LA VIDA PENDE DE UN HILO
25 de mayo de 2020
Y es más que
probable –lo cual es buena noticia- que el ser de humanidad se cuestione su
capacidad de PODER.
Hasta ahora –de “este
ahora”- el sentido del poder era… –globalmente hablando- era imparable. Era
imparable y… el propio poder no ofrecía dudas sobre su hegemonía. Pero he aquí
que, bien sea porque el propio poder lo ha orquestado, bien sea porque el
estilo –quizás sea eso-… el estilo de vivir poderoso se ha resquebrajado, bien
sea porque el propio poder humano, al comunicarse, se haya equivocado, lo
cierto es que el pánico se ha instaurado.
Si ya hace tiempo
nos iban –el poder- nos iban recortando las libertades “por seguridades” –¿seguridades?-
ahora… probablemente en un primer momento se acepte que se está dispuesto a dar
todas las libertades a cambio de tener seguridades.
Pero ¿qué tipo de
seguridades? Y es aquí donde entramos en lo excepcional. Al contemplar el ser
de humanidad ese cambio, ese trueque de libertades, por seguridades, al
contemplar las seguridades, se da cuenta de que no son seguras.
¡Ah!
Que no le aseguran.
Sí que son mejores que ¡tantas libertades!, pero no son seguras.
Quizás, más –¡puf!,
por decir “cuantitativa y cualitativamente”, según la historia-, más que nunca –nunca,
¡uf!-… más que nunca, la vida pende de
un hilo.
.- ¿Cómo, cómo? Pero eso se aplicaba a cuando alguien
estaba grave, le había pasado un accidente…
.- Sí. Y sigue pasando. Pero, ahora, la idea y la
vivencia es que, estando de cualquier forma, tu vida pende de un hilo. Y no puedes
asegurarla con más hilos: un hilo.
“¿Y cuál es ese hilo?” –se pregunta el ser-. Y aquí es donde entra el Sentido Orante.
¡Ah! La humanidad
se tenía pergeñado todo un fisiologismo organicista, estructurado, explicativo,
racional, lógico. Y en todo ello fue poco a poco metiendo variables: este se
cayó del caballo, aquel tropezó y no se dio cuenta, el otro se olvidó y se golpeó,
aquel empezó con mareos, el otro no despertó y… y ¿qué pasa? ¿Qué está pasando?
Claro, cuando no
había suficiente sapiencia, la explicación era… “Bueno, es voluntad de Dios. ÉL es el hilo. O Él es el que sostiene el
hilo”.
Pero con el paso
del tiempo, sí, el conocimiento de humanidad del fisiologismo, del comportamiento,
se fue haciendo fuerte y poderoso: barreras, pistolas, antibióticos, cirugías… Todo
iba en pos de las seguridades.
Ya, el ejercer la
libertad así… ”que sea lo que Dios
quiera”, no. Será lo que nosotros queramos. Voilà… voilà…
¿Y esto que está
ocurriendo es lo que nosotros queremos?
El preponderante, el
soberbio, el orgullo, el demandante… ¿esto es lo que querían? ¿Encerrarse,
aislarse, distanciarse, desconfiarse, dudarse…?
No. No es lo que
quería. Quería “adueñarse” de toda la sabiduría, de todo el conocimiento, de
todo el instante de vida. Quería tener todos los hilos de las seguridades.
Salvo excepciones, nunca le interesaron las libertades. ¡Eran un riesgo! ¡Ah,
sí! Se perdía el dominio, se perdía el control. Un ser libre es capaz de
cualquier acción. Un ser seguro tiene garantizadas sus acciones, estudiadas sus
reacciones.
Ese “miedo a la
libertad”, que se escribió, es rigurosamente cierto.
¿Jugar a ser libre,
con la que está cayendo? –diría el refrán-. No. Hay que jugar sobre seguro.
Cuando el juego es
“sobre seguro”, no es un juego.
¡La calidad del
juego se mide por su imprevisibilidad!
Y así se fueron
desarrollando sociedades, en busca de lo seguro: un trabajo seguro, un
matrimonio seguro, unos futuros seguros, una segura jubilación, un seguro de propiedad,
un seguro de accidentes… ¡El seguro del seguro!
Pero, visto y no
visto, los seguros se arruinaron. Y todos –la gran mayoría- se asustaron.
Y la única gran y
maravillosa idea del seguro era encerrarse, enclaustrarse… pensando que así la
vida dependería del techo, de la puerta, de la ventana. Sí, algo de “un hilo”
se le vino a la cabeza, pero… pero era rechazado.
Pero es posible que,
ahora, cada vez haya más –en pequeño, más en pequeña consciencia- de que “eso
del hilo va a ser verdad”.
Pareciera como si, al
ignorar el hilo, lo enredara y se rompiera. “A ojo de buen cubero” –decía el
dicho; es decir, “a vista de pájaro”-, ¡la vida es lo más seguro que hay en la
vida! Jejeje.
La vida… En la
definición no puede entrar lo definido, pero, no obstante, la vida es lo más
seguro que hay en la vida. ¡Oh! ¡Oh!
.- Además, hemos avanzado mucho en seguridad. Cada vez se
vive más y se reproducen menos…
.- ¡Oh!... ¿Y eso es un avance?
Sí. Se descubre que
se vive más, pero… con una dependencia… muy insegura.
La resultante, y lo
que nos reclama el Sentido Orante es que –como si hablara a través del hilo- la
vida, en la consciencia del ser, ha puesto en evidencia que, con su forma de
estar y de ejercer esa vida, se pone de manifiesto su fragilidad… ¡in-men-sa!
Y que seguramente
–esto ya es para mucha minoría; esto es para una minoría, o esto lo piensa
solamente una minoría-, si ejerciera libertariamente, ¡liberadoramente!, su
acción de vida, ni siquiera precisaría del concepto de seguridad. En sí mismo,
el ejercicio libertario le daría todo tipo de garantías.
Pero ese estilo, que
se ha ejercido casi en excepciones –o quizás un poco más-, ha sido rechazado,
ha sido considerado irresponsable, peligroso, malo.
“El control de las libertades nos producirá la suficiente
seguridad como para no equivocarnos”. Por ejemplo. Podría ser una frase.
“El control de las
libertades…”. ¡Es que las libertades no pueden estar bajo el nivel de control!
Sí, eso es
teóricamente cierto, pero prácticamente –y no es nuevo-, las libertades son
secuestradas, alienadas, maquilladas por pequeños poderes, consumos, placeres…
y en última instancia –lo de última es un recurso verbal-… y, en última
instancia, aceptar que, ¡bueno!, todo tiene un principio, un desarrollo y un
final.
Sí, se pende de un
hilo; el cual se hace más o menos vigoroso de acuerdo con los índices de
soberbia y de vanidad que el sujeto desarrolle. Esto parece ser una sentencia
muy de carácter definitorio, pero es simplemente un resumen.
En la medida en que
el ser se ejercita en sus libertades –¡que no son suyas!, que se las da la
propia vida, la Creación- y reconoce su origen, y eso le hace ser sumiso… a la
Creación, humilde… a la propia vida y… creyente…
Pero un creyente “en
consciencia, de su proyecto”, el cual ya viene escrito, quizás en algún rincón
del genoma, o extra ‘genomáticamente’ en el genoma del alma: esa que da tanto
miedo aceptarla; esa que da el aliento vital; esa que sostiene nuestros huesos,
asegura nuestra sangre, y permite el Amar.
Sí. En la medida en
que ese ser ejercita su vivir, según sus principios… –que no son suyos, sino
son principios de vida, de origen misterioso, pero que nos movilizan, nos
ejercitan en el Amar-, y en la medida en que somos expresión de todo ello, el hilo se hace fuerte, se hace
vigoroso. Se pierde la consciencia de fragilidad.
Tampoco esto supone
una posición segura y poderosa. ¡No! No está en ese discurrir. No está en ese
discurrir mental. Está en el hilo de Amar. Y eso implica el respeto de cada
movimiento, el respeto de cada instante; el cuidado de cada acción; la creativa
improvisación de saludable intención.
Eso implica que
todo es posible, probable. Que la NADA alberga la infinitud. Y por ende, no… no
poseo ninguna posición.
¿Será que… más que
llegar, se está gestando una ocasión insólita? Que –sí- ahora, para garantizar
el poder, se dice que ya se avisaba, que ya se sospechaba, que ya se…
Pero ¿será que…
–hay que insistir- que esta oportunidad va más allá de nuestros errores como
civilización, como proceso de humanidad, y nos plantea, a través del Sentido Orante,
la necesidad de filiarnos, de referenciarnos a través de ese hilo
invisible, a través de esa oración impredecible, a través de esa meditación
precisa, y a través de un hacer contemplativo que expande nuestra consciencia,
que nos sitúa en el abismo de la Creación, sin caernos?
¿Será que estamos
en ese momento? Hay que preguntárselo: ¿Será que estamos en ese momento, como
especie y como persona a persona…?
AAAAAABaaaaaaaa…
Un mantra que busca
vibrar en la sintonía del Misterio Creador…; que se dispone a asumir que el
vivir es Amar, y que en ello está la inmortalidad; y que no tiene definición, sino mas bien la afición de
perseverar.
Nos llama la
Creación a ‘levitarnos’ de lo vulgar, a ejercitarnos en lo sutil, a
relacionarnos en la pulcritud, a respetarnos en nuestra singularidad.
A hacernos “sinfines”; sin fines en la
convivencia, en el proyecto, en el ideal…
Sin arrogancia, sin
acidez, sin prejuicio, sin ataques.
Sólo con el ánima
del alma ‘almada’, desarmada, liberada.
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