ES EL MOMENTO
11 de marzo de 2019
¿Dónde, cómo… y por
qué comenzó el aplazar, el dejar para luego, el “más tarde”, el “ahora no puedo”,
el “ya veremos”, el “ya hablaremos” y un largo etcétera?
¿Cuándo empezó, si
la vida es instantánea…? Si no puede dejarse para luego la digestión, porque el
alimento en el estómago se estropearía. No puede dejarse para luego dormir,
porque la vigilia sería una tortura. No puede dejarse para luego comer, porque
el hambre acabaría con el ser. Dejar para luego el respirar es algo angustioso.
¿Cuántas
actividades instantáneas y puntuales, como el latido cardiaco, se hacen
puntualmente? No… no se aplazan.
Y la luz hace su
aparición puntualmente, según la estación, y gracias a ello –entre otras cosas-…
el vivir se hace posible.
En consecuencia, es
lícito preguntarse: ¿Y por qué los plazos? Para hacer, para proponer, para
hablar, para… estar al día.
.- ¿Está usted al día con sus 47 años? ¿O tiene pendiente
el ballet de los 15, el ejercicio de los 27, la lectura del Quijote de los 24…?
¿Cómo tiene la lista de espera?
.- ¡Lista de espera? ¿O sea que cada uno tiene una lista
de espera? No es lícito entonces quejarse de las listas de espera.
.- ¿Y qué espera para…?
.- No, el caso es que yo tenía planeado… Pero ya…
.- ¡Ah! ¡Se le venció el plazo!... Eso como mínimo tiene
una penalización, ¿no? O un desahucio.
.- ¡Qué horror! No hay que tomárselo tan a pecho, ¿no?
.- Sí o sí.
Lo cierto es que… ¿en
qué medida –y ese es el llamado orante de hoy-… en qué medida el aplazar y
aplazar y aplazar y aplazar, ad infinitum, nuestro deber de talentos para los
que estamos y para lo que nos necesitan, quizás tenga algo que ver con la
“venta a plazos”?
.- ¿”La venta a plazos”?... ¡Ah! La venta a plazos, sí,
claro. Porque… eso es relativamente nuevo. El pago siempre se hacía al contado –se
hacía-. Ahora, hasta está casi-casi –en algunos casos- prohibido…
.- ¡Ahhh!... probablemente sea un reflejo también de lo
mismo.
El caso es que el
ser va aplazando –de momento vemos-, aplazando las promesas, los gustos, las
ilusiones, las palabras…
Y… ¿para cuándo lo
dejas?
.- Yo quería ir a ver la nieve, pero… ¡ya es verano! ¡Ya
no hay nieve!
.- ¡Por favor!...
.- Bueno, lo intentaré el año que viene.
.- “El año que viene”. ¿Tú crees que vendrá para ti? ¿Estás
seguro?
.- No. Seguro, no.
.- Ah… Pero mientras estaba este invierno, pudiste…
.- Sí, pero… es que mi abuela se puso mala…; es que…
conocí a un chico o a una chica… y, bueno, subieron los billetes de avión y… la
verdad es que he estado muy ocupado y…
.- ¡Y qué? Eres un saco lleno de corotos.
“Corotos”: véase
palabra específica e inespecífica del argot venezolano, que es… ¡todo! Es la
palabra que ha reunido el todo. TODO
tiene otro nombre: “coroto”. “Coroto”. Eso es coroto. “Y vienes y metes corotos en un saco”. “Y más metes corotos”. “¡Dame
ese coroto… y ese otro. Y ese corotico” –también los hay pequeños-.
El caso es que sí:
para no gastar palabras, se llaman “corotos” y ya está.
Y el ser va viajando
con un fardo de corotos que cada vez le pesan más. ¿Será… será que la memoria
RAM no se renueva y no se usa la papelera? –esto es alta tecnología; tampoco
hay que decir más porque no es necesario-.
Pues será…
Esto en lo que se
refiere a lo cotidiano, a los corotos diarios: “A ver si leo esto, que es interesante porque…”.
Y pasado un tiempo:
“¿Y qué tenía yo que leer que era
interesante…?”.
¿Se puede aplazar
la vida…?
Porque parece ser
que la vida está hecha de instantes, de momentos, de cotidianeidad… Sí. ¿Y será,
será… será posible –vamos a decirlo- será posible que a lo mejor, en la medida
en que aplazamos y aplazamos y aplazamos y aplazamos, todo eso se va acumulando
y acumulando, no se recicla, no se renueva, no se cambia, no se gasta, no se
hace… y, entonces, el cuerpo va pesando y pesando, se va arrugando y arrugando,
y se va empobreciendo, lamentando, deteriorando…?
¿Será…?
¿Será que esa
actitud de aplazar tiene algo que ver con “degenerar”?
Sí. Parece ser que
las “viejas normas” nunca mueren. Y el aplazar se hace tan auxiliador que…
.- Bueno, lo dejo para mañana. Y mientras tanto, hoy,
pues…
.- Hoy, pues ¿qué? ¿Ha habido otro plan imprevisto,
inesperado o fantástico?
.- ¡No! Es simplemente que lo que tocaba hoy, no… Hoy,
como que ¡no le veo!
.- ¿Pero ayer?
.- Ayer sí lo veía.
.- ¿Y hoy no lo ves?
.- Hoy no lo veo.
.- O sea que un día eres vidente y otro día eres
invidente.
La vida se vive al
contado. Eso ya lo hemos dicho otras veces, pero a veces conviene actualizarse.
Y lo que ocurre es que ciertas actualizaciones no se hacen porque… el ordenador
no está capacitado para ese programa.
Ah...
¡Claro! Entonces,
se tenía que estar ya en séptimo u octavo de lo que sea, pero como no se ha
aprobado el tercero o el cuarto, pues… la formación y la información del octavo
no llega. Entonces hay que repetir curso.
Si nos fijamos, las
cuatro cosas… –por no decir “miles de cosas”, que resulta muy largo- las cuatro
cosas que le corresponden al ser humano están por hacer –genéricamente como especie-.
Y como estamos en ella, pues “algo toca”.
¿Será que, con
tanta lista de espera del cotidiano convivir, crea una cierta “desmemoria”
hacia otras esferas de la consciencia, como es el sentirse Universo, como es el
responder a la llamada orante, como es el meditar en la posición que ocupamos,
como es el contemplar la universalidad en donde vivimos…?
¿Será que la
preocupación y la ocupación del ser está demasiado llena de sus propias acciones, de sus logros de
cachivaches, y éstos ocupan espacio y… nunca hay lugar para lo necesario y para
la puesta al día?
A veces parece
vivirse en un eterno… –“eter-no”- retraso.
Tan eterno a veces
se hace, que muy pronto se envejece.
Se ha ido premiando
y estimulando lo obtenido, lo logrado, y se guarda en un cofre dorado que se
lleva a todas partes, pero está rebosante.
Se olvida aquella
época en la que las cosas eran para ayer, y pasan a ser acciones y
realizaciones para… “ya veremos”.
Salvo excepciones
excepcionales, lo que se comienza con entusiasmo y con euforia y con ganas,
pronto –más o menos- se hace costumbre. A ese “pronto” sigue otro pronto que se
hace tradición, y pronto se hace costra –sí: la costra de una herida-. Y eso lo
llena todo. Y cualquier perturbación, llámese “novedad”, llámese… –a eso
llamamos “perturbación” ahora- llámese “puesta a punto”, llámese “revisión”,
llámese “evaluación”, llámese “control de calidad”… produce una incomodidad notable.
La demanda de la
Creación hacia lo creado –específicamente hacia lo humano- es grande. La demanda hacia lo humano, por
parte de la Creación, es grande.
Y se hace más
grande si… se cuenta individuo por individuo.
“Y se hace más
grande, si se cuenta individuo por individuo”.
Y cabe preguntarse:
“¿Qué parte de la demanda me toca?”.
¿Y cuántas veces –y
cuántas veces-, por urgencia, hay que encargarse de lo que otro… debía realizar?
Con lo cual, se
deja de hacer lo propio; que era necesario, a su vez, para otros. Pero no se
acaba de ver.
¡Cuánto amor se ha
desechado! ¡Cuánto amor… se ha aplazado!; se ha dejado para luego…
¡Cuánta ternura se
ha reprimido!...
¡Cuánta ilusión no
se ha transmitido!...
Cuánta frustración
no se ha aclarado, ni se ha sido capaz de pedir la ayuda necesaria…
Cuánta egolatría se
ha consumido, ¡ignorando la demanda!... Creadora.
Esa demanda de la
Creación que puede resultar nueva, como… –a veces- difícil de identificar, pero
de la que fácilmente podemos darnos cuenta por el deterioro; el deterioro que
se ha extendido en todas las facetas del ser.
Simplemente
observando el deterioro producido en este lugar del Universo, “planeta”, en el
que la especie ha sido capaz de deteriorar… el alimento respiratorio, el
alimento de la tierra, el alimento de la comunicación, el alimento de la
relación con el entorno…
Esas evidencias nos
ponen de manifiesto… que hay una demanda, por parte Creadora, de solventar esas
graves deficiencias que nos llevan a pensar que, de seguir así,
desapareceríamos; cuando, según la propia vida, queda por hacer, por ¡vivir!...
exactamente la vida. ¡Que pareciera
que lo que se ha vivido hasta ahora ha sido un ensayo!
“Un ensayo”...; un
ensayo para llevar, la obra de vivir,
a su auténtico escenario. ¿Será así?
En cualquier caso,
parece que el director de la obra se afana en estrenar tan pronto como ¡ya! Parece decir que ya ha habido
bastantes ensayos… ¡que nos han llevado a agotar el prana celeste, el sustento
terrestre! A agotar la partitura original, y crear partituras egoístas,
desconectadas…
Y, claro, todo
parece indicar que el teatro no está todavía montado. Están todos los
elementos: los focos, las tarimas, los telones… ¡todo! Pero…
.- ¡Sí! ¡Se ha anunciado tantas veces que la obra se va a
estrenar!...
.- ¿Un estreno… de vida?
.- ¡Se ha anunciado tantas veces!, que ha perdido
actualidad…
.- ¡Bueno, sí! ¡Bueno, quizás!… Pero, ¡claro!, a lo mejor
no es muy rentable. Probablemente necesitemos más ensayos.
.- ¡Más ensayos?
Sí; según rumores
de los ensayos, están pendientes por aquilatar las escenas de la concordia, de
la solidaridad, de… la puesta al día. Está por definir todavía el libreto de la
confianza, sobre todo la parte de la confianza mutua; la parte de la confianza
personal parece que sí. No sé quién interpreta ese papel, por cierto.
Y así hay un puñado
de escenas que no están claras. Aunque sí están, pero no están. Es decir que…
ensayarlas… sí, se habrán ensayado alguna vez, pero….
Por el hecho de
producirse la Llamada Orante, es señal de que, aún, la puesta al día, la puesta
a punto, la puesta al contado, es posible.
Que, aunque parezca
que estamos al borde de los abismos, la Creación crea nuevos universos y
espacios para alejar el abismo y, en consecuencia, para darnos, con la demanda,
¡el auxilio!, ¡la fuerza!, ¡la inspiración!, ¡las referencias!, ¡las guías!,
los recursos… para poder regenerarnos, detener la degeneración… y mostrarnos
seguidores de esa expansión sin nada… o –mejor dicho- sin algo pendiente.
Es el momento.
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