Somos un proyecto inacabado
24 de julio de 2017
Se dispone el Universo con sus
favores… en cada instante.
En la medida en que el ser se
siente acompasado, acompañado, cercano a... los procesos creadores, si su hacer
es vocacional, visionario, fantástico, decidido, sin aplazamientos… seguramente
se dará cuenta de los favores que recibe individualmente, y también se dará
cuenta de los favores que se aprecian en su entorno.
¿Por qué decimos “favores”?
Se dice “favores”, porque se parte
de la base de que el ser es “un necesitado”.
Para cumplir su hacer, su estar, en
la plenitud de sus capacidades y recursos, necesita
un… digamos “un plus”; o no está pleno,
si no incorpora ese “favor”.
Como en la vida cotidiana:
necesitamos algo, y aparece alguien que nos favorece; o vamos directamente a
pedir… y a reconocer nuestra carencia, del tipo que sea.
Esta disposición, esta actitud, nos
promueve en la humildad; nos estimula en la atención, la alerta; nos ayuda a la
interpretación; y nos permite una adaptación ¡rápida!, ¡eficaz!, sin dudas…
desterrando así el error que tanto inhabilita los ‘haceres’.
Por no equivocarse, por no cometer
un error, la pasividad se instaura y se deja de hacer; se busca el acomodo, el
bienestar y el confort.
¿Sabemos realmente los favores que
necesitamos… hoy, en el siglo XXI? ¿O, en la mayoría de los casos de la
mayoría, lo que creemos necesitar está ligado a la industria del consumo, a la
manipulación del marketing y a la capacidad de recursos de productividad?
Seguramente, en el cotidiano hacer,
se hace difícil saber –ante esta situación- qué favor necesitamos.
Téngase en cuenta que “El que favorece” o “Lo que favorece”, recursos tiene
ilimitados. Y sabe de nuestro ser. Y algo importante: como pudiera ocurrir en
una relación humana, el que te favorece lo hace por comprensión, por afecto,
por intención de ayuda. Así que ¿cómo serán, proporcionalmente, los favores que
se reciben de la Creación, del Misterio viviente?
¿Cuánto amor se emplea, y cuánto percibimos…
o cuánto rechazamos?
Porque esos favores vienen de la
mano de la casualidad, del enamoramiento, del afecto, de las circunstancias, de
lo imprevisto, de lo afectivo, lo espiritual…
La Creación utiliza sus
intermediaciones… dada nuestra capacidad como criaturas.
El Sentido Orante es, como
intermediación, un motivo permanente a cualquier alcance; o al de cualquiera
que se ejercite en ello… para intermediarse en torno a los favores.
Nos facilita y nos configura como “necesitados”…
sin que pidamos nada en concreto, pero sabiendo de nuestra condición.
El Misterio Creador sabrá de
nuestras necesidades, porque de él emanamos.
Y precisamente estamos en un punto
–siempre- de necesidad, para recibir ese favor, como estrategia de Creación.
Y esto puede considerarse una
revelación: descubrir que es una estrategia creadora, el dotar a los seres
vivientes de un… espacio del ser, necesitado, que sólo puede ser cumplimentado
por la Obra Creadora.
¡Ah! Y esto nos lleva orantemente a
pensar y a sentir que somos un proyecto –en la vida, en el Universo- un
proyecto ‘in-acabado’.
Si somos necesitados desde nuestro
afloramiento, para que así nos demos cuenta de nuestro origen, también detrás
estará el lenguaje de… “incompletos”.
Estamos por completarnos. Y la
oración es el recurso más cercano, más “a disposición”… por parte de todos, con
la particularidad de cada uno en su visión y en su vivencia.
Es compartida, es hablada, es
revisada… Se presta a todo pleomorfismo. Y nos descubre que somos un proyecto
de Universo, incompleto.
Así que, en alguna medida,
podríamos decir: “Nunca podemos estar a
gusto”.
Parece que siempre falta algo…
porque estamos continuamente creándonos. O, mejor dicho, continuamente nos
están creando. Continuamente se están recreando en nuestra creación; que no
necesariamente lo llamaríamos “evolución”. “Creación”.
Y seguramente, si albergamos en
nuestra ánima ese sentir, nos veremos… “nos veremos” crecer, nos veremos
cambiar, nos veremos rectificar, nos veremos ¡novedosos! Nos iremos viendo… cómo
nos van modelando, moldeando, acomodando… –sin comodidad- en nuestro sitio, y
cambiando de sitio según necesidad.
¡Sí!
¡Todo un misterio, pero que podemos percibir y ejercitar en vida!... en el
vivir de cada detalle.
“¡No!
¡No soy el mismo de ayer!... Y a lo largo de hoy, se presentarán sensaciones y
situaciones, si estoy alerta y atento, que indican que estoy siendo creado,
recreado… porque no estoy completo”.
Así, evidentemente, nunca estaremos
completamente satisfechos. No significa que estemos insatisfechos, pero siempre
nos daremos cuenta –si estamos en esta disposición- de que algo más nos ronda,
se insinúa, nos provoca, nos alienta…
No nos deja anclarnos. Nos promueve
en ese nomadismo a través del Universo.
Y eso nos permite comprender,
entender, sintonizar… con toda la biodiversidad de nuestra especie y de todas
las especies que nos rodean. Porque todos están en la misma condición… de
“estar siendo creados”.
Semejantes a un embrión que tiene
las potencialidades, pero debe brotar esta o aquella cualidad… para completarse.
Quizás… “con razón” –entre
comillas-, cuando… tradiciones hablaban del “embrión cósmico” –y nosotros hemos
sido portadores de esas ideas, tiempos ha-, ¡se estaban refiriendo a esta idea!;
a esta acotación orante.
Si nos sentimos embriones de un
permanente amanecer… estaremos recreándonos de una manera continuada.
Es, o será, un vivir y convivir complaciente, comprometido, compasivo,
con pasión.
Suele… suele
aparecer un cierto… ¿miedo?, ¿desconfianza?, ¿inquietud?, cuando propuestas de
este tipo se presentan como ejercicio, puesto que hemos sido educados con la
idea de nuestro vigor, nuestra capacidad, nuestro esfuerzo, nuestro trabajo,
nuestros logros…
Nos hemos
secuestrado de la Creación. Por supuesto, aprovechando todo lo creado; como si
hubiera estado ahí solamente para que nosotros especulemos, robemos, manipulemos,
manejemos… a nuestro antojo.
Así que, cuando
somos desposeídos de esa habilidad, aunque lo sintamos, puede aparecer esa
levedad miedosa, o esa desconfianza de rumor…
Es producto, sin
duda, de nuestra acomodación; de nuestras seguridades.
¡La vida no se
generó ni se gestó en base a seguridades!... Se gestó y se generó en base a “oportunidades”
diseñadas mágicamente, ensayadas –permitámoslo- “milagrosamente”.
En consecuencia,
debemos dejar que la brisa se lleve ese estado de desconfianza, de miedo… en el
que también va la crítica, la opinión…
¡Ay, ay! ¡Qué
indigna es la especie, en el seno de la Creación!: todo a su disposición, y ese
“todo” se secuestra, se maneja, se manipula, se estropea.
¡Esto hace que
pensemos muchas veces en la ingratitud de nuestro ser y –en consecuencia- en el
castigo que recibiremos!... Con lo cual, no habría lugar a los favores.
Pero es que ahí
estamos poniendo cualidades descalificadoras, propias, a una Creación Misteriosa.
Deshagámonos de
esas ideas… ¡porque ciertamente no son
ciertas! Son producto de la egolatría, de la idolatría.
Los favores
están ahí; siguen ahí, creándonos. No desfallece –milagrosamente- la Fuerza, el
Misterio… aunque nuestra ingratitud sea… ¡grave!
Y podría ser que…
sabiendo todo esto, nos favoreciéramos mutuamente. Y el “por favor” y “los
favores” florecieran de forma cotidiana, ¡generosa!, como reflejo de los
favores que nos aguardan de nuestras creaciones.
¡Sí!...
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