jueves

Lema orante semanal

(“Del dicho al hecho hay un largo trecho”.
“Por sus obras los conoceréis”.
“Obras son amores y no buenas razones”)

2 de mayo de 2011

Dice el refrán que… “Del dicho al hecho hay un largo trecho”. Y si deparamos un poco en esta simplicidad, es fácil que nos demos cuenta de que –ciertamente- se dice, se comenta, se habla, se piensa, se “tá”, se “cuá”, “memé”, “tatá”… ¿verdad? Se habla –como diría Napoleón- se habla mucha “tolta”.
Hablar “tolta” es que se dicen muchas tortas, lo que pasa es que en dominicano es “tolta”. Y, bueno, en ese discurso intelectual –como la gaûche divine- todo, todo va bene. “Tut va ben” –como en Brasil- “tut va ben”.
Pero resulta –¡resulta!- que los seres que tienen una cierta consciencia de estar vivos, están encarnados y están aquí, en… aquí, en un lugar del universo donde se producen hechos –“hechos”, sí-; se hacen –solas o acompañadas- cosas.
Y claro, una posición es la de “los dichos”: “Se dice… y dice y dice”… Y en esos “decires”, obviamente, la palabra va perdiendo ¡potencia!; fuerza. Y cuando llegan a los hechos –porque tienen que llegar-: “Porque hay que levantarse”, “porque hay que desayunar”, “porque hay que comportarse”, “hay que procurar no castigar con el silencio doloroso a los demás” –por ejemplo-… “Hay que… ¡Oye!, hay que hacer “hechos”, ¿eh?”
¡Y ahí vamos a juntarlo con otro, para liarlo bien! Ya saben ustedes aquello de Jesucristo –¿no?- que… “por sus obras, sus hechos, los conoceréis”.
¡Ah!.... ¡ah!
-Ah, pues aquél habla bonito, habla estupendo, habla maravilloso, habla bien…
-¿Y qué obras hace?
-¿Obras?
¡Ah! ¡Y hay otro refrán que dice: “Obras son amores, y no buenas razones”!
“¡Ay! ¡Aquél razona muy bien y explica muy bien!, pero a la hora de obrar, de hacer, se producen unos ‘¡cracs!’ preocupantes”.
Es como cuando se oye a un político, ¿no? Lo oyen y… y promete y dice y asegura y… “Dichos”. “Buenas razones”.
¡Ah! ¡Y hay otro interesante!, que dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Algunos han interpretado este dicho como que hay que dar golpazos a todo el que se tiene alrededor. ¡No! No, no, no. Son formas de obrar. Sí, se ora –¿verdad?- en ese mundo –como ahora-, pero que eso luego sirva para el “hacer”…
¡Con el mazo!; con el mazo que… que apuntala, que clava, que acomoda, que afina…
¡Obras!...
¡Y resulta! –como el caso que poníamos de los políticos- que, efectivamente, después de todas las promesas y campañas electorales…
Y parece mentira que todavía las personas vayan a la urna, pero hay un cierto gustillo por ir al cementerio, y eso no hay forma de quitarlo, ¿no? Y hay un cierto gusto por dormir en una urna, para ver, para escudriñar a ver qué pasa. Y lo que puede pasar es que uno se muera; salvo eso… –que no tiene gran importancia porque ya deja de preocuparse; a lo mejor deja alguna preocupación, pero… él ya deja de preocuparse-.
Y luego, después de todas esas promesas, pues luego va pasando el tiempo ¿verdad? –“y el tiempo pasa…”- y… unos se hacen viejos, otros se corrompen, otros se olvidan, otros se deterioran, otros ¡engordan!, otros se desesperan, otros ¡se agilipollan! –eso se entiende, ¿verdad?; sí-.
Y dices: “Entonces, el tiempo ¿qué es? ¡Es malísimo el tiempo!, ¿no? Te oxida, ¿no?”
¡No! ¡El tiempo no tiene la culpa! No, no, no. En realidad, culpables-culpables no hay, pero responsables, sí: Usted. Usted, que ha estado con las “toltas” de las palabras, jugando, prometiendo, diciendo… Y eso es jugar con pólvora, con trinitrotolueno, con ¡bomba!
¡Claro! Y en la medida en que se juega con las palabras, y no se les da la coexistencia –la evidencia, en el mundo comprimido-, en esa medida, claro, el ser… se deteriora, porque no va dándole, al “trecho” del “dicho”, una fiel representación de lo que dijo, de lo que pensó, de lo que imaginó. Se quedó a medio gas. Ya saben:
“Y todo a media luz…” –¿recuerdan algunos?-. Pues sí. ¡Se queda a media luz! A media luz. “A media luz, los besos…, a media luz…” Todo, ¡a medias!
-¿Y cómo vas?
-A medias.
-¿De tronco pa’ arriba o de tronco pa’ abajo?
-Depende… de con quien esté.
La verdad es que, orar, se hace cada vez más difícil –¡sí!; no hemos cambiado de tema, no, no, no-; se hace cada vez más difícil porque cada vez los temas son más peliagudos, y cada vez tienen menos… –¿entienden, no?-. Tienen más difi… –entienden, ¿verdad?-. Resultan más… “joer, ¡vaya!” –¿entienden, no?-. ¡Psss!… ¡Buffff!…
Porque sí, puede quedar más o menos claro –¿verdad?-, pero luego… ”¡¿Y luego?!” –como dicen los gallegos-…
-Y luego, ¿qué?
-Y luego, pues te tomas un chupa-chups, o te compras un aguacate, o te vas a Nueva York, ¡oye!
“Y todo a media luz…”
¡Y a medio gas!, ¿no?:
-¿Y esto…? Oye, ¿cómo hiciste esto?
-¡Pues mira, he hecho un apaño! Lo he dejado medio… medio arreglado, ¿no?
Y de eso, los españoles sabemos… ¡bua! ¿De chapuzas? ¡Bua! Sabemos… ¡bua! De cada cinco mil trescientas veintisiete palabras, es posible que tan solo se realicen, como “hecho”, tres. Eso está comprobado, ¿eh? –alquímicamente comprobado, por supuesto-.
“¿Pero tú no dijiste?”… “¿Pero tú no pensabas…?”… “¿Pero tú no creías?”… “¿Pero tú no…?”
Y te miran así, y dicen: “Pues sí, pero…”, “sí, pero…”, “sí, pero…”
Hay un coloquio entre el “¿tú no…?” –de “tuno”, de tunante, de engañador, de farsante-, y el “sí, pero…” –que es otra fruta, como el níspero: el “¡sí-pero!”-.
El “tú-no” –“¿tú no?”… “sí, pero…” “¿tú no?...” “sí, pero…”- ya es un código universal. Se emplea en todos los idiomas:
-¿Pero tú no… dijiste? Pero ¿tú no…?”
-Sí, pero… Sí pero…
Y, total, “entre col y col, ¡lechuga!”. Es decir, que las coles no son coles, y aparece otra cosa rara: la lechuga.
Eso es como si cogemos la palabra “fo-llar” –por ejemplo- que todo el mundo conoce, para que no haya… “¿qué ha querido decir?” Entonces, pensar es “FO”; hacer es “LLAR”. Entonces, no llegan a juntarse “FO”… “LLAR” –¡follar!- y la resultante entre lo que se piensa y lo que se “¡llar!”, es deplorable: lechugas. ¡Fíjense! ¡Fíjense que, que…! Que “qué”, ¿no?
-¿Pero, tú no…?
-Es que… sí, pero…
Somos frutos frutales, de una “frutalidad” frugal. Esto es una gilipollez, pero queda bien. Porque Dios también –¡sí!-… Dios también busca imágenes “gilipollescas” para que la mente se refresque por la mañana; como por la mañana hay que hacer abluciones, y refrescarse las partes pudendas, para que esté todo limpio y fresco.
¡Se entiende!, ¿no? No hay que explicarlo, ¿verdad? Bueno.
“Y todo a media luz…”
Y a cada uno –¡y a cada uno, ché!- ¡le gustaría que el mundo fuera a su medida! ¡Le gustaría tener un despacho de caoba, y una secretaria “peyote”, y unos hijos maravillosos, y una familia extraordinaria, y una cuenta corriente… –tres, cuatro, ocho-, en el segundo piso o en el primero! ¡A todos! ¡Claro! ¡Que les trataran de “señor”, de “usía”, de “Su Majestad”, de ”por qué no”, “por qué sí”!…
¡Ah! Y se pueden casar. Porque hoy se casa el hijo de Diana de Gales. ¿Se acuerdan ustedes de la princesa Diana, que estaba con el príncipe –que será siempre príncipe- Charles…? –Charles; no Puyol sino Charles-. Pues, bueno, ya el niño ha crecido. ¡Joe! Ha crecido y… ¡vamos!, que se casa hoy. Entonces, el que quiera ver “del dicho al hecho”, pues verá “el trecho”.
Parece ser que llevan follando ya varios años, y entonces…
¿Ven? Ya no es como antes… Ya no es como antes que… que, ¡bueno!, pues…
“Desde que te vi con la pata de palo, dije para mí: malo, malo, malo, malo…”
¡No! ¡Ya no es como antes! Ya, “consumatus est”. Pero, ¡bah!, es así. Boda principesca, Londres patas arriba, la policía, la “tal”, la “cual”, la reina, los príncipes… Todos están allí, menos comunicaciones Tian, porque somos plebeyos y no nos han invitado. Y no te puedes presentar allí sin credenciales. Nosotros íbamos sobre todo a la cena, pero, pero… ¡De verdad…!
¿Y ves? ¡Ya todo el mundo tan contento! ¡Todo el mundo tan feliz, porque “Periquín” se casa con “Periquita”!... y ya, toda la guerra de África del norte, el terrible atentado ayer en Marrakech, con 18 personas muertas, en un café –la mitad, más o menos, turistas-…
¡Ay! El plácido Marruecos empieza a resquebrajarse; la dictadura de padres a hijos… de pateras y de ahogados… que parecen volverse a resucitar y a reclamar su parte viviente…
Son responsables subsidiarios, sin duda, del drama y la tragedia de ayer.
¡Pero, aaaahhhhh, la boda, la boda, la boda….! ¿Y si llegara una boa y se los tragara a todos, verdad? “¡Uau! ¡Ozú, qué boa más grande…!”
“Del dicho al hecho hay un trecho”. “Obras son amores, y no buenas razones”. “Dime con quién andas y te diré quién eres” –no, eso no; pero también, también-. “El hábito hace al monje…” ¡No!, no hace al monje; lo… lo “costurea” un poco.
Pero ustedes se habrán dado cuenta –Dios es Grande… Alhaj Ma- ustedes se habrán dado cuenta de que… todo eso es verdad. O sea que… ¡la cantidad de pajaritos… –“pio, pio, pio, pio”- que hay en la cabeza…!
¡Es cierto que las neuronas tienen una forma, y tal!, pero, si se fijan, ¡son pajaritos con muchas plumitas!: las dendritas; y con una colita: el axón; y con una cabecita: el cuerpo celular. ¡Y trata de volar el pajarito! –“pio, pio, pio, pio”-… Pero, ¡claro!, cuando tratan de volar, se encuentran con el cráneo. ¡Jo! ¡Con la cúpula de San Pedro! –“jo, qué bestia!”-. Pero para eso están los orificios –los orificios-.
“Orificios”: dícese del agujero –o el “bujero”; como quieran, ¿eh?-. Un ojo, dos ojos… –no hay tres-; una fosa, otra fosa –nasal-; una boca –una boca-, una oreja, otra oreja… ¡y mucha piel! ¡Mucha piel para restregarse! Mucha piel, para restregarse. Dicho, y hecho.
La configuración del pensamiento, si bien es cierto que queda bonita, y con un buen coñac o una buena agua de “Vichy Catalán”, o un “Agua de Beteta”, o… ¡bueno, ahora hay una cantidad de aguas especiales!… –carísimas, por cierto-…
Pues eso: uno, con el agua –porque no puede beber o le sienta mal-, y el otro con el “Armagnac” o el “Pernod” prohibido –alors-; y ahí se ponen a “hablag”… –¡qué bonito!, ¿verdad?- de… ¡de cosas! De “tolta”. Y hacen una “toltería”. Cosas… cosas…
¡Y queda bonito! ¡Es cierto! ¡Está bien, está bien! ¡Un rato! ¡De vez en cuando!... no viene mal, ¿no? El problema es cuando los pajarillos tratan de volar, y tratan –claro- ¡de aposentarse!; de realizarse. Entonces ocurre “el drama kafkiano” –que nadie lo sabe, nada más que ustedes, que se van enterar ahora mismo-.
¿Cuál es el drama kafkiano –para que no se les olvide nunca-… que cada vez que piensen tanta “tolta”, no se queden a medio camino como un “coitus interruptus”, y no se conviertan el lechugas?
¡Pues muy fácil! ¡Muy fácil! Una imagen –como dicen los chinos- vale más que mil palabras:
Tenían pajaritos en la cabeza, ¿no? ¡Bien! Pues si esos pajaritos no llegan a volar adecuadamente, a través de los sentidos –que se encuentran preferentemente en la cabeza, y en todo el cuerpo a través de la piel-, si éstos no llegan a concretarse en algo pragmático y volador, los pajaritos se convierten en cucarachas.
-¡No! ¡No puede ser!…
-¡Sí! ¡Sí!….
Este es un símil –para occidente- fantástico, porque hay un odio ancestral a las cucarachas –ustedes ya lo saben, ¿no?-. Y entonces, fíjate: tú tenías un pajarito –un jilguero- ¡tan bonito!, en la cabeza; ¡una idea tan preciosa, tan moito interesante! ¡Pensabas redimir el amor! ¡Pensabas liberarte de todos los yugos y de todos los daños que habías falado! ¡Pensabas y pensabas!… ¡Era un pajariño grandísimo! ¡Era un águila peluda!, capaz de surcar mares y montañas; mas llegó el momento de volar y de facer lo prometido…
“Sí, mas…”: “sí-pero”…
-Ah, ¡el níspero otra vez!...
-¡Sí, el níspero! Aaaayy…
E poco a poco, los pajariños, eu grande animal que vola, se fue convirtiendo em una preciousa cucaracha, que fue motivo de una famosa cançao:
“La cucaracha, la cucaracha… ya no puede caminar,
porque no tiene, porque le falta…
marihuana que fumar…”
¡Ah!, ¡por cierto, por cierto, por cierto, por cierto!… El presidente de Uruguay va a aprobar el uso de la marihuana particular; y que cada uno puede tener de cuatro a seis plantitas ¡en su casa! ¡Fíjate! ¡A buenas horas se va a drogar éste! ¡Mira por dónde ha salido!
Cada persona tendrá derecho a 25 milígramos –no, “gramos”, perdón- de marihuana, para él hacerse su “juana”, y podrá tener cuatro o seis plantitas… ¡Y a fumar!, a hacer tartas… ¡a lo que sea, vamos! Infusiones, margaritas… ¡cualquier cosa! ¡La marihuana da de sí para todo! Luego se hacen trabajos científicos: que está buena para el cáncer, está buena para la quimio, está buena para la radio… Está buena para todo…
¡Hay que ver! ¡Con lo malo que es el tabaco, y lo buena que es la marihuana!
Cómo le van dado la vuelta –ustedes se dan cuenta, ¿no?- poquito a poco, poquito a poco, poquito a poco….
“La cucaracha, la cucaracha… ya no puede caminar…”
¡Qué bonito es levantarse por la mañana, con los pajaritos y las cucarachas!, ¿verdad? Entonces, te dicen:
-Bueno, qué vas, ¿de pájaro –hoy- o de cucaracha?
-¡Joder! ¡De verdad!… Pues yo tenía una idea… Se me había ocurrido, pero… ¡pero nada! Nada. Estoy hecho una cucaracha.
-¿Eres de las voladoras americanas, o de las europeas torpes, que van cojas buscando marihuana?
-Pues… ya te lo diré a la tarde.
-Sí, pero…
¡Hombre! ¡Del grupo de los nísperos!
¡Ay! Y ése… que hemos explicado poco: “Obras son amores, y no buenas razones”.
Muchas veces, evidentemente, los amores se sustentan por buenas razones. Buenísimas razones: “Es alto, es guapo, tiene dinero…” “Es acomodada, es agradable, es grata…” “Bueno, ¡total!, con los años que llevamos, ¡no lo vamos a dejar ahora que llevamos ya treinta y largos...! Ya, ¡pues vamos a seguir con las mismas zapatillas!, ¿no? ¿Pa’ qué cambiar, si ya tienen su propio olor?”
O sea que, los amores, ¿puede obrarse con ellos? O sea, ¿se obra con amores?
Sí; realmente, cuando, la obra que sea, se ejercita, tiene mucho que ver con lo que se ha pensado. Tanto, tanto, que es… mucho más. ¡Mucho más.!
Sí. Lo que ocurre es que no se tienen muchas experiencias –o, mejor dicho: ¡muy pocas experiencias!, al respecto-. Se trata, con frecuencia, de coger una obra –una cucaracha-, y tirarla una y otra vez al aire a ver si vuela, ¡y no vuela ni pa’ tres! “¡Cagüendiez!... ¡Estas cucarachas que nacen mal!”
¡Y a eso le llaman “redención”, y todas esas cosas!
Entonces, claro, se piensa que –cuando se ha pensado, se ha sentido, se ha imaginado- que cuando se va a llegar a lo que le llaman “realidad” –que está fatal llamado, porque…-, simplemente, a la “compresión”, a la “comprensión”, a la “con-presión”, a la ¡configuración!, es un proceso –también- Krístico: se transfigura; se transfigura la idea en algo que pueden percibir nuestros sentidos. Y eso es… grandioso.
Los pájaros siguen siendo pájaros: vuelan y revuelan… suben y bajan… y se posan sobre las ramas de los árboles. Y recogen granitos… y semillas del suelo, y siguen su vuelo… ¡Fantástico!
¡Pero esa experiencia es rara!; porque, la mayoría de las veces, de esa imagen, se pasa a la “antropomorfización” de Kafka. ¿Recuerdan la novela de Kafka? Pues eso: se convierten en cucarachas, las ideas, y entonces, la “práctica”, termina siendo un… un bufet mal servido.
“Por sus actos… por sus obras los conoceréis”.
Ciertamente, según cada cual va haciendo, y “se va viendo”…
Porque, aquel que elude sus acciones, aquel que siempre llega tarde, aquel que nunca está a punto, aquel al que siempre se le espera, aquel que nunca termina de rematar la faena, aquel que nunca está a gusto, pues… ¡mal!
“Ma-ma”…
El ser tiene un diseño –fíjense bien-… tiene un diseño que está hecho para:“Obras son amores, y no buenas razones”… “Del dicho al hecho hay un trecho” –pero puede recorrerlo-… “Por sus actos, sus obras, los conoceréis”… “Obras son amores, y no buenas razones”…
Todo eso –si se fijan-… El ser está hecho, desde la idea, hasta… la encarnación. Y ese proceso, es el proceso de un vuelo interminable, que se posa, ahora aquí, mañana allá… ¡Y el querer mantenerse… en… en esa “tunería”!, en esa especulación, con el miedo a… a aterrizar… ¡Que es lo que nos va a proporcionar elevarnos otra vez, ¡como hacen los aviones!!…
Cuando los aviones aterrizan –a ver si lo entienden bien, ‘forever’-… cuando los aviones aterrizan, ya están pensando en despegar, ¿vale? Un avión en tierra no sirve pa’ na’. Los aviones están hechos para “volar”.
¡Pues igual que las ideas y los proyectos!: vuelan y vuelan y vuelan, y van de un sitio a otro, ¡y aterrizan!... Y traen buenas nuevas, noticias, cartas, patatas fritas, chicles, caramelos, chocolatinas, bombón helado… ¡Una cantidad de cosas, enorme! ¡Claro! Y luego, ¡vuelven a despegar otra vez! ¡Y no se convierten en cucarachas! No llega el avión, aterriza y se convierte en una “gandola” o camión. ¡No; sigue siendo un avión!… “¡coooñó!”
Entonces, seguramente, entre los pajarillos y las cucarachas, los aviones y los camiones, se les va a aclarar mucho el cerebelo. Primero el cerebelo, porque es el… ¡hombre!, por antigüedad, hay que darle un poco de… pssss. Es profesor “honoris causa”. Y luego, a la corteza; la corteza –ya saben- es un poco frívola, pero muy interesante. Es “la pajarería nacional”.
Y como creyentes –se supone; o un poquito creyentes- pues si Dios creó a los pájaros, no los creó para que se convirtieran en cucarachas –con todo el respeto para las cucarachas-.
Entonces, si todo ese torbellino de ideas, de proyectos, de puntos de vista, de“lo veo claro, está claro…”, luego se convierte en “sí, pero…”, es que no hemos aceptado nuestra configuración; no hemos aceptado nuestra transfiguración.
Que se respeten las palabras. Que, en su consecuencia, se… vean realizadas. Porque es como se creó “lo creado”, y es como –en realidad- podemos tener la consciencia de volar…
¡Y volar!… ¡y volar!... ¡sin miedo a aterrizar!… Sin ningún estropicio que… arreglar.