domingo

Lema Orante Semanal

 

Justo cuando nada tengo, es cuando sé lo que soy

4 de noviembre de 2024



La nueva vigilia de este ama-necer… se nos muestra otoñal. Con aguas de ayuda, de guardar. Con aires nuevos de frescor. Con hojas que tiemblan… ya transfiguradas en otros colores, en otras estancias.

Y las vides quedan desnudas, como si nunca hubieran estado…; mas conservan la dignidad de lo que son. Se recogen en el candor de la oscuridad, para repasar lo transcurrido y para entusiasmarse por lo que vendrá.

Desnudas, pero ¡sin frío!

¿Será… será así, también, este distinto otoño en el que el ser se desprenda de lo transcurrido? Y esto se convierta en –sin duda- en limo y nutrientes… y reflexión de lo acontecido, para así, desde la desnudez, el verse otra vez.

Pero verse ¡distinto! Verse sin adornos, sin frutos ni flores, que bien merecen, sin duda, un halago permanente.

Pero al llegar este tiempo-momento, nos hacemos eco de un silencio, recogidos en preguntarnos quiénes somos y cómo estamos.

Ahí, plantados.



De la consciencia de nuestra identidad dependerá la próxima primavera. Y sucederá… que la voluntad del invierno se hará próspera en detalles, en estrategias, en proyectos.



Sí. La Llamada Orante nos sugiere esa necesaria visión de desnudez… en la que, además de guardar lo prestigioso, lo virtuoso y bondadoso, nos re-vemos otra vez. Como… –porque es así- como si fuera la primera.



Y respondernos…



Y respondernos en un…



Soy vida, y tengo el ánima de la flor y del fruto.

Soy vida, y tengo el ánima de la transparencia.

Soy vida, y mi voz se hace palabra; y mi palabra busca ser cumplida.

Soy vida… y me siento cortejado por el aire, la luz y todo lo viviente.

Soy vida, y… la cosecha me reclama.

¡Soy vida, y no puedo dejar de serlo!



Pero mis quilates, mis dones,

donados, cuidados y mantenidos por el Misterio Creador,

suponen un compromiso, un testimonio,

una respuesta de claridad…

¡de noche prieta plagada de estrellas!

De reconocer, ¡de admirarse de lo ajeno!,

de respetar lo diferente,

de cuidar… ¡todo!; de ayudar… en todo.

Porque igual que todo se me da,

el poco todo que soy he de ofrendarlo

en un canto providencial,

en unas gracias ilimitadas,

en una poesía loca, liberada de miserias…

y plagada de entusiasmo, de fábulas, de cuentos, de sorpresas.



Sí. Desnudo estoy.

Y con ello, mi identidad se acrecienta.

Fuera quedan las palabras no sentidas,

las muestras aparentes…

los escondidos y los ocultos.

Y desde mi intimidad… ¡despierto!

Y con ello, me comunico con lo oculto y con lo evidente.

Con lo oculto, en mis ensueños de amor

impredecibles, pero constantes…

dispuesto a impulsarlos y… mostrarlos

en mi intimidad de amante.

Y en lo externo, en lo evidente, ahí…

ahí que esté el diente,

ese que es evidente,

que saborea, que se expresa con sentidos ardientes,

que se hace ¡capaz!... de que se escuche su latido:

ese de fervor ardiente.



La aparente nostalgia por haberme desvestido…

se convierte en contemplación de lo que llevaba,

y creatividad de lo que llevaré.



Así como el despertar del beduino

que al amanecer ofrece té y café,

con dulzor y amargor…

para saber estar en los extremos

y vivir el vaivén de lo nuevo.



¡No hay duda! Allí, alguien, por allí alguien…

invita al calor de la taza, al aliento del aroma.



El desierto despierta como un otoño permanente…

y nos invita… a sonreír;

a sonreír a la arena,

a que la pisada sea inevitable,

sin cansancio,

con la sencilla expresión…

¡de sentirme a la vez tierra, luz, viento!…

y silencio.



No. No me perderé en la nostalgia.

Mi amparo es… el reclamo permanente de la esperanza,

del entusiasmo contenido y a la vez expandido…

¡que da motivos de alegría!

Que se enciende –¡ay!-... para suplir el opaco sol

que quiere contribuir a nuestra intimidad.




Sí… sí, es cierto que el otoño despierta al fantasma del miedo, que se atemoriza por perder lo que tenía.

¿Qué tenía…?



Justo cuando nada tengo, es cuando sé lo que soy…; y es justo cuando siento el amor que se derrama para identificarme, y que me permite expresarme.

Y eso… nadie me lo puede quitar.



Y, así, el miedo se va… y el aliento se reconforta.

A nada he de temer con mi desnudez, puesto que soy único, irrepetible, insólito.



Y ese fantasma de miedo viene porque el ser… ¡ha tratado de poseer! Ha intentado, en algún momento, de asegurarse…

E igual que lo ha hecho, teme que lo hagan sobre él.



Y es así... en la promesa de la nueva luz…

Ese otoño que tiñeron de nostalgia, se convierte en nacimiento de esperanza.




Y desde el sonido cómplice de la hoja a punto de caer, entusiasmada por convertirse en alfombra, en servidora del ir, del seguir.







***













Just when I have nothing, is when I know what I am

2024-11-04



The new vigil of this loving-dawn… is shown to us as autumnal. With waters of help, of protection. With new fresh airs. With leaves that tremble… already transfigured in other colours, in other spaces.

And the vines remain naked, as if they had never been…; but they retain the dignity of what they are. They gather in the candour of darkness, to review what has happened and to be enthusiastic about what is to come.

Naked, but without cold!

Will it be… will it be like this, too, this different Autumn in which the being is detached from what has happened? And this becomes –without a doubt- silt and nutrients… and reflection of what has happened, thus, from nakedness, one can see oneself again.

But see oneself differently! See oneself without adornment, without fruits or flowers, which certainly deserve permanent praise.

But when this time-moment arrives, we echo a silence, gathered in asking ourselves who we are and how we are.

There, rooted.



Next spring will depend on the awareness of our identity. And it will happen… that the will of winter will prosper in details, in strategies, in projects.



Yes. The Prayerful Call suggests to us that necessary vision of nakedness… in which, in addition to keeping what is prestigious, virtuous and kind, we re-see ourselves again. As… –because that’s how it is - as if it were the first time.



And answer us…



And we will answer ourselves in a…



I am life, and I have the soul of the flower and the fruit.

I am life, and I have the soul of transparency.

I am life, and my voice becomes word; and my word seeks to be fulfilled.

I am life… and I feel courted by the air, the light and all living things.

I am life, and… the harvest claims me.

I am life, and I cannot cease to be!



But my carats, my gifts,

given, cared for and maintained by the Creative Mystery,

are commitment, a testimony,

a response of clarity…

of a dark night full of stars!

Of recognizing, admiring others!,

of respecting what is different,

caring for… everything!; helping… in everything.

Because just as everything is given to me,

the little bit of everything that I am I must offer it up.

in a providential song,

in unlimited graces,

in a crazy poetry, freed from miseries…

and full of enthusiasm, of fables, of stories, surprises.



Yes. I am naked.

Thus, my identity grows.

Out go the unfelt words,

the apparent tokens…

the hidden and the concealed.

And from my intimacy… I wake up!

And thus, I communicate with the occult and the evident.

With the occult, in my dreams of love

unpredictable, but constant…

ready to drive them and… show them

in my intimacy of lover.

And in the external, in the obvious, there…

there is the tooth,

that evident one,

that tastes, that expresses itself with ardent senses,

that becomes capable!... of having its heartbeat heard:

that of ardent fervour.



The apparent nostalgia for having undressed me…

becomes contemplation of what I wore,

and creativity of what I will wear.



Just like the awakening of the Bedouin

who at dawn offers tea and coffee,

with sweetness and bitterness…

To know how to be at the extremes

and living the swing of the new.



There is no doubt! There, someone, over there someone…

invites to the warmth of the cup, to the breath of the aroma.



The desert awakens like a permanent Autumn…

And invites us… to smile;

to smile at the sand,

to let the footfall be inevitable,

without tiring,

with the simple expression…

to feel at the same time earth, light, wind!…

and silence.



No. I will not lose myself in nostalgia.

My shelter is… the permanent call of hope,

of the contained and at the same time expanded enthusiasm…

that gives reasons for joy!

That lights up –oh!-... to replace the dull sun

that wants to contribute to our intimacy.





Yes… yes, it is true that autumn awakens the ghost of fear, that is frightened of losing what I had.

What did I have…?



Just when I have nothing, is when I know what I am…; and it is just when I feel the love that pours out to identify me, and that allows me to express myself.

And that… nobody can take it away from me.



And, thus, fear goes away… and breath is comforted.

I have nothing to fear with my nakedness, since I am unique, unrepeatable, unlikely…



And that ghost of fear comes because the being... has tried to possess! It has tried, at some point, to secure itself...

And just as it has done so, it fears that others will do so upon it.



And so it is... in the promise of the new light...

That autumn that was tinged with nostalgia becomes the birth of hope.



And from the conspiratorial sound of the leaf about to fall, excited to become a carpet, a servant of going, of following.







***