sábado

Lema Orante Semanal



‘Re-nuevarse’, reinventarse
22 de enero de 2018

Deben… deben ser, los amaneceres, oportunidades de nuevas creaciones, de nuevas emociones, de nuevas aventuras.

Mas, habitualmente, en el ser de este tiempo, cada amanecer se prepara para conturbarse, para perturbarse, para enfadarse, para desquiciarse…; por supuesto, preocuparse, obsesionarse… y la ya natural ansiedad, angustia y desespero.

Podría decirse que es… el anverso; que estamos en dos planos. Uno, el que sabemos –por deducción, por predicción, por… quizás fantasía- que es lúcido, lúdico y translúcido. Y otro –como si fuera una moneda falsa- cargado de incomodidad: ansiando amanecer, el amanecer resulta un desasosiego.

Repuntan los deberes, obligaciones, exigencias, presiones…

Se ha ido haciendo así la especie, con esa exigente, ¡imponente! –de imponer- y decidida obsesión de llevar a cabo lo propio y enajenarse del entorno.



El Sentido Orante nos reubica, nos posiciona ante la trampa que la evolución ha ido creando, en un dualismo entre santificante y diabólico. Y no se trata ya de unificarlo, sino de recrearnos en una Creación diferente.

Cuando decimos que “todo está por hacer”, orantemente se plantea que tenemos que irnos desligando de lo hecho que no sea nuevo. E irnos haciendo verdaderamente nuevos, desprendiéndose de las fragancias pasadas… que por cualquier esquina nos crean una falsa impresión.



Pareciera que, en un típico de los saludos diarios: “¿Qué hay de nuevo?”, nos estuviéramos pidiendo y recordando que tenemos que ser nuevos, y que no es –no es, no es, no es-, nuestra posición, el cúmulo de incidencias, de recuerdos y de escondidas inseguridades o desagrados que en cualquier momento se hacen ¡abruptos! Eso no es nuevo.



La con-versión de la memoria en “memoria de futuro”, y no el encadenado proceso de receso, de retracción, como una fuerza de gravedad que nos ancla al pasado, y justifica nuestro presente y planifica el futuro.



La sugerencia del Sentido Orante en la realización de esa novedad permanente se centra en –a la hora de conocer o de saber- “re-conocer”, en el sentido de volver a conocer. Y ya introducimos un nuevo saber o conocimiento.

No se trata de revisar; no se trata de quitar. Se trata de “volver a ver”… lo que hasta ahora veíamos de una manera; y volverlo a ver. No se trata de revisar, de repasar si…

¡No! Es posicionarse bajo la Óptica Orante de contemplar nuestro estar, nuestro hacer, nuestro pensar, nuestro sentir, y darle la verdadera dimensión de una creación diaria y continuada. No de una acumulación de hechos y hechos, rehechos, refritos y…, por supuesto, resabios, rencores…

Y es así como vemos que pasan años y años, ¡y siglos! Y las mismas –modificadas en cierta medida-… pero las mismas exigencias, rencores, racismos o… cualquier tipo de catalogación que en un momento se estableció, están ahí.

Y están ahí los prejuicios de las naciones, los separatismos de las Historias.

- Y esto, ¿cuándo pasó? ¿Y desde cuándo viene esto?

- No. Esto viene de… desde el Descubrimiento de América…

- ¿Y desde entonces seguimos…?

- Sí, sí.

¡Vaya usted a saber quién descubrió América!, pero… pero sí parece evidente que los españoles de entonces se hicieron con una conquista. Y desde entonces hasta ahora –y esto fue en 1492, pero 1492 es como si fuera ayer- siguen los mismos prejuicios que entonces se tenían contra los indígenas. Menos mal que Fray Bartolomé de las Casas vino a ayudar, trayendo esclavos negros que eran más resistentes que los indígenas, para protegerlos; con lo cual se hizo un pastiche hermoso que sigue estando ahí.

Unos, con resabio y temor hacia los conquistadores –¡como si fueran de hoy!-, y otros, con el desprecio y el racismo hacia “sudacas” o hacia cualquier otra denominación de origen.

Y cabría preguntarse: Toda esa rencorosa y cuidadosa amalgama de la Historia, ¿nos deja ver la luz –“nos deja ver la luz”-? ¿O ya es un estigma que, salvo que venga un meteorito y nos coloque en otra dimensión, se va a seguir manejando? –esos prejuicios-.

¿Y qué decir de la España de la Guerra Civil, en la que todavía… –pero no son rescoldos, no- todavía existe ese poso: que entonces se decía “rojos” y “nacionales”, y ahora se dice “conservadores” y “de izquierdas” o… ¡Me da igual!, pero es la misma…

¿Es posible que la memoria sea sólo para recoger residuos, resquicios, rencores, y selección natural de la especie a través del más capacitado? ¿Algo así?

Y por eso las guerras, la guerra diaria basada en reminiscencias, pero ¡que están activas! Y se ponen al día luego, claro, con: “No, si este… Ya sabes, los irlandeses son…”. “No, si es que es francés. Ya sabes que los franceses son…”. “¡Uh, los austriacos! No. No son gente de fiar”.

Y así sucesivamente, ¿no?

Y eso, ¿de dónde viene?

¡Oh! ¡De la bendita Historia!

Y la bendita Historia, ¿nos fue rescatando lo bello, lo hermoso, lo maravilloso, lo luminoso, para que nos hiciéramos cada vez más novedosos? ¡No, no, no, no, no, no! De vez en cuando resalta algo, pero no. Lo que interesa aquí es ver las injurias, los perjurios, los machaques, los engaños…; y así se va construyendo una memoria de detritus, de batallas, de éxitos, de fracasos.

Claro, es difícil que con una memoria así… se construya una novedad diaria, porque la memoria “así” nos va a recordar que no es así; que estamos condicionados por nuestros prejuicios y nuestros criterios.



Quizás no sería de extrañar que ese componente agresivo, autoagresivo y violento sea como un instinto por borrar, por quitar lo que impide lo translúcido; lo que impide lo virtuoso, lo generoso.

Se suponía que los recuerdos supondrían un acicate para mejorar, superar, recrear… “Se suponía”. Pero no. Resulta que los recuerdos se reagrupan en modelos o moldes que no van a gestar algo nuevo, sino que van a gestar posiciones de separación, ruptura, personalismos, egoísmos, egocentrismos, ‘egolatrismos’… Y todos ellos muy seguros, muy certeros, sin dudas, sin… ¡Es increíble!

 Y cabría preguntarse: Entonces, ¿de qué les valió esa memoria… y esos recuerdos y esas vivencias? Les valió para convertirse en dardos, en flechas, en arcos; para gestar… no nuevos recuerdos, no nuevas experiencias, sino repetidas dificultades, repetidas… ¡Y otra vez!

“¡Ah! ¿Pero usted está haciendo lo mismo que hizo…? ¿Y usted espera que haciendo lo mismo que hizo va a resultar algo diferente? Pues si usted vuelve a hacer lo mismo que hizo, resultará lo mismo que hizo, al cuadrado. Eso significa que ‘mucho peor’”.



Retener lo virtuoso. Pormenorizar lo valioso. Seleccionar lo exitoso. Y, con ello, quizás gestar un caldo de recursos, sin los miedos ni los prejuicios ni los asaltos que otros hicieron.



‘Re-nuevarse’, reinventarse, como actitud ante las sugerencias providenciales que se nos muestran cada día, ahuyentando las historias de anclajes, de prejuicios, de juicios y de condenas.

 Suena… suena a llamado de eliminar la moneda con una cara y otra, y hasta el filo.

Suena a necesidad ante el exterminio.

Suena, quizás, a que es el momento.

Suena, seguramente, a que ha llegado el momento.









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