LA VIDA NO NECESITA RAZONES
21 de mayo de 2018
Nos cuenta la historia –y es
probable que así sea- que, en ancianos tiempos pasados, dada la poca capacidad
de conocer y de saber que tenía la especie humanidad, cualquier cosa que ocurría
lo atribuían a fuerzas o castigos o premios…, todo ello proveniente de
entidades que hoy podríamos calificar de “naturales”, muchas de ellas, y que
entonces eran prioritarias, como el trueno, el relámpago, la noche, la luna, el
sol…
Incluso se desarrollaron imperios
en torno a astros que regían, según conocimiento de entonces, todas las… o la
mayoría de las actividades del ser. Así que –así que- la responsabilidad, la
causa de que mecayera, triunfara, tuviera buena cosecha, alcanzara algún logro…
todo dependía de esas fuerzas, que ayudaban o entorpecían; y en razón a ello se
establecía una relación que se fue convirtiendo en religión y, poco a poco, en
intercambio de favores. Sí:“Si me ayudas
en esto, yo te prometo lo otro”.
Sí. Cuando el ser empieza a…
¿evolucionar? –le ponemos una pequeña interrogación-e interpreta una serie de
fenómenos –llamados “naturales” hoy,y que entonces eran religiosos, divinos o
misteriosos-, en la medida en que se va conociendo –insisto, con una
interpretación que se tiene hoy, o que se va teniendo poco a poco-, los
responsables, los causantes de lo bueno y de lo malo, empiezan poco a poco a
ser, los mismos seres humanos.
Es un cambio paulatino. Es un
cambio sutil, pero cada vez se materializa más.
Y si la cosecha fue buena, se debió
al riego por goteo; si hubo un accidente, fue por una imprudencia; siaquel
enfermó, fue porque no hubo una debida prevención…
Parece… parece –curioso- que todo
se sabe.
La razón se fue haciendo
preponderante, dominante, inquisidora. Y lo que no soportaba la razón, era
desdeñado. Hoy también, claro.
Cada cual, en grupos o en
individuos, se fue haciendo…¡razonable!; interpretador, conocedor y sabedor de
la realidad… y,lo que es más curioso, de la vida.
¡Sí! Sin saber, en la intimidad de
la sinceridad, qué es la vida, la razón juega con metabolismos, hormonas,
sangres, linfas… Hace sus composturas. Y ahí se explica y se razona lo que
pasa, lo que ocurre y… ¡y ya!
Sin duda, poco a poco –ahora más
despacio, aunque pareciera más deprisa-, se van encontrado nuevas razones:
científicas, como el baluarte del saber; y sociales, como las diferentes
organizaciones en las que la especie se dispone.
Como vemos en este áspero y rápido
movimiento, el criterio creador, el criterio amoroso, el criterio de ternura o
de imaginación, de fantasía o de ilusión, no pega mucho con la razón, sobre
todo cuando –como era de suponer- los intereses de cada uno, de cada grupo, de
cada país, de cada… étc., están en juego.
Por ejemplo, la noticia de que
Europa da un ultimátum a Estados Unidos para el tratado de comercio. Ultimátum.
La guerra comercial no es un
secreto, pero ahí no hay nada de afecto, no hay nada de buena intención; ahí no
hay nada, por ninguna de las partes, de ganas de
resolución. No. Ya el lenguaje racional establece el combate, el responsable,
el culpable.
Si nos fijamos “en despacio” –“en
despacio”-, entre las relaciones humanas no hay un fluido oleoso, oloroso,
fragante, alegre… –no sigo porque puede crear una ficción-. ¡No! Lo que hay es,
por momentos: “Si haces lo que yo pienso
que debes hacer, y coincidimos casualmente en esto, pues puede ser que tengamos
una sonrisa compartida. Puede ser. Pero lo que sí es cierto es que… reseñaré
todos tus defectos; me daré cuenta de todos tus errores –según mi punto de
vista, claro-; te acusaré de todas las posibilidades, de tal forma y manera que
yo quede indemne de cualquier situación”.
Esto lo hace el uno hacia el otro,
y el otro hacia el uno; con lo cual, es la perfecta relación entre dos
serruchos. Sí, dos serruchos que… un serrucho va a serrar al otro. Y claro:
mella, mella, mella…
“Sí,
es muy bueno. Sí, le quiero mucho. Sí,pero… pero es que… a veces…”.
Cada diente del serrucho es un “pero”.
¿Y dónde, dónde está la aceptación
complaciente, por ejemplo? ¿Dónde está el respeto mutuo? ¿Dónde está el
admirarse, y no, sistemáticamente, criticarse?
¡Ah! Cuando las cosas van bien,
¡qué bien! Cuando las cosas no van como yo creo que deben ir… bien, entonces
saco el serrucho. ¡Me hago serrucho!
“¡Si
está claro! ¡Si está muy claro! Sí esto es así. Si esto es asao…”.
Es curioso… –al escuchar y escuchar
y escuchar- es curioso la cantidad de seguridades que hay andando por el mundo.
¡Es increíble! Por momentos –por momentos- uno piensa que son genios. ¡Claro!
Porque tienen la razón del serrucho.
Pero, poco a poco, nos podemos dar
cuenta, bajo el Sentido Orante de hoy, de que algo falta.¡Por lo menos en principio!¡Para empezar a recuperar
algo! Algo le falta al serrucho: aceite. Sí.Para que sierre sin tanto ruido, y
mejor.
De repente, alguien era un héroe.
De repente, el sandinismo se convirtió en la flor y nata de la viday de la
revolución, la belleza y la bondad. Pasados unos años–hoy-, se pide a gritos
que se vayan, que desistan, que… ¡Qué horror!
El serrucho.
Pero esto, puesto en ese ejemplo:
Nicaragua. Pero lo podemos poner en cualquier sitio. ¡Da igual!
El hombre hace del hombre un dios
de papel, que lo mantiene durante un rato y luego lo quema así, ¡sin querer!...
Por momentos te aplauden y te
llevan a los altares, por haber acabado una terrible guerra. Y tenías la
ventaja de llamarte “Santos”. Con lo cual, todo iba muy bien. Pero, de repente,
el serrucho salió otra vez–y no es que él fuera un santo, pero el nombre
ayudaba-. ¡Y da igual lo que se consiguiera! ¡Da igual lo que se ‘intencionara’!
Hoy ya es un trapo viejo;que puede ser muy reconocido –hasta “Nobel de La Paz”-
pero, entre los suyos, pocos le rodean.
Esto, como actualidad nada más.
Porque ilustra cómo, los procesos individuales que antes hemos mencionado, se
hacen ¡universales! Se hacen ¡entre países! Se hacen comunes. ¡Claro! Es la
resultante de serrucho contra serrucho, de vecino contra amigo, de esposo
contra esposa, de novio contra novia, de amante contra amante, de ‘intercontronte contrante contrinte’…
Claro, la resultante es: “¡No! No le votaremos más. Le llevaremos al
cementerio”.
¡Qué fácil! ¡Sí! El serrucho, la
razón, laciencia, la lógica… hacen, la vida, fácil; porque tienen sus culpables
siempre a mano. Y no hay mejor posición… –atentos a esto- no hay mejor posición
que la de sentirse juez. Como Dios. ¡Y culpar! ¡Y castigar! Como aquellos
dioses que nos castigaban con tormentas, con dramas, con viruelas… pandemias y
gripes… Eran castigos divinos.
.-
Pero ¡ya no! Ya eso se ha superado.
.-
Se ha ¿”qué”?
.-
Se ha superado.
.-
¡Ah! Se ha superado.
Y ahora ya, cada cual –“cada cual”,¡qué
maravilla!- puede ser juez. Puede ser, simplemente, dios.
Se ha sustituido, al cabo del
tiempo de evoluciones –¿evoluciones?-, el Misterio–que no se entendía-, por la
razón, la ciencia y la lógica–que sí lo entienden todo-. Y en consecuencia, el
hombre ha asumido ese papel de “diosito querido”, que siempre encontrará un
culpable… y lo castigará.
Pero… fijémonos más despacio, nos
incita la oración: ¿Con qué le castiga? ¡Ah!... Le castiga con la burla, con el
desapego, con el desafecto, con el no saludo, con la distancia… ¡Aaahhh!...
Otras veces, sí, le castiga con la
piedra, con la inyección letal, con la pistola, con la soga… sí. Pero la
mayoría de la mayoría de las veces, le castiga… no con elementos razonables. La
razón le ha llevado al castigo: “Te
castigo por esto y esto y esto”. Pero, la pena, la pena la hace –este dios-hombre,
como humanidad- la pena la hace con los afectos, las ilusiones, las fantasías.
La pena la hace con los desarraigos y los desplantes; con los comentarios
sutiles; con los… “que te digo, pero no
te digo, no entiendas bien, pero entiende bien, entiéndeme, compréndelo”…
¡Ah-ah! Eso suena a extraterrestre.
Sí. No suena a razón. Porque la razón, una vez que condena, debería emplear un
martilloo un golpe o… o algo que materialmente doliera. ¡Pero no es así! Se
busca ese dolor sutil –bueno, “sutil”-: el odio, el rencor, la rabia, la
acusación, el chisme…
Y los más cercanos se hacen lejanos
por cualquier “mírame y no me toques”. Pero luego se vuelven a hacer
cercanísimos.
Sí. Se ha ido construyendo
–mientras se va destruyendo- una vivencia de especie, realmente dramática,
traumática, ¡trágica! Poco espacio hay, para el sosiego. Poco lugar queda… para
la compasión, la benevolencia, la bondad. Esas no son ya de este mundo.
En este mundo está ya solamente lo
que dijiste, lo que hiciste, cómo lo hiciste… según mi criterio, según mi
opinión…; no cumpliste…
La materialización de cualquier
emoción se hace juicio de razón. La materialización de cualquier emoción se
hace juicio de razón. “La materialización de cualquier emoción se hace juicio
de razón”.Y, en consecuencia, el desamor es el que marca el compás; es el que
salta a la comba. Y te caes, claro.
El desamor, que hoy da pero mañana
te lo quita; porque, hoy, la razón vio… O:“Pensándolo
bien, creo que…; porque me dijeron, porque yo he visto…”.
.-
¿Has visto?
.-
Bueno, o me lo he imaginado. Es lo mismo.
.-
¡Ah! ¡Es lo mismo!¡Bien!
Un cúmulo… Un cúmulo.
.-
¡Ah! ¡Un cúmulo! Un cúmulo de galaxias es algo… ¡inmenso! Es… ¡buah!
.-
¿Tanto?
.-
Sí.
Pues, proporcionalmente, el ser va,
en su evolución, en su crecimiento, en su edad, haciéndose ¡un cúmulo!... de
razones, de explicaciones, de sinrazones –pero razones-, tan impresionante, que
sólo con suspirar –fíjense bien- sólo con suspirar al lado de alguien, ese
alguien interpretará tu suspiro; le dará una razón; le dará una explicación. Y
seguramente te relegará a un espacio… no muy beatífico precisamente.
“Eres
débil. Suspiras. Este mundo es de fuertes. Este mundo es de jóvenes, de
aguerridos. No vale suspirar. No hay tiempo para lamentarse, sino para
¡ejecutar!”.
Ese es el slogan, así que ¡cuidado
con un suspiro! No vaya a ser que sea un síntoma de traición o de…
El Sentido Orante nos muestra esta
realidad, y nos llama –nos llama- a invocarnos como seres producto de
amaneceres, que nacen al amor ¡por el amor! Nos llama a dejar de ser jueces
implacables. Nos llama a colocar la razón cuando utilicemos el serrucho para
una maniobra material, pero a que nos despojamos de él cuando vamos juntos, con
otros; cuando estamos juntos, con otros; cuando compartimos ¡algo!, con otros;
cuando, evidentemente, somos –somos-“con otros”. “Somos, con otros”.
Y, llegados a este punto, el
suplicarnos a nosotros mismos, el pedirnos a nosotros mismos, el exigirnos a
nosotros mismos… un testimonio de bondad, ¡que no vale sólo con decirlo!, que
hay que ejercitarlo. ¡Quizá se ha olvidado tanto, cómo era!… Y, sobre todo, se
siente ¡tan poco!, que no es fácil. Porque por momentos se puede ser bondadoso
hacia alguien o hacia algo, pero de inmediato se puede ser venenoso hacia otro.
No es fácil, dado el camino que ha
tomado la especie, recoger los vestigios de un llanto, las palabras sinceras de
un encanto, la emoción de un momento, el recuerdo… de una complacencia. No es
fácil. ¡Y quizás también porque no es fácil!, se dejan.
Y lo material, razonable, lógico,
científico… envuelve y da motivo para vivir, o para dejar de hacerlo.
Mas… la oración late, y la Creaciónper-siste. Y aunque el ser se sienta
emancipado, desprendido y autosuficiente, a poco que sienta –“a poco que sienta”-
puede descubrir que el fluido que le anima no es razonable, no es manejable, no
es manipulable.
El darse cuenta de esa pequeña
–pero fundamental y trascendente- situación, debe ser un ejercicio de diaria
emoción, de permanente contemplación: el sabernos expresión –“el sabernos
expresión”- de la Creación. Y cada vez que la razón se vuelva osada, y la
materialidad se haga justiciera, se pueda volver a suspirar dos veces para
aplacar… ¡para aplacar tanta actualidad de condena!... ¡Para buscarse
mutuamente en la fiabilidad! Para acrecentarse en la confianza. Para darle
pistas a “el Amar”, más allá de un cotidiano placer, buscando “la
complacencia”: esa sintonía creadora.
Complacencia…, ¡para saber ver en
el otro, la virtud! ¡Para saber compartir… la complacencia de los demás!
Y, así, ir abandonando poco a poco
a ese dictador de serrucho, de evidencias, de ciencias y de poder… sin que por
ello renunciemos a lo que sabemos. Mejor dicho: a lo que “creemos” que sabemos.
La vida está hecha de ternuras,
emociones, fantasías, ilusiones…
Todo escrito con amores.
No necesita razones.
Llega. Permanece. Se eterniza.
Decía el dicho o la sentencia: “Obras son amores, y no, buenas razones”.
Si se obra en la complacencia y en
las virtudes que exponencialmente son capaces de desarrollarse, seremos capaces
de convivir en una armonía y en un equilibrio que permitan unas resoluciones,
disoluciones y ‘ejemplarizaciones’ de testimonios que van más allá de un hecho, en el sentido de que cada hecho
se trasciende.
Al dejar de culpar y de culparnos…
y entrar en complacer y complacernos, la compasión, la bondad y la misericordia
se hacen aliados, ¡y se hacen el brillo!... se hacen el brillo de la vida.
Sí.
***