El abandono de la especie
17 de abril de 2017
Desocupada la mente, afloran a la
consciencia perfumes acicalados de complacencia. ¡Sí! Colores de armonía que no
irritan; que dan sonrisa.
¡Al-eluyah!
¿Se puede… entrar a otra estancia,
sin negar lo sufriente, lo doloroso? ¿Se puede simultáneamente complacerse?
¿Desocuparse y ocuparse a la vez… de ser, al menos, amable? Saludar.Preguntar
–ya que se saluda- por la salud.
¡Una cortesía!¡No hace falta ser
cortesano!
¿Es tan difícil?
Y, sí:a la comunidad humana, cada
vez le importa menos lo del otro. Y a veces lo disfraza como si fuera un “respeto”.
“¡Ah!
No, no quiero… no quiero meterme en la vida del otro. No quiero…”.
Somos una especie. Ese falso
respeto que conduce al aislamiento, que conlleva la retracción, el secretismo,
lo absolutamente insolidario… ¡no tiene nada que ver con el respeto!
En el respeto, se acepta y se asume
al otro; se le comparte, se le convive. No se le ignora.
Pero,a la individualidad sectaria–a
pesar de entrar en globalizacionesy comunidades, etc.-,no parece importarle
mucho algo que no sea lo propio.
Es un “llamado orante” hacia las
posturas radicales que conspiran… y compiten sistemáticamente con cualquier
posición que no sea la propia.
En el orden de la importancia
personal, la ‘meritocracia’ busca sobresalir, pero en su feudo. Y cabría
preguntarse:
“¿Qué
mérito alberga el que se erige en sus propios condicionamientos? ¿No sería tal
vez meritorio, el que fuera ensalzado bajo otros condicionantes que no fueran los
suyos?”.
Pero no es así habitualmente. El
individualismo sectario se jacta orgullosamente de su posición. Pero, a la vez, no puede vivir sin la crítica
y el ácido constante… para distinguirse del entorno.
¡Ay... si la Creación fuera así!
Simultáneamente nos trata, a cada
ser, por su ‘debencia’y su ideal, a la vez que nos coloca en la posición que
nos corresponde… en el magma de la vida.
¡Ay!… ¡Qué poco –¡poco!- se ha
aprendido!, qué poco se aprende de las muestras de la dinámica viviente; de los
pactos, intercambios, colaboraciones, adaptaciones…
Nos dijeron que “la unión hace la
fuerza”. Pero también nos dijeron que “divide y vencerás”. Y esa división
conduce a la individualidad; a la desunión.
Y así la vida naufraga, como lo
hace en estos momentos la gran barrera de coral, en Australia: el organismo
vivo más grande que tiene la especie. Naufraga descolorido. ¡Muere! Apenas si
un tercio se mantiene. Que si la contaminación, que si el calentamiento, que si
el ciclón, que si… ¡Ahhhh!
¿Es posible… es posible que se
hayan perdido las casualidades, las coincidencias, las sorpresas, la suerte…?
¿Es posible que los signos del Misteriohayan caído en un saco ¡roto, roto, roto!,
y se hayan perdido? ¿Es posible que el llamado continuado y la advertencia
permanente no tengan oídos que los escuchen?
¿Es posible… es posible que la
prédica se quede en el desierto?
Resulta insólito escuchar más, más
y más al ecoy a la propia elucubración, que a la fuente desde donde viene el sonido.
A tal nivel de desconexión se
llega, por los prejuicios –“pre-juicios”- preocupantes.
Así, cada cual –salvo excepciones-
abandona al otro, al otro, a los otros… y, de momento, ¡no se siente abandonado!
Pero luego lo sentirá, y culpará a los otros de su abandono.
Y así sucesivamente, la humanidad
se precipita hacia un abandono de especie, hacía un abandono de comunión
solidaria, hacía un ‘sectorismo’ y un sectarismo racista, xenófobo… que por una
parte se denuncia, pero por otra parte se cultiva.
Nos dispusieron –y así estamos-
integradoscomo un circuito, en una comunidad viviente. Y desde el momento en
que un componente se erige en justiciero, todo el circuito integrado se
desintegra.
Y el ser parece aún –¡aún!- no
darse cuenta de que se está desintegrando…con la antorcha de su integrismo.
Ciertamente, los planes del Misterio
Creador son inescrutables. Aún así, parece que se quisiera renovar, bajo otras
perspectivas, lo que se desintegra.
Y a su vez, recrear en novedades…
con lo que aún no está desintegrado; suficientes novedades como para gestar
nuevas dinámicas de comunicación, de conjunción.
Sin…
competencias.Sin… consecuencias. Con… novedades complacientes.
¿Importa –sería la pregunta
culminante-qué?¿Qué importa? ¿¡Qué
es lo importante para usted!? ¿Qué es lo que le importa?
Y en consecuencia, lo que le
importa, ¿cómo lo cuida?, ¿cómo lo mantiene?
¿¡Qué es lo verdaderamente
importante para usted!?¿Y cómo lo cultiva, cómo lo promueve?
¿Cómo lo ejemplariza? ¿¡Cómo lo
muestra!... ahora?
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