RECLAMO
ORANTE
26 de octubre de
2020
Y
cuanto más se enzarza el desasosiego social, comunicador y de relación, más se
afianza la razón del combate, la actitud de la contra, la perseverancia en el
dominio…, y más humanidad arraigada, que no asume variables que no sean las que
impone la autoridad.
En
ese estado de… “estar”, la Llamada Orante queda relegada, y… hoy, nos reclama que es justo cuando
más, más, más necesitamos de
ella.
La
capacidad de poder que ha desarrollado la especie humanidad es asombrosa.
¡Asombrosa! Sus recursos destructivos son… casi ilimitados. Y sus intenciones
de control, dominio y manipulación se han generalizado. Y cada cual procura,
con su estrategia –salvo excepciones-, llamar la atención, imponer su criterio,
reclamar caridad, imponer actitudes, pasearse egolátricamente con la impunidad…
Y
cada cual va aduciendo sus… formas: el
“yo soy así”; el “ya
cambiaré cuando tenga, cuando logre, cuando alcance…”.
El
Sentido Orante, en su perseverancia, nos
reclama el abandono de esas estrategias. Nos reclama nuestra consciencia
de Universo. Nos reclama nuestra convivencia consentida –con-sentida-. ¡Nos
reclama nuestra capacidad solidaria! Nos reclama… nuestro ¡origen Creador!, de
las mil y una forma que se pudo hacer, realizar o concretar. ¡Nos reclama que
todo ello es “ama-necer”! ¡Es nacer continuamente gracias a la fuerza del amor!...
que el hombre también quiere poseer, tener, controlar, dominar… Y lo institucionaliza
a través de leyes, contra-leyes… Prostituye su ideal, sus ideales, y los
convierte en esclavos de la impunidad.
Ciertamente,
consciente es… la Llamada Orante, de su débil vibración. ¡Es enorme en su
intención! ¡Es infinita en su Amor! Pero la humanidad, ¡desconfiada, exigente e
impositiva!, apenas si escucha; apenas si aprende. Y busca y encuentra refugio en
su ego-idolatría, camuflada de miles
de formas… totalmente egoístas.
Pero
parece resultar casi imposible que el ser se replantee su forma, manera y
actitud del “estar”; del estilo de vivir.
Y
han pasado… –¡ay!- ¡han pasado enviados, avataras, santos, ritos, liturgias,
religiones, filosofías, humanidades, civilizaciones!… con sus mensajes.
Y
pareciera… –y evidente también resulta- que nada de eso hubiera ocurrido.
Pareciera que ningún profeta habló o dijo o escribió. Pareciera que la
excepcionalidad, lo imprevisible, lo inesperado, lo milagroso, nunca hubiera
existido.
Allá…
sí, allá, a lo lejos de la consciencia, reside el reclamo, ante… ¡lo que no se pueda lograr!, de orar para
pedir, casi exigir, y culpabilizar, por supuesto, a la Creación, a lo Divino, a
lo… –como se le quiera llamar- de todas las penurias que tiene el ser. ¡Por una
parte se reclama el libre albedrio de hacer lo que el ser considera oportuno!
Por supuesto, sin consultar con el abrigo divino –“sin consultar con el abrigo divino”-.
Veleidades de poder,
vanidades de autosuficiencia… que algunos tienen la suerte de que se les aclara
de golpe, para que se vea otra realidad.
Desde
la infinitud… vibrando está la Oración.
Desde
la infinitud… actúa con su sutil predicción.
Mientras
desde la inmediatez de la actualidad… el ser se debate en sus contrariedades.
La
Llamada Orante nos sugiere, sutil pero rigurosamente,
el no caer en la fácil repulsa o en el fácil consentimiento. El escuchar lo que
el Misterio Creador sugiere, dice y expresa cuando nos Contempla, cuando nos Medita,
cuando nos Ora.
Que ese alimento
transfigure nuestra presencia, configure nuestra percepción, aliente nuestra
ilusión.
Hay
que disponerse bajo la grandeza de nuestro origen, mantenimiento y presencia,
para así saberse adaptar, ¡sin renunciar!… a los proyectos de
ideales que sugiere la Providencia.
Y
cada vez –como si fuera o se tratara de una carrera veloz- los obstáculos se
hacen más manifiestos, y los recursos para eludirlos se hacen más humanos y
menos animistas, y muy menos espiritualistas. Con lo cual se pasa a engrosar la
masa vulgar del “usar y tirar”.
Y
la humanidad se usa y se tira
con total impunidad y frivolidad; sin ninguna belleza.
Y
ahora la Llamada Orante se nos presente como un aviso de flash que pretende deslumbrarnos para obtener de
nosotros la mejor imagen, para que se geste en cada ser su mejor versión, y
saberse ligado a ese flash… Creacional,
desde lo Infinito.
Por una parte, la humanidad se siente vigorizada, supremacista y dominadora de la vida y el vivir. Pero por otra parte se siente amenazada, desconcertada, asustada… por el dominio que el hombre ejerce sobre el hombre; por la constante y perseverante actitud de controlar y vulgarizar lo cotidiano, quitándole todo sentido… de ánimo, de ánima, de humor, de amor –por supuesto-, que tiende a convertirse en una moneda: nueva, vieja o mediana…
Decía
la plegaria: “Nuestro auxilio es el Nombre…”.
Pero
si eso se modifica… y nuestro auxilio se convierte en el dominio alternativo según
momento, circunstancia e incluso época, entonces estaremos siempre vendidos al
mejor postor, al más hábil y al más dominador.
El
Sentido Orante nos reclama que, a la hora de acudir a los “plastificados”
remedios de la índole que sea, el ser debe imbuirse, antes, de su posición de Infinitudes,
de Universos…
Las
noches pretendían, con los sueños, inmiscuirse en las profundidades de la
consciencia, animar la Eternidad de la vida, y ofrecer la vigilia del amanecer…
como el mejor regalo de cuido, de afecto, de ¡referencia grandiosa!
Pero
la consciencia ordinaria ve el sol como una reacción termonuclear, ve las
estrellas como un producto de un gran disparo: Big Bang. Parece que se ha agotado la capacidad de imaginar, esa
que nos hizo designar inspiradoramente el nombre de estrellas, galaxias y constelaciones
–que aún permanecen “por aquello de”… pero que en realidad están ya codificadas
con números y letras-.
Las divisiones y divisiones establecidas para establecer pequeños dominios y posesiones hacen perder la consciencia de Unidad, la consciencia de Universalidad, la consciencia de Creación. Y así, el ser ¡se secuestra a sí mismo!… y se declara autosuficiente. Y cada uno, con el “así soy yo”, arrasa su medio, su circunstancia… Y muchas veces, sin darse cuenta. Y otras muchas, sin querer darse cuenta.
Quizás
sea la hora, desde el Sentido Orante, ¡de que cada ser asuma la responsabilidad
subsidiaria de todos los desastres que hoy ocurren en la vida!
¡Quizás
sea el momento de asumir la participación, la colaboración que se hace… a la
destrucción masiva de lo solidario, de lo afectivo!
¡Quizás
sea el momento –¡sin sentirse culpable,
más bien responsable!- de asumir la evidencia de la colaboración en el ocultamiento, en el secretismo, en… la trampa!;
¡en el asegurarse!… mientras los
demás queden lejos de mi posesión, de mi idea.
Quizás…
sea el momento de asumir la responsabilidad personal, como humanidad, de lo que
está transcurriendo, de lo que está ocurriendo en lo inmediato, en lo cercano, en
lo semi-lejano…
Quizás
es el momento de no evadirse, de no eludir…
Y
dejar de culpar y dejar de condenar…, para empezar a construir en base a reconocerse
como “participante de un desamor”. Y, a partir de ahí, recogerse en lo Orante,
que nos reclama su inquebrantable
y providencial asistencia.
Y
así, ¡poder suspirar!… por lo
bello, lo poético, lo sonriente, “lo siempre posible”, bajo el Auxilio del Misterio
Creador.
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