SER UNA
EXPRESIÓN REPRESENTATIVA DE “EL TODO”
9 de julio de 2018
Y el afán… “investigador” –pongamos
que es eso- busca resumir y concretar la explicación del Universo, de su
dinámica; con ello, la explicación de la vida, su organización, su desarrollo… Y
cada uno de esos aspectos –por no citar muchos más- tiene sus particularidades
que, hoy por hoy, no engarzan entre sí. De ahí el interés científico por la
búsqueda de “la ley del Todo”.
Todo.
Acabamos de decir que ésa sería una justificación posible. Pero ¿no habrá
detrás –y ahí es donde incide la oración- una ambición, una “necesidad” –entre
comillas-, una ganancia, renta, beneficio, de alcanzar todo?
Probablemente, como es fácil
descubrir en el entorno de cada día, en la persona de cada día, en el grupo de
cada día, el deseo…
¿Deseo…? ¿Esa es la palabra? ¿O “la
ambición que rompe el saco”, de tenerlo todo, de que todo sea como cada cual lo
ha pensado, lo quiere, lo trata de poseer en cada detalle…?
Nos dijeron algo –religiosamente-
según lo cual decía el Cristo: “No se puede
servir a dos señores a la vez”. Porque partía de la base de que cada uno
tenía [1]“su
aquel”.
Y así ocurre que cada ser se
imagina, se monta… –como si de una monta de caballo se tratara, y éste fuera
dócil y obediente- se monta su vida,
su universo, de aquellas maneras, y
espera… bueno, “espera”, busca y quiere… –quiere, quiere- que todo sea como se quiere.
Claro, cuando hay un detalle, un
acontecimiento, una circunstancia que no
es como la persona había pensado, es como una ofensa, es como un desprecio.
Lo vive como un descaro, lo siente como un castigo. Y no se da cuenta de que la
respuesta que ha obtenido es fruto de su posesión, de su egolatría, de su…
necesidad de que todo sea como había
pensado, había planeado, había sentido…
Probablemente –no como
justificación, pero sí como intento de explicación-, al ser… cada humanidad,
cada ser de humanidad, un producto del Todo
–por aplicarle ese nombre al Misterio Creador-, venga y brote de cada ser la
necesidad de que todo esté a su disposición, que todo esté a su servicio, que
todo esté a su orden, que todo esté a su mano, que todo sea como él quiere.
Y se enfada y se entristece y ¡se
desespera!, cuando esto no es así.
Si ésa es una posible explicación,
debería el ser advertirse –como se
está haciendo ahora- de que Lo Todo,
El Todo, Todo… y Nada –no como
algo añadido, sino como un equivalente- pertenece al Misterio Creador, y lo
viviente es tan sólo una expresión de ese Misterio. Y nuestra mente… aún
incipiente, por su bisoñez, sólo quiere su juguete –y los juguetes de los demás, claro-, de ahí
que quiera abarcar todo. No acaba de darse cuenta de que diferentes…
situaciones, circunstancias, momentos, acontecimientos, etc., pertenecen cada
uno a niveles, subniveles, ultraniveles, mesoniveles de consciencia y de
acontecimientos, de sucesos… que indudablemente están interrelacionados, pero
que no los podemos –por nuestra capacitación actual- no los podemos recoger ¡todos!
Bajo el Sentido Orante, el Todo nos precede y nos envuelve, nos
regula, nos mueve.
Nos promueve, nos asalta, nos
sorprende.
Y ahí es cuando, en consciencia y
en sentir, el ser tiene la oportunidad –cuando asume lo anteriormente
expresado- la oportunidad de sentirse… simplemente humilde… –con muchas “haches”-; de sentirse simplemente sumiso –con muchas “eses”-. Y esto no
le va a anular su necesidad de sentir más ampliamente. ¡No! Al revés: cada vez
el Todo se le va a hacer más
inconmensurable, pero cada vez lo va a sentir más.
Cuanto más se quiere, menos se
tiene y menos se siente…; más insatisfacción, más desconsuelo, más desespero y
más incomprensión hacia la reacción del entorno. Porque esperamos que el perro
nos lama; porque queremos que el gato nos susurre; porque exigimos que el otro
nos comprenda; porque pedimos que todos se postren ante nosotros.
Y eso… parece ser que no está
previsto que ocurra.
Si asumimos la posición de ser una
expresión ¡representativa!... del Todo,
podremos darnos cuenta de que, cuando se quiere todo, es que se desea poseer la Creación misma.
Los místicos nos dejan sus relatos
de abrumadoras experiencias, cuando descubren el sentir del Todo, en sus vidas. No encuentran… no encuentran
palabras para describir sus experiencias; se quedan angostos. Es tal “la
sensación de”…, que no es posible abarcarla.
Y no se trata de simular, parecerse
o seguir –como si fuera una carrera- el sentido místico. ¡No! Pero sí nos sirve
de referencia. Con lo cual –si así es- la querencia hacia el Todo, para su posesión, se diluye,
desaparece; y el ser se amolda y se adapta… sin renunciar a sus búsquedas, pero
sin exigir.
La exigencia cotidiana de doblegar
las previsiones del vivir, justo a la medida de cada uno, según la voluntad
deductiva de cada ser, es otro signo de idolatría, de egolatría.
Y, de no dar esa respuesta de
humilde y sumisa perseverancia, la historia que aguarda es la historia que se
ve, la historia que se puede apreciar fácilmente: fracaso, rabia, envidia,
renuncia, combate…
Para resumir: “Así es la vida”.
¡Así
no es la vida!... Así hace la vida, el ser que aspira a quererlo todo y someter
todo a su ser.
Dice importarle los demás –y lo que
hacen y lo que piensan- pero ¡es falso! –salvo excepciones-. Es falso. Buscan
su modelo personal, porque se ha perdido la guía de referencia y se ha dejado
de confiar en los recursos, en los medios, en los talentos que cada ser tiene
como “necesidad” de su propia identidad, para cumplir la función por la que
aquí está; ¡para ser el débito que hacía falta!... y dar lo que se necesitaba.
Habitualmente, el ser se debate –a
veces- como muy castamente diciendo: “¿Y
cómo puedo yo saber…? ¿Y cómo puedo…?”.
¡No, no, no, no! No haga trampas. No
existe un código de barras que identifique qué es lo que tiene usted que hacer,
cuál es el guion… ¡No! No haga trampas. Eso es una trampa.
Y algunos emplean ¡toda su vida!...
para que les digan…
¡Claro!, si emplean toda su vida,
finalmente no… A lo mejor vinieron sólo para eso, pero… probablemente no.
¡Toda su vida!, en buscar y en
saber cuál es el sentido por el cual están aquí.
Bajo el signo de la consciencia,
jamás se sabrá. Nunca.
Pero sí se vivirá y se sentirá en
la medida en que afronto, con sencillez, humildad y sumisión, lo que voy
encontrando; en la medida en que voy conectando este acontecer con este otro,
con este otro… y empiezo a descifrar el lenguaje que gravita sobre mí.
E incluso puedo interpretar algunos
lenguajes que gravitan sobre otros. Pero no es mi afán, eso. No es mi afán el
lograr ¡todo!, no. Es mi entrega… en
lo que siento que soy –en lo que siento de “sentido”, en lo que siento de “sentir”-,
lo que me propulsa a vivir. Y en ese vivir voy a descubrir, e iré descubriendo,
asombrosos detalles que indican la presencia del Todo; que indican la ascendencia activa del Misterio Creador.
Y es así como se va desvelando la
naturaleza de cada uno, y se va realizando, y se va mostrando, y se va haciendo
de la utilidad que se necesitaba.
No más trampas: “Es que yo no sé… es que necesito…”. No.
Eso son signos ansiosos de poder. “Signos ansiosos de poder”.
Y bajo el Sentido Orante, es… ¡muy
feo! ¡Muy feo! En otros ambientes puede quedar bien, e incluso puede ser hasta
angelical, hasta santificante, pero… en otros círculos –como éste- queda muy feo, porque sabemos que eso no es.
A lo Eterno no se le trata con
exigencias, con limosnas, con la búsqueda de compasiones personales.
Llega y está…
Llega y está.
¡Llega
y está!
No trates de buscarle. Deja que te
encuentre.
***
[1] Cuando
algo o alguien tiene algún carácter en sí mismo que lo hace especial,
diferente, particular o peculiar.