La Espera
4 de enero de 2010
4 de enero de 2010
Se suele decir, y se suele ejercitar, la actitud de “hacer”, ¡esperando! conseguir, esperando lograr, tal o cual objetivo...
Es una manera... Otra forma es: aguardar, y esperar a que te traigan, te den... o te toque, después de una larga cola...
Otros, prefieren esperar a que hagan los demás lo que uno tiene que hacer.
En otras ocasiones, se espera que los demás se den cuenta lo que “yo” necesito.
“¡Espero que esta vez, por fin, Dios se apiade de mí y me toque la lotería!...”
Es decir, hay innumerables formas de esperar.
Entramos..., ¡ya! estamos, en el año que tiene el lema de “La Espera”. Y, si hoy, la oración surge bajo ese mismo lema, nos quiere -de entrada- decir que, es un año de oración; un año orante.
Un año orante que no espera conseguir esto o aquello, sino que, simplemente, un año en el que se entra en otro nivel de relación, de referencia, de contacto...
Y, que no implica renunciar a otros niveles de... de referencia, o a otras... estancias. Si bien, implica -al entrar en un período orante- estar, constantemente, en referencia con la Creación.
Y, no como, probablemente, anteriormente podría ocurrir que, ocasionalmente, se referenciaba el ser a través de la oración. También, significa o implica que, las condiciones de la especie, el momento de la historia, las circunstancias que nos rodean, van a ser favorables para entrar en esa necesidad, en ese gusto, en esa complacencia hacia la oración.
Parece, en principio, difícil que se den esas condiciones, en un... en una civilización ansiosa, de “prisas”, de... “resultados”, de “ganancias”, de “agobios”... Pero, todo eso que nos agobia es una partícula -por establecer una proporción- con lo Divino.
Y, quizás, en consecuencia, nos sorprendamos el entrar en oración en circunstancias muy diversas... sin gran esfuerzo. Con lo cual, podremos, sin duda, conmovernos, porque hay como una presencia más cercana de la Fuerza.
¡Dios es grande!
“La Espera”, como forma de oración, tiene algunas características que nos van a orientar acerca de cómo encarnar orantemente este... este año que... que inicia su andadura, según el contaje de la Era cristiana.
Es una espera de un... intenso hacer personal.
Es una espera de un profundo planteamiento vocacional, de un profundo pensar como servidor, y de un profundo descubrirse en lo que se ¡debe! hacer.
No es una espera de brazos cruzados.
Es una espera de un hacer, de un ejercitarse en lo que a cada cual le corresponde. Y, esto, implica contemplar cómo se realiza -además- el hacer de los demás.
Mientras ejercitamos nuestro deber, vocación y servicio..., CON-TEM-PLAMOS lo que transcurre a nuestro alrededor.
Es una espera QUE NO INTERVIENE en lo que contempla.
Que deja transcurrir, y en base a ello, se fortalece en su confianza hacia todo lo que le rodea.
Es un contemplar confiado y, en base a ello, descubridor y sorprendido. Porque podemos ver el acontecer según transcurre, con la Fuerza que le anima…
Una espera sin demanda, ni personal, y menos aún ajena.
Una espera que aprende de lo que observa.
Una espera que se da cuenta de lo que de nosotros se emana; se da cuenta de lo que de nosotros sale hacia el exterior.
Una espera que, en su confianza, descubre cómo llega lo necesario y cómo ocurre lo oportuno.
Una espera que no obliga, no empuja…, no se cuela.
Una espera sin atajos, es decir, sin buscar caminos más cortos.
Porque es la espera de la ¡PERMANENCIA! Tomar consciencia de que permanecemos, de que estamos, de que están, de que está.
Una espera gestadora de humores.
Una espera de sutiles fragancias de amores.
¡Una espera sin prisa! ¡Aleluya!
Una espera que no agoniza.
Una espera que, por ser de sentido orante, es la espera que, desde su grandeza, tiene la Creación hacia todo lo creado.
Una espera expansiva en base a la identidad de cada ser.
Una espera comprensiva.
Una espera que, con todo ello, se hace respetuosa del hacer de cada cual, porque está cada ser pendiente de su hacer.
Una espera flexible, sin exigencias, sin imposiciones, sin ¡reclamos!
Sin duda, la espera orante es muy diferente a las otras formas de “esperas”.
Es una espera de gra-ti-tud, por reconocer cada ser su valor, su implicación en la Creación.
Una espera que, por ser orante, sabe que, ocurra lo que ocurra, es lo que mejor debe de ocurrir.
Es una espera que desafía nuestra imposición razonable, lógica y científica, tecnológica e impositiva.
Es una espera de confianza plena.
Es una espera en la que no se puede ¡defraudar!
Es una espera en la que, con los talentos, con los valores que cada uno tiene, no puede defraudar a los que nos contemplan, a los que nos miran.
Y saber… y saber que es el momento propicio para ello; y saber que vamos a contar con la Fuerza, como aliada para ello, nos sitúa en una actitud ¡alegre!
No defraudaré en mi espera. Más bien, por el contrario, brillaré con la herencia que el cielo me ha dado.
Y estando en la permanencia que me corresponde, seré referencia para otros. Y otros serán referencia para mí.
Seré nutriente y nutrido; seré amante y amado… en un ¡presente convencido!
Al ser la referencia orante del lema de un transcurrir, ninguna acción humana me debe de trasgredir, herir o dañar. Porque el divino es mi referencia y mi escudo. Es mi guía, mi eternidad…; es el pan de cada día; es el agua de cada sed. Cualquier otro humano que interfiera, se verá de frente con Dios.
Así podría expresarse el sentir orante, desde lo ¡íntimo! Como la oración de la oración.
Mi espera permanente es el salvoconducto de una continua trasferencia de mí ser hacia Dios.
La ofensa no me hiere; la crítica no me daña; la envidia no me ofusca… mientras permanezca en mí realización. Así sé que no hay error, ni fracaso.
Es el tiempo y la opción de recogernos, cada ser, en nuestra verdadera ¡misión! Y en base a ello, conectarnos, contactarnos en una dimensión del TODO; una conexión sin roces…, fluída…; con la base de una sinceridad y un compromiso en la palabra, permanente.
La oración de la Espera es como si recibiéramos, si estuviéramos a la antesala de una visita… de Dios.
La Piedad y la bendición se derraman sobre la oración de la Espera.
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