lunes

Lema orante semanal

CUALQUIERA

30 de noviembre de 2009

Cualquiera pudo ser; aquel, aquel otro… Cualquiera.
Cualquiera te traiciona; Antonio, María, Luis… Cualquiera.
Cualquiera te abandona.
Cualquiera…
Cualquiera es aquella parte, aquella otra y aquella otra, que aún no son ni partes.


Especie de cualquieras, que... cuando parecen tener nombre, se hacen, se rebajan a cualquiera.

Y llega un cualquiera o una cualquiera y… ¿y dónde queda todo lo que había, lo que era, lo que suponía...?

“Cualquiera puede hacer esto o aquello…”

“Cualquiera te puede robar o engañar. Es fácil.”

“Sí, como si fuera un cualquiera: Luis, Antonio, María…”
“Cualquiera puede ser…”


Aún no se ha llegado –salvo excepciones- a dejar de ser “cualquiera”. Y la Humanidad se ha encargado de poner nombres y distintivos y banderas y estandartes para diferenciarse unos de otros. Pero, o te tratan como “cualquiera”, o tratas como “cualquiera”.
No hay méritos acumulados; no hay –ya- buenos recuerdos; no quedan –apenas- expectativas de lo que ocurrió, de lo que pudo ser y no fue… porque cualquiera puede llegar a ser, sin serlo...

Cualquiera te miente, te oculta…
Como cualquiera, quien más dice que es y representa, hace cualquier cosa.
¿Será que por haber tanto “cualquiera”, cualquier cosa puede pasar?
¿Será que el esfuerzo de toda una vida, en cualquier momento se puede truncar?
¿Será que “cualquiera” es una fuerza especial que actúa en cualquier momento y lugar? Y nos puede convertir en sádicos, en malévolos, en ¡estúpidos! o en impresentables.
Quizás la ambición por ser algo o alguien –que no sea cualquiera- hace que cualquiera aparezca.

Y dicen los anuncios: “Cualquiera puede optar a…”; “Cualquiera puede tener un…”; “Cualquier puede llegar a…”
¿Quién es un “cualquiera” o una “cualquiera”? ¿Es una Fuerza que en cualquier momento se la invoca o se la pide o se la llama para hacernos cualquiera, para poder hacer cualquier cosa que nos apetezca, qué queramos…?
¿O cualquiera es esa fuerza que -residual pero activa-, que está ahí, en su anónima vulgaridad… capaz de convertirnos en cualquier cosa? Basta una orden de vanidad, basta una orden de soberbia, basta una orden de mando, basta una orden de egoísmo… y “cualquiera” se hace cargo de nosotros.
¡Cualquiera!, sí, esa fuerza que hace al ser, vulgar; que no merece ni nombre.

Debería el ser considerar que puede convertirse en “cualquiera”.
Debería Antonio, María, José… considerar que pueden ser, en algún momento, “cualquiera”.
Debería de tenerse muy en cuenta esa Fuerza llamada “Cualquiera” que, durante milenios, actúa y hace de esta especie “cualquier” cosa; capaz de hacer cualquier barbaridad, o capaz de promover cualquier sutil desastre; capaz de recordar todo lo nefasto y perder la memoria ante lo hermoso, lo bello, lo beneficioso…
Puedes pasar de ser una persona influyente, amorosa, querida, piropeada, alagada… a ser un “cualquiera”. Porque cualquier… idea ha surgido; porque cualquier… elemento ha aparecido, y de ser el principal, pasas a ser el perro de la esquina… o peor: ni eres. Y eso a cualquiera le puede pasar. ¡Ay!
Tanta lucha y pelea por ser alguien…, y te convierten o te haces un cualquiera.

Habrá que dejar la vulgar opción del abandono, para que la Fuerza de “cualquiera” no aparezca.
Habrá que abandonar la vanidad, la petulancia, la soberbia, el coqueteo, el… el mareo mental, para evitar que cualquiera surja con fuerza, y cualquier… vulgar decisión te inunde, te lleve, te haga, cualquiera.
Si todo se convierte en cualquiera, cualquier cosa será. Nada especial espera. Tan sólo un trozo de… de deteriorada realidad.

Dejar de ser cualquiera es, quizás, un momento importante, y ahora más. Pasar a ser cada quien lo que es, el que es. Y cultivarse en su virtud, en su servicio, en su generosidad. Dejar atrás la amorfa forma de lo “cualquiera”.
¡Ser!, en verdad, un reflejo de la divinidad…, que no es “cualquiera”.
Ser, ciertamente confianza; ser, ciertamente, amistad; ser, ciertamente, amante; ser, ciertamente, “colaborante”; ser, ciertamente, fiel.


Convertirse en auténticos y únicos en dónde no pueda existir cualquiera.

Hacer de la vida un estilo, una ética, una misión, un viaje; una postura impecable que anime a unos y otros para sentirse liberado, y no atrapados a circunstancias, conceptos y momentos, cualquieras.
Que la trayectoria del viento libre, ¡limpio! y transparente, no se vea o pacificada por cualquier vanidad, por cualquier circunstancia.

Al menos, aspirar a dejar de ser cualquiera; a dejar de ser una potencia cualquiera. A reconocerse y descubrirse como un ¡nombre!; como un ¡nombre! que la Creación a cada cual le dio, para que fuera un reflejo de ella, no para que fuera “cualquier” cosa.

Es momento de aspirar sin premio, de aspirar humilde, de aspirar sumiso…, de aspirar a recuperar la naturaleza que nos corresponde como humanidad.

¡¡No somos como cualquiera!!

Ese afán contagioso de que cualquiera puede ser cualquiera; ese afán contagioso de vulgaridad por donde quiera. No es la naturaleza verídica del ser. Es el afán poderoso de los hombres; que entre unos y otros se convierten en cualquieras, y cualquiera puede mandar, cualquiera puede ordenar, cualquiera puede manejar, cualquiera puede manipular. Porque siempre existirán cualquieras que se han conformado con ser cualquieras, y se les puede… cualquier cosa realizar.

Y así se pretende convertir en cualquiera, cualquier situación; y transformarla en un vulgar silencio sin aclaración; en una ostentosa mentira de vulgar aprovechamiento.

Desde la oración se ¡reclama! la naturaleza de amor del ser, ¡que no es cualquiera!; ¡que es el Dios vivo, que palpita en las estrellas!; ¡que es el Dios vivo que hace las mareas!; ¡que es el Dios vivo que contempla desde las montañas!; ¡que es el Dios vivo que nos regala el alimento del agua! ¡Es el Dios vivo que nos lleva a la fantasía! ¡Es el Dios vivo que nos reclama! ¡No es cualquiera!
Y como herederos…, como sustancia destilada de ello, no podemos asumir ser “cualquieras”; no podemos declararnos cualquier poder o cualquier impuesto, o cualquier decisión. Ahí está el halo de amor que nos contempla; ahí está el halo vibrante que cada cual experimenta.


Caer en suplantar tanta grandeza es… cualquier -de cualquiera- vulgaridad. Sea en lo pequeño o sea en lo grande. Suplantar la impecable transparencia del vuelo de la vida, ¡es grave!
No vale cualquiera.


Ámen.