pero no porque tengan la atención exacerbada, no… porque están ocupados. Los han ocupado. Les han llenado todo su ser. Se han dejado, también, un poquito llenar, para así no tener que pensar.
Si la atención es referenciada hacia lo Divino, ninguna de las cosas que ocurran en este lugar llamado VIDA, nos son ajenas. Y, según se nos presenten, tenemos que atenderlas.
Pero, con tanta dispersión y con tanta racionalidad de atender solamente lo que me interesa, lo que me provoca, lo que me… me…, pues a veces no es suficiente con prestar atención. Hay que alertarse.
Es otro nivel de consciencia: la alerta; que nos permite hacer lecturas de un alfabeto, de una escritura que no está ordenada, como es: las circunstancias que nos rodean.
Alerta para apercibirnos de el estado de conservación de esto, de aquello, de lo otro.
Alerta, para que lo acostumbrado no se convierta en rutina y no se haga monotonía, y no se induzca a una muerte lenta y sin ni siquiera agonía.
Alerta, como si tratáramos de leer -a leer… alerta-. Escrituras que no están, mensajes que no existen; pero sí existen, sí están. Si nuestra atención la amplificamos un poco, entramos en alerta.
Y, alertados, alertados empezamos a interpretar y a leer las circunstancias que envuelven a la vida, y que van dando sus mensajes, sus lecturas.
Si nos alertamos, empezamos a darnos cuenta de ese “epi-genoma” que nos envuelve y que nos… incide directamente en nuestras estructuras vitales, a todos los niveles. Ya hemos hecho la lectura –hasta un cierto punto- de nuestro GENOMA; pero si no tenemos la alerta suficiente, el “epigenoma” va a pasar desapercibido, pero va a estar ahí, ¡sobre! nosotros. “Epi”: ¡sobre! Incidiendo, actuando, cambiando, modificando. Y el ser, como no tenía suficiente atención y como no estaba ¡alertado!, pues… le empezaron a suceder una serie de cosas y no tenía recursos para responder, no tenía recursos para actuar, no tenía recursos… y llegó incluso a decir que ¡no había recursos!
Sí hay recursos. Y están ahí, esperando que los recojamos y los leamos. Son recursos que
Pero sólo podemos darnos cuenta si estamos alertados.
La oración es un medio de ¡alerta! con-ti-nuo. Y, en esa alerta, se sabe –se sabe- descansar y despertar. En esa alerta se sabe direccionar adecuadamente nuestro esfuerzo, nuestra dedicación, según –según- los trazados de
Y con esa atención adecuada, y con esa alerta precisa, estaremos en la frecuencia de vida, “De Vida”, dando vida. Debida, cumpliendo en el deber para el que estamos debidamente preparados y diseñados, y creados como diseño biológico y estructurado. De vida, debiendo y sabiendo lo que se debe para poderlo restituir.
Eso es dar vida, eso es apostar por la vida.
Y estos días que se avecinan, de esta semana, son propicios para aventurarse a la “alerta”, a la “atención”. Y decimos “aventurarse” porque, evidentemente, en la medida en que hay un “propósito de...”, nos daremos cuenta -el ser se dará cuenta- de la cantidad de espacios vacíos sin vacuidad, vacíos; la cantidad de descuidos; la cantidad de olvidos; la cantidad de faltas de sensibilidad; la cantidad de torpezas que ha acumulado alrededor. Un basurero. Y creía que vivía en un bonito “Penthouse”, y resulta que, al alertarse, que al prestar atención, ha descuidado tanto, tanto..., que los residuos le rodean.
Pero eso se ve si se está alerta, si se está en disposición de leer, de interpretar; si no, pasan y pasan cosas -que se suele decir-, y sin saber por qué, sin… sin buscar ni siquiera una tenue interpretación, conformados con “mala suerte” con “¡qué le vamos a hacer, ya ves, así es la vida”… Expresiones que indican falta de atención, por supuesto ningún tipo de alerta.
Si se alcanza la alerta, descubrirán, ALARMADOS, que era mucho más perentorio, mucho más urgente de lo que parecía, el desarrollar-se en estas actividades: Alarma, ¡al-arma!, como queriendo decir:¡Tírense al arma! ¡Láncense a el arma! Bloqueen las armas… al-arma. En el nombre de “Al”, en el nombre del Eterno, en el nombre de el orante, bloqueen las armas. Eso es una alarma. Prestar atención a las armas: a las armas de la envidia, a las armas de la soberbia, a las armas de la vanidad, a las armas de la persecución, a las armas de la violencia, a las armas del ¡miedo!… son armas.
El ¡desarme! El dejar de ser “ARMADOS” para ser “AAL-MADOS”, es gracias a la “al-arma”,
¡Ay!.. ¡alarma!
Que, si la referencia de lo Divino está, si ello es el lugar de preferencia, si ello es nuestra inspiración, más que nunca –sin saber lo que fue nunca-,
Al-arma, porque el ser ha construido un mundo de armas. De armas arquitectónicas, de armas agropecuarias, de armas volantes, de armas culturales, de armas costumbristas, de armas disfrazadas de bondades que luego fueron verdaderas maldades. Y se ha ido construyendo una historia, realmente, de alarmas. Hasta estar como estamos ahora. A poca atención que se preste, a poca alerta que se tenga, nos alarmamos porque un poco de ceniza... y nuestras armas volantes sí identificadas, no pueden salir; las armas de la pillería empiezan a funcionar, y después descubrimos que eran armas alarmantes.
Fíjense si habrá armas, como el arma “A”, ¿recuerdan? ¡Achiss! No hace tanto tiempo, la gripe “A”, ¡la alarma! ¡La pandemia! Fíjense qué capacidad de armamento tiene el ser humano, que puede mentir impunemente sobre miedos, infundados, y generar un caos en la especie. Fíjense de qué cantidad de armamento, no convencional, dispone ya la especie que, un simple organismo pinche y vulgar, se atreve a decir, sin más, que…:
-¡Ah, Ah, Ah!...
Y todo el mundo a temblar ¿Qué clase de atención?, ¿qué clase de alerta? Se tiene que..., porque aquél..., de aquel organismo dijo “Ah… ah… ah”, todos: “ah… ah… ah”.
Armas, sin duda, de destrucción.
Armas... para asustarnos. Y, de susto se mueren los seres. A veces, de repente y otras, poco a poco.
Y, si queremos atender adecuadamente, tenemos que AL-ARMARNOS y disolver las armas, todas esas que no son, precisamente, pistolas. Que hacen de la vida un drama, ¡una tragedia!, en la que colaboran unos y otros indistintamente, porque ése es el estilo de vivir. Es normal envidiar, es normal encelar, es normal mentir, es normal engañar, “no hay que tomárselo así”..., “no es para tanto”…. “Verás, tú…” “Yo quería decir…”
AL-ARMA…. Son armas. El ser humano se ha convertido en un arma. Y no porque haga kárate, yudo, jiu jitsu, taekwondo, ¡no! Eso lo ves venir y, a lo mejor, con suerte, te defiendes. Pero lo otro, lo vulgar, lo grosero, lo ¡cotidianamente violento!... ¿Cómo? ¿Cómo defenderse ante el pacto que tienen la mayoría de que eso es “normal”…? Que es normal que haya desempleo… Es normal que haya miseria…. Es normal que cada segundo mueran seres por falta de agua potable… Es normal las enfermedades que se podrían resolver… -cantidad de ellas, totalmente-. Es normal que existan..., que sigan…. Es normal… Y en ese grado de normalidad, la humanidad se desarrolla y no se da cuenta que esa normalidad ¡convierte! a cada ser en un ARMA…
Un arma….
¡Por Dios!
Al….
Se ha llegado a esa situación y creo que no es difícil darse cuenta.
La propuesta orante, en consecuencia, nos, nos llama en su llamada orante a estar atentos bajo la referencia Divina, a ESTAR ALERTAS, bajo esa misma referencia, y estar alarmados de las armas en las que: se puede, se convierte y están convirtiéndose, los seres de humanidad. Y bajo esa referencia de lo Divino, en esa actitud orante, podemos realmente DESPERTAR A LA ¡ATENCIÓN!, A
SIN DESESPERO.
CON ESPERANZA.
CON ILUSIÓN.
CON FANTASÍAS.
CON IMAGINACIÓN.
CON RECURSOS.
¡POR DIOS...!
SSÍ.
Ámen.
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