INTEGRARNOS EN LA TRANSPARENCIA, QUE ES LA ESENCIA DE NUESTRA VIDA
14 de agosto de 2023
Fluctúan las consciencias, en este
transcurrir entre lo virtuoso y lo catastrófico.
El sentido dual se hace cada vez más
fuerte y evidente.
Entremedias de esos dos extremos,
oscila una humanidad dudosa, indecisa, insegura... indolente y vanidosa.
“Indolente”, en el sentido de que no
ejercita acción hacia ningún sentido.
“Vanidosa”, en el aspecto de querer
aparentar.
En los extremos, y entremedias, hay
un elemento común: la mentira-ocultamiento.
Eso hace que la historia personal de
cada ser... carezca de referencias.
Cualquier aspecto se expresa en
dualidad: riqueza-pobreza, bueno-malo, día-noche...
La Llamada Orante se expresa sin
dualidad, en el sentido de universalidad, en la consciencia de habitantes de Universo.
Ni los extremos, ni lo intermediario,
se hacen auténticos. No son auténticos.
Al trascenderlos, descubrimos otra
realidad.
No precisamos de la caja fuerte de
las mentiras y los ocultamientos.
No hace falta aparentar lo que no
somos. Nos hacemos transparencia.
Y en ese sentido, la Llamada Orante nos
hace ver que esa transparencia es la cualidad que hizo posible la vida. Ningún
componente que constituye la vida es extremo, ni tampoco aparente, y mucho
menos mentiroso u oculto.
Cada componente es claro y
transparente. Y así conseguimos estructurar, conjugar, convivir, compartir.
Así sabemos de la amabilidad de
llegar, de la amabilidad de marcharse...
Así descubrimos el respeto que
implica la identidad de cada ser.
Así reconocemos el aporte de cada uno...
y, en consecuencia, nos hacemos servidores sin renta.
Ciertamente, ser transparente, en
este transcurrir, no resulta práctico, no resulta fácil, no resulta productivo,
no resulta rentable, y tampoco es importante personalmente.
El ser parece estar o ser “anónimo”,
porque su referencia es la Creación; que la vive a través de la intermediación
del entorno.
Un entorno que es todo lo viviente.
Y así elige la referencia que mejor
refleje el Misterio Creador.
Y con ello ejercita su transparencia.
Hoy, la visión amplificada de un ser
es la de una imagen encorvada, cargada, que difícilmente anda, que arrastra una
carga, que le cuesta mirar hacia arriba...
Pareciera llevar un tesoro, pero en
realidad lleva miserias.
Que trata de ocultar, que hace por
aparentar, que está en permanente juicio, desespero, condena...
En el mundo de ese transcurrir, las
justificaciones son la norma.
Cualquier postura o posición –cualquier
postura o posición- se justifica, se razona, se aplaza…; y así transcurre el
ser entre el… “luego”, “luego”, “luego”.
No es vida.
Y todo se desarrolló por querer ser
importante, por culpar a todo el entorno de lo que me pasa, por conceptuar que
no he llegado a la cima de lo que quería...
Porque el ser empieza a no gustarse.
Se fustiga. Se castiga y castiga.
No le dijeron que era un ser transparente.
Que era una formación con componentes transparentes.
Y eso reclama la Llamada Orante: ‘re-considerarnos’.
Ver si estamos transparentes o no. ¡No es tan difícil!, aunque resulte penoso.
Ese es un prejuicio. Hay que
apartarlo para hacerse transparente. Y como se está en este sentido de la
propuesta orante, “fuera de la dualidad”, no somos ni mejores ni peores.
Somos una transparencia, como un
papel de fotografía que aún no ha sido revelado.
¡Necesitamos entrar en nuestro cuarto
oscuro!... para revelar nuestro
papel... y ver la transparencia de lo que somos.
Y poderla mostrar sin prejuicios, sin
temor.
Ahora el mundo cacarea de hacerse un selfie. Y aprovechando esa imagen, la
idea es hacerse una ‘foto-grafía’
del interior... Esa que es transparente, esa que ha surgido del espacio oscuro.
En esa multitud entre los extremos –bueno-malo,
alto-bajo, rico-pobre-... en esa multitud en la que –como decíamos- hay
indecisión, hay inseguridad, hay desorientación, hay vanidad, hay indolencia:
esa actitud de abandono, esa actitud de “me
da igual” –¡no me da igual!-... en ese marasmo, se mueve en la búsqueda de
remedios. Pero se hace difícil encontrarlos.
Mientras se esté en esa ocultación, mientras
se sea un selfie aparente... se
buscan remedios para seguir así,
pero realmente no se buscan remedios para hacerse transparente.
Por ello, todos los remedios
fracasan.
Se hace el desespero y aparece el ‘sin-remedio’.
Acontece el desánimo:
“No
tengo remedio. ¡No hay remedio! Pero no estoy dispuesto a cambiar nada de lo
que soy. Quiero seguir con mi joroba, con mi arrastre”.
No obstante, ¡hay un reclamo interno
de la vida!, que cada ser, quiera o no quiera, escucha. Y que, aunque no esté
revelada la fotografía, se intuye cuál es la imagen.
Y cada ser sabe la bondad que debe
ejercer.
Pero tanto peso, tanto agobio, cierra la puerta.
Pero hay que apercibirse –nos dice la
Llamada Orante- de que el ejercicio de la virtud de cada ser no puede
encarcelarse.
Es un engaño pensar que no hay
salida, que las puertas están cerradas, porque la virtud de la vida no... ¡no
tiene barrotes!
Y esto es significativo y
trascendente, porque ya no hay justificación para decir: “No, es que no puede ser”. “No, es que no puedo”. “No, es que...”. No.
El asumir la revelación de mi ser, y
mi transparencia, me lleva a la liberación de mi transcurso, de mi discurso, de
mi presencia.
El “luego, luego, luego”, la espera, espera, espera... debe amplificarse...
y se hace ‘espe-ranza’.
Y en la esperanza se practifica ese
revelado, esa revelación que nos hace salir del Off y entrar en el On, con la
intención, con la intuición, con la realización, con el testimonio.
La virtud no tiene miedo. El revelado,
tampoco. Pertenece a otra realidad de consciencia.
La consciencia sometida se queda sin
recursos para no liberarse.
Es así como la oración se convierte
en el recurso.
Es así como nos llaman, y nos hacemos
eco:
Eco dispuesto a resonar.
Eco servicial de entrega, de ¡entusiasmo por ser revelado!
Sí. Dicho así, con vehemencia: “entusiasmo por ser revelado”.
No hay vergüenza. No hay timidez. Hay
transparencia.
Y así la imagen se hace erguida..., la
cabeza mira hacia las estrellas..., el peso se diluye, el arrastre desaparece...
y la ruta cambia.
Nos hacemos lo que somos: universos...
en un transcurrir transparente, ¡con
remedios!
“En un transcurrir transparente, con remedios”. Porque antes no había
remedios. Todos eran vanidades.
Pero sí hay remedio: esa espera
esperanzadora... y esa certeza de
que, en ese cuarto oscuro donde se revela, está el eco, está el sonido original
que nos da la liberada posición de la vida.
Ahí se refugian la piedad, la
misericordia y la bondad.
Ahí, en ese revelado, nos sentimos ¡dignos!...
bajo el cobijo del Misterio Creador.
Que esa ‘espera-desespera’, se haga
esperanza.
Que nos dispongamos realmente a
integrarnos en la transparencia, que es la esencia de nuestra vida.
Y que seamos replicantes ecos del
sonido original.
Seamos un amén y un ‘ámen’,
continuo.
¡Sí!
***