ALUSIONES
27 de enero de 2025
Y cada Llamada Orante se convierte en una advertencia, aviso, sugerencia, para permitir que el orante se dé por aludido.
Y es así –en la medida en que el orante se da por aludido- que se corrige, se cambia, se modifica, se posiciona en su estar, en su hacer, y sobre todo en su consciencia de habitante de Universo; de ser que, ocurra lo que ocurra, se da por aludido, porque forma parte de una unidad, aunque se declare independiente o individual.
Y es así que, en la medida en que nos damos por aludidos, evitamos que nos reprochen, que nos demanden, que nos exijan, que nos obliguen.
Cada ser de humanidad se siente aludido por algo que aún no ha cumplido. Y no se trata de que sea grande o pequeña la alusión, sino la evidencia, que deja sin recursos personales al aludido. Y, en consecuencia, su ánimo, su armada consciencia, entra en débito, entra en deuda.
Y así se suelen acumular y acumular alusiones no atendidas y deudas contraídas… que luego generarán incomodidad, discusión, mal humor –y un largo etcétera-, que muchas veces se dirá que no se sabe por qué.
Dada la evolución, el transcurso que lleva la materia viviente humana, todos nos sentimos aludidos. Y se nos pide un testimonio de claridad, una actitud de transparencia, un comportarse de honestidad.
No valen las mentiras piadosas… sobre las cuales hay mucha actividad, pero son fáciles de desmontar por uno mismo, al darse cuenta de que una mentira no puede ser piadosa… igual que el agua no puede ser vino –salvo milagro- o el vino no puede ser agua –salvo milagro-.
Y la advertencia orante viene por ese sentido justificativo: que se justifica por vergüenza, por timidez, por miedo, por… un largo etcétera de mentiras piadosas.
Y la alusión, si la asumimos y damos respuesta, nos coloca en los terrenos de la ilusión: en esos en los que nos entusiasma el proyecto, la idea; en esos en los que nos vemos reflejados en lo que transcurre, y nos vemos interactuando, y nos vemos interpendientes.
Y no es un ilusionismo de trucos; es un ilusionismo de vocación, de ética.
Sentirse despierto en lo vocacional, que probablemente es “el programa” que nos pusieron para llegar a donde estamos y ejercitarnos en base a los talentos que nos dieron.
Y claro, si no nos damos por aludidos, esos talentos, esas capacidades, esos ideales, esos proyectos, se hacen tibios, se hacen mansos; ¡sin pasión!...
Y el ser se vuelve esquivo, aparente, indeciso…
Testimoniar lo que se es, sea cual sea la condición, es darse por aludido en el medio en el que se está. Y así, aportar lo que a cada uno le corresponda, para que la unidad se fortalezca, para que el ideal se engrandezca, para que el entusiasmo sea una referencia.
Esa posición –“por alusiones”- debe estar siempre despierta, porque un detalle… un detalle descompone la figura; un detalle afea la belleza; un detalle puede arruinar el futuro. “Un detalle”. ¡Y son cientos de millones de detalles los que confluyen en cada ser!, para que podamos testimoniar lo que somos.
De ahí la alerta que nos da la Llamada Orante, para que no transcurramos con indolencia o con autosuficiencia o con un ‘sobradismo’ de… apariencias.
La humildad ha de ser la consciencia de un estar despierto y aludido. Y así, los justificantes no tienen por qué judicializar la vida.
Las alusiones son señales de la unidad que, sin señalar, se muestran para que cada uno se vea y, amparado en su intimidad, se recomponga.
El vivir no se puede convertir en una permanente deuda que surge como consecuencia de alusiones que no se tienen en cuenta.
El vivir, nos dice el Misterio Creador –¿o no es así?-, es “al contado”. Cada latido llega a su momento; no se retrasa. Cada inspiración es precisa; no llega antes ni después. Cada pequeña sustancia, cada detalle de una partícula –coenzima, gen o… redúzcanlo a lo que quieran- es puntual, es… al contado. No dice que hay que esperar. Se da por aludida la inspiración, para saber que luego hay que espirar. Igual que la sístole y la diástole. Igual que se da por aludido el primer paso, y la otra pierna le sigue.
En cambio, si así no es, cojeamos, no vemos, no escuchamos, nos dolemos, nos estancamos…
Al estar “al contado”, nos contactamos con precisión, nos adaptamos con elegancia, nos convivimos con admiración. Si no es así, el compartir se hace sinuoso, esquivo y ¡dudoso!...
Y culmina siendo engaño.
Y el engaño se hace ocultación, y la ocultación se hace traición.
¡Hay que ver con qué velocidad se transforma y se transfigura un detalle!
La infinitud de componentes que nos da nuestro carácter, nuestra forma, nuestro estar, están en disposición, siempre, a testimoniar. Están diseñados y preparados para eso. Pero sí, ciertamente ocurre que, en el transcurso de “estos tiempos” –diríamos-, la vanidad, la soberbia, el orgullo, la importancia personal, no atiende a lo que se es, sino que se aspira a lo que no se es…; a ocupar posiciones que no se corresponden. Con lo cual se entra en conflicto con otras realidades, con otros proyectos.
Las aspiraciones de las ofertas se hacen demandas, y unas y otras se buscan. Y el ser se desborda… y se convierte en el consumidor de zapatillas, de aquellos perfumes, de los otros cargos o posiciones, de aquellos puestos de privilegio…
Insaciable.
De ahí que la humildad ocupe un papel significativo.
Porque, sí, puede parecer una palabra muy grande para emplearla ahora, “insaciable”, que parece que solo les corresponde a los ricos o a los poderosos. ¡No! No. Es una palabra que les corresponde a todos, que nos tienta a todos.
Es la palabra que luego da lugar a los “peros”: “Sí, pero me gustarían otras…”. “Sí, pero preferiría más…”. “No, es que… Pero si pudiera ser…”. Y así indefinidamente. Con lo cual se crea un ser permanentemente insatisfecho.
¡Qué dolor!...
Sí, es un dolor crónico, el ansia por lo insaciable, que surge de no ajustarse a las alusiones que nos corresponden.
Genera ese malestar… propio y hacia el entorno, sea cual sea la posición que se ocupe. En unos casos se verá como más fastuoso, y en otros no, pero… terminará siendo dolor, la insaciable ambición. Una insatisfacción continuada, con un “pero” a cualquier situación.
Y valdría recordar el lema que nos acompaña: Adaptación Creativa Complaciente.
Y así, en esa adaptación, con el detalle de la humildad, sin la ambición insaciable, podemos creativizarnos en nuestros ideales, en nuestros proyectos, que son los que están dotados de recursos debido a nuestra naturaleza y al proyecto de la Creación.
Y eso inevitablemente produce complacencia. Complacencia propia y de entorno. ¡Porque se está en el lugar y de la forma en que hay que estar en el lugar!
Porque sí es cierto que se puede estar en el lugar, pero no saber estar.
Es como ese viejo chiste del que acude a un funeral donde se vela a un fallecido, y entonces llega el que va a dar el pésame. Y, sí, está allí, es el lugar, porque conoce, conocía… Y en vez de afiliarse a lo que hay y lo que está, apaga las velas y canta “cumpleaños feliz”. Le recordaba a sus cumpleaños. Sí, está donde debe estar, pero no como se debe estar. Es fácil de imaginar. Al finado no creo que le importe, pero a los demás sí.
El saber estar implica ese arte de escuchar, de ver y de atreverse a opinar, ¡sin miedo!
El saber estar es… guardar los silencios en los momentos en los que otros expresan.
El saber estar implica respeto ¡por todo!
Y esto puede parecer como una obsesión, y que todo lo que hemos escuchado puede ocupar todos nuestros días, y terminemos obsesivos y compulsivos, pendientes de si tenemos algo pendiente o no. ¡No! No, no, no, no, no. Eso es una trampa de la razón.
No, no. Nuestro diseño está perfectamente conformado y configurado para ser un modelo de ¡virtud!…; no un modelo de arreglos, chapuzas… “Bueno, ahí voy, ahí vamos”. Que no arranca, que no se posiciona.
Y por eso, ciertamente, cuando la Llamada Orante nos llama a la virtud, al ejercicio de nuestras bondades, puede parecernos que se conviertan, esas ansias de bondad, en una obsesión; ese saber estar, en una obsesión. No. Es innato. Lo que ocurre es que ha sido mutilado, ha sido maltratado, ha sido perseguido, ha sido… ¡cambiado!
Y entonces, el esfuerzo por saber estar, ser y desarrollarse, pudiera parecer una misión imposible. Y justamente es la más posible, porque es la que se configura con los recursos que tenemos, con las dotes que nos han dado.
Las comodidades, las zonas de confort, las aspiraciones constantes al tener, al poseer, al dominar, al controlar… son aspectos que nos apartan de nuestra complexión virtuosa.
Son tendencias que –al decir popular- “el mundo nos pide”. Pero… ¿quién es el mundo?
El mundo termina siendo todos los desesperos y las ansias de no poder conseguir lo que se quiere, no poder controlarlo, dominarlo o poseerlo.
¡Claro! Y, bajo esas circunstancias, lo virtuoso resulta como subir al Everest; lo bondadoso, lo educado, lo correcto, lo “estar en el sitio”. Porque dotados estamos para ello, pero contradice la demanda y las ofertas.
Y es ahí cuando el ser se pierde.
Y pareciera que no tuviera un camino. Y pareciera que no tuviera un espacio, un tiempo.
Y no. Todo ser que se presenta en la vida, es en base a una necesidad del Misterio Creador y de la dinámica de la propia vida.
Nada sobra.
Ahondar en las alusiones que respetuosamente nos cortejan. Y con ellas aprender a desarrollar la sincera posición, esa que nos hace merecedores de una humildad práctica, convivencial…, que deja de justificarse y deja de añadir “peros” a cualquier situación, para buscar esa Adaptación Complaciente y Creativa: la que nos hace posible que sepamos estar en el lugar adecuado, pero con la actitud adecuada.
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ALLUSIONS
2025-01-27
And each Prayerful Call becomes a warning, a notice, a suggestion to allow the praying person to take the hint.
And it is thus -to the extent that the praying person takes the hint- that he corrects himself, changes himself, modifies himself, places himself in his being, in his doing and above all, in his consciousness as an inhabitant of the Universe; that, whatever happens, he takes the hint, because he is part of a unit, even if he declares himself independent or individual.
And it is thus that, to the extent that we take the hint, we avoid being reproached, being demanded, being required, being forced.
Every being of humanity feels alluded for something that has not yet fulfilled. And it is not a question of whether the allusion is big or small, but of the evidence, which leaves the alluded one without personal resources. And, consequently, his spirit, his armed conscience, goes into debt.
And so unattended allusions and incurred debts tend to accumulate and accumulate… which will then generate discomfort, discussion, bad mood –and so on-, which many times will be said that they don’t know why.
Given the evolution, the course that human living matter takes, we all feel alluded to. And we are asked for a testimony of clarity, an attitude of transparency, and honest behaviour.
No white lies are worth… about which there is much activity, but they are easy to dismantle by oneself, realizing that a lie cannot be white… just as water cannot be wine –except for a miracle- or wine cannot be water –except for a miracle-.
And the prayerful warning comes from that sense of justification: that it is justified by shame, by shyness, by fear, by… and a long series of white lies.
And the allusion, if we accept it and respond to it, places us in the realm of illusion: in those in which we are enthusiastic about the project, the idea; in those in which we see ourselves reflected in what is happening, and we see ourselves interacting, and we see ourselves inter-pendent.
And it is not an illusionism of tricks; it is an illusion of vocation, of ethics.
Feeling awake in our vocation, which is probably “the program” that was given to us to get to where we are and to exercise ourselves based on the talents that were given to us.
And of course, if we pretend not to hear, those talents, those capacities, those ideals, those projects, become lukewarm, they become tame; without passion!...
And the being becomes elusive, apparent, indecisive…
To bear witness to what one is, whatever the condition, is to take notice in the environment in which one is. And thus, to contribute what corresponds to each one, so that unity is strengthened, so that the ideal is enlarged, so that enthusiasm is a reference.
That position –“by allusions”- must always be awake, because a detail… a detail decomposes the figure; a detail spoils the beauty; a detail can ruin the future. “One detail”. And there are hundreds of millions of details that come together in each being!, so that we can testify to what we are.
Hence the warning that the Prayerful Call gives us, so that we do not go about our lives with indolence or with self-sufficiency or with an ‘excess’ of… appearances.
Humility must be the consciousness of being awake and alluded to. And thus, the justifications do not have to judicialize life.
Allusions are signs of unity that, without pointing out, are shown so that each one sees oneself and, protected by his intimacy, recomposes.
Living cannot become a permanent debt that arises as a consequence of allusions that are not taken into account.
Living, the Creative Mystery tells us –or is it not so?- is “on the spot”. Each heartbeat arrives at its moment; it is not delayed. Each inspiration is precise; it does not come before or after. Every small substance, every detail of a particle –coenzyme, gene or… reduce it to whatever you want- is punctual, it is… on the spot. It does not say that we have to wait. The inspiration feels alluded, to know that then we have to exhale. Just like the systole and the diastole. Just like the first step is alluded to, and the other leg follows.
On the other hand, if it is not like this, we limp, we do not see, we do not hear, we get pain, we get stuck…
By being “up front”, we contact each other with precision, we adapt with elegance, we live together with admiration. If this is not the case this, sharing becomes sinuous, elusive and doubtful!...
And it ends up being deception.
And deception becomes concealment, and concealment becomes betrayal.
You have to see how quickly a detail is transformed and transfigured!
The infinite components that give us our character, our form, our being, are always ready to bear witness. They are designed and prepared for that. But yes, it certainly happens that, in the course of “these times” –we would say-, vanity, arrogance, pride, personal importance, do not attend to what one is, but rather aspire to what one is not…; to occupy positions that do not correspond. Which leads to a conflict with other realities, with other projects.
The aspirations of the offers become demands, and one and the other are sought. And the being is overwhelmed… and becomes the consumer of sneakers, of those perfumes, of the other positions or posts, of those privileged positions…
Insatiable.
Hence humility occupies a significant role.
Because, yes, it may seem a very big word to use now, “insatiable”, which seems to only correspond to the rich or the powerful. No! No. It is a word that applies to everyone, that tempts us all.
It is the word that then gives rise to the “buts”: “Yes, but I would like others…”. “Yes, but I would prefer more…”. “No, it is that… But if it could be…”. And so on, indefinitely. Thus, a permanently dissatisfied being is created.
Such a pain!...
Yes, it is a chronic pain, the longing for the insatiable, which arises from not to adapting to the allusions that correspond to us.
It generates that discomfort… both within oneself and towards the environment, whatever the position one occupies. In some cases, it will be seen as more lavish, and in others not, but… it will end up being pain, the insatiable ambition. A continuous dissatisfaction, with a “but” to any situation.
And it would be worth remembering the motto that accompanies us: Creative Complaisant Adaptation.
And so, in this adaptation, with the detail of humility, without insatiable ambition, we can become creative in our ideals, in our projects, which are the ones that are endowed with resources due to our nature and the project of Creation.
And that inevitably produces pleasure. Pleasing oneself and the environment. Because one is in the right place and in the right way that one should be.
Because it is true that one can be in the place, but not knowing how to be there.
It's like that old joke about going to a funeral where a wake is being held for de deceased, and then the one who is going to pay his condolences arrives. And, yes, he is there, it is the place, because he knows, he knew... And instead of joining in with what is there, he blows out the candles and sings "happy birthday". It reminded him of his birthdays. Yes, he is where he should be, but not how he should be. It's easy to imagine. I don't think the deceased cares, but others do.
Knowing how to be implies the art of listening, seeing and daring to give an opinion, without fear!
Knowing how to behave is... keeping silent when others are expressing themselves.
Knowing how to behave implies respect for everything!
And this may seem like an obsession, and that everything we have heard can take up all our days, and we end up obsessive and compulsive, worried about whether we have something pending or not. No! No, no, no, no, no. That is a trap of reason.
No, no. Our design is perfectly shaped and configured to be a model of virtue!...; not a model of fixes, botched jobs… "Well, here I go, here we go". That doesn't start, that doesn't take position.
And that is why, certainly, when the Prayerful Call calls us to virtue, to the exercise of our goodness, it may seem to us that these desires for goodness become an obsession; this knowing how to behave, an obsession. No. It is innate. What happens is that it has been mutilated, it has been mistreated, it has been persecuted, it has been... changed!
And then, the effort to know how to be, and to develop oneself might seem like an impossible mission. And it is precisely the most possible, because it is the one that is configured with the resources that we have, with the gifts that we have been given.
Comfort zones, constant aspirations to have, to possess, to dominate, to control… are aspects that separate us from our virtuous complexion.
They are tendencies that –as popular saying goes- “the world asks of us.” But… who is the world?
The world ends up being all the despairs and anxieties of not being able to get what one wants, not being able to control it, dominate it or possess it.
Of course! And, under these circumstances, the virtuous turns out to be like climbing the Everest; kindness, politeness, correctness, “being in the right place”. Because we are gifted for it, but it contradicts the demand and the offers.
And that is when the being gets lost.
And it seems as if it has no path. And it seems that it has no space, no time.
And no. Every being that appears in life is based on a need of the Creative Mystery and the dynamics of life itself.
Nothing is superfluous.
To delve into the allusions that respectfully court us. And with them, learn to develop the sincere position, that which makes us worthy of a practical, convivial humility… that stops justifying itself and stops adding “buts” to any situation, to seek that Creative Complaisant Adaptation: which makes it possible for us to know how to be in the right place, but with the right attitude.
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