lunes

Lema orante semanal

AMORES, LÁGRIMAS Y SONRISAS

23 de noviembre de 2009

Muy probablemente todos los seres de humanidad pasan, en algún momento, mucho tiempo o poco, por estas tres experiencias.
Aman a sus maneras, lloran en sus formas y sonríen... en sus ocasiones.
Es posible dejarlo como elementos naturales, consubstanciales con la vida. Pero, en esta llamada orante, los vamos a percibir como sagrados; y el que sean sagrados, no significa que sean serios.
No podremos, no debemos perder la sonrisa. El que sea sagrado, no significa que las lágrimas sean de dolor por sistema. El que sea sagrado, no significa que los amores tengan que “sacramentalizarse”. El que sea sagrado, implica que el amor sea de la ¡grandeza! del universo. Si no, no merece la pena.
Que las lágrimas sean el sentido del ánima. Que sean lágrimas de alma. Hay otras, que son de circunstancias, de momentos. Y que la sonrisa, que sea sagrada, significa que sea ese reconocerse como un “todo”, reconocerse una particular singularidad de un “todo”, unido a todos los posibles elementos.
Que mi sonrisa por ser sagrada no se agota en el que la ve, en el que la oye, sino que se que ¡todos! la van a compartir.
Que mis lágrimas temblorosas, no se agotan ni en mi alegría ni en mi pena, sino que cualquiera que las intuya, las comparta.
Que el amor, al sentirlo con una mirada sea suficiente para conturbar nuestro cuerpo.
Así, en esas frecuencias va el amor como sagrado, las lágrimas sagradas, las sonrisas sagradas, por el hecho de evocarlas como oración.
De seguro que en los próximos días, en esta semana, habrá ocasión para evaluar los amores y ver si están dentro de las perspectivas, de las totalidades, si realmente conmueven o tan sólo son tibios. Entonces, no son amores.
Y cada día, una lágrima aflora por alguna razón. Quizás, salta como un trampolín al exterior o quizás queda contenida por la ¡emoción!
Que le demos, que le demos en ese instante, el recuerdo orante de lágrima que como Dios se cimbrea sobre nosotros para conmover nuestras almas.
¡Ay! y si hay que saltar del trapecio y precipitarse a las comisuras de la boca, porque las lágrimas buscan escape par sentirnos desahogados, que no lo impidamos por el falso pudor, por la falsa cultura. Dejemos que afloren como nacen las fuentes. Dejemos que broten como los manantiales. De seguro que aclararán nuestra mente, la apaciguarán, le darán la suficiente ternura, para poder suspirar con el aliento necesario para despertar a la esperanza.
Y cuanto, cuanto trabajo cuesta el sonreír sin pudor; bien podría ser un, un tiempo de demostrar nuestras sonrisas, bien podría ser un momento -un momento- ante tanto caos de despropósitos, una sonrisa ¡por amor de Dios! Una sonrisa ¡por favor!
Puede ser que cueste y cueste mucho; más... si somos “es-fuerzo”, si somos “fuerza”, si somos “fuerza” de herencia creadora, la sonrisa estará presta, el motivo para provocarla será claro; y hasta se puede llegar a que el sonreír sea necesario.
Y al orar, como… anónimos creyentes, el amar es la constante que nos coloca en esa posición de locura.
Lo…cura… Ese, ese sentir de amor capaz de sanar cualquier amargura; ese amor loco que ha estado contenido, apresado, secuestrado por miles de razones, que no se le ha dado cauce y que se ha buscado equivalentes parecidos, semejantes…; ese amor que profundo y de entrañas, no se ha atrevido a brotar, a pesar de tantas primaveras.
En el orar, en el sentir de esta semana, puede ser el tiempo favorable, puede ser el momento de descubrir las falacias, las auto mentiras, los auto engaños, los sucedáneos, los parecidos…, y atreverse, como el ave que se lanza desde la cima hacia el aire inconsistente y ¡vuela! Y comprobar, y comprobar con sonrisas y con lágrimas, cómo el amor realmente vuela; loco, a lo mejor, como la brisa desatada en un instante, pero enseguida la lo-cura acude a nosotros y nos sana, ¡nos llena!
Ese amor que llena y a la vez –increíble- a la vez nos deja vacíos para llenarnos de forma infinita, para que no tenga límite, para que no tenga tapadera.
Ese amor orante que abarca cada respiración…, cada sabor…, cada mirada…,¡no lo retengan por más tiempo! Ese amor es salud, es la lo-cura necesaria para disolver definitivamente el diálogo de violencia; es la locura necesaria para aspirar a ¡todo!, sentirse ¡todo!
Sonreír como el bebé que, cuando esboza su carcajada, hasta el último dedo del pie se mueve. Todo él es una sonrisa.
Llorar y sentir la lágrima, contenida o fuera, y que nuestro cuerpo tiemble.
Y en amando, ni una sola reserva. Vacíos y llenos a la vez.
Decían que: “una imagen valía más que mil palabras”. Una sonrisa vale unas diez mil.
Decimos que una lágrima es una estrella que se ha escapado de nuestro cuerpo, pero hay tantas…
Exclamamos, cuando amamos: ¡No puedo vivir sin ti! ¡NO PUEDO VIVIR SIN TI! Que sea cierto, que el amor que se sienta sea absolutamente imprescindible para vivir y se pueda exclamar sin rubor: ¡Es que no puedo vivir sin ti! ¡Necesito tu mirada, necesito tu aliento, necesito tu preocupación, necesito tu cercanía, necesito oír tu voz! Mi vida es una necesidad permanente de amar.
¡Y puedo señalar mis amores, aquí y aquí y allá! Y sin ellos… no existo. No puedo vivir sin ti. Se me agotan las lágrimas, desaparece mi sonrisa.
No podemos vivir sin amarnos. Y enfermamos y nos dolimos y nos sufrimos cuando entibiamos ese afecto, ese cariño; no ha llegado aún a ser amor, pero cuando llega a ser pleno, no hay factor ni factores en contra. Todo es favorable.
¡Déjense enamorarse del amor! Es decir, dejen que el impulso diario resurja, aunque estén vacíos y llenos a la vez. Como si volvieran a empezar.
Bien merece, bien merece -ahora que el año culmina- hacer que brote el amor ¡de verdad! ¡Ése que hace un tremor! El amor de verdad, que resucita de los amores banales. Bien es el tiempo ahora.
Sin duda, la sonrisa nos acompañará como la música de fondo, la música estelar que nos delata que enamorados estamos del amor. Y si nos preguntan, nos emocionamos y somos capaces de llorar.
Y pasa aquí, en Moscú, en Groenlandia, en Irak… En todo aquel lugar donde a cada ser humano, con sus grandes dificultades, le toca… saborear la vida.
Es una oración de universo; una oración de búsqueda de lo que nos sea común y de lo que podamos compartir anónimamente, sabiendo que no será inútil nuestra sonrisa -aunque no haya nadie delante-, ni nuestras lágrimas; menos aún, nuestros amores.
Pero que no se disimule, que no se escamoteen, que no parezcan escondidos o vergonzosos, que se hagan expresión de la fe, que sean experiencias de lo que resucita… después del deterioro que ya no sirve, que ya ha dado su último aliento como abono.
Amores, lágrimas y sonrisas. Una propuesta orante sagrada para compartir en el Todo de la humanidad.
Ámen.