“LA CONTRA ”
16 de mayo de 2011
“La contra”… no es el nombre de –en principio- de ningún héroe ni de ninguna heroína. Tampoco es el nombre de ningún alimento, sino –más bien- es el título de una civilización. Título de la civilización: “la contra”. Por sistema. El sistema: “la contra”. “Contra” el tifus; “contra” la mañana; “contra” el día; “¡contra!” lo que digas; “¡contra!” lo que hagas; “¡contra!” el gesto; “¡contra!”…
Así se llamaba el grupo nicaragüense en los tiempos del idílico señor Ortega: “La contra nicaragüense”. Después llegó al poder, y es “la corrupción nicarangüense”. Es decir que “la contra” no ha demostrado, hasta ahora, que sea el mejor mecanismo para purificar –y sí, obviamente, para imponer sistemáticamente sus criterios-.
Así se llamaba el grupo nicaragüense en los tiempos del idílico señor Ortega: “La contra nicaragüense”. Después llegó al poder, y es “la corrupción nicarangüense”. Es decir que “la contra” no ha demostrado, hasta ahora, que sea el mejor mecanismo para purificar –y sí, obviamente, para imponer sistemáticamente sus criterios-.
¿Hay alguien que esté a favor de algo?
Bien. Evidentemente, no.
Entonces, pues se está en contra de… ¡de algo! Siempre, ese “algo”, obviamente está equiparado con alguien, ¡o con “álguienes”! Y… ¡y bueno!
Lo de “y bueno”, no significa que sea bueno; significa simplemente que es lo que hay. ¡Hay!… hay también excepciones. La cuestión es encontrarlas –¡sin “contras”, claro!-.
Las “contras” tienen diferentes formas: “contras” de pincho, “contras” de ganchillo, “contras” de palos, “contras” de venenillos, “contras” de amenazas, “contras” de… “¡Contra!”
Cada lugar, cada comunidad, cada nación, tiene sus especiales tecnologías. Unos usan Facebook y Twitter, y otros usan pues… lo que se diría en España “la mala leche”. O sea, muy claro: es esa leche que se corta enseguida.
¿Por qué? Pues… ¡porque sí! Porque el “porque sí” es el pan –¡no es nuestro!- pero el pan con el que nos dan en la cabeza cada día, ¡aprovechando cualquier pequeña circunstancia! ¡No importa el qué!
¡Contra!
Bien. Evidentemente, no.
Entonces, pues se está en contra de… ¡de algo! Siempre, ese “algo”, obviamente está equiparado con alguien, ¡o con “álguienes”! Y… ¡y bueno!
Lo de “y bueno”, no significa que sea bueno; significa simplemente que es lo que hay. ¡Hay!… hay también excepciones. La cuestión es encontrarlas –¡sin “contras”, claro!-.
Las “contras” tienen diferentes formas: “contras” de pincho, “contras” de ganchillo, “contras” de palos, “contras” de venenillos, “contras” de amenazas, “contras” de… “¡Contra!”
Cada lugar, cada comunidad, cada nación, tiene sus especiales tecnologías. Unos usan Facebook y Twitter, y otros usan pues… lo que se diría en España “la mala leche”. O sea, muy claro: es esa leche que se corta enseguida.
¿Por qué? Pues… ¡porque sí! Porque el “porque sí” es el pan –¡no es nuestro!- pero el pan con el que nos dan en la cabeza cada día, ¡aprovechando cualquier pequeña circunstancia! ¡No importa el qué!
¡Contra!
Se convierte la… ¡bueno, “convivencia”! –lo que sea- en una serie de deslices de contrincantes. La diferencia, la diferencia enorme –¡enorme!- que hay entre los contrincantes –por ejemplo, boxeadores- es que, después del combate, pues se saludan, se encuentran; pasados unos días, se gastan bromas, se… ¡No! ¡Pero “la contra” no es así! ¡No, no! En “la contra”, el combate es pactado a mil asaltos; ¡o a millones de asaltos!
Ese es el cotidiano y permanente ejercicio de la libertad. Esa es la identidad de la libertad a la que llega el hombre: ir “en contra” de todo lo que no sea él, su opinión, su gesto, su manera de ser…
A veces, “la contra” es frontal, de cabeza, tronco y extremidades; y, otras veces, “la contra” es… más sibilina, más sinuosa, más…
“No. Pues ahora falta el papel éste”. “No. hora necesitamos esperar tanto tiempo”. “No. Ahora lo que procede es…”
Hay una presión “en contra de”. Que no avance un proceso.
Ese es el cotidiano y permanente ejercicio de la libertad. Esa es la identidad de la libertad a la que llega el hombre: ir “en contra” de todo lo que no sea él, su opinión, su gesto, su manera de ser…
A veces, “la contra” es frontal, de cabeza, tronco y extremidades; y, otras veces, “la contra” es… más sibilina, más sinuosa, más…
“No. Pues ahora falta el papel éste”. “No. hora necesitamos esperar tanto tiempo”. “No. Ahora lo que procede es…”
Hay una presión “en contra de”. Que no avance un proceso.
Por supuesto, de todos es conocida la lucha contra el fraude, la lucha contralos terremotos, la lucha contra el cáncer, la lucha contra… Pero es la actitud de “la contra”, que obviamente culmina en la vida anímica –“animicá”, “animicá”: para decir que la vida anímica está anémica; totalmente anémica- y espiritual. Esa, saber que existe, sabemos; que se ejercite, ya es mucho pedir.
Es más, ya comprobarán –probablemente- al salir de esta oración, cómo estarán más en contra de más cosas. O sea, en vez de decir: “¡Bueno! Pues éste parece que no es el camino, ¿sabes?”
¡No! Me ratificaré más en mis contras, en mis despechos, en mis desaires… En todo lo que pueda significar “incomodar”. –Como… ¡pretendiendo llamar la atención!-.
Pero no vamos a entrar en debates psicoanalíticos. Estamos en oración. Evidentemente, “la gran contra” se la llevala Creación , se la lleva el azar, se la lleva el destino, se la lleva la casualidad, se la lleva…
Que luego –efectivamente- se encarna en Pepito, en Juanita, en… Sí. Pero detrás de todo eso es: “¡La mala suerte que he tenido!” “¡La desgracia de haber nacido!” “¡La…!” “¡Yo no pedí, yo no quería…!”
Muchas veces se llama “rebeldía” a eso. ¡Eso es una gilipollez! Eso, ni es rebeldía ni es nada. ¡Es una soberbia espantosa!
-Yo no he pedido nacer…
-¡Pues te jodes, y vives! ¡Y aprendes! ¡¡Puedes aprender!!
¡No! Me ratificaré más en mis contras, en mis despechos, en mis desaires… En todo lo que pueda significar “incomodar”. –Como… ¡pretendiendo llamar la atención!-.
Pero no vamos a entrar en debates psicoanalíticos. Estamos en oración. Evidentemente, “la gran contra” se la lleva
Que luego –efectivamente- se encarna en Pepito, en Juanita, en… Sí. Pero detrás de todo eso es: “¡La mala suerte que he tenido!” “¡La desgracia de haber nacido!” “¡La…!” “¡Yo no pedí, yo no quería…!”
Muchas veces se llama “rebeldía” a eso. ¡Eso es una gilipollez! Eso, ni es rebeldía ni es nada. ¡Es una soberbia espantosa!
-Yo no he pedido nacer…
-¡Pues te jodes, y vives! ¡Y aprendes! ¡¡Puedes aprender!!
Es que fíjense –¡bueno!, no sé si se podrán fijar, porque están en contra- pero fíjense, fíjense qué… qué nivel es –¡qué nivel!, ¿eh?, ¡qué nivel!, ¿eh?- el compararse con la Creación , y decir:
-¡Es que yo no he pedido venir a este mundo!
-¡Es que yo no he pedido venir a este mundo!
Creo que nadie ha pedido. No… no nos corresponde.
¿Se imaginan pidiendo –“en contra”-, cada persona, cómo quiere el sistema solar? Si lo quiere con un sol, con dos soles, con un cuarto y mitad de sol, con luna, sin luna…
-Porque a mí, la luna, en menguante, me afecta mucho. Pónmela… ponme dos. Ponme dos, y que nunca haya menguante. Cuando lle… ya… cue… ya-ya-si-to… ¡Llena!
-Vale. ¡Vale, vale!
Si llueve, porque llueve; si no llueve, porque no llueve.
¡Contra!
-Porque a mí, la luna, en menguante, me afecta mucho. Pónmela… ponme dos. Ponme dos, y que nunca haya menguante. Cuando lle… ya… cue… ya-ya-si-to… ¡Llena!
-Vale. ¡Vale, vale!
Si llueve, porque llueve; si no llueve, porque no llueve.
¡Contra!
¿Podría ser…? –esto es una hipótesis, nada más- ¿Podría ser…? –no, no es una hipótesis, es una sugerencia; sí, es más exacto-. ¿Podría ser que “la contra” sistemática –y, obviamente, violentada, envalentonada, enervada-, se convirtiera en… ¡en encontrar!? En vez de “contra”, se le pone “en-con-trar”. “En-contra”. “En-con-trar”. ¿Podría ser…?
¿Podría ser que un cambio…? –no digamos ‘metabólico’, ‘enzimático’ ni ‘estructural’, ¡no!-. Pero, ¿podría ser que, en vez de estar ¡siempre!… en contra, esa energía –que es energía, que agota a propios y extraños-, podría ser que fuera… para encontrar la manera, la forma de encontrarse los unos con los otros, sin que ese encuentro fuera “¡en contra!”?
¿Podría ser que un cambio…? –no digamos ‘metabólico’, ‘enzimático’ ni ‘estructural’, ¡no!-. Pero, ¿podría ser que, en vez de estar ¡siempre!… en contra, esa energía –que es energía, que agota a propios y extraños-, podría ser que fuera… para encontrar la manera, la forma de encontrarse los unos con los otros, sin que ese encuentro fuera “¡en contra!”?
Ahí dejamos ese juego de palabras, que puede ser –¡ojalá!- algo más que interesante. “Algo más”.
Como podemos –y es otro elemento importante a tener en cuenta- como podemos suponer, ir en contra es la actitud más ¡fácil!, y más ¡cómoda!, y más ¡burguesa!, y más… –y más y más- ¡menos colaboradora!, que existe. ¿Por qué? ¡Porque es muy simple!: ¡No aporta nada! ¡Va en contra!
Tiene su esquema, pero es simplemente “en contra”.
¿Este ha dicho “A”…?
-“¡B!”
-Pero escucha la “A” –¿no?-, a ver…
-No. “B”.
¿Aquel dice “B”?
-Pues “C”.
¿Pero no decías “B”?
-“¡C!”
¡No hay error! El ir “en contra” evita el error; ratifica al sujeto en su posición. Y, por supuesto, no escucha; no ve. Y, aunque se ve a sí mismo, se plantea siempre la idea de que le quieren arrasar, de que le quieren atracar, de que le quieren robar, de que le quieren engañar. Y él reacciona… “en contra”. ¡Pero no aporta! ¡No colabora! ¡No pone encima de la mesa algo más que las migas que ha puesto el otro, sino que dice: “¡Vaya mierda de migas!”…
Pero…
“Bien. Reconozco que es poco para desayunar: migas, nada más; unas miguitas de ésas… Se las hemos quitado a los pájaros. Pero, ¡hombre!, en vez de tirarlas –¿verdad?- y decir que no sirven para nada, ¿por qué no pones tú un poquito de jamón? Por ejemplo. ¿Por qué no pones… un poquito de chicharrones? ¿Por qué no –incluso- participas en comer migas? ¡No hay otra cosa! Por lo menos, una de las propuestas era ésa”.
¡Pero no! “En contra”.
Evidentemente, cuando la actitud “en contra” tiene que tomar decisiones y actuar, pues se encuentra sin recursos; se encuentra con que tiene que buscar algo que le dé alguna idea. Y, para ello, indaga en lo que piensa aquél… o lo que hacen aquellos, y busca “la contra”. Y esa contra la hace propia, ¡y ésa es su opinión!... Con lo cual, realmente no es algo que ha surgido del propio ser.
A lo largo de la historia, las presentaciones espirituales –como decíamos antes-, si es que… ¡sí!, existen –sabemos- pero… han ido en contra, unas de otras, de una manera… ¡terrible! ¡Pero terrible! En esta semana, musulmanes y cristianos se mataban en los templos, en Egipto.
O sea, ¡que no es algo!…
¡Bueno! Y la guerra –¡en contra, en contra, en contra!- de todo Occidente, contra el Islam –“contra”-, es… Ya no se puede disimular. ¡Pero es en contra!
No hay ni el más mínimo relato de… de textura, de lectura, de conocimiento, de entendimiento… ¡No! Es “en contra”.
Igual que la hegemonía blanca iba ¡en contra! de los negros. Y crearon, en ellos, ir ¡en contra! de los blancos. Y crearon, en ellos, que fueran ¡en contra! de ellos mismos.
Tiene su esquema, pero es simplemente “en contra”.
¿Este ha dicho “A”…?
-“¡B!”
-Pero escucha la “A” –¿no?-, a ver…
-No. “B”.
¿Aquel dice “B”?
-Pues “C”.
¿Pero no decías “B”?
-“¡C!”
¡No hay error! El ir “en contra” evita el error; ratifica al sujeto en su posición. Y, por supuesto, no escucha; no ve. Y, aunque se ve a sí mismo, se plantea siempre la idea de que le quieren arrasar, de que le quieren atracar, de que le quieren robar, de que le quieren engañar. Y él reacciona… “en contra”. ¡Pero no aporta! ¡No colabora! ¡No pone encima de la mesa algo más que las migas que ha puesto el otro, sino que dice: “¡Vaya mierda de migas!”…
Pero…
“Bien. Reconozco que es poco para desayunar: migas, nada más; unas miguitas de ésas… Se las hemos quitado a los pájaros. Pero, ¡hombre!, en vez de tirarlas –¿verdad?- y decir que no sirven para nada, ¿por qué no pones tú un poquito de jamón? Por ejemplo. ¿Por qué no pones… un poquito de chicharrones? ¿Por qué no –incluso- participas en comer migas? ¡No hay otra cosa! Por lo menos, una de las propuestas era ésa”.
¡Pero no! “En contra”.
Evidentemente, cuando la actitud “en contra” tiene que tomar decisiones y actuar, pues se encuentra sin recursos; se encuentra con que tiene que buscar algo que le dé alguna idea. Y, para ello, indaga en lo que piensa aquél… o lo que hacen aquellos, y busca “la contra”. Y esa contra la hace propia, ¡y ésa es su opinión!... Con lo cual, realmente no es algo que ha surgido del propio ser.
A lo largo de la historia, las presentaciones espirituales –como decíamos antes-, si es que… ¡sí!, existen –sabemos- pero… han ido en contra, unas de otras, de una manera… ¡terrible! ¡Pero terrible! En esta semana, musulmanes y cristianos se mataban en los templos, en Egipto.
O sea, ¡que no es algo!…
¡Bueno! Y la guerra –¡en contra, en contra, en contra!- de todo Occidente, contra el Islam –“contra”-, es… Ya no se puede disimular. ¡Pero es en contra!
No hay ni el más mínimo relato de… de textura, de lectura, de conocimiento, de entendimiento… ¡No! Es “en contra”.
Igual que la hegemonía blanca iba ¡en contra! de los negros. Y crearon, en ellos, ir ¡en contra! de los blancos. Y crearon, en ellos, que fueran ¡en contra! de ellos mismos.
La pared que hay en un frontón, ¡no está en contra de la pelota! La recibe y… incorpora el golpe. Y devuelve con impulso la pelota, para que el pelotari vuelva con su cesta, con su mano, con su pala, a… ¡a darle de nuevo!, y así continuar el juego.
La pared del frontón ¡es fiel!… a su posición ¿Se imaginan que mientras se está jugando, la pared empiece a ondularse y a moverse…? ¿Y cada golpe que dés en un sitio, la pelota pueda salir por donde… por donde podría salir el Espíritu Santo? ¡No se lo imaginan!, ¿verdad? No. Confían en que la pared va a saber ser una buena pared de frontón. ¡Y no está en contra de la pelota! No. Pareciera que lo estuviera porque… no la engulle, ¡no se la come!, ¡no la ataca! ¡No! Es que su función es que la pelota rebote en la pared. Y la función de la pared es hacerse fuerte y dura, para que la pelota rebote.
Es tan sólo un símil –por si puede servir a “las contras”-.
La pared del frontón ¡es fiel!… a su posición ¿Se imaginan que mientras se está jugando, la pared empiece a ondularse y a moverse…? ¿Y cada golpe que dés en un sitio, la pelota pueda salir por donde… por donde podría salir el Espíritu Santo? ¡No se lo imaginan!, ¿verdad? No. Confían en que la pared va a saber ser una buena pared de frontón. ¡Y no está en contra de la pelota! No. Pareciera que lo estuviera porque… no la engulle, ¡no se la come!, ¡no la ataca! ¡No! Es que su función es que la pelota rebote en la pared. Y la función de la pared es hacerse fuerte y dura, para que la pelota rebote.
Es tan sólo un símil –por si puede servir a “las contras”-.
El “en contra” es una rivalidad ¡agotadora! ¡Agotadora! Compitiendo y compitiendo y compitiendo…
Y es curioso porque, cuanto más “contra” hay, más se dice que no se quiere competir.
-¡No! ¡Yo no quiero competir!, pero estoy “en contra de”… estoy “en contra de”…
-Pero… ¡eso es una competencia! ¡Ha perdido todo su sentido de juego! ¡Se ha convertido en un deporte de competitividad!…
Y compiten…
¡Y compiten!... ¡y “com-piten”!...
-¡No! ¡Yo no quiero competir!, pero estoy “en contra de”… estoy “en contra de”…
-Pero… ¡eso es una competencia! ¡Ha perdido todo su sentido de juego! ¡Se ha convertido en un deporte de competitividad!…
Y compiten…
¡Y compiten!... ¡y “com-piten”!...
Es de tal proporción la situación de “en contra”, que hay grupos –como mencionábamos en las religiones- sociales, culturales, que están “en contra de” –así, en masa, ¿no?-.
“Y todos estos están en contra de la ley de secretos oficiales. Todos estos están en contra de la ley del parado. Todos estos están en contra de los emigrantes. Todos estos están en contra…”
Pero, ¿hay alguien… no ya “a favor”, sino que aporte algo…?
De hecho, posturas habituales se definen a sí mismas como:
-Yo, por sistema, “en contra”. Luego, ya veremos.
-¡Ah!
“Y todos estos están en contra de la ley de secretos oficiales. Todos estos están en contra de la ley del parado. Todos estos están en contra de los emigrantes. Todos estos están en contra…”
Pero, ¿hay alguien… no ya “a favor”, sino que aporte algo…?
De hecho, posturas habituales se definen a sí mismas como:
-Yo, por sistema, “en contra”. Luego, ya veremos.
-¡Ah!
Es… la ventaja. Es el ventajismo que supone –claro- provocar, promover al otro para que, en cuanto sepamos por dónde va, ya tenemos el molde para saber por dónde tenemos que ir nosotros: “en contra”.
No… –bajo la óptica orante; cuando termine la oración ya será otra óptica-… Bajo la óptica orante, no es el modelo que promueve la vida, en su canto, en su organización, en su… –¡no hablo de nada idílico!, ¿eh?- en su situación, en su posición. ¡No vamos a nombrar nada bonito! Así se evita ir ¡en contra! Porque, en cuanto alguien nombrara algo bonito –o que cree que es bonito-, alguien diría:
-¡Qué va! ¡Eso es feísimo, eso es hortera, eso es… horrendo!
¡No!
Y desde esa óptica orante, nos atrevemos a sugerir, en esta burbuja…
¡Y es curioso! Se llama “burbuja”, muchas veces, ¡a la oración!, ¡a la meditación!, como si lo otro… –lo que no fuera eso- fuera libre, fuera amplio, fuera…
¿Qué es lo otro? ¿Qué es lo otro? ¿Un lugar donde no se sabe nadar? ¿Donde no se sabe andar? ¿Donde no se sabe a dónde ir? ¿Y en cuanto se dan las sugerencias o las pistas –meditando, orando- para “¡saber!”, se reniega de ellas ¡inmediatamente!, para ratificarse en el error –que termina siendo horror-… y termina, y vuelve de nuevo a empezar...?
Desde la óptica orante –hoy, ahora- nos atrevemos a sugerir la posibilidad de ejercitarse durante unos minutos en “no ir en contra” de… ¡de lo que sea! Cada uno tendrá sus estructuras mentales, afectivas, espirituales, etc., y ya sabrá dónde tiene “las contras”, ¿no? Pues el experimento cosiste en que, después de la oración –porque, aunque se haga ahora mismo, no, porque ahora se está en las peores condiciones-… pero, ¡después!... decir:
-Bueno. ¿Y si no me pongo en contra de esto?
¡Un ratito, nada más! Un ratito –¡bueno!- que no pase de quince minutos.
Sí; porque dirán:
-¿A qué se refiere con “un ratito”?
¡Quince minutos!
No… –bajo la óptica orante; cuando termine la oración ya será otra óptica-… Bajo la óptica orante, no es el modelo que promueve la vida, en su canto, en su organización, en su… –¡no hablo de nada idílico!, ¿eh?- en su situación, en su posición. ¡No vamos a nombrar nada bonito! Así se evita ir ¡en contra! Porque, en cuanto alguien nombrara algo bonito –o que cree que es bonito-, alguien diría:
-¡Qué va! ¡Eso es feísimo, eso es hortera, eso es… horrendo!
¡No!
Y desde esa óptica orante, nos atrevemos a sugerir, en esta burbuja…
¡Y es curioso! Se llama “burbuja”, muchas veces, ¡a la oración!, ¡a la meditación!, como si lo otro… –lo que no fuera eso- fuera libre, fuera amplio, fuera…
¿Qué es lo otro? ¿Qué es lo otro? ¿Un lugar donde no se sabe nadar? ¿Donde no se sabe andar? ¿Donde no se sabe a dónde ir? ¿Y en cuanto se dan las sugerencias o las pistas –meditando, orando- para “¡saber!”, se reniega de ellas ¡inmediatamente!, para ratificarse en el error –que termina siendo horror-… y termina, y vuelve de nuevo a empezar...?
Desde la óptica orante –hoy, ahora- nos atrevemos a sugerir la posibilidad de ejercitarse durante unos minutos en “no ir en contra” de… ¡de lo que sea! Cada uno tendrá sus estructuras mentales, afectivas, espirituales, etc., y ya sabrá dónde tiene “las contras”, ¿no? Pues el experimento cosiste en que, después de la oración –porque, aunque se haga ahora mismo, no, porque ahora se está en las peores condiciones-… pero, ¡después!... decir:
-Bueno. ¿Y si no me pongo en contra de esto?
¡Un ratito, nada más! Un ratito –¡bueno!- que no pase de quince minutos.
Sí; porque dirán:
-¿A qué se refiere con “un ratito”?
¡Quince minutos!
-Yo estaba en contra, y estoy en contra de… tal situación, de tal propuesta, de tal… ¡Vale! Pues ahora, aunque sea ¡una vez en la vida!, voy a obedecer una sugerencia. ¡Quince minutos! Luego volveré otra vez a estar en contra, ¡porque no voy a estar nunca a favor!
-¡Vale, vale!, pero… a ver, ¡a ver qué se siente! –¡que se siente!- sin estar en contra. Escuche…
-¡Es que no me lo puedo ni imaginar!
Por eso estamos orando, ¿sabe? Si el hombre ya fuera lo que debe ser, no tendría sentido orar. Así que, antes de desechar la posibilidad de quitar esas contras, ¡imagínense por un momento!... –¡quince minutos!; mientras cogen fuerzas para luego volver otra vez a estar más en contra: ¡quince minutos!-, la propuesta de, simplemente, “no estar en contra”, y ver… cómo es la situación, la circunstancia, el otro…
-¡Vale, vale!, pero… a ver, ¡a ver qué se siente! –¡que se siente!- sin estar en contra. Escuche…
-¡Es que no me lo puedo ni imaginar!
Por eso estamos orando, ¿sabe? Si el hombre ya fuera lo que debe ser, no tendría sentido orar. Así que, antes de desechar la posibilidad de quitar esas contras, ¡imagínense por un momento!... –¡quince minutos!; mientras cogen fuerzas para luego volver otra vez a estar más en contra: ¡quince minutos!-, la propuesta de, simplemente, “no estar en contra”, y ver… cómo es la situación, la circunstancia, el otro…
Encontrar la actitud que permita preguntar… antes de disparar.
Otro detalle a resaltar en “la contra” es que suele provocar –por esa competencia- otra contra.
“Contra”.
Y, lo que sea –idea, proyecto, palabra, actitud, pensamiento, obra-, tiende a defenderse.
¡Error! Y se convierte en “contra”.
¡Error! Es lo que buscaba “la contra”.
El error de “la contra” –que se convierte en terror- es que, con sus posturas y posiciones, engendra ¡con mucha facilidad! –porque el mundo funciona así la mayoría de las veces-, una contra.
Cuando las personas son contrarias a… ¡tantas cosas!, poco a poco van teniendo sus hijos, que son “contrarios a”…; sus hijas, “contrarias a”…; ¡multitudes!, “contrarias a”… Depende del rango y de la posición que ocupen.
“Contra”.
Y, lo que sea –idea, proyecto, palabra, actitud, pensamiento, obra-, tiende a defenderse.
¡Error! Y se convierte en “contra”.
¡Error! Es lo que buscaba “la contra”.
El error de “la contra” –que se convierte en terror- es que, con sus posturas y posiciones, engendra ¡con mucha facilidad! –porque el mundo funciona así la mayoría de las veces-, una contra.
Cuando las personas son contrarias a… ¡tantas cosas!, poco a poco van teniendo sus hijos, que son “contrarios a”…; sus hijas, “contrarias a”…; ¡multitudes!, “contrarias a”… Depende del rango y de la posición que ocupen.
Admítanse también –en plan de sugerencia-, el ejercitarse en no desarrollar “la contra”, cuando “la contra” está encima: cuando te golpea, cuando te mira, cuando… ¡lo que sea! No… ¡no desarrollar algo en contra, sino… dejarlo pasar! Provocará, ¿eh? Provocará y provocará, y no querrá que se le deje pasar.
Porque hay que darse cuenta de que, cuando se desarrolla la actitud de “la contra”, ¡tampoco sirve! –por eso decimos “dejarla pasar”- ¡tampoco sirve darle la razón! ¡No! ¡No lo quiere!...
-Estoy en contra de eso.
-Bueno, de acuerdo. Pues…
-¡No lo hago!
-De acuerdo.
¡Ah! ¿Y eso por qué?
-Pero, ¡coño!, ¿no dices que estás en contra… de esto? Pues… quito esto.
¡No, no! ¡Pero tampoco es así de fácil!
¿Tú, tú, tú que crees? ¿Tú que opinas?
Y otra vez. Ya está. Ya está liado.
-Estoy en contra de eso.
-Bueno, de acuerdo. Pues…
-¡No lo hago!
-De acuerdo.
¡Ah! ¿Y eso por qué?
-Pero, ¡coño!, ¿no dices que estás en contra… de esto? Pues… quito esto.
¡No, no! ¡Pero tampoco es así de fácil!
¿Tú, tú, tú que crees? ¿Tú que opinas?
Y otra vez. Ya está. Ya está liado.
Antiguamente se le llamaba a esto “el espíritu de la contradicción”. Ya, como no hay espíritu ni hay contradicción… pues simplemente es “la contra”.
¡No es que se haya perdido nada!... sino que no se encuentra. Por eso, en la oración de esta semana, “la contra” quiere convertirse en “encontrar” Quiere practicar el “no estar en contra”. Quiere ejercitarse en “dejar pasar” para, al menos –al menos-, vivir otra experiencia que no sea el competir; que no se la rivalidad permanente… ¡en cualquier cosa!
¡No es que se haya perdido nada!... sino que no se encuentra. Por eso, en la oración de esta semana, “la contra” quiere convertirse en “encontrar” Quiere practicar el “no estar en contra”. Quiere ejercitarse en “dejar pasar” para, al menos –al menos-, vivir otra experiencia que no sea el competir; que no se la rivalidad permanente… ¡en cualquier cosa!
Nunca sabemos dónde está Dios; como un electrón, nunca podemos precisar con exactitud y con absoluta precisión en dónde se encuentra. Lo que sí podríamos decir bajo el sentido orante es que, cuando “la contra” predomina, se ejercita, y es el único trato por el que el ser se expresa, allí –donde creíamos que podría estar Dios- seguro que no está.
Cuando el ejercicio de vivir es… ¡encontrar!, probablemente, allí donde sentimos que está lo Divino, probablemente esté.
Él nos encuentra.
Él nos encuentra.
Desde la óptica orante, es “patrimonio de la humanidad” encontrar… –encontrar- las formas, maneras, actitudes, gestos, propuestas, sugerencias, ideas, proyectos, capaces de acrecentar nuestras habilidades; de promocionar las posibilidades; de hacer, del vivir, lo que es: un acontecimiento excepcional… ¡Grandioso!
¡Dios!