El precipicio
9 de diciembre de 2024
Hoy, el sentido de orar se hace remolino en torno a “El Precipicio”.
Se precipitan los sucesos, pero… no hacia nuevas proporciones, sino hacia conflictivas confrontaciones.
Tres encuentros mundiales a propósito de la pobreza y el hambre, a propósito de la biodiversidad, y a propósito –reciente-… del cambio climático, nos han mostrado un precipicio que se aferra a los criterios establecidos, a las preponderancias de los poderes, hacia dotar de… ¿limosna? a los que se les ha dejado a la intemperie.
Como humanidad, una vez más, los grandes movimientos con grandes poderes… no son la solución. Y se precipitan creando residuos –más-, por ese estilo y por esa actitud de interpretar los signos, de interpretar las necesidades, de dar respuestas… –respuestas que liberen, actitudes que fortalezcan-.
Pero cierto es que, bajo el Sentido Orante, el precipicio también puede convertirse en “el principio”: en el principio de una modulada respuesta hacia una transformación, hacia una actitud de Misterio. Sí: Misterio operativo… en el que predominen los afectos, en el que dejen de ser protagonistas los defectos…
Puesto que, si nos ‘atendemos’ exclusivamente a los defectos –propios y ajenos-, no habrá principio, no habrá nuevos comienzos.
Si se sigue acercando, la actitud de vida, al precipicio, sin duda se acerca a un nivel de auto-lisis, a un escapismo irresoluble, a un volver a empezar en “lo mismo”.
Por ello, a pesar de lo precipitado y lo angustioso que pueda ser un estar de precipicio, es también el momento de reversibilidad, el momento de conversión.
La precipitación del precipicio nos ahoga con los prejuicios, condenas y demás castigos que el ser se impone –o ¡impone!- en su conciencia, en su criterio…
Atrás queda la presunción de inocencia…
Y como se escuchó en otra oración: “todos son inocentes”.
El sentido de culpa, el sentido de castigo, el sentido de daño, se establece en base a posiciones de importancia personal, en base a posiciones de dominio, en base a posiciones de “verdades”…
Y todo ello se extiende como plaga.
Es el estilo. Es la forma.
Unos martirizan a otros, otros aprenden a martirizar, otros se hacen martirio, otros se sienten martirizados… y, así sucesivamente, una rueda que se encuentra consigo misma continuamente.
Y al llamar a la culpa, necesitamos culpables y nos sentimos dolidos, ¡muy dolidos! Y pedimos justicia… y exigimos castigos.
Y, con ellos, gestamos ambientes y convivencias furtivas que no afrontan sus posiciones.
O, si lo hacen, lo hacen con violencia.
Y así se llega a ese precipicio de aparentemente “sin salida”… en el que la huida es la mejor solución.
Justo lo que nos permite volver a repetir.
Y es así que las historias de humanidades y las historias personales se hacen unísonas y… caducan.
Se vuelven cansinas… y no atisban a percibir nuevos horizontes.
Y cuanto más cerca los tienen, menos los ven, puesto que pesa más el agravio de éste, del otro o de aquél.
¡Ay! Volver a empezar donde se está, atisbando esos nuevos horizontes, con el sosiego sin culpas; sin… sin prejuicios de cantidad o calidad.
La Llamada Orante en el Precipicio, desde el Precipicio, nos invoca hacia el Principio…
A esa regeneración, a esa vuelta al inicio, para promocionar ese nuevo Ama-necer.
Sí. Es cierto que, cuando se está en el sufrir de la guerra, de la pobreza, del hambre, del cotidiano acontecer, cualquier propuesta… no digamos optimista, pero sí de revelación y de ¡rebelión! ante lo que transcurre hacia el precipitado abismo… –no de la liberación sino de la claudicación- sí, parece que son palabras vacías.
Claro. Se han llenado de contenido las palabras duras, las palabras de desahucio, de daño, de inquina, de… Se han llenado de contenido. Y por eso, cualquier atisbo de una nueva aurora, de una nueva versión de la luz, parece una quimera.
Pero es justo en el Llamado Orante cuando se tiene la opción de dar contenido, de llenar de sentido… estos otros amaneceres.
No, cogerlos y llevarlos al razonable momento, puesto que éste ya está ‘serrado’, cegado…
Al llenar de contenido lo inmaterial, lo esperanzador, lo renovador, lo regresivo hacia el origen… no se hace motivo de preocupación lo que nos hacen, lo que se hace, lo que ocurre.
Precipitado es el estilo de estar.
Precipitarse es la peor acción.
De ahí que la sintonía con el Abismo, en el encuentro con lo Divino a través de la experiencia de amor, sea el reverdecer-renacer; la conversión del ser.
El abandono de mis razones en favor de mis sensaciones; mis sensaciones de amor.
Y es la naturaleza de cada ser en su bondad, la que hace posible que se modifiquen los patrones personales, grupales y de humanidad.
A veces nos parecen lejanas esas conturbaciones de reuniones encauzadas a resolver los grandes problemas. Y no, no están lejos. Están en cada uno.
Y se busca la comunión en base a la bondad que cada cual tiene. Pero pesa más… el sentido posesivo, el sentido ambicioso, el sentido de dominio.
Y así aparecen ganadores y perdedores. Y los perdedores se aferran a la venganza… para poder llegar a ser ganadores. El peor recurso.
Presunción de inocencia, como actitud viable y no confrontable… en ese estar de cada día… que hace posible florecer en otras dimensiones.
Sí.
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The precipice
2024-12-09
Today, the meaning of prayer is swirling around “The Precipice.”
Events are precipitating, but… not towards new proportions, but towards conflicting confrontations.
Three world meetings on poverty and hunger, on biodiversity, and –recently- on climate change have shown us a precipice that clings to established criteria, to the preponderance of powers, towards giving… alms? to those who have been left out exposed to the elements.
As humanity, once again, great movements with great powers… are not the solution. And they precipitate, creating waste –more-, by that style and by that attitude of interpreting signs, interpreting needs, and giving answers… –answers that liberate, attitudes that strengthen-.
But it is true that, under the Prayerful Sense, the precipice can also become “the beginning”: the beginning of a modulated response towards a transformation, towards an attitude of Mystery. Yes: Operational Mystery… in which the affections predominate, in which the faults cease to be the protagonists…
Since, if we ‘attend’ exclusively to faults –our own and those of others-, there will be no beginning, there will be no new beginnings.
If the attitude of life continues to approach the precipice, it will undoubtedly approach a level of autolysis, an irresolvable escapism, a re-starting of “the same”.
Therefore, despite how precipitous and distressing a state of being on the precipice may be, it is also the moment of reversibility, the moment of conversion.
Precipitation of the precipice suffocates us with the prejudices, condemnations and other punishments that the being imposes on itself –or imposes!- in its conscience, in its criteria…
The presumption of innocence is left behind…
And as was heard in another prayer: “Everyone is innocent”.
The sense of guilt, the sense of punishment, the sense of harm, is established based on positions of personal importance, on positions of dominance, on positions of “truths”…
And all of this spreads like a plague.
It is the style. It is the way.
Some people torment others, others learn to torment, others become tormented, others feel tormented… and so on and so forth, and a wheel that continually meets itself.
And by calling for blame, we need guilty people and we feel hurt, very hurt! And we ask for justice… and we demand punishment.
And, with them, we create atmospheres and furtive coexistences that do not confront their positions.
Or, if they do it, they do so with violence.
And so, we reach that precipice of apparently “no way out”… in which escape is the best solution.
Just what allows us to repeat it again.
And so it is that the stories of humanities and personal stories become unisonous and… expire.
They become tiresome… and do not perceive new horizons.
And the closer they are, the less they see them, since the grievance of this one, that one, or the other weighs more.
Oh! To start over where one is, glimpsing those new horizons, with calm without guilt; without… without prejudices of quantity or quality.
The Call to Prayer on the Precipice, from the Precipice, invokes us towards the Beginning…
To that regeneration, to that return to the beginning, to promote that new Loving- Dawn.
Yes. It is true that, when one is suffering from war, poverty, hunger, daily life, any proposal… let’s not say optimistic, but rather of revelation and rebellion! in the face of what is heading towards the precipitous abyss… –not of liberation but of capitulation-yes, they seem to be empty words.
Of course. The harsh words, the words of eviction, of harm, of bitterness, of… they have been filled with content. And for that reason, any glimpse of a new dawning, of a new version of light, seems like a chimera.
But it is precisely in the Call to Prayer when one has the option of giving content, of filling with meaning… these other dawns.
Not to hold them and take them to the reasonable moment, since this one is already 'sawed', blinded...
By filling up with content the immaterial, the hopeful, the renewing, the regressive towards the origin... what is done to us, what is done, what happens, does not become a cause for concern.
Precipitated is the style of being.
To precipitate is the worst action.
Hence, the harmony with the Abyss, in the encounter with the Divine through the experience of love, is the re-greening-rebirth; the conversion of the being.
The abandonment of my reasons in favour of my sensations; my sensations of love.
And it is the nature of each being in its goodness, which makes it possible for personal, group and human patterns to be modified.
Sometimes these disturbances of meetings aimed at solving the great problems seem far away from us. And no, they are not far away. They are in each one of us.
And communion is sought based on the goodness that each one has. But what weighs more is… the possessive sense, the ambitious sense, the sense of dominance.
And so, winners and losers appear. And the losers cling to revenge… in order to become winners. The worst resource.
Presumption of innocence, as a viable and non-confrontational attitude… in that everyday being… that makes it possible to flourish in other dimensions.
Yes.
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