CADA SER AGUARDA LO QUE DEBE REALIZAR CADA UNO DE LOS DEMÁS SERES
24 de julio de 2023
Nuestro ser y estar...
es una consecuencia cotidiana de cada ‘ama-necer’:
de nacer cada jornada como consecuencia del amar de la Creación, del Misterio
Creador.
Si deparamos en ello,
podremos descubrir las sugerencias, las referencias, las orientaciones por las
que debemos desarrollar nuestras capacidades, para dar cumplimiento al deber de
nuestra creación.
Creados como
necesidad de un Misterio de eternidades, cada ser es un elemento de conjunción
integrado en la Totalidad.
Y sí. Sí ocurre que
cada ser se pregunta: “¿Qué he de hacer
ante esta sensación, ante esta situación...?”.
Recurre a su ‘conoci-miento’, a su saber, para buscar la
mejor respuesta.
En ese momento se
hace sectario. Sí. Bajo esas condiciones, deja de considerarse una creación
permanente.
Y es así que la
Llamada Orante nos transmite la necesidad de que, ante la respuesta continuada
que precisamos, nos situemos en la dimensión creadora. Nos demos cuenta de que
nuestra respuesta va a repercutir en todo.
Es difícil asumir esto, ¿verdad? Pero hasta científicamente... –que es
rudimentario- hasta científicamente está demostrado que un aleteo aquí
repercute en una vibración de allá.
No obstante, el
personalismo, el cultivo –a lo largo de generaciones- de la importancia
personal de “mi nombre”, de “mi apellido”, de “mi país”, de “mi cultura”… todo
ese bagaje adquiere tal significancia, tal significación, que casi borra nuestra posición de
universo.
Y decimos que “casi”
porque continuamos aquí... Y, en consecuencia, hay al menos un halo de
universalidad, de Creación, en nuestra presencia, que debemos promover.
Sería decir que “cada
ser aguarda lo que debe realizar cada uno de los demás seres”.
Y así, poder realizar...
la identidad de cada uno.
La evidencia de que
somos seres necesitados nos ratifica
esta situación.
Suele ocurrir que –en
esta dirección- el ser se pregunte: “¿Y cómo… cómo puedo yo saber qué designios
tiene…?”.
No siga. Mal plantea
la pregunta. Esa es la típica pregunta hedonista, soberbia y vanidosa: “¿Cómo
puedo saber, yo, qué quiere la Creación
de mí? Elemento, material,
métodos”.
De seguro que un
silencio solemne nublará cualquier tipo de respuesta.
En cambio, si el ser
se sitúa en la humilde sumisión de escuchar, de vaciarse de contenidos
adquiridos, heredados, de entornos y de intereses, surgirá –¡claro que sí!- una
señal, un algo que, como se suele decir: “No se me hubiera ocurrido. No sé cómo se me
ha ocurrido tal o cual idea, o tal o cual proyecto, o tal o cual actitud”.
Esa es la parte de
nuestra naturaleza, que nos sustenta, nos mantiene y nos entretiene, y que
aflora cuando aparcamos nuestra importancia personal, nuestra crítica, queja y
prejuicios constantes.
Dejar de ser una isla
y convertirse en mar.
Y es así como la mar,
el amar... nos facilita el nadar... y nos lleva a merodear en tierra firme, sin
aposentos, sin propiedad...; con la disposición de ese Misterio que nos
bambolea; que llama a nuestro corazón; que le hace darse cuenta de un
transcendente amar-amor.
Estamos bajo la
influencia de “La liberación”, del hexagrama del oráculo que marca nuestra “transfiguración”.
Podemos dejarlo como
palabras excitantes o incluso fantásticas, pero que no nos competen. Pareciera
que están reservadas a líderes o a personas de especial consideración.
Es una forma de
evadir la respuesta. Es una manera de considerar que... “esto no es para mí”.
En otro nivel se
diría que es una actitud cobarde.
Si la vida y el vivir
es un valor de valentía constante para realizar el viaje de inmortalidad, la
cobardía es la peor de las villanías. “Esto
no va conmigo”. “Esto a mí no me toca, no me afecta”. “No es mi problema”.
Resulta que todo
es nuestro problema. Resulta que todo nos compete. Y como resultado de
ello, cada ser debe abrir los sentidos... para sentir hacia dónde emite la
señal liberadora, nuestra posición; cuál debe ser nuestra actitud.
Y en esa pregunta
viene la especificidad de la respuesta: “transfigurándose”.
Sí. Pudiera… pudiera
decirse que, bueno, eso es parte de los milagros, misterios…
¡Bien! ¡Es una buena
respuesta! ¡Sí!, ¡sí! Y si cada uno se la aplica a sí mismo, pues podrá darse
cuenta de que él es un milagro y un misterio; que cada uno de nosotros somos un
milagro y un misterio. No sabemos por qué nos han traído aquí, pero lo vamos
descubriendo en la medida en que escuchamos nuestra procedencia.
Y esa transfiguración
es la actitud con la que nos presentamos, la palabra que empleamos, la
sinceridad con la que nos expresamos...; la respuesta... –y esto es así como un
detalle importante- la respuesta “al contado” que damos ante los
avisos, ante las situaciones… o las respuestas que “a plazos” vamos
dando.
Si en “al contado” estamos,
transfiguramos nuestra posición... sin esa pesadez de “lo pendiente”, sin esa
turbidez de “quedar bien”, de verdades a medias o mentiras piadosas.
Ese “contado”
es el cuento que nosotros damos como servidores de lo que sentimos y hacia lo
que aspiramos por necesidades de Creación.
Apurando, apurando –apurando,
¿eh?-… apurando mucho, podríamos decir que la situación es muy simple: o nos
sometemos y nos esclavizamos a nuestro genoma, entorno, epigenoma, leyes,
normas, costumbres, hábitos, intereses, proporciones, propuestas, intereses,
ganancias… y todo ese correlato ya tan machacado, o nos sometemos a eso –y más
o menos sabemos cuál va a ser el resultado- o entramos en otra actitud, a la
que el oráculo nos referencia: nos liberamos.
Esto no significa que
todo el entorno, toda mi historia, la voy a destruir, la voy a… No, no, no, no,
no, no, no, no, no. La voy a pasar por un tamiz: el tamiz de la fe, de la
Creación, del creer; el tamiz de la sinceridad. La voy a pasar por ahí.
Y quizás –y así es-
el destilado sea diferente… a la obediencia impositiva o a la impositiva
violencia que el ser ejerza en otros.
Sin duda, es una
simplificación; hasta podríamos decir “grotesca”. Mas, mas, mas… mas sirve para
–como dicen los franceses- el “prêt à porter”,
el “día a día”, el qué me pongo, qué hago, qué...
No aguardar a las
grandes ceremonias y los grandes momentos para decir y decidir si hago o no
esto o aquello. ¡Cada inspiración es un gran momento! ¡Cada espiración –que es
lo que hacemos- es otro gran y trascendente momento!
La mínima espera es...
la acuciante necesidad de culminar, inspirando y espirando. Es la esperanza que
nos anima.
Sí, esperanza que nos anima: ese
misterioso influjo que nos despierta, nos empuja, nos sitúa.
En ese transfigurado
estar liberador, el tiempo no está. Esto significa que no podemos aplazar, no
podemos someter, a la esperanza, a la espera que termina por ¡desesperar!
Se suele decir que
somos hijos de nuestro tiempo, de nuestra historia –en la que aparecemos-. Es
una manera de evadir nuestra
universalidad intemporal.
Como otras veces
hemos escuchado, somos intermediarios mensajeros de una necesidad, portadores
de recursos, porque pertenecemos a una unidad, aunque en apariencia esté
separado.
La vida se expresa, y
se da, gracias a que es unitaria, por ser ésta –la vida- una necesidad de la Creación.
“La vida, una
necesidad de la Creación”, que... que para nosotros es una envoltura de
Misterio.
Y que es preciso
asumir el Misterio, sin el prejuicio de ignorante, sin el prejuicio de incapaz.
Y es así que la
evolución del ser le permite descubrir la influencia de ese Misterio y la no
necesidad de descubrirlo y saber qué
es. Eso lo puedo hacer con los secretos. Darse cuenta de que el convivir con el
Misterio implica un impulso diario hacia lo desconocido.
Es la posibilidad de “descubrir”...
y no quedarse solapado en la razón, culpa, prejuicio, etcétera.
Cada ser es una
excepcionalidad en el seno de una unidad. Y esto nos permite generar el respeto
y la escucha. Nos da el impulso convivencial de descubrir nuestra expresión en
el Todo, a la vez que, simultáneamente, desarrollamos nuestro aporte, nuestro
servicio especial.
En la excepcionalidad
de lo extraordinario nos debemos situar, para que no haya ninguna duda sobre
nuestra calidad, nuestra calidez, nuestra caridad...
Que no entremos en
cuestionamiento según gustos de unos y otros, sino que nos sintamos en la
certeza de que nos llevan… misteriosamente.
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