EL CHANTAJE
16 de marzo de 2020
La Llamada Orante
nos reclama la atención a propósito del chantaje: esa peculiar forma afectiva,
física, espiritual, moral, convencional, política, económica… –¡puf!, la
variabilidad de los chantajes es ilimitada-.
Y ha sido una
actitud –y es- que, empleando básicamente el miedo y el dolor… o la
preocupación o el desespero, se recurre a ella para que las circunstancias se
dobleguen ante ese miedo, ante esa preocupación, ante ese desespero.
Con lo cual, si nos
fijamos, ese chantaje –personal, social, cultural, continental… ¡de todo tipo!-
conlleva una quietud; conlleva un no hacer. Pero no un “no hacer” taoísta,
liberador. No, no, no. Nada tiene que ver. Un no moverse, porque a aquel le
molestará, aquel se sentirá mal, el otro protestará, el otro…
¿Hay alguna forma
de… –como dice el refrán- de que llueva a gusto de todos? ¡No!
Además, por ejemplo,
llover es… “mal tiempo”. Aunque el pantano esté seco, aunque las plantas griten
gotas de agua… ¡puff!, como llegue el mal tiempo no se puede ir a la playa, las
carreteras están peligrosas, los rayos y los truenos son inquietantes, el
viento es incómodo… ¡Mal tiempo!
El caso es que, si
hace mucho calor, mucho calor… “¡Qué mal
tiempo hace! Con lo bien que vendría un poquito de lluvia fresca… Un poquito ¿eh?”.
Si hace frio... “¡Hay que ver qué frío hace! No es propio de
mi necesidad que haya este frío –porque a otro, seguramente, le gustará-“.
La pregunta
inquietante que surge:
¿Existe alguna
forma de que…? Iba a decir: “de que todos estén contentos”. No, eso no existe. Pero
¿de que un grupo, ¡ni siquiera mayoritario, pero un grupo “majo”!, esté
contento, esté bien? No. Tampoco.
¿Tampoco?
No. Porque… es que,
realmente, para evitar el chantaje, cada ser humano necesitaría un planeta a su
gusto, a su diseño, claro: sol por la tarde, a medianoche un poquito de… una
luna es poco, dos lunas, una en creciente y otra en menguante, para comparar,
¿no?, para ver cómo la marea sube y baja y se vuelve loca, por ejemplo. Algo
así.
Evidentemente la
incomodidad, el malestar de unos condiciona, culmina condicionando el hacer de
otros. ¡O no! But –“pero”- está ahí
la incidencia, está ahí la… Hasta que, en una minúscula proporción, ese
chantaje deja de ser incidencia, deja de ser condicionante, deja de ser… una
marca que hiere cualquier realización, y aunque se haga, queda incómoda.
Hoy la especie vive
ese chantaje, en base al estilo de vida que la propia humanidad ha establecido
por imposición, por obligación. Nadie ha tenido la libertad de elegir su estilo
de vivir. Evidentemente, algunos pocos –pocos, pocos, pocos- forman estilos de
vida diferentes… hasta cierto punto; puesto que el estilo de vida, la
globalización que vive ahora la especie no permite muchas alegrías. Chantajea. Por
ejemplo, ahora, 300 millones de estudiantes no pueden asistir a sus clases, etc.
Estamos incluyendo a los de la República Popular China, claro.
El opio del pueblo,
último –antes era la religión, ahora es el fútbol o cualquier otra cosa-, se
jugará a puerta cerrada. Habrá que tener cuidado con el roce de los jugadores a
la hora de… ciertas fricciones.
¡En fin! Se pueden
hacer todo tipo de chistes, pero a la vez, detrás del chiste está la amenaza
oficial, ¡mundial!... en la que poco se dice de lo bueno, y mucho se ensalza lo
malo.
Pero para que el
chantaje sea bien efectivo y arraigue en la médula de la humanidad, la culpa la
tienen –de todo esto, de los millones y millones que se mueven en torno al
miedo-… la culpa la tienen los seres humanos mismos, por comer animales
salvajes. Lo que hay que comer son animales cultivados: los de granja, los de
piscifactoría. Los animales que, como nosotros, tienen depresiones, angustia,
ansiedad.
Eso, de alguna
manera… –salvando las distancias, claro- de alguna manera, ¿no les parece que
es antropofagia?
Pero lo cierto es
que el culpable es el pangolín. Suena a chiste de Walt Disney. Pero el pangolín
es –parece ser- el único mamífero que tiene escamas; escamas como los peces. Y
parece ser que a los chinos les encantan los mamíferos con escamas, los cuales
no están libres de picaduras de murciélagos.
Y he aquí que el
murciélago, como [1]Songo
le dio a Borondongo –al pangolín-,
Borondongo le dio a Bernabé –el ser
humano- y Bernabé le tocó a Burundanga
–a otro ser humano- y ya se nos hinchó la especie. Razón tenía. Ya estaba
anunciado con Celia Cruz.
¡Ayyy! ¡Y nosotros
sin darnos cuenta de que la buena de la Celia Cruz nos avisaba de lo que iba a
pasar!
Suponemos que, a
partir de ahora, el exterminio de los pangolines será total. El problema para
asimilar esta posibilidad es que la especie humana china lleva comiendo pangolín,
y todo lo que encuentre, desde que se conocen a sí mismos los chinos.
Por supuesto, ni qué
decir tiene que los restaurantes chinos, en la Europa libre, están todos
cerrados; si no todos, casi todos. Como si hubiéramos estado tomando escamas de
pangolín todos estos años. Y nos preguntamos:
.- Oye, ¿cómo es que no nos ha dado?
.- Noooo, pues es que tenemos… tenemos…
Bueno, esa es la
versión oficial. La extraoficial puede ser todo lo conspiranoica que ustedes quieran. Ya en 1981, Astérix y Obélix temían
al Coronavirus: otro texto que habla de semejante pandemia –que no lo es, pero
se le pone ya el cartel-.
Por supuesto, ya
hicieron simulacros de estas posibilidades; siempre de origen chino, porque no
se asimila todavía el poder que tienen.
Y he aquí, entonces,
que el chantaje está instaurado, y cada cual debe estar recluido en su celda
como si estuviera en un monasterio de… cadena perpetua; porque el juntarse o
encontrarse, ¡quién sabe!...
En realidad, la
salud es una enfermedad latente que… ¡he!, ¡he!… Con razón nosotros nos adelantábamos
diciendo que la enfermedad no existe, sino que es un estado adaptativo de salud.
La broma es que la salud es una… latente enfermedad.
¿Qué se pretende
con este aislamiento, con esta teórica ruptura? Teórica. No lo sabemos. Sabemos
una cosa, eso sí: que los depositarios de la riqueza tendrán mucha más riqueza.
Que la están teniendo. Que los que estaban en el medio, llamada “clase media” –o
como quieran llamarla: burguesía, etcétera- va a desaparecer, casi. Y
obviamente, la clase pobre, miserable, se va a engrandecer. Va a haber más. Va
a haber más mano de obra barata, especulación, etc. Porque, obviamente, todas
las grandes empresas reducen personal drásticamente, y el desempleo, la
necesidad, la crisis económica… ya está instaurada. Ahora veremos cómo se
desarrolla.
Eso sí es evidente.
Enseguida aparece
el fantasma del chantaje, dentro de las evidencias. Y nos dicen:
.- Es que ha habido tres mil muertos, tres mil cien, tres
mil ciento veinticuatro…
.- “Tres mil ciento veinticuatro”. En una población ¿de…?
.- Siete mil cuatrocientos cincuenta y siete millones…
.- ¡Ah!... ¡Ya!
¡Hombre!, es
siempre motivo de preocupación, pero ¿hasta qué punto?
Por cierto, surge –y
nos llama el Sentido Orante- la idea de: “Oiga,
¿el ser humano confía en él mismo, como ser? ¿Confía en que su diseño es
aceptable?... ¡Lleva tiempo sobre esta piedra!”. –Hemos llamado, al planeta,
“piedra”-.
¿Cuántas veces…
–podríamos decir, para ser más orantes, para acercarnos más, no sea que alguien
se sienta desplazado orantemente por los comentarios que se hacen- cuántas
veces Dios nos ha chantajeado? ¡A ver!
.- ¡Ah, sí! El Diluvio.
¿Ves? ¡Si nunca
llueve a gusto de todos! Si es que… como Dios vio que la lluvia era buena dijo:
“Pues ahí os mando…”.
.- ¡Sodoma y Gomorra!
¡Claro! Como vio Dios
que era bueno… “Ahí os mando…”.
.- Hiroshima y Nagasaki…
Bueno, y podríamos
poner… ¡puf!, infinitud de elementos: la peste bubónica, el cólera, la gripe
española… ¡yo qué sé! O sea, hay una cantidad de ejemplos…: las vacas locas, la
fiebre porcina, el ébola…
En todos estos
miedos chantajistas no se incluyen los tumores, el infarto agudo de miocardio,
los accidentes cerebrovasculares, los muertos por malaria, por hambre, por sed,
por persecución, por migraciones… Eso son cosas naturales.
.- ¿Naturales?
Sí. Eso ya tuvo su
tiempo de chantaje. ¡Y lo tiene aún!, pero… es natural.
Todo lo que sea no
seguir el orden de la autoridad –la que tomemos como referencia- es un delito,
y en consecuencia está sujeto a un chantaje por parte del poder; que nos
chantajeará amenazándonos, creándonos miedo. Y la mayoría de las veces, el ser modificará
su proyecto, su acción, porque “el poder”…
El que corresponda:
de Pepe, Juan, Antonio, papá, mamá…; la casta del poder de las relaciones
humanas.
Parece ser, en
consecuencia, que la Creación, el Misterio Creador no nos chantajea. No. Parece
ser que más bien nos cuida, nos arropa, nos orienta, nos sugiere, nos anima
hacia un camino de liberación. Nos empuja hacia un sentido contemplador, hasta
alcanzar una contemplación plena de la propia Creación.
No nos dice: “Si no haces esto, serás castigado”.
Aunque, obviamente, las relaciones se encargan de chantajearnos estableciendo
líneas rojas, verdes, amarillas y azules por todos los sitios: “Esto no, esto es pecado”, “no, esto no se
puede hacer”, “no, esto no se debe hacer”, “no, esto es perjudicial”. “No”…
Basta que un ser
esté… iba a decir “gozoso”, pero no, tanto no; pero que esté “tibiamente a
gusto” –tibiamente, ¿eh?-, para que a alguien –por pensamiento, palabra, obra u
omisión- le parezca mal. Con lo cual te está echando la losa del chantaje para
ver si, al ver tú que está mal, tú modifiques la cosa para que esté bien: “¡Ay!, ¡hija mía! Desde que tú vives así, yo
no duermo y tomo orfidal, y estoy hecha polvo. Si fueras de otra manera, no
necesitaría ir al siquiatra, pero…”.
¡Jo!
“¡Ay!, ¡hijo mío! Desde que te has dedicado a esto del
cante y del baile, no veo, no veo, no te veo futuro. ¡Ay! ¿Qué será de ti
cuando seas mayor? ¿Qué será?... ¡Ay! En cambio, si cogieras una plaza fija de
funcionario, si fueras maestro nacional, si fueras árbitro de fútbol, que ahora
cobran bien y tienen una jubilación “maja”, yo estaría tranquila, pero así…”.
Eso es una madre. ¡Eso
es una madre! ¡Qué dedicarte al cante y al baile…! ¿Pero no te das cuenta de
que mira por ti? Y tú haciendo sufrir a una madre. ¡Desgraciado!
Y así sucesivamente
–esto es una “bromilla”, pero…- las cosas adquieren más volumen. Como cuando un
trabajador no rinde las 18 horas que debe trabajar para subsistir, no rinde
adecuadamente, y entonces se le dice amablemente que se vaya. Por ejemplo. O se
le dice que hay un expediente de crisis, y en vez de ganar veinte va a ganar tres.
.- ¿¡Tres!… en vez de veinte?
.- Sí.
.- ¡Ah!
Con frecuencia, no
nos apercibimos –porque el pensamiento no se ve; el sentir, a veces se expresa
y otras veces no; las palabras, a veces se escuchan y otras veces no-, no nos
damos cuenta de hasta qué punto nuestras relaciones humanas se basan en el
chantaje.
En su lugar,
deberemos poner el respeto: ese acontecer que escucha, que entiende y siente al
otro, a los otros, y que se adapta, que busca…
no su complacencia, sino inicialmente busca la complacencia de los otros, en
base al respeto que se les debe tener.
Tú contento, yo
contento.
Tú triste, yo
contento. Sí. Para ayudarte, ¿no?… Porque, si tú triste, yo triste…
.- ¡Ay!, doctor, ¡cómo me duele esto!... Y el doctor empieza a decir:
.- ¡Ayyy!, ¡ayyy!, ¡que a este señor le duele algo! ¡Ay! ¡Busquen
a un médico!
.- ¡Pero si usted es el médico!
.- ¡No, sí, ya, pero tengo que ser solidario! ¡Ay, lo que
duele esto!
¡Ozú! ¿Se imaginan
un hospital así?
¡Hombre!, bonito
quedaría, porque las tonalidades de ¡ay!
serían aprovechables como registros de voces para la ópera y el flamenco, pero…
como que no, ¿no?
Sin duda, es
nuestra… –como humanidad- nuestra manera de relacionarnos en base al poder.
.- ¿Poder?
“Poder”: véase
importancia personal, véase egolatría, véase ego-idolatría, orgullo, soberbia… Pues
a partir de ahí, ya puede pasar cualquier cosa. “Cualquier cosa”.
Y el Sentido Orante
nos mueve, nos coge, nos ¡cimbrea!... para que seamos dignos de nuestra credibilidad,
seamos testimonio de nuestra fortaleza, seamos evidentes muestras de Creación.
Y antes de compadecernos, “recrearnos en”,
y probablemente no habrá motivo para compadecerse.
El Sentido Orante
nos reclama ese cambio de consciencia. Siempre lo hace, pero hoy, a propósito
del chantaje, nos quiere hacer ver… cómo no se respeta “lo bueno para mí”; no
se respeta por parte del otro, porque considera que “es malo para él” y
considera que “es malo para mí”, aunque yo considere que “es bueno para mí”.
¡Manda carallo!,
¿eh?
“¡Si ya te lo dije yo, cuando tenías 30 años!: ya verás
cuando llegues a 70, cómo lo vas a notar en las piernas! Ya te lo avisé: ¡cuídate
las piernas!”.
Y a los 70 te
quejas de que te duelen las piernas, y te acuerdas de la abuela: “Ya me lo dijo la abuela cuando tenía 30”.
Pero también te
pudieron decir, a los 15: “¡Ten cuidado, ¿eh?,
con tanta carrera, a ver si te vas a romper un hueso o te va a dar algo en la
espalda!”. Y a los 30 me dio una hernia de disco. ¡Si ya me lo dijo la
abuela!
¡Manda carallo!
Lo mejor es meterte
en una lata de sardinas, cerrarte, y que no se mueva. Con bastante conservante.
Cualquier amenaza
presente, tipo chantaje, se va a cumplir, y cuando llegues… ¡a donde llegues!,
vas a ver que tenían razón. Claro.
Pero el Sentido Orante
nos recuerda que, el que en oración vive
y confía, se fía de lo que acontece; se hace intérprete de la realidad, sin
miedo… sabiendo que su cuido no es por otros, es por ese Misterio Creador.
¿Que luego, a la
vez, habrá que razonar y aportar y…? Sí. Sí, claro. El estado de consciencia
ordinaria está ahí. Pero… ¿podemos descuidar la consciencia extraordinaria,
como el sentir orante, y quedarnos atrapados en las demandas razonables y
chantajistas que nos piden, una y otra vez, esto, aquello o lo otro; que nos
someten por el miedo, por la amenaza, por “¡el
dolor!” que producimos por el hacer que realizamos…?
Si Nuestro Auxilio
es el Nombre de… el Misterio Creador, todo, ¡todo!, todo lo demás pasa por ese auxilio.
Y en la medida en
que nuestra fe auxiliadora en nuestro proyecto idealista de ser, de estar, de
ir, se mantiene, y en consecuencia se sintoniza con la Creación, medita en
ella, ¡la contempla como algo que nos contempla!..., no habrá nada que temer. Y
sí, mucho que aguardar. Y sí, mucho de ¡imitar!... los cuidos misteriosos que
recibimos.
Que nuestra “valía”,
expresión creadora, se haga fantasía…
a la vez que testimonio… que no se escude en ninguna hipocresía.
***