PRONTO
14 de enero de 2019
Pronto… pronto, con la consciencia de
llegar, de ganar, de tener… el ser se hace insaciable.
Pronto se cansa de hacer, y muy
pronto… comienza a “intentarlo todo”. Y muy pronto “intenta” hacerlo todo. Y en
cada intento recoge una fracción o un gran fracaso; porque en el intento está
la reserva de “algo”, por si acaso falla lo que se debería sentir que se debe
hacer, pero se siente a medias.
Pronto, pronto, las medias tintas no
empapan el plumín, y pronto se deja de escribir, pronto se deja de redactar lo
significativo, lo imprevisto.
¡Ay! ¡Qué pronto!, qué pronto se peca,
y se arrepiente el ser. ¡Tan pronto, tan pronto!, que, lo que ayer era una
agonía, pronto hoy se convierte en un reverdecer.
¡Ay! ¡Qué pronto!, qué rápido se
volverá a caer… y qué pronto se sentirá el consumo consumido. Qué pronto se
consume el combustible.
¡Qué pronto!, la leña que había para
calentar el invierno se ha agotado, y el frío hace mella en la fantasía, en la
ilusión, en la esperanza.
¡Ay! ¡Qué pronto, qué pronto el
aburrido momento llega, y a menudo acompañado por el prejuicio, la rabia o la
pelea!
¡Qué pronto el desafío se emplea para
recuperar valía!
¡Qué pronto se deja de esperar! Tan
pronto que… no se espera. El desespero campea y genera grandes vías. Es como un
nuevo combustible que va desplazando la Fe. Y se va engrandeciendo como un
caballo veloz, ¡puntero!, pero que remata mal los metros finales.
¡Qué pronto!... qué pronto se juzga y
qué pronto se teme.
Qué pronto el temor se hace alianza
con el desespero, y qué pronto se renuncia a los afanes, a los compromisos, a
los proyectos.
Lo inestable se hace pronto. El “pronto”
se hace duda. La duda se hace indecisión. La indecisión se hace… inquieta
estancia.
El temblor siempre amenaza.
La consciencia, insegura, ¡atenaza!
¡Ay!, ¡qué pronto!...
Cuando está empezando a suspirar la
primavera, ¡ay!, qué pronto se deja de recordar que vendrá certera.
¡Ay! ¿Será… será que fue pronto, fue
muy pronto… la llegada de nuestros seres, como muestra de nuestras procedencias…?
¿Será que nos adelantamos, y la
estancia no estaba presta?
¿O bien, todo estaba dispuesto y... ¡buffff!,
nos resultó demasiada labor, ardua e intensa? Así que, pronto, el desespero y
la huida se hicieron carácter común.
Pronto, sin tiempo, corrían los
acontecimientos… y apenas si quedaban recuerdos.
Así que era fácil –y es fácil- repetir
el mismo error, puesto que ya… ya pasó, ya ocurrió, pero no se tuvo consciencia
de ello. Y como un disco rayado vuelve a decir lo mismo. ¡Ay!, el surco no
parece estar dispuesto a permitir que la aguja haga otro recorrido. Se hace un
surco de tenaza, de agarre. No sabe que el puerto está para el amarre
momentáneo, y que el sentido del barco es navegar, hacerse fértil en el mar, fecundarse
en el AMAR, hacerse A-L-A-MAR… sin tiempo.
Porque si el “pronto” nos acompaña,
pronto volveremos a puerto; cualquier nube, cualquier viento, cualquier ola… o
cualquier color, nos atenazará como presa, y pronto se hará presente como una
entidad.
¡Ay! Qué pronto –dice el amado- has
olvidado mi mirada.
¡Ay!, qué pronto, con lo que te amaba
y te amo, has perdido mi referencia.
¡Ay, qué pronto!... aquella caricia y
aquel beso sorprendente se te han olvidado.
¡Ay!, qué pronto has elegido lo fácil
y lo consumido.
¡Ay, qué pronto!, cuando sentías que
amabas, has roto el sortilegio, en aras de libertades… que luego resultaron ser
esclavitudes de miedos.
¡Ay!, qué pronto, cuando aún no se
había iniciado una aventura, cuando se habían cortado casi todas las opciones,
¡ay!, qué pronto surgieron nuevas pretensiones.
Y los alientos se enfriaron.
¡Qué pronto!...
¡Cuando resulta que somos seres de
aliento!, de templada impronta. Cuando resulta que somos –¡ahhhhh!-… vahos de
bruma que nos envolvemos en la penumbra para que el sol nos derrita.
¡Ay!... ¡ay!, ¡qué pronto el ser se
cansa, ¡se cae!... y pide ser levantado, cuando sabe que tiene opciones de
levantarse! Pero –¡ay!- qué pronto se da cuenta de que su lástima –“su
lástima”- es rentable, y es mejor que te levanten. El uno se sentirá importante
por lo que ha hecho, y el otro se sentirá indolente por lo conseguido. ¡Fraude!
Si apenas, ¡si apenas!… –como resuena
en el ambiente- si apenas te he conocido, si apenas me has visto, y ya –¡qué
pronto!- me huyes.
Parece o pareciera que las
impresiones ¡de nada sirvieron!; que los sorprendentes momentos poco intensos
fueron.
Pronto, ¡pronto!, seguir se hace… –¡ufff!-
¡una hazaña!
Pronto, muy pronto, continuar con
efervescencia se hace ¡imposible!
Y en todo este carrusel de “prontos”,
el ser navega sin rumbo, mientras la oración sigue su suave susurro… como sin
asustar, pero advirtiendo; como sin reclamar, pero avisando; como sin castigar,
pero... anunciando el peligro.
¡Ay! ¡Qué pronto!, en los “hoys” de
los “hoys”, se pierde y se vuelve a perder, mientras las ansias de ganar
impulsan.
Se quiere alcanzar, por una parte. Se
quiere… ¡Tanto se quiere y tan poco se ama!… que se quiere y se quiere, y cada logro
del querer pronto cansa, pronto ¡aburre!
¿Tan difícil…? ¿Tan difícil se hace
aceptar el consuelo y el vaivén de lo Eterno, que queremos hacerlo limitado,
manejable, manipulable, y propietarios ser, de ello?
¿Tan imposible se hace asumir nuestra
pequeñez, que pronto llega el reclamo… –¡pronto!- por no ser el mejor, por no ser el
sobresaliente, por no ser el que manda, por no ser el digno heredero, por no
tener la batuta del mando? ¡Ay!, ¡qué pronto!
¡Qué pronto se jubila a lo Eterno! ¡Qué
pronto se le manda a la residencia de los olvidados! ¡Ay! ¡Qué pronto el humano
encierra a la locura! ¡Ay, qué pronto la somete a una cura que no tiene escape!
Ni siquiera se le da la opción de que
huya.
¡Ay! Qué pronto, qué pronto las
estrellas ya no están. Qué pronto, sólo existen ladrillos.
¡Ay! Qué pronto lo íntimo se hace tan
público, que cualquiera puede opinar, cualquiera puede quitar, cualquiera puede
tocar, ¡cualquiera puede abrazar!...
¡Unos “cualquieras”! Así se hace la
humanidad.
Pronto.
¿Es que acaso… es que acaso la Creación
complaciente hizo “cualquiera”? ¿No se esmeró, ciertamente, en el diseño de
cada uno, para que cada ser fuera –y es- ¡impecable!? ¿Cómo es que, ahora,
cualquiera hace uso de su veto…? Y veta cualquier imprevisto, veta cualquier
sorpresa, veta cualquier sugerencia, porque está tan seguro de lo suyo, ¡es tan
propietario de su cuerpo!…
¡Qué pronto!...
¡Qué pronto se crea el panteón de los
dioses!:
“Aquí yacen… –reza el epitafio- aquí yacen los dioses; aquellos que crearon
expectativas, aquellos que iluminaron fantasías, aquellos que inspiraron las
historias.
Aquí yacen, ¡con lápidas fuertes!, por si acaso existieran... Aquí yacen
con lápidas fuertes, por si acaso existieran, los misterios y las increíbles
realidades de ¡Amor!...”.
Bien seguras están enterradas, porque
es más fácil vivir de grano en grano, de experiencia en experiencia, de
frustración en frustración, para hacerse a sí mismo una historia importante,
para decirse que conozco de todo, para probar ¡lo que ya se probó tantas veces,
y tantas veces mal salió!
¡Qué afán por conocer el mal! ¡Qué
afán por conocer la tragedia! ¡Qué afán por conocer el deterioro!
¡Y si se tuvieran los recursos para “luego”!
Pero no. Pronto el ser descubre que no los tiene.
.- ¡Ay!, ¡el gran panteón! El gran panteón de los aconteceres que
susurraron inventos, que ¡gestaron milagros!…
.- ¿Milagros?
.- ¡Sí! ¡Milagros!…
.- ¡Ah!, sí. Ahí, ahí yacen. Al fondo, a la izquierda, está el panteón de
los milagros. Los enterramos hace tiempo. Ahora, en su lugar hemos elegido la
puesta en marcha de un edificio inteligente.
No. No se entendían los milagros;
porque iban acompañados de tanto Amor, que resultaba… –¡ufff!- ¡inmanejable! ¡Eso:
inmanejable!
Pronto llegaron los silencios; pero
no esos de la espera, de la fe certera. ¡No! Eran silencios de ausencia,
silencios de olvidos; tan solo recuerdos apresurados e inmediatos de lo que se
necesita en ese momento.
Parece desoírse el rumor del
amanecer.
Parece desoírse el milagro de cada
día.
Parece… no darse cuenta de las
sorpresas que nos inundan por cada rincón.
¡Ay!... Nos dieron manos de caricias;
nos dieron pies de peregrinos; nos dieron sentidos vacíos, para que los
llenáramos de… ¡fantasías!
Nos dieron ritmo. ¡Nos llenaron de
curiosidad!… para que nos sintiéramos siempre atraídos por el Amor que nos
creó.
Nos dan y nos dieron tanto, que
resulta… ¡resulta escalofrío el percibir que pareciera ya gastado!, pareciera
ya ¡hundido!… Hundido, no se sabe dónde.
¡Ay! Está presta, sí, está presta…
–como los brazos de Shiva- están prestas las manos de la Providencia. Están
dispuestos, los soles de la Creación, a iluminarnos. Están prestos y dispuestos
los mejores y últimos milagros, ¡estos de… de fin de temporada y de nueva
Creación!
¡Ay! ¡Más que adornos! Adornos,
aderezos y guirnaldas reclaman nuestra atención para que esta vez, ¡pronto!, dejemos
esa prontitud de consumo consumido, y pronto subamos… a la fe de la flecha… que
no se dispara; que la llevan.
Pronto –sí, pronto- es preciso el
compromiso “engranado”, de engranaje exacto de minutos, segundos… –¡como si el
tiempo existiera!-. ¡Ay!, ¡ay!... Aunque sea por la nostalgia que ya se puede
sentir al presentir que ya no estuviera… que ya no estuviera esa disposición,
esa ofrenda que hace la Creación a la vida, cada día.
¡Aprendamos!, ¡aprendamos de ese
“pronto”!, para que pronto sea el decisivo salto hacia lo Infinito, hacia la
promesa de Vida Eterna.
Pronto, ¡pronto!, preparemos nuestros
mejores trajes; pongamos a flote nuestras mejores ideas. ¡Pronto, pronto,
pronto!... Como si pasara “el gran tren de la ilusión”, el que nos enamora cada
día, y… ¡No vaya a ser que lo pierda! ¡No
vaya a ser que se vaya sin mí!...
Pronto.
¡Pronto!, ¡pronto!, atiende a las
súplicas del Misterio Creador. ¡Atiende a las opciones y oportunidades que te
brinda! ¡Atiende… pronto! No te dejes llevar por la marea de tu posesión. ¡No
te dejes llevar por la arrogancia de tu postura! Puede pesar ¡tanto!... que no
seas capaz de levantarte, y menos aún de volar.
¡Vamos!, ¡vamos!, que la innovación
reclama tu presencia. Eres imprescindible y necesario.
¡Los caducos agoreros dijeron que
nadie era imprescindible y necesario! “Caducos agoreros”: los que asistieron al
entierro de los dioses. Pero tú sabes que eres imprescindible, sabes que eres
necesario. Acude entonces a la llamada del tren que anuncia su presencia, del
tren que… que silba como si se fuera.
¡Pronto acude!, pronto acude a tu
sitio. Tienes tu reserva. ¡No la pierdas!
No la pierdas.
Pronto está por seguir… ¡pronto está
por seguir… el tren!
“Pronto”.
***