jueves

Lema Orante Semanal


EN LA CONMEMORACIÓN DEL TRAZO CELESTE
6 de enero de 2020

Los vientos parecen reclamar… los momentos vividos, que se clasifican en “pasados”, como si no hubieran existido. Nos traen también las novedades de futuro… vividas en presente.
Todo ello parece como si se pretendiera diluir el tiempo… y así tener la consciencia de Eternidad. Porque en ella no existe ni pasado ni presente ni futuro.
¡Existe!

Esa Eternidad, el ser de humanidad la ha apartado; se la ha atribuido a dioses o… ¡o a nadie!  Y ha creado –esa humanidad- sus tiempos, renunciando a lo eterno.
El ritmo material impuesto por nacer, crecer, desarrollarse, decrecer y desaparecer… se hace evidencia, ¡sin serlo!, puesto que solo contempla una perspectiva, una dimensión.
Cuando el ser se dimensiona en el Universo, cualquier tiempo se hace intemporal…; cualquier acontecer se hace “transcurrir”, y no existe ni antes ni después.
Y así es que el Sentido Orante nos avisa, con el vehículo del tiempo, para que no caigamos en olvidos.  La memoria no está para recordar; está para presenciar, para permanecer.

El viento se hace un buen equivalente, con su invisible transcurrir y su lenguaje esquivo. Sin conocer obstáculos, llega a ellos, los merodea, los rodea, los sonoriza y… continúa.

Se ha interpretado –como no cabía esperar de otra forma-, desde la óptica del tiempo, a Lo Eterno, con lo quieto, con lo inmóvil, siendo justamente todo lo contrario: misterioso, cambiante, sorprendente, imprevisible, ¡asombroso!...

El Sentido Orante nos conmina a… adentrarnos a cualquier momento de impresión, de sensación, de emoción, como un presente-futuro-pasado, ¡sin tiempo!... ¡Sin el miedo a que termine!...
Bajo esa perspectiva, sin el temor a… ¡el final!, bajo la consciencia de la memoria eterna, es posible vivir… esa sensación de Eternidad. Y quedarse libre de los prejuicios que gravitan continuamente sobre la temporalidad de los hechos, cargados de juicios, condenas, castigos…

En un intento de Eternidades, las memorias humanas recuerdan y festejan –como si fuera eterno- aconteceres que marcan las vivencias: “Y hoy hace un año que…”. “Y hoy hace…”.  “Y hoy es el cumpleaños…”.
No es difícil adivinar que esas celebraciones son un hilo de Eternidad; si no, ¿qué sentido tendría traerlas al presente, si ya fueron pasado?

Cierto es también que, poco a poco, la memoria se va haciendo –en el tiempo de humanidad actual- se va haciendo un estilo selectivo, competitivo y radical, con lo cual… la memoria se hace olvido; y se va quedando en lo anecdótico, como si nada hubiera ocurrido.

Y es bien recordar, como Eterno, que en este lugar, el llamar a orar se ha hecho, se ha manifestado… permanentemente distinto, ¡diferente!, ¡novedoso!, ¡sorprendente!, ¡imprevisible!…
¿Será una muestra de Eternidad? Sin que por ello pretenda ser más importante y más trascendente y más… ¡No! La Eternidad no entiende de esos aspectos. Es más, no los necesita.
Y sí: este lugar –en el que ahora el viento lo bate- ha sido testigo, es testigo, será testigo, para diluir el tiempo y hacerse Eterno. Este lugar ha sido, y es, y será, el eco… de Lo Eterno.
Y no se ahogará en el espacio físico, sino que es expansivo… como el eco que resuena a lo lejos.

La innovación permanente de la Llamada Orante, de la intención meditativa, de los cantos ceremoniales, de la inspiración… la inspiración creativa, son muestras de Eternidades que han transcurrido. Se han manifestado a partir de un momento, sí, ¡pero ya estaban!
¡Todo ya estaba!

Pero el ser, en su dominio y control, trata de sentirse protagonista… y fraccionar lo que estaba, Eterno, en lo que hay ahora y en lo que se debe olvidar.

Lo cierto es que nos recuerdan, desde la Eternidad –Sentido y Llamada Orante de hoy-, que, en contra de todo pronóstico, en contra de todo augurio… –que no se debe olvidar, para así poder evaluar la Eternidad-, se manifestó este lugar, este espacio…

Los augurios y temores, casi desde el principio –por poner una referencia-, eran constantes, y crecían en la medida en que más se manifestaba el espacio.

Pero había seres que, como abducidos… –como abducidos-, colaboraban, participaban, ayudaban…; creían de manera diferente en lo que se hacía, en lo que se proponía, ¡sin llegar a sospechar Eternidades ni nada parecido!
Todo estaba enmarcado en la palabra “locura”.
Y es curioso: hoy puede parecer “cordura”.
¡De ninguna manera! ¡Aquí no hay nada cuerdo!

La oración no pretende encordar, atar, domesticar, amarrar, sujetar, prohibir, permitir…
Y en consecuencia, como espacio-tiempo intemporal, en este lugar  tampoco eso ocurre; aunque, con frecuencia, la voluntad y… ¡el buen ánimo! –¡sin duda!- de la mente cotidiana humana, trata de ordenar, clasificar, imponer…
¡Es lógico!
Pero Lo Eterno nunca ha sido lógico. No tiene ninguna categoría del pensamiento del ser de humanidad. El Misterio Creador no está sometido a los razonamientos lógicos. Y este lugar… tampoco. Está bajo la referencia de ese Misterio Creador.

Tanto es así que, a poco que se aromatice, a poco que se saboree, a poco que se vea… todo el desarrollo, toda la actividad, toda la experiencia –en cuanto a permanencia- que se vive en estas dimensiones, no tiene lógica, no tiene razón; más bien tiene el llamado a ser testimonio de otra diferente consciencia de humanidad.
Otra posición que no pretende combatir, sino evidenciarse como capaz, como sustentable, como permanente, como –sin decirlo- inmortalmente Eterna.

Y así, como se suele decir, si queremos inmortalizar algo, tenemos que eternizarnos antes.
Si queremos inmortalizar ¡algo!, tenemos que eternizarnos antes.
Y para ello, solo el auxilio de lo orante –¡de lo orante!, de lo orante-, de la Llamada Orante, es el que nos permite entrar en esas dimensiones.
¡Y ser, así, un fiel testigo de un Eterno acto de Amor! ¡Vigoroso! ¡Invisible! ¡Presente! ¡Real! ¡Sinuoso!... Como el viento: que parece que pasa, pero permanece como aliento.

Y como… parafraseando al viento, exclamamos:

AAAMÉN… AAAMÉN… AAAMÉN…
AAAMÉN… AAAMÉN… AAAMÉN…
AAAMÉN… AAAMÉN… AAAMÉN…


*****