NO HAY APARENTE PENURIA QUE NO TENGA SU RESPUESTA DIVINA
19 de octubre de 2020
Y habitualmente
sucede que, después de un álgido proceso, de una culminación del tipo que sea,
el ser, tanto biológica como psicológicamente –para, de momento, mantener para
el entendimiento esas dos expresiones- tiende a decaer. Decae, como dando
muestras de un gráfico que asciende, culmina, desciende y desciende… mucho, y
poco a poco vuelve a ascender…
Lo que nos plantea
el Sentido Orante es: ¿Eso es así? ¿O eso es algo que el sentido organizativo,
poderoso e influyente de las diferentes generaciones ha ido gestando?
Y es lícito
plantearse esto, puesto que existen sistemas vivientes que desde el principio
están –cuando se constituyen como tal- en procesos culminantes, y permanecen en
la culminación, salvo, efectivamente, acontecimientos ajenos a su organización
que perturben seriamente sus estructuras y sus dinamismos.
El ser vivo
estructuralmente más grande –no solo en tamaño sino en biodiversidad- del
planeta, es la barrera de coral. ¿Y saben? Ha permanecido por infinidad de
tiempo con un desarrollo evolutivo creciente, fastuoso, impresionante. Cuando
se ha venido a deteriorar, no ha sido porque le tocaba deteriorarse, no, ha
sido por la acción incidente, destructora, corrosiva y contaminante del ser
humano. No obstante, aún se conservan… más o menos importantes barreras que
tratan de sobrevivir.
Este macro-ejemplo
podría considerarse como una humanidad. Sí, alberga una biodiversidad tan
amplia, tan equilibrada, tan dinámica y tan creativa, que bien podría ser el
comportamiento de nuestra especie: dinámico, creativo, expansivo, novedoso…
Pareciera, cuando
se promueve esta referencia, que es inevitable –inevitable- que, al llegar a
cierto nivel de expresión, se decaiga a veces hasta niveles muy inferiores, muy
vulgares. Incluso se llama a estos procesos “leyes de vida”. Y aun admitiendo
el llamado “cansancio”, en el tiempo recuperador no se puede –nos dice el Sentido
Orante- caer en la vulgaridad que nos precedió en la ascensión a lo culminante,
¡y mucho menos más abajo!, puesto que ese periodo de descanso es un periodo de
recreación, de evaluación, de valoración, de proposición, de propuestas. Luego
sigue la culminación. Con otras dinámicas, sin duda, con otras ritmologías,
pero no… no con un décalage de “¡ya!”;
de frustración, finalmente.
Pareciera como si
se hubiera introducido en la especie un ritmo de triunfo y fracaso, y para
volver a triunfar hay que partir del fracaso; y para poder estar sano hay que
estar previamente muy enfermo; y para poder saborear la paz hay que generar
antes, previamente, la guerra.
¿Qué… qué “ley de
vida” es ésa? ¿Acaso el sol se apaga por la noche? No. Es la tierra la que
coquetea con su referencia.
¿Acaso no es cierto
que iniciamos el otoño, y simultáneamente también la primavera?
¡No hay tregua, ni pausa!
Hay permanente culminación. Y gracias a eso, el Universo se mantiene, se
expresa, se muestra. Diariamente, los observadores astronómicos, astrofísicos,
nos cuentan novedades tan impredecibles como decir: “Es que esto no podía ocurrir”, como recientemente la eclosión o la
comunión de dos agujeros negros que produjeron una onda gravitacional hace
millones de años, y ha llegado por aquí. No, eso no podía ser cierto.
Pues lo es.
El hombre, en su
minúscula consciencia, cuando enfoca el “saber-poder”, pretende –y lo consigue,
pero por represión-… consigue establecer leyes, mandamientos, ordenanzas; y a
la vez que es sapiens se considera ¡salvaje
y brutal!, porque afirma que si no es así… no se podría vivir, no se podría
estar: ¡sin leyes, sin normas, sin artículos! Por eso les sorprende, a los
astrofísicos incluidos –que deberían tener, se supone, una imprevisible
capacidad para el asombro-, les sorprende que ocurra algo que no estaba
previsto, que desafía las leyes. ¿Qué leyes?
Sí, es cierto,
existen algunos ritmos y variables. Pero, aunque mucho se enfatiza sobre el
origen del Universo “por-que-sí”, cuando se plantean las situaciones del todo,
no… no cuadran.
Un solo detalle, ya
que se menciona la astrofísica: El Sentido Orante nos recuerda que todo estaba
previsto einsteinianamente para que
el Universo se expandiera, pero luego existiera una fuerza de contracción y se
mantuviera un equilibrio. Una magnífica ley para quedarnos todos tiesos como
una estalactita o una estalagmita. Un modelo… ¡guay!
Pero el modelo “guay”
de estatismo, aunque admitiendo que se expande y se contrae, se ha deshecho. Sí.
No hay manera de encontrar suficiente fuerza o energía centrípeta o de
contracción. No hay manera de encontrarla. Lo único que se expresa es una
expansión cada vez más fuerte, cada vez más exponencialmente veloz.
¡No cuadra con la
ley!
Si teníamos entre
la humanidad leyes todavía más controvertidas: en la guerra, matar a un enemigo
o a enemigos te supone una medalla, una medalla en el pecho, una condecoración.
Pero cuando llega la paz, si matas a un enemigo te supone la cárcel, cadena
perpetua o ejecución.
Y dices: “¿Pero el hecho ha sido el mismo, no?”.
Ya, pero en un caso
era la rabia, la patria, la defensa, el ataque… Y en el otro caso era ya como
muy así, que, que, que… que no… que sí.
Probablemente –probablemente-,
si se pudieran reciclar los asesinos que en la cárcel están, si se pudieran
reciclar y llevarlos en el tiempo a épocas de guerra, serían unos héroes.
¡Qué cosa!, ¿no? ¿Cuál
es la ley?
El Sentido Orante
nos… palpita, ¡sin leyes!
Necesitó Moisés
unas tablas, para darles unas leyes que nada suponían de novedad. ¡Pero hay una
particularidad! Hubo dos oportunidades. En la primera, nunca se supo cómo eran
las leyes. La soberbia y vanidad de Moisés –según cuenta la historia- las
estrelló contra el vellocino de oro. Luego tuvo que volver, y entonces ya le
dieron unas tablas de baja calidad. Sí, sí, tablas que ya conocía todo el
mundo.
No fueron novedad.
El “amarás al Señor con toda tu fuerza”…
¡ya se sabía! El “no matarás”, el “no codiciarás los bienes ajenos”, etc.,
¿qué aportaban?
Hoy se sigue
venerando como “La Ley”.
Sería curioso ver
quién fue… –no por señalarle- sería curioso saber quién fue el primer hombre
que inventó –inventó, no; “invento” es algo-, que le dio por dominar a la Creación,
al Misterio Creador, a lo Divino, y empezó a hablar de “leyes divinas”.
¿En serio creen
ustedes que –así, entre nosotros- Dios tiene leyes? ¿Es un jerarca
jurisprudente que va señalando articulados…? Como hemos visto en una
minuciosidad pequeñísima, esta Creación nos ofrece un tremendo chasco a nuestra
sapiencia: ¡nada sabemos! Las leyes se pulverizan.
Al referirse a la
Creación como “el Misterio Creador”, se le muestra en estas palabras –“Misterio
Creador”- como algo que está fuera de nuestra consciencia. Pero, atención:
fuera en cuanto a la sapiencia, pero muy dentro en cuanto a la vivencia.
Esto nos da… un
sentido liberador. No recurrimos a las leyes.
Escuchamos el
sentir, percibimos el fluir de las casualidades, las sorpresas, los
imprevistos, los inesperados, las suertes…; el desarrollo de la bondad, del
respeto, de la convivencia, de la creatividad permanente. ¡Nada de ello obedece
a leyes! Todo ello es producto de inspiración; ¡de inspiración de Creación!
De ese AMAR que nos
hace NACER, que nos da el despertar vigilante… luminoso.
Incorporar la
permanente creatividad expansiva y novedosa de cada vigilia, de cada amanecer…;
y descubrir, en el aparente… –“aparente”, pero hay que estar en esa actitud-
descubrir, en ese aparente momento de repetición, que no es tal repetición, que hay detalles, muestras, imágenes…; y con
la actitud de sabernos en otro lugar del Universo, en otro momento de la
escalada amorosa…; y sentir que todo ello nos… ¡implica!... es bondad Creadora.
Es… complacencia
novedosa
Es… Piedad
incesante que se renueva cada instante y que nos da la trascendencia.
El Sentido Orante nos muestra, con nuestra actitud y atención correspondiente, cómo el aroma del día es distinto, cómo las consciencias tienen otro despertar, cómo la actitud de imaginación, de escucha… es diferente.
Contemplando
nuestra posición, nos damos cuenta de nuestras variables. Esas que nos hacen
ser permanentemente creativos. Esas que nos llevan a situaciones en las que, en
teoría, ¡no sabemos qué decir!… Pero sí debemos saber dónde buscar, dónde
preguntar.
Porque no hay aparente –“aparente”- penuria, que no tenga su respuesta divina,
adecuada al momento, adecuada a las circunstancias.
Lo Eterno, en su
infatigable cuidado, atención y… aureola hacia la vida, no la somete a un
callejón sin salida. La apura, sí, la corteja, la aprisiona, la lleva al
precipicio, pero no la empuja. Y si lo hace, no deja que se golpee en la caída.
Por ello, al sentir
esa consciencia de innovación, cada día, sabemos que cada circunstancia que nos
pueda desbordar o inmovilizar tiene su respuesta adecuada. Y la buscaremos y la
encontraremos, porque nos encontrará.
Ciertamente,
siempre y cuando estemos en esa disposición.
El dicho decía: “Dios aprieta pero no ahoga”.
El Misterio
Creador, desde su profunda oscuridad, nos… ilumina. En su Sentido Orante nos…
aclara.
Y es su afán
recogernos en brazos, ser un embozo de nuestro ser. Y así, sentirnos recogidos,
auxiliados, cuidados. Y consecutivamente tener esa actitud libertaria. Como el
niño cuando juega, salta y corre: no es consciente, sin duda, del arrope del
padre o la madre, que están pendientes de alguna contingencia, pero así es.
Cuando el ser llega
a la madurez, va siendo progresivamente consciente de que sus juegos, sus
saltos… están custodiados por un Misterio Creativo, por una Inspiración
amorosa.
¡Y en sabiendo
esto!, el ser se mueve como aquel infante. Pero ahora lo hace con la
consciencia de que encontrará lo preciso, se expresará en lo novedoso, creerá
en sus recursos, buscará y le encontrarán.
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